Mi móvil no dejaba de sonar, y me levanté de la cama. El número oculto me hizo pensar que podría tratarse de una entrevista de trabajo. Ejem, ejem me aclaro la garganta y contesto. ¿Qué pasa monstruo? me dice una voz que me resulta bastante familiar, Hola Roldán, respondo, me has despertado cabrón.
Me invita a jugar a los bolos, cosa que detesto, el miércoles al salir del curro, que hace mucho que no se te ve el pelo. No lo dudo, acepto, iré un poco antes y aprovecho para hacer mis compras de navidad, Roldán. Él, después de unos segundos de silencio, pregunta si no me pasaré antes por la oficina para saludar a los demás, que les den, digo, los que quieran verme que bajen al Plenilunio. Sol también ha quedado a cenar con la gente de su universidad, ella va en metro, yo me llevo el coche y salgo del parking con el Rough Justice de los Rolling sonando:
Me invita a jugar a los bolos, cosa que detesto, el miércoles al salir del curro, que hace mucho que no se te ve el pelo. No lo dudo, acepto, iré un poco antes y aprovecho para hacer mis compras de navidad, Roldán. Él, después de unos segundos de silencio, pregunta si no me pasaré antes por la oficina para saludar a los demás, que les den, digo, los que quieran verme que bajen al Plenilunio. Sol también ha quedado a cenar con la gente de su universidad, ella va en metro, yo me llevo el coche y salgo del parking con el Rough Justice de los Rolling sonando:
One time you were my baby chicken
Now you’ve grown into a fox
And once upon a time I was your little rooster
Am I just one of your cocks?
Now you’ve grown into a fox
And once upon a time I was your little rooster
Am I just one of your cocks?
El centro comercial estaba lleno de gente pero no me costó mucho conseguir lo que necesitaba, y, como había calculado, terminé de comprar todo en media hora como si de un concurso televisivo se tratara. Adán me esperaba en la puerta de la bolera.
- ¿Cómo estás, tío?
- Bien ¿y tú?
- De putamadre, a mí me habían echado hace un año, así que ya me había hecho a la idea.
Recordé entonces que lo suyo fue un caso extraño. Lo despidieron con un pre-aviso de un mes, pero cuando renunció su sustituto le pidieron que se quedase un poco más. Los demás siguen llegando y algunos me saludan con más efusividad que otros. ¿Qué tal la cena de navidad? pregunto y, sin mentir, me dicen que fue un tostón, que el jefe, no se sabe si para motivarlos, soltó que Toshiba Tec no había tocado fondo y que podría haber más despidos. Entramos y pedimos unas cervezas mientras esperábamos que nos asignaran un par de pistas, juntas a ser posible. Mientras José Luis me rodeaba con su brazo y soltaba frases del tipo, cómo te echamos de menos, cabrón, yo pensaba en las chicas que habían pasado por la empresa durante los dos años que duró mi etapa y a las que ya nadie echa de menos. Supe que mi PC se usa ahora para consultar el inventario y que Rafa, cagón, asistió a la cena porque Ángel de Dios lo obligó. Me contaron que despedirán al chaval de Valencia, un comercial que parece más un reportero de CQC. Y, no sé cómo, sabían de mi entrevista en la empresa de la competencia. Víctor, tiene que haber sido él. Coldplay llenaba la bolera de música.
Mi mano derecha todavía no se había recuperado de la tendinitis que me diagnosticaron un mes atrás, en una clínica del barrio del Retiro. Aún así lancé la bola con toda la pasión que pude. Se fue por un costado, sin derribar una sola de esas cosas blancas que Juan Carlos llamaba palitroques. Mira a la morena de al lado, dice, se le marca el tanga. Volví con el grupo y le dije a Ely que estaba más delgada, por las medicinas, respondió, me van a hacer una endoscopia para ver si descubren de dónde vienen los dolores.
Empezaba a sudar y me quité el jersey, Adán gritó desde lejos, cómo se nota los que vamos al gimnasio ¿eh, mamón? Lo tomé como un cumplido. Le tocaba tirar a Ely, pero antes se giró y me preguntó ¿sabes algo de Vero?, y yo, sin ganas de mentir, dije que no, que lo último que supe fue que se casó.
