- No tengo catálogos de la Virago 250 - dijo Adriana.
- Ni de ninguna otra, me imagino.
- No, bájatelos del Internet - aconsejó.
Salí del concesionario Yamaha preguntándome cómo una tía guapa podía tener una voz tan horrible, como de ardilla o personaje secundario de Dragonball. Mientras bajaba por la avenida recordé las risas que Julio y yo nos echamos, horas atrás, cuando le dije que mi jefe se parecía a Goofy.
- Es igualito, huevón - me dijo, colombianísimo - puta que risa.
- Sólo le falta golpearse con las paredes, o caer por las escaleras mientras ríe.
El ruido de los motores y los claxon seguían formando parte del sonido de Madrid, y yo, de jueves, me reía como un loco. Recordé también a Natalia discutiendo con Dario y diciéndole que lo habían despedido de Accenture porque era un inútil. Me compadecí del pobre y me detuve frente a un escaparate de Mazda. Alguien gritó algo de cagarse en los muertos de una hija de puta. El vendedor me miraba desde detrás del cristal implorando al patrono de los préstamos y las deudas que me animara a entrar. Seguí de largo.
- Es igualito huevón, y mira cuando se sube a la moto. Parece que lo han dibujao'.
Recordé que me había quedado sin té helado y me metí a un Ahorra Más a comprar un par de botellas de litro y medio. Sol se beberá una ella sola, pensé, así que mejor me aseguro. Una viejita pagaba con monedas 200 euros de compra. Pasé por la pescadería soñando con un par de rodajas de salmón, pero mucha más gente había soñado lo mismo y asumí mi derrota. Cogí el té y me largué. Al salir una gitana me pidió dinero y me escondí detrás de mis gafas de sol. Entonces fue cuando me pareció ver a María. Subía en dirección contraria, distraída como siempre.
- María, - le dije - hola.
Me miró. O mejor dicho, miró hacia donde yo estaba, pero la expresión de su cara no cambió. Era como ver a una tortuga rubia fumando marihuana y enfundada en un vestido marrón que le quedaba grande. Pasó de largo, dejando un rastro de humo gris como el de las locomotoras de las películas viejas del oeste.
-¿Hola, Maria? ¿Aló?
Ni mú. Siguió con su cansina subida pensando, seguramente, en cómo concentrar su energía para lanzar un Kame-Kame-Ha. Seguí, entonces, bajando con mis bolsas de supermercado pensando en que ésta tía debería cambiar de camello.
Pasé al lado de la autoescuela y quise preguntar si el examen para el que me había inscrito valía para todo tipo de motos o sólo para las de 250cc. Pero vi desde fuera que había gente esperando y me dio pereza.
Antes de entrar en casa vi que la depuradora ya casi había terminado de limpiar el agua de la piscina y me imaginé chapoteando como un delfín preñado. Sol me esperaba sentada en el sofá con un diccionario en la mano y traduciendo lo traducible.
- He visto a María - le dije.
- ¿Ah, si? ¿Cómo está?
- No sé, me ha mirado, pero no me ha visto.
- Estaba drogada ¿o qué?
- Fácil. Si se metía de todo la tía.
- Igual te ha ignorado.
- Puede ser. Creo que no se tomó muy bien el que no quisiera follar con ella.
- ....
Me tiré en el sofá y no había nada en la tele. En mi mesa descansaba el comic Watchmen, pero no tenía fuerzas para cogerlo. Mi nuevo disco de John Lennon me pedía que lo llevara al día siguiente al trabajo para sobrellevar el atasco cantando "Power to the People". Le dije que sí. De la calle llegaba el ruido de unos niños jugando y mientras me quedaba dormido, en calzoncillos, imaginé a María y a Goofy encontrándose en la estación de Atocha.
- Es igualito huevón, - dijo Julio - qué mamón eres buscando apodos a la gente.
- Es igualito, huevón - me dijo, colombianísimo - puta que risa.
- Sólo le falta golpearse con las paredes, o caer por las escaleras mientras ríe.
El ruido de los motores y los claxon seguían formando parte del sonido de Madrid, y yo, de jueves, me reía como un loco. Recordé también a Natalia discutiendo con Dario y diciéndole que lo habían despedido de Accenture porque era un inútil. Me compadecí del pobre y me detuve frente a un escaparate de Mazda. Alguien gritó algo de cagarse en los muertos de una hija de puta. El vendedor me miraba desde detrás del cristal implorando al patrono de los préstamos y las deudas que me animara a entrar. Seguí de largo.
- Es igualito huevón, y mira cuando se sube a la moto. Parece que lo han dibujao'.
Recordé que me había quedado sin té helado y me metí a un Ahorra Más a comprar un par de botellas de litro y medio. Sol se beberá una ella sola, pensé, así que mejor me aseguro. Una viejita pagaba con monedas 200 euros de compra. Pasé por la pescadería soñando con un par de rodajas de salmón, pero mucha más gente había soñado lo mismo y asumí mi derrota. Cogí el té y me largué. Al salir una gitana me pidió dinero y me escondí detrás de mis gafas de sol. Entonces fue cuando me pareció ver a María. Subía en dirección contraria, distraída como siempre.
- María, - le dije - hola.
Me miró. O mejor dicho, miró hacia donde yo estaba, pero la expresión de su cara no cambió. Era como ver a una tortuga rubia fumando marihuana y enfundada en un vestido marrón que le quedaba grande. Pasó de largo, dejando un rastro de humo gris como el de las locomotoras de las películas viejas del oeste.
-¿Hola, Maria? ¿Aló?
Ni mú. Siguió con su cansina subida pensando, seguramente, en cómo concentrar su energía para lanzar un Kame-Kame-Ha. Seguí, entonces, bajando con mis bolsas de supermercado pensando en que ésta tía debería cambiar de camello.
Pasé al lado de la autoescuela y quise preguntar si el examen para el que me había inscrito valía para todo tipo de motos o sólo para las de 250cc. Pero vi desde fuera que había gente esperando y me dio pereza.
Antes de entrar en casa vi que la depuradora ya casi había terminado de limpiar el agua de la piscina y me imaginé chapoteando como un delfín preñado. Sol me esperaba sentada en el sofá con un diccionario en la mano y traduciendo lo traducible.
- He visto a María - le dije.
- ¿Ah, si? ¿Cómo está?
- No sé, me ha mirado, pero no me ha visto.
- Estaba drogada ¿o qué?
- Fácil. Si se metía de todo la tía.
- Igual te ha ignorado.
- Puede ser. Creo que no se tomó muy bien el que no quisiera follar con ella.
- ....
Me tiré en el sofá y no había nada en la tele. En mi mesa descansaba el comic Watchmen, pero no tenía fuerzas para cogerlo. Mi nuevo disco de John Lennon me pedía que lo llevara al día siguiente al trabajo para sobrellevar el atasco cantando "Power to the People". Le dije que sí. De la calle llegaba el ruido de unos niños jugando y mientras me quedaba dormido, en calzoncillos, imaginé a María y a Goofy encontrándose en la estación de Atocha.
- Es igualito huevón, - dijo Julio - qué mamón eres buscando apodos a la gente.
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