-¿Cómo estás?
- Bien, tranquilo.
¿Por qué respondes que estás "tranquilo", si no lo estás, brother? Se te ve a la legua que te tiembla una mano, que el ojo izquierdo se te cierra y que ya no tienes uñas en los dedos. Has movido tu vaso cuatro veces, y aunque no te gusta el chicle, lo masticas como si tu vida dependiera de ello. Mú tranquilo no estás, no.
Yo respondía igual, hace unos años, hasta que una tarde un amigo me dejó en ridículo delante de Magaly (la primera mujer que me hizo temblar las rodillas). Yo estaba feliz, porque había conseguido clasificar a mi colegio a la final del campeonato interescolar gracias a un gol tan antológico como fortuito. La pelota me llegó de rebote y me pegó en la canilla, eso hizo que se moviera un poco hacia adelante descolocando a mis marcadores, que esperaban que al recuperar el balón yo lo pisara, me girara y tratara de encararlos. Como ya me habían dado un par de patadas minutos antes para castigar mi temprana osadía de delantero encarador, decidí entonces que ni pararía la pelota, ni me giraría, no los encararía. Apenas el cuero toco mi pie me libré de él de una patada rápida que, para mi suerte, terminó clavada en la esquina superior del arco. Fui la estrella del momento, Magaly me veía desde fuera, confundida, porque había eliminado a su equipo pero también había clasificado, yo, su amiguito enano y flaco.
- ¿Cómo estás? - me preguntó un amigo, al finalizar el partido.
- Bien, tranquilo - respondí, al no saber qué decir.
- ¿Tranquilo? ¿Cómo que tranquilo, huevón? - me zarandeó - has metido un golazo, nos has clasificado para la final, y ¿dices que estás tranquilo?. No jodas, pues, oye.
Mi sangre rebelde decidió subir a mi cara y sentía que las mejillas me iban a explotar. Magaly me miraba implorando una respuesta inteligente para callar a mi impertinente amigo, o al menos burlarme de él de la misma forma que había hecho conmigo. Pero me quedé mudo. O sea, me quedé ahuevadamente tranquilo. Dos años después, ese amigo mio, se folló a Magaly, con toda la tranquilidad del mundo.
Mi abuelo inventó una variante genial. Cuando la gente le preguntaba que cómo estaba él, o los ignoraba, o respondía "tranquilo, como operado". Entonces los sapos no sabían si reír o preguntarle al viejo insolente cuál había sido la dolencia que lo había llevado al hospital. Alguno me susurraba al oído "¿de qué han operado a tu abuelo?" y yo, que ya había sido entrenado con mucha antelación, respondía con la mayor seriedad posible y poniendo cara de pena: "de la pinga, señora, de la pinga".
Intenté importar la respuesta del abuelo en mi época de colegio militar, pero no funcionó bien. Teníamos un auxiliar muy estricto, y cuando respondí a su pregunta "¿Está usted bien, alumno?" con un "sí, sí, tranquilo, como operao" me condenó a arrodillarme en el patio central durante dos horas con los brazos extendidos. Al termino del castigo se agachó y me dijo muy bajito: "la próxima vez que te pases de paloma conmigo, te rompo el culo guapito. Ahora levántate y vete a tu salón que tienes clase de Historia". Admiré dos cosas de aquél tipo en ese momento: su perfecta amenaza digna de una película de Scorsese, y la capacidad para saber mi horario escolar de memoria (algo que yo no había conseguido en años).
En mis últimos años de carrera, busqué un trabajo mal pagado que me permitiera pagar bien mis vicios. Trabajaba en un call center que se dedicaba a dar soporte a todo dios que tuviera un PC. Llamaban de todas partes del mundo: chinos, griegos, franceses, italianos, españoles, arequipeños, murcianos y algún que otro catalán. Una tarde, cuando ya contaba los minutos para salir disparado hacia mi sofá llamó un tío cuyo acento me sonó bastante familiar.
- ¿Buenos días, cómo está usted? - pregunté, usando las normas de saludo que la empresa nos había dado.
- Bien, tranquilo - contestó, y yo pensé: éste es peruano.
Mamá ha mutado sus respuestas con el paso de los años. La suelo llamar con cierta frecuencia y al principio respondía a mi ¿cómo estás? con un "bien hijo, estoy bien, tranquila como operada" haciéndole un pequeño homenaje al viejo que tanto quisimos. Pero ahora que vive tranquila de verdad, cuando la llamo y pregunto "¿qué tal má?" tiene cuatro respuestas posibles: 1) Tumbada 2) Viendo una peli 3) Cosiendo 4) Chateando con tu madrina.
No estan difícil entonces cambiar de vez en cuando las respuestas que damos. No tienes que responder "bien gracias" cuando estás jodido, ni "girando a la derecha en la próxima rotonda" cuando no tienes idea de dónde está el sitio por el que te preguntan, y menos "bien, tranquilo" cuando lo que estás es aburrido. Por eso yo he inventado una respuesta basada en una que dio Etoo hace unos años y cuando me preguntan que qué tal estoy respondo que bien, trabajando como negro para vivir como blanco, creo que a mi abuelo esa respuesta le habría gustado.
