viernes, diciembre 19, 2008

Friends, will be friends


El paro es muy aburrido, no entiendo cómo puede haber gente que permanece en esa dimensión por propia voluntad. Había escuchado muchas veces eso de "me voy al paro" como si se estuviera diciendo "me voy a la playa". Por suerte, en esos días de recogimiento, pasó Arturo por Madrid y por un par de días volví a sentir lo que es tener un amigo de verdad al lado.

Lo recogí un viernes de la T4, cuando ya la ciudad estaba metida en medio de un temporal de frío y nieve. Recordaba que la nueva Terminal del aeropuerto, que había ganado el RIBA European Awards 2006, tenía calefacción y llegué allí vestido sólo con un jersey de lana. Mi pronóstico falló y me cagué de frío y, así, temblando, recibí a mi amigo al que vi salir por la puerta 10 bastante más joven que yo. Me confesó que traía la maleta llena de chocolates, me he vuelto loco, dijo, no paraba de comprar regalos, incluso para gente que me cae mal. Le conté que a mí me pasó lo mismo en mi viaje a New York, del que volví con un lápiz para cada miembro de Toshiba. Llegamos hasta el parking y Arturo, mientras yo encendía el coche, me seguía contando su viaje a Tampere: alucina que tenía un profesor peor que Homer Simpson, huevón, en mitad de la clase soltaba pedos, y creía que con decir "sorry" se arreglaba el asunto. Yo estaba ya cogiendo la M40 y sonreía con cada cosa que me contaba mi amigo. Feliz.
Le hablé de mi trabajo perdido, era normal, brother, había semanas enteras en que me estaba tocando los huevos de manera criminal. Un atasco en la A2 interrumpió mi relato. Arturo dijo que eso no era un atasco, tienes que ver la mierda que es el tráfico en Bogotá, huón, esto es una mariconada. Y se zampó una lata de Red-Bull de un solo trago, admirado, casi choco con un Fiat que, como es normal en Madrid, cambiaba de carril sin usar las luces de señalización.

Sol nos esperaba en casa. Había preparado su plato estrella y además, diligente, había comprado también las 20 cervezas que le pedí. ¿Tantas? preguntó, remember, somos peruanos, le dije como toda explicación. Cenamos y recordamos tiempos peores pero divertidos, años de universidad y personajes varios de la fauna limeña que, ahora, nos parecían inventados por Bryce Echenique. Oe, ¿llamo al Nero? pregunté, y Arturo aceptó. Media hora después, eramos tres ex-universitarios alrededor de mi mesa. Las horas pasaban y las cervezas se evaporaron como se evapora una gota de agua en un adobe. Sol se fue a dormir, el Nero decidió quedarse y tras un intento fallido de beber vodka, yo también me dormí. Creo que eran las 4 de la mañana. Soñé, no sé por qué, con Paola.

Al día siguiente, Madrid amaneció lluviosa. Salimos igual, ya habíamos decidido patearnos el Madrid de los Austrias y unas gotitas de mierda no nos iban a joder el plan. Empezamos en La Puerta del Sol y subimos por la Calle Mayor hasta la Plaza Mayor, ¿quién es el de la estatua? preguntó Arturo, y yo, guía turístico de los peores, contesté ni puta idea, y no me puse ni colorao'. Cuando supimos que el de la estatua era Felipe III, seguimos rumbo a la Plaza de Oriente. Sol ya hacía plosh plosh a cada paso que daba, y yo empezaba a sentir cómo estornudaban los dedos de mis pies. Quisimos entrar al Palacio, pero cuando descubrí que cobraban 6 euros, propuse ir al "Anciano Rey de los Vinos", y gastar ese dinero en algo más típico de la ciudad: ir de cañas y salir con la ropa oliendo a fritanga.

Cuando ya caía la noche nos apuntamos a un tour llamado "Madrid de las Tabernas". El Nero se nos unió entonces, y, cuando paramos en el Alabardero a calentar el cuerpo con un caldito de gallina, protestó porque esperaba que le sirvieran un tazón de caldo con huevo, papa amarilla y una presa de gallina, como si estuviéramos en la avenida Universitaria. Arturo estaba encantado, tanto como Sol y yo, que decidimos en ese momento hacer después todos los tours de ese tipo para conocer mejor la ciudad en la que vivimos, pues el guía no sólo te enseñaba las tabernas, sino que además contaba historias y leyendas de cada uno de los lugares. Ya no llovía y quise enseñarle a mi amigo las luces de la Gran Vía, es como la avenida Abancay, dijo el Nero, y Sol me miró de reojo, me imagino que esperando que me transformase en Hulk. No pasó, y bajamos por Montera hacia la Puerta del Sol. Quisimos ver el partido en un pub irlandés, pero cobraban 6 euros la entrada y tenías que estar de pie. Pedimos unas raciones de jamón serrano y cecina para llevar y volvimos a casa, a ver cómo Messi humillaba a Casillas.

El vuelo de Arturo salía a las 3 de la tarde. Dejamos a Sol durmiendo y aprovechamos la mañana de domingo para ir al Rastro. Mi amigo compró un póster de dos bailaores flamencos y puso su nombre y el de su esposa, como protagonistas del show. Sabíamos que los minutos eran una cuenta regresiva y hablamos de todo un poco, como cuando nos sentábamos en los bancos de la universidad, o en nuestro asqueroso gimnasio en el que no nos infectamos de tétano de puro milagro. Volvimos a casa y le dimos los últimos retoques a su maleta. Lo dejé en la T4 y nos deseamos mucha suerte, esperando de corazón que no pasasen otros seis años para volvernos a ver.
Ha sido bonito tener un amigo de verdad otra vez, le dije a Sol mientras bajaba por la A3. Ella, sabedora de mi tristeza, me acariciaba la pierna sin decir nada. Así es mejor.

Días después recibí una llamada. Era mi amigo que me decía que estaba muy contento de verme feliz, le dije sin mentirle que yo también, y prometimos, otra vez, no dejar pasar tantos años sin vernos. Además, propuse, puedes usar tu teléfono de empresa para llamarme, huevas. Y nos reímos, cómplices, como siempre.

-Feliz Navidad, brother.
-Feliz Navidad, ya verás como el próximo año será mejor.Cursiva

4 comentarios:

El Ánton dijo...

Hola Ficho!
Veo que la crisis también se ha cebado contigo. Por aquí ronda. Ya llevo 3 bandadas pero de momento parece que las estoy sorteando.

Ya te contaré al terminar el primer semestre. Me da a mi que nos vamos a ir a tomar el sol los lunes juntos..

Un saludo y feliz año!

PhiCode dijo...

Tío la Gran Vía se parece a la av. Abancay pero salvando las diferencias. La av. Abancay es más ancha y larga. ;)

el_ficho dijo...

Jajajaja. Aclarado queda. Además en la Gran Vía es imposible encontrar a la tía que vende papa amarilla con ají y huevo duro. Ay, como la extraño.

PhiCode dijo...

Si pues, esos recuerdos me traen nostagía. Por si no lo sabes eso ya no se vende, según la municipalidad eso ya no "mola". No sé por qué han erradicado a las tías que vendían "chaufainita con tallarín rojo", tampoco están los que vendían el tradicional y riquísimo "7 colores" a "luca" el plato.