Las horas pasaban y yo volaba de grupo en grupo. En todos hablaban mal de Toshiba, que si era una mierda, que la cesta era una miseria, que no sabían tratar a la gente, que si Ángel de Dios era un gitano y un prepotente; empecé a creer que venir a jugar para despejarme y no pensar en el trabajo había sido una mala idea. Una mano me tocó el hombro, era María.
- ¿Cómo estás, guapa?
- Bien ¿y tú? estás cachas - dijo, apretándome los bíceps.
- Ejem, ¿qué tal la cena?¿hubo un minuto de silencio por los ausentes?
- ¿Qué ausentes?
Alguien me avisó que era mi turno. Herido en mi orgullo por lo rápido que mis compañeros habían olvidado mi existencia recordé a Pedro Picapiedra y lancé la bola con todas mis fuerzas. Tiré todos los palitroques y hasta juraría que alguno había intentado apartarse del recorrido de la bola asesina. Se jodió la pista y tuve que ir a avisar a la encargada. Iba pensando en que no tenía que ser tan bestia, y que si la gente te olvida ¿who cares?, cuando vi aparecer, vestido de traje y corbata al Misterioso, que es como llamamos en mi familia al novio de mi hermana, porque, sabiamente, ha decidido no asistir a ninguna de nuestras reuniones familiares. Reuniones a las que, cada vez que puedo, también falto por el bien de mi salud mental.
- Hola Misterioso - le dije.
- Hola tío, ¿qué haces aquí?
- Vengo a jugar a los bolos con los colegas.
- Ah, yo también. Estoy buscando a los pringados de mi empresa.
Nos despedimos y cuando volví, seguí con el juego y ya sólo deseando que la noche acabara y casi seguro de no volver en mucho tiempo. Me dolía la mano y le susurré a María que me largaba cuando acabara esa partida. Ella, mirándome como Candy miraba a Terry, me dijo que también se iba, y que qué pereza ir sola a casa, que se aburría mucho y demás. No dije nada. El juego terminó y prometí a mis ex compañeros volver a verlos pronto, les deseé feliz navidad y toda esa mierda y emprendí la retirada. Cuando llegaba a la escalera que hay frente al buffet chino, escuché a María,que me llamaba usando la poca potencia de su voz.
- ¿Te vas, hermoso?
- Claro, ya acabamos de jugar.
- Pues yo me voy a casita, me voy a dar un baño de espuma y...
- ¿Dónde tienes el coche, María?
- Por allí -dijo, señalando el norte.
- Ah, pues yo lo tengo por allá -dije, señalando el sur- hasta luego, Lucas.
Se dio la vuelta como un robot y mientras yo bajaba las escaleras susurraba back off bitch, y me imaginaba a Duff McKagan y Slash haciéndome los coros gritando bitch, bitch, bitch. Respiré hondo en el asiento de mi coche y cambié el disco de los Rolling por el de The Last Shadow Puppets. Subiendo por la oscuridad absoluta de la carretera de Coslada a Vicálvaro me preguntaba si no había tardado mucho tiempo en salir de Toshiba. Nada de más salidas en grupo, prometí.
- ¿Cómo estás, tío?
- Bien ¿y tú?
- De putamadre, a mí me habían echado hace un año, así que ya me había hecho a la idea.
Recordé entonces que lo suyo fue un caso extraño. Lo despidieron con un pre-aviso de un mes, pero cuando renunció su sustituto le pidieron que se quedase un poco más. Los demás siguen llegando y algunos me saludan con más efusividad que otros. ¿Qué tal la cena de navidad? pregunto y, sin mentir, me dicen que fue un tostón, que el jefe, no se sabe si para motivarlos, soltó que Toshiba Tec no había tocado fondo y que podría haber más despidos. Entramos y pedimos unas cervezas mientras esperábamos que nos asignaran un par de pistas, juntas a ser posible. Mientras José Luis me rodeaba con su brazo y soltaba frases del tipo, cómo te echamos de menos, cabrón, yo pensaba en las chicas que habían pasado por la empresa durante los dos años que duró mi etapa y a las que ya nadie echa de menos. Supe que mi PC se usa ahora para consultar el inventario y que Rafa, cagón, asistió a la cena porque Ángel de Dios lo obligó. Me contaron que despedirán al chaval de Valencia, un comercial que parece más un reportero de CQC. Y, no sé cómo, sabían de mi entrevista en la empresa de la competencia. Víctor, tiene que haber sido él. Coldplay llenaba la bolera de música.
