¿Por qué no escribo más?
Básicamente porque el tiempo que he pasado de vacaciones me ha servido para convencerme, entre otras cosas, de que soy un vago radical y que nunca podría terminar una novela a menos que me vuelva millonario o consiga quién me abanique y me atienda durante mi tiempo de escritura. Ambas cosas son altamente improbables y por eso aquello se ve reducido a mi goteo de voluntad, que es bastante poco. He escrito algunos cuentos mierder que cada vez que leo me quitan el sueño y la novela corta que le envié a América, hace un año ya, reposa el sueño de los justos. Ella, monísima, jamás me dijo lo malo que era mi borrador, y yo le estaré eternamente agradecido.
¿Por qué no salgo más?
Por pereza. Así de simple. Ya no me divierte hacer el gilipollas bebiendo como si hubiese tomorrow. Más garrafón pa'vosotros, niñatos.
¿Por qué paso de la gente?
Eso es una calumnia mayúscula. Si no hablo con más gente del curro es porque me aburren de manera soberana al tener yo la desgracia de no tener nada en común con ellos: no veo Aída, no veo Telecinco, no escucho los 40 principales, y no me gusta beber en bares cutres. Si no hablo en las peluquerías es porque las señoras (a las que temo en secreto) que suelen esperar a mi lado manejan información que no poseo: ellas conocen a toda la gente que sale en el Hola! Si voy sólo a los museos es porque nadie quiere ir conmigo. Es normal, tengo cara de enterado y nadie sabe que no diferencio un Rubens de un Botticelli.
¿Por qué odio a las gordas?
No las odio. Pero me molesta, sí, cuando no paran de hablar de sus dietas y luego las ves comiendo dulces a todas horas, eso sí...con coca light. El colmo ya es cuando, casi rodando por los pasillos, hablan mal de las niñas flacas y las miran con envidia. O sea, gorda, si no te zampases todo lo que te ponen por delante, believe me, tendrías menos que envidiarle a la que tiene vaqueros de talla normal. ¡Aflojá con los postres!
¿Por qué he cambiado de grupo de amigos?
No lo he hecho. Mis amigas han desaparecido del radar desde que se enamoraron y las estoy dejando ser, aunque les mando un whatsapp de vez en cuando. Los demás, que no eran amigos ni nada, se han ido difuminando cuando yo intentaba, por ejemplo, quedar con ellos y, o me cancelaban con excusas estúpidas (y luego los veía en facebook dándolo todo), o simplemente decían que no, que si eso, pa'l próximo eclipse. No hard feelings. ¿No decís que paso de la gente? Pues os dejo que paséis de mi. No esperéis que os llame, ni espero que me llaméis.
¿Por qué estoy cabreado?
Porque he comprado un reloj por internet y me ha llegado roto. Me costará más el collar que el perro, y además, hoy, he ido a una entrevista y después de veinte minutos de mierda el pibe va y me dice eso de "pues podríamos haber hecho esto por teléfono". Pues sí, quise decir, pero solté "c'est pas grave". Porque estábamos hablando en francés. Al salir, mojé en un charco mis mocasines, subí a mi coche, volví fácil bordeando el Retiro y en la última rotonda, donde siempre dejo a Carlos cuando va pedísimo, casi choco con un tarado. Miro por la ventanilla para cagarme en sus muertos y descubro que es uno de mi curro. Sonrió asintiendo al verme con corbata y demás, y ahora sé que me chantajeará cuando me vea por la oficina. Supongo que tendré que pagarle un café para comprar su silencio.
Sí, escupiré en el vaso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario