- Odio a este tío, o sea, no lo odio - pienso: decídete, oye - pero es que no sabe lo que quiere.
- ¿Por? - digo, pero pienso: acaba ya de hablar que me cago de frío.
- Es que sabía que me iba a caer, ¿ya? era obvio ¿no?
- Sí, sí. Era obvio. ¿Pero te gustaba no?
En Lima, oscurece de forma muy extraña (lo he vivido en Segovia, también), puedes estar caminando tranquilamente, viendo al sol perderse entre las nubes, y de golpe, al doblar la esquina, te encuentras con la noche. Más de una vez (en Segovia también) estuve tentado a volver sobre mis pasos hasta allí donde todavía, en mi imaginación, era de día.
- Sí, pero la cosa es que es un fifone.
- ¿Cómo fifone? - vuelvo a mirarla a los ojos por un segundo, antes de retomar mi búsqueda de un taxi que me haga escapar - sabes que mi italiano va justito.
- Fifone - repite, con su encantador acento romano - un cobarde. Un cagado. A mí me gustan los tíos que me entran, no los que se quedan dudando si entrarme o no.
- Pero, ¿para qué quieres que te entre? - putos taxis, todos pasan llenos y Lima está cada vez más oscura - ¿no estabas saliendo con el musculoso ese?
- Sí.
- ¿Entonces?
- Y soy feliz. Estoy servida, no quiero problemas.
- No entiendo nada. Si lo vas a rechazar, ¿para qué le das bola? Eres una calientahuevos, flaca.
- Un poco.
Al fin para un taxi asqueroso con su lucecita verde. Pienso: ya es hora de que me largue, aquí no voy a sacar nada de provecho. Abro la puerta y me meto como si fuera un superstar perseguido por mil fans hambrientas de sexo o de un mechón de mi negro pelo. Voy contigo, dice, y pienso: ¿para qué, si no vas a dejar que te toque las tetas?
- Así que por eso estoy aquí contigo - dice, acomodándose el pelo lo mejor que puede - dejé al idiota ese bailando con Silvia.
- Asquerosa.
- ¿Silvia?
- También.
El chofer mira por el espejo a las piernas de mi amiga. Yo me despatarro en el asiento buscando una idea en mi mente. Algo que sirva para que esta tía se calle de una vez, o se baje del taxi en marcha. Lima está ahora llena de neblina (¿Qué hora es? ¿Las 3 de la mañana? ¿O las cuatro?)
- Yo no entro a las tías cuando sé que no tengo nada que ganar.
- Ya pero éste no es como tú.
- Ya. ya sé, es un poco más....
- Schifoso.
- Tampoco tanto - pienso: bien, ya estoy llegando a casa- pero sí es un poco barriobajero. Por eso se ha acoplado tan bien al grupito ese de los lacras.
El taxi para en un semáforo y le digo que está bien, que allí me quedo. Bajo, y cuando me voy a despedir, ella baja también. Pienso: ¿para qué?, si no quieres nada conmigo ¿no? Cruzo corriendo la calle con el semáforo en rojo. No sé por qué corro, no hay nada de tráfico a estas horas de la madrugada. Ella corre detrás de mí, espérame, grita, así me dejas cerca de casa. Hace frío y ella empieza a temblar. No me voy a quitar el abrigo ni loco, la abrazo y se queda más tranquila.
-Si nos viera así mi novio no sé que pensaría.
- ...
- ¿Qué pensaría tu novia, si nos viera caminar así?
- No sé nunca lo que piensa, menos aún lo sabría en esta situación.
Llegamos a una esquina desde donde se ve su casa. Hay un parque de niños, congelado. Un gato juega entre los columpios. ¿Sabes qué vas a hacer ahora? pregunta, y yo me encojo de hombros, mirando al infinito. Te vas por ahí, y llegas a tu casa súper rápido. Le contesto que no, que me voy por la otra calle mejor, y la dejo ahí parada. Cuando llego a mi puerta y abro con mis llaves del Señor de los Anillos siento al fin el alivio que tanto buscaba. Me tiro en la cama y pienso: mierda, al menos tendría que haber hecho que pagara la mitad del taxi.
- Sí, pero la cosa es que es un fifone.
- ¿Cómo fifone? - vuelvo a mirarla a los ojos por un segundo, antes de retomar mi búsqueda de un taxi que me haga escapar - sabes que mi italiano va justito.
- Fifone - repite, con su encantador acento romano - un cobarde. Un cagado. A mí me gustan los tíos que me entran, no los que se quedan dudando si entrarme o no.
- Pero, ¿para qué quieres que te entre? - putos taxis, todos pasan llenos y Lima está cada vez más oscura - ¿no estabas saliendo con el musculoso ese?
- Sí.
- ¿Entonces?
- Y soy feliz. Estoy servida, no quiero problemas.
- No entiendo nada. Si lo vas a rechazar, ¿para qué le das bola? Eres una calientahuevos, flaca.
- Un poco.
Al fin para un taxi asqueroso con su lucecita verde. Pienso: ya es hora de que me largue, aquí no voy a sacar nada de provecho. Abro la puerta y me meto como si fuera un superstar perseguido por mil fans hambrientas de sexo o de un mechón de mi negro pelo. Voy contigo, dice, y pienso: ¿para qué, si no vas a dejar que te toque las tetas?
- Así que por eso estoy aquí contigo - dice, acomodándose el pelo lo mejor que puede - dejé al idiota ese bailando con Silvia.
- Asquerosa.
- ¿Silvia?
- También.
El chofer mira por el espejo a las piernas de mi amiga. Yo me despatarro en el asiento buscando una idea en mi mente. Algo que sirva para que esta tía se calle de una vez, o se baje del taxi en marcha. Lima está ahora llena de neblina (¿Qué hora es? ¿Las 3 de la mañana? ¿O las cuatro?)
- Yo no entro a las tías cuando sé que no tengo nada que ganar.
- Ya pero éste no es como tú.
- Ya. ya sé, es un poco más....
- Schifoso.
- Tampoco tanto - pienso: bien, ya estoy llegando a casa- pero sí es un poco barriobajero. Por eso se ha acoplado tan bien al grupito ese de los lacras.
El taxi para en un semáforo y le digo que está bien, que allí me quedo. Bajo, y cuando me voy a despedir, ella baja también. Pienso: ¿para qué?, si no quieres nada conmigo ¿no? Cruzo corriendo la calle con el semáforo en rojo. No sé por qué corro, no hay nada de tráfico a estas horas de la madrugada. Ella corre detrás de mí, espérame, grita, así me dejas cerca de casa. Hace frío y ella empieza a temblar. No me voy a quitar el abrigo ni loco, la abrazo y se queda más tranquila.
-Si nos viera así mi novio no sé que pensaría.
- ...
- ¿Qué pensaría tu novia, si nos viera caminar así?
- No sé nunca lo que piensa, menos aún lo sabría en esta situación.
Llegamos a una esquina desde donde se ve su casa. Hay un parque de niños, congelado. Un gato juega entre los columpios. ¿Sabes qué vas a hacer ahora? pregunta, y yo me encojo de hombros, mirando al infinito. Te vas por ahí, y llegas a tu casa súper rápido. Le contesto que no, que me voy por la otra calle mejor, y la dejo ahí parada. Cuando llego a mi puerta y abro con mis llaves del Señor de los Anillos siento al fin el alivio que tanto buscaba. Me tiro en la cama y pienso: mierda, al menos tendría que haber hecho que pagara la mitad del taxi.
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