Time is so short and I'm sure
There must be something more
There must be something more
Mi mano derecha todavía no se había recuperado de la tendinitis que me diagnosticaron un mes atrás, en una clínica del barrio del Retiro. Aún así lancé la bola con toda la pasión que pude. Se fue por un costado, sin derribar una sola de esas cosas blancas que Juan Carlos llamaba palitroques. Mira a la morena de al lado, dice, se le marca el tanga. Volví con el grupo y le dije a Ely que estaba más delgada, por las medicinas, respondió, me van a hacer una endoscopia para ver si descubren de dónde vienen los dolores.
Empezaba a sudar y me quité el jersey, Adán gritó desde lejos, cómo se nota los que vamos al gimnasio ¿eh, mamón? Lo tomé como un cumplido. Le tocaba tirar a Ely, pero antes se giró y me preguntó ¿sabes algo de Vero?, y yo, sin ganas de mentir, dije que no, que lo último que supe fue que se casó.
Las horas pasaban y yo volaba de grupo en grupo. En todos hablaban mal de Toshiba, que si era una mierda, que la cesta era una miseria, que no sabían tratar a la gente, que si Ángel de Dios era un gitano y un prepotente; empecé a creer que venir a jugar para despejarme y no pensar en el trabajo había sido una mala idea. Una mano me tocó el hombro, era María.
- ¿Cómo estás, guapa?
- Bien ¿y tú? estás cachas - dijo, apretándome los bíceps.
- Ejem, ¿qué tal la cena?¿hubo un minuto de silencio por los ausentes?
- ¿Qué ausentes?
Alguien me avisó que era mi turno. Herido en mi orgullo por lo rápido que mis compañeros habían olvidado mi existencia recordé a Pedro Picapiedra y lancé la bola con todas mis fuerzas. Tiré todos los palitroques y hasta juraría que alguno había intentado apartarse del recorrido de la bola asesina. Se jodió la pista y tuve que ir a avisar a la encargada. Iba pensando en que no tenía que ser tan bestia, y que si la gente te olvida ¿who cares?, cuando vi aparecer, vestido de traje y corbata al Misterioso, que es como llamamos en mi familia al novio de mi hermana, porque, sabiamente, ha decidido no asistir a ninguna de nuestras reuniones familiares. Reuniones a las que, cada vez que puedo, también falto por el bien de mi salud mental.
- Hola Misterioso - le dije.
- Hola tío, ¿qué haces aquí?
- Vengo a jugar a los bolos con los colegas.
- Ah, yo también. Estoy buscando a los pringados de mi empresa.
Nos despedimos y cuando volví, seguí con el juego y ya sólo deseando que la noche acabara y casi seguro de no volver en mucho tiempo. Me dolía la mano y le susurré a María que me largaba cuando acabara esa partida. Ella, mirándome como Candy miraba a Terry, me dijo que también se iba, y que qué pereza ir sola a casa, que se aburría mucho y demás. No dije nada. El juego terminó y prometí a mis ex compañeros volver a verlos pronto, les deseé feliz navidad y toda esa mierda y emprendí la retirada. Cuando llegaba a la escalera que hay frente al buffet chino, escuché a María,que me llamaba usando la poca potencia de su voz.
- ¿Te vas, hermoso?
- Claro, ya acabamos de jugar.
- Pues yo me voy a casita, me voy a dar un baño de espuma y...
- ¿Dónde tienes el coche, María?
- Por allí -dijo, señalando el norte.
- Ah, pues yo lo tengo por allá -dije, señalando el sur- hasta luego, Lucas.
Se dio la vuelta como un robot y mientras yo bajaba las escaleras susurraba back off bitch, y me imaginaba a Duff McKagan y Slash haciéndome los coros gritando bitch, bitch, bitch. Respiré hondo en el asiento de mi coche y cambié el disco de los Rolling por el de The Last Shadow Puppets. Subiendo por la oscuridad absoluta de la carretera de Coslada a Vicálvaro me preguntaba si no había tardado mucho tiempo en salir de Toshiba. Nada de más salidas en grupo, prometí.
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