Después de pasar una de las mejores noches de navidad, con su consiguiente día después de pereza total, desperté en casa tras un sueño más que reparador preguntándome qué hacer. La respuesta vino del cielo (literalmente) pues al abrir mi ventana y verlo de color azul me dije a mi mismo que era un día perfecto para uno de mis paseos. Uno de esos que mis amigos califican de raros y que Sol dice que nunca quería hacer con ella.
Busqué un par de monedas en la bolsita esa que le compré a los chinos y me las metí al bolsillo. Jersey naranja de cuello vuelto, jeans, guantes de piel, chaquetón verde militar (del ejército suizo) comprado en el Rastro, mis primeros botines (que han cumplido ya ocho años), Ray-Ban aviator, música. Todo listo. Espero el 10 frente a la parada donde me despedí de Yulia dos veces, después de una noche que comenzó con cubanos y terminó con Chayanne, y al subir al bus pago con una monedita. Presiono la pantalla táctil de mi teléfono y comienzan los primeros acordes del "Saxophone Colossus" de Sony Rollins. Mientras el bus sube por Cavanilles, veo de reojo la calle de Susana y recuerdo cómo, el último miércoles, comimos juntos para que ella me contara sobre su nuevo trabajo súper bien pagado y yo le hablase de mis sospechas de que, antes de navidad, Iván sería despedido. "No me equivoqué" pienso al llegar a Atocha, y miro desde detrás de mis gafas de sol cómo una turista perdida compara su mapa de Madrid con el que hay en las marquesinas de cada boca de Metro. Mi amigo fue despedido a la hora de comer y la jefa de RRHH me acusó, por chat, de haber sido yo quien difundió el rumor de su despido.
- Eres un chivato. ¿Qué pasaría si te van a despedir y todo el mundo lo sabe menos tú?
- Me encantaría. Pero no soy un chivato, es difícil cuando paso de hablar con la mitad de la oficina.
- No lo niegues. Hay más chivatos que tú, que lo sepas.
- Me da igual, yo sólo hablo con mis amigos. 2.
Me bajo frente al Prado y camino con las manos en los bolsillos hacia el Starbucks de Plaza Neptuno. El de siempre. No hay cola y al llegar al mostrador encuentro al típico universitario smiley. Le pido un tazo tea medium y el tío no me entiende. Asumo entonces que su pelo rojo no es de Inglaterra, sino de Cáceres y le digo que me ponga un tazo té, mediano. Le pago con un cheque gourmet, vacío dos bolsitas de azúcar moreno en mi christmas cup, y me largo. Cruzo otra vez el Paseo del Prado y paso frente a la ampliación del museo. Anuncian una exposición de Rembrandt. No me apetece ahora. Sigo recto por la Calle de la Academia y desemboco en el Retiro, justo frente al Paseo del Marqués de Pontejos, con sus arbolitos recortados en círculos, sus espejos de agua y sus mariconadas diversas. Paro, me quito un guante, cambio de disco y paso de Sonny Rollins a un disco con canciones de los 90. "Bittersweet Symphony" de The Verve me da la bienvenida al parque y camino como si estuviese en un videoclip, incluso me parece que la sombra de mis pies va al ritmo de la música.
La canción termina cuando estoy a punto de llegar a la Plaza de Honduras, con su fuente de grifos y un hombre que está en una actitud que no sé descifrar. Suena ahora "More Human Than Human" de White Zombie (con sus gemidos iniciales que horrorizaban a mamá)y, mientras le doy un sorbo a mi Earl Gray tibio veo a un par de padres solteros correr detrás de sus hijos. Se notan que son solteros porque van arreglados, los padres casados van en chándal. Un tío sube la avenida de Cuba (que yo voy bajando) haciendo footing sin camiseta. Me pregunto, ¿hay necesidad, tío? Madrid está a -5º, damn it!. Llego a la estatua del Ángel Caído cuando comienzan los primeros acordes de "Wonderwall" y recuerdo a Delphine diciendo que yo parecía una rock star, mientras sólo me preocupaba de llevar bien el cochecito con su pequeña Anna dentro. Me apoyo en una farola y disfruto durante un par de minutos de mi té, de Oasis, de la estatua y de mi look de rock star. Le guiño un ojo a una mamá, pero no me ve porque llevo gafas oscuras.