Yo respondía igual, hace unos años, hasta que una tarde un amigo me dejó en ridículo delante de Magaly (la primera mujer que me hizo temblar las rodillas). Yo estaba feliz, porque había conseguido clasificar a mi colegio a la final del campeonato interescolar gracias a un gol tan antológico como fortuito. La pelota me llegó de rebote y me pegó en la canilla, eso hizo que se moviera un poco hacia adelante descolocando a mis marcadores, que esperaban que al recuperar el balón yo lo pisara, me girara y tratara de encararlos. Como ya me habían dado un par de patadas minutos antes para castigar mi temprana osadía de delantero encarador, decidí entonces que ni pararía la pelota, ni me giraría, no los encararía. Apenas el cuero toco mi pie me libré de él de una patada rápida que, para mi suerte, terminó clavada en la esquina superior del arco. Fui la estrella del momento, Magaly me veía desde fuera, confundida, porque había eliminado a su equipo pero también había clasificado, yo, su amiguito enano y flaco.
- ¿Cómo estás? - me preguntó un amigo, al finalizar el partido.
- Bien, tranquilo - respondí, al no saber qué decir.
- ¿Tranquilo? ¿Cómo que tranquilo, huevón? - me zarandeó - has metido un golazo, nos has clasificado para la final, y ¿dices que estás tranquilo?. No jodas, pues, oye.
Mi sangre rebelde decidió subir a mi cara y sentía que las mejillas me iban a explotar. Magaly me miraba implorando una respuesta inteligente para callar a mi impertinente amigo, o al menos burlarme de él de la misma forma que había hecho conmigo. Pero me quedé mudo. O sea, me quedé ahuevadamente tranquilo. Dos años después, ese amigo mio, se folló a Magaly, con toda la tranquilidad del mundo.
Mi abuelo inventó una variante genial. Cuando la gente le preguntaba que cómo estaba él, o los ignoraba, o respondía "tranquilo, como operado". Entonces los sapos no sabían si reír o preguntarle al viejo insolente cuál había sido la dolencia que lo había llevado al hospital. Alguno me susurraba al oído "¿de qué han operado a tu abuelo?" y yo, que ya había sido entrenado con mucha antelación, respondía con la mayor seriedad posible y poniendo cara de pena: "de la pinga, señora, de la pinga".
Intenté importar la respuesta del abuelo en mi época de colegio militar, pero no funcionó bien. Teníamos un auxiliar muy estricto, y cuando respondí a su pregunta "¿Está usted bien, alumno?" con un "sí, sí, tranquilo, como operao" me condenó a arrodillarme en el patio central durante dos horas con los brazos extendidos. Al termino del castigo se agachó y me dijo muy bajito: "la próxima vez que te pases de paloma conmigo, te rompo el culo guapito. Ahora levántate y vete a tu salón que tienes clase de Historia". Admiré dos cosas de aquél tipo en ese momento: su perfecta amenaza digna de una película de Scorsese, y la capacidad para saber mi horario escolar de memoria (algo que yo no había conseguido en años).
En mis últimos años de carrera, busqué un trabajo mal pagado que me permitiera pagar bien mis vicios. Trabajaba en un call center que se dedicaba a dar soporte a todo dios que tuviera un PC. Llamaban de todas partes del mundo: chinos, griegos, franceses, italianos, españoles, arequipeños, murcianos y algún que otro catalán. Una tarde, cuando ya contaba los minutos para salir disparado hacia mi sofá llamó un tío cuyo acento me sonó bastante familiar.
- ¿Buenos días, cómo está usted? - pregunté, usando las normas de saludo que la empresa nos había dado.
- Bien, tranquilo - contestó, y yo pensé: éste es peruano.
Mamá ha mutado sus respuestas con el paso de los años. La suelo llamar con cierta frecuencia y al principio respondía a mi ¿cómo estás? con un "bien hijo, estoy bien, tranquila como operada" haciéndole un pequeño homenaje al viejo que tanto quisimos. Pero ahora que vive tranquila de verdad, cuando la llamo y pregunto "¿qué tal má?" tiene cuatro respuestas posibles: 1) Tumbada 2) Viendo una peli 3) Cosiendo 4) Chateando con tu madrina.
No estan difícil entonces cambiar de vez en cuando las respuestas que damos. No tienes que responder "bien gracias" cuando estás jodido, ni "girando a la derecha en la próxima rotonda" cuando no tienes idea de dónde está el sitio por el que te preguntan, y menos "bien, tranquilo" cuando lo que estás es aburrido. Por eso yo he inventado una respuesta basada en una que dio Etoo hace unos años y cuando me preguntan que qué tal estoy respondo que bien, trabajando como negro para vivir como blanco, creo que a mi abuelo esa respuesta le habría gustado.
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