Anoche estuve en casa de mi hermano, celebraba su cumpleaños 31, y como había tenido el detalle de invitarnos, Sol y yo llegamos pasadas las 7, después de comprar algunas cosas que nos faltaban en casa. La reunión fue divertida, hablamos de la navidad, recordamos tiempos lejanos y nos reímos mucho. Hicimos el sorteo del amigo invisible y a mí me tocó regalar algo a una de mis tías.
Cuando ya nos íbamos, mi otro hermano me pidió que acercara a su novia hasta su casa, en la Colonia de los Taxistas, no problemo, le dije y después de despedirnos y coger nuestros abrigos volvimos a Madrid.
De camino hablábamos del accidente que habíamos visto al llegar, cerca de la salida de Ajalvir. Hay mucho niñito de papá que se cree dueño de la carretera, dije, yo conocí uno que ahora tiene que raparse la cabeza después de que se la abriera cuando volvía volando en su Mercedes, por la nacional dos. Delante de mi tenía un Ford que me tapaba la visión y decidí adelantarlo por la derecha, cuando lo hice, comprendí porqué no iba más rápido: tres furgonetas de la policía nacional, una en cada carril, estaban cerrando el paso.
Fui el primero del control, suerte que no he bebido nada, dije para tranquilizar a Sol y a la novia de mi hermano. Vi como los policías trazaban un camino serpenteante con los conos de señalización, poniendo además una furgoneta cada diez metros. La última estaba cruzada en la carretera a modo de barricada, como en "Tarde de Perros". ¿Un poquito exagerados para un control de alcoholemia, no?, susurré, y uno de los policías me hizo una seña para que avanzara un poco. Llevaba en la mano una cosa de esas que brilla en la oscuridad, una especie de sable láser cortado por la mitad.
Llegué hasta el segundo policía. Buenas noches, le dije, me miró rápidamente y dijo pase, pase. El tercer policía, el que estaba en la última furgoneta bajó otra cosa que hasta que no estuve a un metro de él no pude reconocer como lo que era: una ametralladora con la que, hasta unos segundos antes, me estaba apuntando. Joder, cacho de ametralladora, por dios, dijo la novia de mi hermano, debe ser por los de ETA que están buscando. Me imaginé entonces, que si hubiera hecho algún movimiento sospechoso con el segundo policía, no sé, sacar el móvil, rascarme una axila, o los huevos, una ráfaga de balas hubiera perforado los cristales del Kia, a mí, a Sol, a la novia de mi hermano, y al muñeco de Spiderman que trepa por mi luna trasera. Tragué saliva.
La N-II era sólo para nosotros y por el espejo retrovisor veía como iban pasando, uno a uno, los coches por el espectacular control policial.
Llegamos a la Colonia del Taxista y dejamos a nuestra acompañante. Has tenido aventuras que contar, le dije, ya ves, contestó, y nos despedimos. Bajé por Peña Prieta hacia el Puente de Vallecas, y, como de costumbre, subí hacia Ciudad de Barcelona por el carril-bus, como lo hace todo el mundo. Error. Debajo del puente (había una serpiente, verdad que sí) estaba esperándome otro control policial. Putamadre, dije, casi sin mover los labios. Estos eran más cabrones, habían dejado un espacio pequeñísimo donde aparcar, me imagino que para descubrir rápidamente la torpeza de movimientos de los borrachos. Paré y bajé las lunas.
- Buenas noches.
- Buenas noches, permiso de conducir y documentación del vehículo por favor.
- Sí, cómo no, oficial.
-¿Sabe que está prohibido salir por donde lo ha hecho usted? ¿No sabe que es un carril exclusivamente de uso de transporte público? ¿O no ha visto la señal?
- La "C" - dije, idiota yo, creyendo que estaba en un concurso de TV- , digo, no he visto la señal. Lo siento.
El policía miró al cielo, no sé si para evitar reírse o pensando éste es tonto del culo, y recibió mi carnet de conducir y la documentación del vehículo. Me pidió el último recibo del seguro, y como suele pasar, no lo tenía conmigo. Su DNI, por favor, pidió, y cuando se lo dí, me dijo que mi DNI era español, y el carnet de conducir de un extranjero, que tenía que ir a la oficina de tráfico a actualizar la información. Señor, sí señor, dije, y un segundo después quise morderme la lengua. El policía se llevó todos mis papelitos y se fue a la patrulla, dejando pasar unos minutos, para, me imagino, acojonarme más. De ésta no nos salvamos, le dije a Sol, sólo me pregunto de cuánto será la multa. El policía volvió.
- Vamos a ver. Tiene que ir lo antes posible a Tráfico porque para nosotros, usted no tiene carnet de conducir.
- ¿Y eso, sargento?
- Este carnet esta asociado a un documento de extranjero. Usted es español, señor, debe actualizar sus datos.
- Ah, perfecto, mi teniente.
- Además le voy a hacer un expediente, tiene derecho a negarse a firmarlo.
- ¿Qué pasa si me niego, mi general?
-Nada, no pasa nada. Pero tiene que ir antes de cinco días a la Oficina de Tráfico, con el recibo del seguro pagado.
- Ok, ok, mi coronel.
- Y ya entonces aprovecha para actualizar sus datos, tenga. Ya puede seguir.
-Muchas gracias, buenas noches, mi comandante.
Crucé el puente temeroso de que en la entrada del parking de mi casa hubiera un tanque o una nave espacial para tomar muestras de mi ADN. Por suerte, no pasó nada de eso y pude llegar a mi cama con suma tranquilidad. Me desvestí y cuando Sol salió del baño yo ya estaba casi dormido. Soñé que al esposo de una de mis tías, lo había parado el mismo control policial y le había hecho bailar el Chiki-Chiki, para comprobar que estaba en condiciones de seguir conduciendo. Lo veía moverse en mi sueño, y me escuchaba a mí mismo decir, bien carajo, bien, si me hundo que se hundan todos conmigo. Puedo ser muy cruel en sueños.
