Nilton me dijo que cogiese la cámara, porque su fotógrafo estaba preso en la comisaría de Atocha tras haberse dormido en la línea 6 del metro.
- Qué pendejo - no se cansaba de exclamar - ha llamado a su mujer para decirle que estaba conmigo. Haciendo fotos a un salsero.
- Pero, Nilton - objeté, más por salvar el honor que por otra cosa- yo no soy fotógrafo, soy informático. Tengo que hacer la web de la revista, y voy muy atrasado.
- Vamos nomás chato. Vamos a ver a Thalía.
Thalía, siempre, me gustó mucho. Su voz de niña era, para mi, como el sonido de unas uñas arañando una pizarra, pero mis amigos y yo estábamos de acuerdo en que era la que estaba más buena de todas las cantantes salidas de la fábrica de Televisa. Rubia, guapa con una sonrisa que te derrumbaba, sólo Luis Miguel se resistió, y dicen que lo hizo porque estaba demasiado colocado de cocaína. "Menos mal que nos quedan las tetas de Thalía", soltábamos siempre, mis amigos y yo, cuando las cosas iban mal. Y por eso, cuando Nilton mencionó su nombre, me levanté como impulsado por un resorte.
La presentación del disco era en la trastienda de unos almacenes. La organización había colgado una de esas sillas que algún diseñador dibujó tras años de investigación y, que al final, se parecen a un huevo vacío. Me senté, por joder, y me pareció súper incómoda. Un ayudante de Sony Music Entertainment vino a decirme, muy amablemente, que, o me levantaba, o me echaban a patadas. Me paré entonces delante de todos los fotógrafos, con mi reflex lista. Cuando al fin salió Thalia, mis rodillas se convirtieron en gelatina como con Shemi y la envidia femenina ebullicionó:
- Qué pendejo - no se cansaba de exclamar - ha llamado a su mujer para decirle que estaba conmigo. Haciendo fotos a un salsero.
- Pero, Nilton - objeté, más por salvar el honor que por otra cosa- yo no soy fotógrafo, soy informático. Tengo que hacer la web de la revista, y voy muy atrasado.
- Vamos nomás chato. Vamos a ver a Thalía.
Thalía, siempre, me gustó mucho. Su voz de niña era, para mi, como el sonido de unas uñas arañando una pizarra, pero mis amigos y yo estábamos de acuerdo en que era la que estaba más buena de todas las cantantes salidas de la fábrica de Televisa. Rubia, guapa con una sonrisa que te derrumbaba, sólo Luis Miguel se resistió, y dicen que lo hizo porque estaba demasiado colocado de cocaína. "Menos mal que nos quedan las tetas de Thalía", soltábamos siempre, mis amigos y yo, cuando las cosas iban mal. Y por eso, cuando Nilton mencionó su nombre, me levanté como impulsado por un resorte.
La presentación del disco era en la trastienda de unos almacenes. La organización había colgado una de esas sillas que algún diseñador dibujó tras años de investigación y, que al final, se parecen a un huevo vacío. Me senté, por joder, y me pareció súper incómoda. Un ayudante de Sony Music Entertainment vino a decirme, muy amablemente, que, o me levantaba, o me echaban a patadas. Me paré entonces delante de todos los fotógrafos, con mi reflex lista. Cuando al fin salió Thalia, mis rodillas se convirtieron en gelatina como con Shemi y la envidia femenina ebullicionó:
- ¡Uy!, ¡Qué pequeñaja es!
- Pues esa nariz es operada.
- Mírala, si es que sin esas botas y ese culito y esa sonrisa ¿qué queda? - "¿tú?", pensé.
Thalía nos miraba desde su huevo rosa y blanco y Nilton y yo disparábamos flashes sin razón. Flashes que sirvieron de poco, al menos los mios, porque al volver a la revista comprobamos que mis fotos eran del suelo, de un foco, y de la gorda que no dejaba de comer donuts a mi lado. Cuando acabó la presentación, Nilton me retó a acercarme y a pedirle a la cantante que se hiciera una foto conmigo. ¿O era al revés? Acepté el reto, y cuando mi rótula gelatinosa recuperó el orgullo bajé hasta ella y, con el mayor de mis aplomos le solté:
- ¿Me-me-me puedo tomar una foto contigo?
- Claro mi amor - respondió sonriente y, en ese momento me tragué el calzoncillo. True story.
Rodeé su cintura con mi mano de mierda y le di dos besos. Olía a fresas y a avión. Su pelo volaba como en un anuncio de Pantene y el mio parecía una colmena de abejas en la que la reina había abdicado. Sus ojos eran del color de la miel y los mios estaban detrás de dos gafas opacas de miope. Su risa esa perfecta, la mia, como es.
- Mira pa' acá chato - me devolvió al mundo Nilton- sino la foto no sale.
Le señalé a Thalia el objetivo y ella, superstar millonaria conquistó a la cámara mientras yo le suplicaba al señor Kodak que ocultara al máximo mis múltiples defectos. El hijo de puta no me escuchó. En la foto se me ve sonriente, como si alguien me estuviese practicando un tacto rectal inesperado ante el que no me queda más honor que una sonrisa de resignación. Detrás de la pluscuamperfecta Thalía se ve a la gorda come-donuts que la mira con asco.
Por eso, ahora que alguien me mandó este video de Thalia (que comparto) he comprobado que los años han sido, también, mucho más benévolos con ella que conmigo. Ha aprendido a cantar y ya no chilla como las uñas en una pizarra, ahora su voz es de uñas contra una espalda de hombre. No la mía, desgraciadamente. No subo mi foto, por respeto a ella y por vergüenza conmigo mismo. Pero si digo que la guardo bajo siete llaves, junto a la foto que Vero me regaló en mi cumpleaños y que, ahora que lo pienso...no sé dónde coño está. ¡Mierda!
1 comentario:
Volviendo por tus fueros....Buena tio.
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