No aguanto el ruido en este antro. Mariana dijo que llegaría a las diez, y ya son diez y diez. ¿Y si me convierto por unos segundos en el Gato y pido un vaso de agua con hielo en el bar? No. Eso es demasiado mierda, incluso para mí. Hay una pareja en la mesa de enfrente, ella está sentada y él acaba de llegar con una jarra de cerveza que pone Heineken pero debe ser de las baratas, tus zapatos te delatan, piraña, esas Timberland han subido muchos cerros, deberías cambiarlas. No sé ni cómo te han dejado pasar. Ella se sirve un vaso, poquito nomás, cholo, parece decir. Él insiste, es espuma nomás, creo que le dice, la flaca lo mira y deja que haga lo que le dé la gana, lo mira y sus ojos dicen, sirve nomás, huevón, que ni borracha tiro contigo. El idiota baila, o tiene un gusano en el culo, no sé, pero se mueve, ella levanta las cejas, mira el reloj. La imito. Mariana de mierda, siempre llegas tarde, son diez y veinte ya, si me ven mis amigos aquí, solo, se burlarán. Cinco minutos más y me largo.
¿Ricky Martin? ¿Quién es el genio que pone una balada en un pub? Es una señal, me levanto y me largo, la verdad está allá afuera, no voy a esperar a esta cojuda ni un minuto más. Además, ¿Para qué me ha citado aquí? El portero me conoce, menos mal, sino, hubiera tenido que pagar la entrada como el resto del populorum. Me despido, ¿te quitas, flaco? pregunta, no, no, vuelvo en un toque, miento. La humedad de Lima me da una cachetada y mi camisa de seda se infla como mi obligo acabara de estornudar. Un taxi se para en la puerta del pub, baja Mariana. Maldita sea, si no estuvieras tan buena...
Le alarga un billete verde al taxista y no logro ver si son soles o dólares. Siempre paga en dólares, le he dicho que no lo haga, que pierde plata, pero dice que en el despacho le pagan así, y le da flojera ir al banco a cambiar esos billetitos con caras de presidentes gringos por otros asquerosos con caras de losers. Hay cambistas en cada esquina, le dije una vez, pero ella me mató con la mirada (preciosa) y moviendo su boca con forma de corazón dijo que ya cuando le faltara plata cambiaría sus dólares. Vino hacia mí, seria, y me dió dos besos, a la europea, como aprendió en su última visita a Madrid. Me descolocó su nuevo perfume. Ella lo adivinó y dijo "nosequé" de Jean Paul Gautier. Me llevó de la mano hacia el pub, dijo hola Rodolfo y el portero se la comió con los ojos. Mi mesa todavía estaba libre, pero ella quiso entrar en la zona VIP, very imbécil person, exclamé fastidiado, Mariana fingió no escucharme y también ignoró que le viera el culo a la azafata de Ron Pampero.
Mira Monguito, empezó, esto ya no tiene futuro. Yo no sabía si se refería a lo nuestro, al país, al fútbol, a mi camisa de seda azul, a su Cosmopolitan que bebía como si estuviera en una película, a mi peinado, o a la canción de Sangre Púrpura que sonaba por todo el local. Ya sé, dije, para no parecer tonto, me imagino que saldrás con otro. La clase personificada ni se inmutó, se limpió (no sé por qué: su lipstick seguía perfecto) el labio superior, y, sin cambiar el tono de voz, dijo no seas pendejo, te has tirado a mi amiga.
Manual del infiel: 1.- Niega todo. 2.- Siéntete ofendido. 3.- Gana tiempo.
- ¿Que qué? - indignación máxima - si tus amigas no me gustan, oye. No sé quién te ha ido con el cuento, pero si es un tío quiere algo contigo, y si es una tía, bueno, puede que también porque estás muy buena - nada, ni un gesto, ni una risita - pero lo normal es que vaya detrás de mí. Sea lo que sea, me ofende que lo dudes, Mariana, me duele, de verdad. Quiero estar solo.
Hice el amago de levantarme, pero ella levantó un dedo, y usando la telekinesis, logró que me volviera a sentar. Te han grabado, imbécil, escupió, y me han enseñado el VHS, cinco minutos de pura acción.
Levanté una mano como un autómata y cuando la azafata acudió al llamado pedí un vaso de Chivas con hielo, del verdadero, mamita, ya sabes que conozco al dueño. Mariana se recostó en el respaldo del sofá de piel y desde allí me miró. Me recordó a su viejo la noche en que, invitado a cenar fui diseccionado como el marciano de Roswell, ahora veía en los ojos de la que hasta hoy era mi amante el orgullo de su familia italiana, no había escape. ¿Salgo bien el video? me quise hacer el gracioso, pero ella no se rió, terminó su trago y tiró sobre la mesa al presidente Jackson, invito yo, dijo y se levantó sin hacer el más mínimo ruido. Intenté cogerle la mano pero una descarga eléctrica me lo impidió. Sacó un cassette del bolso y lo tiró en una papelera, segura de que la estaba viendo. Me mandó un beso volado y desapareció entre la gente que ya llenaba el local. Mi whisky llegó, tarde, y me lo bebí de un solo trago.
Debí parecer un loco escarbando en el tacho de basura, hasta que conseguí rescatar el video. Salí disparado y, sabiendo que Mariana ya no me daría oportunidad alguna, subí a un taxi rumbo a casa. Al llegar, puse el video para verme en acción. Humillado, comprobé lo que sospechaba: después de un poco de estática, en la pantalla aparecía Mariana haciéndome "no" con un dedo, niño malo, dijo, niño tonto, sabía que lo confesarías. Mi amiga es un puta, pero creía que tenías más clase. Hasta nunca.
