- Que si, tío. Súper fuerte, he perdido un amigo.
Había llegado a casa después de machacarme los hombros en el gym, y tirado sobre el sofá, sólo quería que el día terminase ya. Puse un par de muslos de pollo en el horno y pensé en llamar a Vero, pero dejé de pensar en ello cuando vi dos mensajes de Vera en mi facebook. Me dije: "la pobre Vero no tiene tiempo, la sonriente Vera, sí", y cuando la iba a llamar, va y aparece una amiga vieja y me cuenta su vida. Yo, encantado.
- Qué ha pasado. Dame detalles. ¿No será de la noche esa en que me llamaste pasadas las doce, porque sí?
- Sí, ¿te molestó que lo hiciera?
- Para nada, cuando quieras - respondí con sinceridad, y puse un disco de Dean Martin.
Me contó que esa noche, como suele hacer habitualmente, bajó desde casa a la sala Bikini a bailar salsa. Sin mi novio, porque a él no le gusta, ¿sabes? - ahá. Había quedado con unos amigos, salseros habituales, a vivir los ritmos tropicales como si sus vidas dependiesen de ello. Mientras ella me contaba, una a una, las canciones que sonaron esa noche (culpa mía, por pedir detalles) yo la imaginaba girando como una peonza caribeña, en los brazos de chicos y chicas, porque si, en España las chicas pueden bailar entre ellas y nadie las mira mal. Nunca he estado en ese bar, pero lo imagino con las típicas vigas que cubren el techo, una barra enorme con camareras escotadas y vestidas de negro un escenario para los wannabe y mucho, mucho humo.
- Pues, entonces, como te iba diciendo, sonó la canción...
- No la conozco, pero es mala de cojones.
- Ya, y mi amigo parecía que estaba llorando.
- ¿Llorando?
- Yo creía, pero no. Estaba cantando el imbécil.
- Me descojono.
Fueron hasta los sillones (eso no lo había imaginado) donde solían sentarse. Y cuando la luz tenue le indicó (mal) que era el momento preciso, el pobre desgraciado atacó. Le dijo "me gustas" y puso los labios en posición ataque y lanzó el beso sin destinatario. Mi amiga esquivó el ataque cual cobra, y para terminar de humillarlo, lo paró con sus brazos de hembra atacada. Él, pillado en falta, buscó excusas en el alcohol y sus efectos desinhibidores, Pero se había bebido sólo una cerveza, ¿sabes? no estaba borracho ni de coña.
Recordé, entonces, one more time, los besos en el cuello que le di a Bea, sin pedirle permiso ni perdón.
- Cogí mi bolso y me fui.
- ¿Por qué? ¿Para hacerte la digna? Ya le habías hecho la cobra, tía. Con eso basta.
Subió la calle a paso ligero, intentando llegar, cual Mario Bros a su castillo particular en el que su príncipe dormía. Cuando de pronto, tío, escucho que grita mi nombre. Y allí estaba el Charlie Brown, tirado por el suelo tras no haber podido patear el balón. Le dijo que lo sentía, que había sido cosa del momento, que lo olvidara. Ella le dijo que sí, que don't worry, que seguirían siendo amigos como siempre, y siguió su camino en la noche, con un amigo menos en el facebook.
- Fue entonces, cuando me llamaste. Estos móviles táctiles son una mierda.
- Ya. Serían como las dos, mas o menos.
- Yo escuchaba solo ruido. Voces. Dije "¿hola?...hey! " y colgué.
- ¿Qué haces el 23?
- Ni puta idea.
- Igual nos vemos.
- A ver si es verdad.
En la tele, Ronaldo se revolvía como una cobra, también, para zafarse del marcaje francés en Auxerre. El Real Madrid se atascaba y, mientras mi amiga me contaba, ahora, sus planes de trabajo, yo seguía pensando en el sabor de los hombros de Beatriz y en que habría sido genial terminar el día a su lado.