Cuando a las 12:30 del 31 recibí una
llamada con número oculto y al contestar descubrí al otro lado una voz que me
hablaba italiano con acento de Napoli, debí sospechar.
Fabry me pedía que llevase vino a la
cena de fin de año "per noi", le pregunté si quería que fuese blanco
o tinto, me dijo que blanco, que la comida era a base de pescado y mariscos.
Sentí un temblor helado subiendo por mi espina dorsal (temblor justificado,
Fabry ya nos había intoxicado una vez en mi casa, con mi cocina) y prometí que
sí, que llevaría el vino; "Quindi non pago la cena", prometí medio en
broma, medio en serio. Imaginé que me haría un descuento sobre los 15 euros pre
acordados via whatsapp.
Bajé al Opencor, pillé un botella buena
de Bach la metí a mi bolsa y me fui a casa a hacer la siesta.
Desperté diez minutos después de
tumbarme, gracias a un adorable niño y los petardos que le había comprado la
meretriz de su progenitora.
Me vi 6 capítulos de una serie, me
duché, me cambié (camisa y corbata, of course, es nochevieja) y salí para
llegar exactamente a la hora acordada. Encontré a Fabry currando detrás de la
barra, vestido como un día cualquiera, y, sobre un barril de vino reciclado dos
copas de plasticorro con uvas de distintos colores y tamaños, le di el vino.
Asumí que ese era mi sitio (los demás estaban ya ocupados), arrimé a mi lado un
taburete, me senté, se rompió, me levanté, Fabry me dijo que estaba roto y era
para los abrigos, puse allí mi abrigo, cojí otro taburete, me senté, suspiré,
un pibón se acercó hacia mi, inspiré, verificó que no había robado nada de su
abrigo que colgaba del perchero a diez centimetros de mi, se fue, espiré. Llego
la novia de Fabry. Pedi el vino de vuelta, "así, como esté, no lo enfríes
más".
Serví 4 copas y la de la novia se secó
en un segundo. Se sirvió otra más, cogió mi botella carísima y dijo "esto
no es uva". No me afectó el insulto, total, es vino blanco, ya de por sí
una aberración de la naturaleza, así que le pregunté (sin verla, metiendo mi
nariz en la copa, en plan catador riojano) que a qué olía, según ella. Dijo que
no estaba segura, pero giró la botella, leyó que ponía "Nariz: Intenso / complejo / aromas frutales / aromas
florales / manzanilla / miel / madera / toffee" y soltó: "a manzana,
huele a manzana y a frutas". Ahogué mi carcajada con un megasorbo de
vino.
Llegaron los platos, comí apoyado en mi
barril, como el Chavo del Ocho. Dije que todo estaba perfecto, me limpié con
una servilleta de papel y cambié de posición. Casualmente, más cerca de los
pibones de la mesa guay. El género estaba repartido así:
- Pelirroja, vestido de lana, con
vestido de algodón debajo, botas, pelo al viento, cejas delineadas y tatuaje en
la nuca (o ha estado en la cárcel o sabe que su juventud se acaba y quiere
molar).
- Morenaza, ojos lila, vestido de
algodón con líneas horizontales que la hacen ver un poco rellena. Cosa que no
es verdad, que esos vestidos engañan. Cañón, objetivo namberwan.
- Perroflautica, morena, ojos negros
piel de mármol, medias de calaveras y un collar de esos de piedras turquesas
que odio como el morir. Encima va y me sonríe. Nada, usar sólo en caso de
emergencia.
- Pelirroja Nº2, versión garrafón de la
Pelirroja Nº1, ha venido ya dos veces a pedirme servilletas y/o un tenedor
sobrante de mi mesa/barril/esquina de apestosos. Puo darsi.
- Las demás.
Informo a Jacopo de la situación, dice
que viene, me siento aliviado por dos segundos, segundos que son los que tardo
en recordar que Jacopo tiene un bar lleno de pibas, ¿para qué cojones se va a
mover? Luca sé que ni hará el intento de venir. Massy está en Talavera y Dario
en Roma. Amos, que voy jodido. Pido un gin-tonic y controlo de dónde sale el
líquido: Bombay Blue, bueno - me digo - ya total…
Cuatro negritos empiezan a aporrear
instrumentos, en plan Jam Session y, como no quiero parecer la de "el vino
no tiene uva", me callo, asiento, y pongo cara de Rey ante un desfile
militar. Mi cuerpo ignorante no puede ante lo que yo considero un ataque del
trompetista a la memoria de Al Hirt y busco una silla para desvanecerme.
Casualidades de la vida, me toca al lado de la pelirroja Nº 2, que me sonríe,
le sonrío, me habla de la música, le dijo que "ajá, que sí, que
mola", me dice que le gusta mi corbata, sonrío y bebo un trago de gin
tonic sin dejar de mirarla, y cuando voy a decir algo alguien grita su nombre,
ella se levanta como un resorte y, acompañada por la orquesta de Don Gato y su
pandilla, recita algo "de su inspiración". El poema era tan bueno, que
me escondí en el baño.
Dejé que pasaran unos minutos eternos de
cortesía y pedí a Fabry la cuenta, ya con la tarjeta preparada. Me dijo que no
aceptaba tarjetas, y yo, ya sin disimulo, miré la pegatina de dos por dos con
el logo de VISA que adorna la puerta del restaurante, se hizo el loco y le dije
"sólo tengo 10 pavos en efectivo". Napolitano sabio, los
aceptó.
Bajé por la calle Atocha y me subí al
primer taxi. Le di el nombre de mi calle y, al llegar vi que me estaba cobrando
7 pavos más de lo habitual. Le pregunté que qué cojones pasaba y me dijo
(señalando la pegatina de la ventanilla del pasajero) que era el suplemento de
nochevieja. Pagué, me bajé y los pocos pasos que me separaban de casa los pasé
pensando si no era ya tiempo de pasar de esta mierda de las fiestas de fin de
año.
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