Apagué la tele y, sonriendo, subí a mi cuarto a dejar que un sueño reparador me dijera cómo hacer que Mariana me perdonara. Es demasiado inteligente para dejarla escapar, pensé en voz alta, y mi perro, que ya dormitaba, levantó una oreja y salió disparado. El cabrón se había vuelto a mear en la puerta de mi dormitorio.
There you are, in a darkened room.
¿Ricky Martin? ¿Quién es el genio que pone una balada en un pub? Es una señal, me levanto y me largo, la verdad está allá afuera, no voy a esperar a esta cojuda ni un minuto más. Además, ¿Para qué me ha citado aquí? El portero me conoce, menos mal, sino, hubiera tenido que pagar la entrada como el resto del populorum. Me despido, ¿te quitas, flaco? pregunta, no, no, vuelvo en un toque, miento. La humedad de Lima me da una cachetada y mi camisa de seda se infla como mi obligo acabara de estornudar. Un taxi se para en la puerta del pub, baja Mariana. Maldita sea, si no estuvieras tan buena...
Le alarga un billete verde al taxista y no logro ver si son soles o dólares. Siempre paga en dólares, le he dicho que no lo haga, que pierde plata, pero dice que en el despacho le pagan así, y le da flojera ir al banco a cambiar esos billetitos con caras de presidentes gringos por otros asquerosos con caras de losers. Hay cambistas en cada esquina, le dije una vez, pero ella me mató con la mirada (preciosa) y moviendo su boca con forma de corazón dijo que ya cuando le faltara plata cambiaría sus dólares. Vino hacia mí, seria, y me dió dos besos, a la europea, como aprendió en su última visita a Madrid. Me descolocó su nuevo perfume. Ella lo adivinó y dijo "nosequé" de Jean Paul Gautier. Me llevó de la mano hacia el pub, dijo hola Rodolfo y el portero se la comió con los ojos. Mi mesa todavía estaba libre, pero ella quiso entrar en la zona VIP, very imbécil person, exclamé fastidiado, Mariana fingió no escucharme y también ignoró que le viera el culo a la azafata de Ron Pampero.
Mira Monguito, empezó, esto ya no tiene futuro. Yo no sabía si se refería a lo nuestro, al país, al fútbol, a mi camisa de seda azul, a su Cosmopolitan que bebía como si estuviera en una película, a mi peinado, o a la canción de Sangre Púrpura que sonaba por todo el local. Ya sé, dije, para no parecer tonto, me imagino que saldrás con otro. La clase personificada ni se inmutó, se limpió (no sé por qué: su lipstick seguía perfecto) el labio superior, y, sin cambiar el tono de voz, dijo no seas pendejo, te has tirado a mi amiga.
Manual del infiel: 1.- Niega todo. 2.- Siéntete ofendido. 3.- Gana tiempo.
- ¿Que qué? - indignación máxima - si tus amigas no me gustan, oye. No sé quién te ha ido con el cuento, pero si es un tío quiere algo contigo, y si es una tía, bueno, puede que también porque estás muy buena - nada, ni un gesto, ni una risita - pero lo normal es que vaya detrás de mí. Sea lo que sea, me ofende que lo dudes, Mariana, me duele, de verdad. Quiero estar solo.
Hice el amago de levantarme, pero ella levantó un dedo, y usando la telekinesis, logró que me volviera a sentar. Te han grabado, imbécil, escupió, y me han enseñado el VHS, cinco minutos de pura acción.
Levanté una mano como un autómata y cuando la azafata acudió al llamado pedí un vaso de Chivas con hielo, del verdadero, mamita, ya sabes que conozco al dueño. Mariana se recostó en el respaldo del sofá de piel y desde allí me miró. Me recordó a su viejo la noche en que, invitado a cenar fui diseccionado como el marciano de Roswell, ahora veía en los ojos de la que hasta hoy era mi amante el orgullo de su familia italiana, no había escape. ¿Salgo bien el video? me quise hacer el gracioso, pero ella no se rió, terminó su trago y tiró sobre la mesa al presidente Jackson, invito yo, dijo y se levantó sin hacer el más mínimo ruido. Intenté cogerle la mano pero una descarga eléctrica me lo impidió. Sacó un cassette del bolso y lo tiró en una papelera, segura de que la estaba viendo. Me mandó un beso volado y desapareció entre la gente que ya llenaba el local. Mi whisky llegó, tarde, y me lo bebí de un solo trago.
Debí parecer un loco escarbando en el tacho de basura, hasta que conseguí rescatar el video. Salí disparado y, sabiendo que Mariana ya no me daría oportunidad alguna, subí a un taxi rumbo a casa. Al llegar, puse el video para verme en acción. Humillado, comprobé lo que sospechaba: después de un poco de estática, en la pantalla aparecía Mariana haciéndome "no" con un dedo, niño malo, dijo, niño tonto, sabía que lo confesarías. Mi amiga es un puta, pero creía que tenías más clase. Hasta nunca.
Apagué la tele y, sonriendo, subí a mi cuarto a dejar que un sueño reparador me dijera cómo hacer que Mariana me perdonara. Es demasiado inteligente para dejarla escapar, pensé en voz alta, y mi perro, que ya dormitaba, levantó una oreja y salió disparado. El cabrón se había vuelto a mear en la puerta de mi dormitorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario