Yo, lo juro por mis hijos, había calculado el tiempo para llegar a La Pedriza o'clock. Pensaba incluso pasarme antes por el Factory para buscar un par de gemelos para mi camisa y unos zapatos nuevos en Martinelli. Pero cuando vi que en el e-mail de Dario ponía Pedraza, me acojoné.
- ¿Si?
- Laura, guapa. Soy yo...esto...¿Dónde es la boda?
- Cómo que dónde, en Pedraza....¿Dario no le mandaste el mail a tus amigos?
- Sí, si lo tengo, Laura. Por eso llamo... es que creía que era en La Pedriza.
- Joer, tío, eres un desastre, jajaja.
- Ya. Pero don't worry, llego bien.
- Tú mismo, son 140 kilómetros.
Me puse la camisa volando sólo para comprobar que no me gustaba y la cambié por una Benetton que había comprado días antes. Nice. Cogí una corbata a juego y salí olvidando mis gotas y cremas conjuntiviticas para los ojos. Justin Timberlake animaba mi viaje, y creo que en mi recorrido habré violado más leyes que cuando salía con esta chica menor de edad de la que mis abogados me han prohibido hablar. Los coches pasaban volando junto al mío, al que sólo le faltaba sacar la lengua como al caballo de Gandalf. Unas chicas en un Porsche me hicieron hola y les devolví el saludo, justo antes de verlas desaparecer como si fueran montadas sobre una avispa cabreada. Muchos kilómetros después, y tras pedir indicaciones a un pastor, dos lugareños, una chica que iba demasiado arreglada para pasear un carrito de bebe y un burro, llegué a Pedraza. Un minuto después de aparcar, Dario me llamó para decirme que ya había terminado la ceremonia. Cabreado, llamé a Susana para felicitarla por su cumple.
- Hola tesoritos, Happy Birthday.
-¿Qué tal golfillo?
- He llegado tarde a la boda de mi amigo, me equivoqué de pueblo.
- ¡No jodas! Tío, ¿tú de qué estás hecho?
-Qué buena pregunta. No tengo respuesta, como siempre, me avasallas. ¿Qué haces hoy para tu cumple?
- Poco, saldré a cenar y luego a tomar algo.Muy tranquilo.
- ¿Nada de fiesta?
- Uy no, no, paso. Ya hice una cuando cumplí los 30. Alquilé un boat en el Támesis para celebrar allí con mis amigos. Super cool, bailamos, bebimos y terminamos vomitando todos por la borda.
- ¿Alquilaste un barco en London? ¿Por el Támesis?
- Sí, por mi cumpleaños número 30. ¿Eres tonto, o hay que repetirte las cosas?
- A ver si vas a ser una niña rica.
- Uy no.
- Te dejo, baby. Por allí vienen mis amigos, pásalo bien.
- Tú también, ojalá y te ligues a una macizorra...que nos conocemos.
Dario, Chencho y Lucio me guiaron hasta la casa rural donde iba a ser la recepción. Allí bebimos comimos, reímos y descubrimos que todas las chicas tenían novio. Qué putada. A eso de la medianoche decidí que era hora de volver, me despedí del novio y salí buscando la carretera de vuelta, pero después de varios intentos fallidos, tuve que parar en el primer pueblo que encontré y llamar a mis amigos para que me recogiesen, humillado y frío, mientras esperaba al lado de un puente de un lugar llamado Velilla.
Al volver encontré a Lucio discutiendo con un italiano, que le decía que Italia era superior a España en todo: arte, comida, vinos,historia, fútbol, y no sé cuantas mierdas más. Era como ver discutir a un soldado franquista contra uno del Duce. Desconecté y de vez en cuando le rogaba a Chencho (que era el único con GPS en el coche) que nos fuésemos de vuelta a Madrid. Le dio de la gana a eso de las 3 y media de la mañana.
Acojonado, lo seguí por caminos por los que no pienso volver en mi puta vida, rodeados sólo de maleza y una que otra señal luminosa que advertía de la presencia de venados saltarines. Como le pedí, Chencho me guió hasta que llegamos a la carretera de Burgos y minutos después puso la quinta y dejó en evidencia a mi Kia sufridor que, con sus 75 caballos, no podía subir las cuestas con la misma facilidad de los demás.
Un disco y medio de Calamaro después, llegué a casa reventado e intentando saber por qué cuando estaba allí, en ese pueblo de mierda, llamando a puertas que no se abrían, muerto de frío y casi sin batería en el móvil; por qué cuando quise volver a casa y me encontré solo y perdido entre carreteras comarcales oscuras y sin ninguna señalización, el único miedo que tenía era no volver a ver nunca más a Sol. Recordé entonces, al acostarme, a Susana y a su gran pregunta ¿Tú, de qué estás hecho? Y sin saber la respuesta, me dormí.
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