Sigo mi caminata por el Paseo de Uruguay, esquivando ciclistas y patinadoras sexys, con "No Rain" de Blind Melon de fondo musical. Inconscientemente chasqueo los dedos, pero no suena nada porque llevo guantes. Sonrío y pienso en el grupo de facebook "Yo también me he reído cuando iba solo por la calle". Un balón de fútbol llega a mis pies y cuando lo quiero patear llega un padre que yo creía soltero, que me agradece por haberlo detenido. Su mujer (superhot) llega con el niño y me sonríe. Yo quiero ser así de cool cuando me case, pienso, pues esa pareja parece sacada de un catálogo de Hilfiger.
Me pierdo entre los jardines que están entre la Rosaleda de Cecilio Rodriguez y el Invernadero (que más parece un criadero de gatos) y voy cantando al comprobar que nadie me ve "believe...believe in me" pues suena ahora "Tonight, Tonight" de Smashing Pumpkins que me acompaña hasta la puerta que desemboca en la Calle del Poeta Esteban de Villegas. Al salir y esperar el semáforo donde dejé a Carlos una noche en que iba borracho como una cuba, comienzan los primeros acordes de "Loser" de Beck. Cruzo. Bajo por Cavanilles a paso lento, aprovechando el lado de la calle en la que aún pega el sol frío que tanto me gusta. Una señora pelea con su perro, que pasa de cruzar hacia el lado sombrío de la calle, que te muevas, le implora, pero el perro se queda acostado sobre su panza. Quiero ser ese perro.
Cruzo Juan de Urbieta con "The World I Know" de Collective Soul. Pienso en el regalo que me ha hecho mi hermano (una botella de Cardhu) y lo guapo que estaba mi sobrino con su corbatita y su sombrero. Él ha escogido su ropa, me contaba su padre, vio a Peter con sombrero y le moló, así que quiso que le comprásemos uno. Mi padre tiene hacia él los mismos complejos que tenía conmigo, al verme lejos del standard, creía que era tonto, o marica. Mi sobrino, como hacía yo entonces, ha descubierto que la mayoría de sus compañeros de clase son tontos y pasa de estar con ellos. Si con siete años le hubiese pedido a mi padre que me comprara un sombrero, estoy seguro de que se hubiera reído en mi cara.
Llego a Doctor Esquerdo con "Hurt" de Nine Inch Nails y paso frente al café donde una vez Sol y yo hicimos el amago de entrar, en la misma esquina donde dejé atrás (para siempre) a Laura. Me pregunto entonces, sin dejar de caminar, si me equivoqué en algo esos días. Seguro que sí, pero no me arrepiento (o si lo hice se me pasó enseguida). Paso frente a un escaparate y veo unas Persol, colección Steve Mc Queen. Las quiero. Miro otra vez hacia el cielo cuando explota la última guitarra de la canción y todo sigue color azul. Mi color favorito. Bajo por Valderribas con el riff sonando todavía en mi cerebro.
Me detengo en la calle de Los Pajaritos porque allí vive mi canario mas querido: Elena. En esa esquina la dejé la noche de la cena de navidad, después de que la descubriera viéndome bailar con Bea, mientras ella hablaba con otro tío que (dicen, yo no lo vi) había estado toda la noche metiéndole fichas. Miro hacia la puerta de su garaje, donde dejé mi coche una vez, y recuerdo sus últimos dos besos fríos de esa noche cuando le dije que me iba a casa. Comienza "November Rain" de Guns N Roses.
Me la sé completa y recuerdo la insistencia de mi hermano menor para que vaya a su academia a cantar, porque en su clase de canto falta nivel. Me imagino entonces poniéndole como condición que me deje cantar esta canción, con un piano de cola negro, en su próximo festival. Con las bailarinas de Fama que trabajan para él como coristas y un guitarrista real disfrazado de Slash. Llego a mi calle cantando "I know that you can love me, when there's no one left to blame" y abro la puerta de casa riéndome de la estupideces que imagino. Me quito los cascos, cierro las ventanas (ya está bien de airear la casa), fuera botas, me tumbo en mi sofá y pongo los pies sobre la mesa. Entonces descubro que me he puesto dos calcetines distintos y me pregunto si, al ver eso, Delphine creería aún que parezco una rock star.
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