lunes, octubre 15, 2007

La tía buena (reprise)


La tía buena desapareció unos días. El primer día de su desaparición algunos decían que su jefa la había despedido, otros que ella se había largado sin dar aviso, y los más rayados decían que estaba en la pasarela Cibeles, desfilando entre modelos, pero yo desarmé esa teoría: es muy chata, calumnié. A los dos días, nos enteramos (cada uno por su cuenta) de que estaba enferma. Una lumbalgia traicionera y un doctor exagerado la habían obligado a descansar por un buen rato, una semana por lo menos.
Su jefa estaba como loca, tanto trabajo por hacer y no hay nadie a quien dárselo, a este ritmo lo tendré que hacer yo, pensaría. Era gracioso verla con sus ojos de loca, sus canas sin teñir, y siempre vestida de negro como un personaje de Harry Potter, ir y venir por la oficina, llevando el correo, regando las plantas, apagando las luces al salir. Estaba histérica, y encima yo la vacilaba (hace tiempo le perdí el miedo) cuando perdía su bus de vuelta a casa y tenía que esperar quince minutos hasta que llegara el otro, hala ahí te quedas, le decía, y le hacía chau con la mano mientras caminaba tranquilo hacia mi casita confortable, y la veía maldecirme en silencio.

La lesión le vino el dia que jugamos al fútbol. Juan le cayó encima ( lo que no causó asombro en ninguno de nosotros), pero ella tuvo tanta mala suerte que, en lugar de poner los brazos al caer, amortiguó el peso de ambos con las caderas. Nos acercamos a ver si estaba bien (no buena, que eso ya se sabía) y nos dijo que sí, que no pasaba nada, ya veremos cuando te bañes, le dije. Volvimos juntos a casa (cada uno a la suya), y ya empezaba a dar signos de dolor, pero resistió unos días más hasta que, como ella mismo nos contó al volver, se le dormía la espalda. Una tarde de esa semana en que estuvo ausente, iba yo en el bus, sentado entre la ventanilla y una negra de 100 kilos, pensando no hay dolor, no hay dolor, e imaginándome cantando el “Oh, Darling” de Beatles sin desafinar. Tendré que aprender a tocar piano, me dije, y en eso estaba cuando en plena carretera A-2 vi una valla publicitaria anunciando una feria especializada en bodas, y la de la foto, para mi sorpresa, era la tía buena.

No puede ser, estoy obsesionado, dije en voz alta, y la negra me miró de lado, aunque para ello tuvo que girar sobre su propia circunferencia, dibujando un movimiento rotacional imperfecto. Al día siguiente, al pasar por el mismo punto, comprobé que era ella. Es la segunda chica de anuncio que conozco, la anterior era una colombiana amiga de mi hermana que aparecía en los afiches de metro, anunciando envíos de dinero.

Hoy, que ha vuelto, todos le hemos preguntado que ¿qué tal?, bien, tengo que ir al fisio; ¿tienes secuelas?, no, creo que me recuperaré, ¿qué te ha dicho tu jefa?, me da lo mismo, si me dice el médico que descanse, descanso; ¿será de la caída?, dice el doctor que sí. Poco a poco la gente volvió a su sitio, le dije que me alegraba de verla y que ya después hablaríamos más, claro que sí, me respondió. Le dije que quería contarle algo, pero seguramente no lo haré, total, qué le importará a ella que me hizo gracia verla en un anuncio enorme, en la última rotonda, entrando a Alcalá de Henares.
p.s.: foto dedicada a Arturo, (a ver si así deja de preguntarme "¿ y cómo es ella?").

2 comentarios:

Arturo Saravia dijo...

Muchas gracias.
Era necesario hacerme la idea.
Pero te quedastes corto con lo de "tia buena".
Seguro que ese que le cayo encima no lo hizo de casualidad.
Y seguro que fue un gran amigo de la universidad.

el_ficho dijo...

Ella se desliza y me atropella,
y aunque veces no responde
se que el dia que la pierda
volveré a sufrir..