De camino hablábamos del accidente que habíamos visto al llegar, cerca de la salida de Ajalvir. Hay mucho niñito de papá que se cree dueño de la carretera, dije, yo conocí uno que ahora tiene que raparse la cabeza después de que se la abriera cuando volvía volando en su Mercedes, por la nacional dos. Delante de mi tenía un Ford que me tapaba la visión y decidí adelantarlo por la derecha, cuando lo hice, comprendí porqué no iba más rápido: tres furgonetas de la policía nacional, una en cada carril, estaban cerrando el paso.
Fui el primero del control, suerte que no he bebido nada, dije para tranquilizar a Sol y a la novia de mi hermano. Vi como los policías trazaban un camino serpenteante con los conos de señalización, poniendo además una furgoneta cada diez metros. La última estaba cruzada en la carretera a modo de barricada, como en "Tarde de Perros". ¿Un poquito exagerados para un control de alcoholemia, no?, susurré, y uno de los policías me hizo una seña para que avanzara un poco. Llevaba en la mano una cosa de esas que brilla en la oscuridad, una especie de sable láser cortado por la mitad.
Llegué hasta el segundo policía. Buenas noches, le dije, me miró rápidamente y dijo pase, pase. El tercer policía, el que estaba en la última furgoneta bajó otra cosa que hasta que no estuve a un metro de él no pude reconocer como lo que era: una ametralladora con la que, hasta unos segundos antes, me estaba apuntando. Joder, cacho de ametralladora, por dios, dijo la novia de mi hermano, debe ser por los de ETA que están buscando. Me imaginé entonces, que si hubiera hecho algún movimiento sospechoso con el segundo policía, no sé, sacar el móvil, rascarme una axila, o los huevos, una ráfaga de balas hubiera perforado los cristales del Kia, a mí, a Sol, a la novia de mi hermano, y al muñeco de Spiderman que trepa por mi luna trasera. Tragué saliva.
La N-II era sólo para nosotros y por el espejo retrovisor veía como iban pasando, uno a uno, los coches por el espectacular control policial.
Llegamos a la Colonia del Taxista y dejamos a nuestra acompañante. Has tenido aventuras que contar, le dije, ya ves, contestó, y nos despedimos. Bajé por Peña Prieta hacia el Puente de Vallecas, y, como de costumbre, subí hacia Ciudad de Barcelona por el carril-bus, como lo hace todo el mundo. Error. Debajo del puente (había una serpiente, verdad que sí) estaba esperándome otro control policial. Putamadre, dije, casi sin mover los labios. Estos eran más cabrones, habían dejado un espacio pequeñísimo donde aparcar, me imagino que para descubrir rápidamente la torpeza de movimientos de los borrachos. Paré y bajé las lunas.
- Buenas noches.
- Buenas noches, permiso de conducir y documentación del vehículo por favor.
- Sí, cómo no, oficial.
-¿Sabe que está prohibido salir por donde lo ha hecho usted? ¿No sabe que es un carril exclusivamente de uso de transporte público? ¿O no ha visto la señal?
- La "C" - dije, idiota yo, creyendo que estaba en un concurso de TV- , digo, no he visto la señal. Lo siento.
El policía miró al cielo, no sé si para evitar reírse o pensando éste es tonto del culo, y recibió mi carnet de conducir y la documentación del vehículo. Me pidió el último recibo del seguro, y como suele pasar, no lo tenía conmigo. Su DNI, por favor, pidió, y cuando se lo dí, me dijo que mi DNI era español, y el carnet de conducir de un extranjero, que tenía que ir a la oficina de tráfico a actualizar la información. Señor, sí señor, dije, y un segundo después quise morderme la lengua. El policía se llevó todos mis papelitos y se fue a la patrulla, dejando pasar unos minutos, para, me imagino, acojonarme más. De ésta no nos salvamos, le dije a Sol, sólo me pregunto de cuánto será la multa. El policía volvió.
- Vamos a ver. Tiene que ir lo antes posible a Tráfico porque para nosotros, usted no tiene carnet de conducir.
- ¿Y eso, sargento?
- Este carnet esta asociado a un documento de extranjero. Usted es español, señor, debe actualizar sus datos.
- Ah, perfecto, mi teniente.
- Además le voy a hacer un expediente, tiene derecho a negarse a firmarlo.
- ¿Qué pasa si me niego, mi general?
-Nada, no pasa nada. Pero tiene que ir antes de cinco días a la Oficina de Tráfico, con el recibo del seguro pagado.
- Ok, ok, mi coronel.
- Y ya entonces aprovecha para actualizar sus datos, tenga. Ya puede seguir.
-Muchas gracias, buenas noches, mi comandante.
Crucé el puente temeroso de que en la entrada del parking de mi casa hubiera un tanque o una nave espacial para tomar muestras de mi ADN. Por suerte, no pasó nada de eso y pude llegar a mi cama con suma tranquilidad. Me desvestí y cuando Sol salió del baño yo ya estaba casi dormido. Soñé que al esposo de una de mis tías, lo había parado el mismo control policial y le había hecho bailar el Chiki-Chiki, para comprobar que estaba en condiciones de seguir conduciendo. Lo veía moverse en mi sueño, y me escuchaba a mí mismo decir, bien carajo, bien, si me hundo que se hundan todos conmigo. Puedo ser muy cruel en sueños.
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