Quedamos sobre las 6 y media, porque esa tarde yo tenía oculista.
Quería saber, sobre todo, cómo le había ido en su última entrevista de trabajo. Por eso la había llamado antes, porque me había propuesto cambiar, esta vez, con ella, mi por todos conocido desinterés por las cosas del prójimo.
- No bajes hasta la clínica, espérame frente al Wok de Doctor Esquerdo. Yo voy a buscarte y nos tomamos algo por ahí.
Salí del oculista con una receta carísima en el bolsillo y la certeza de que iba a pasar un buen momento, con ella. Hola, chico Gant, me dijo cuando me vio llegar, burlándose un poquito de mi jersey. Bajamos por Cavanilles hasta una panadería y compramos un muffin y tarta, todo artesanal. En un chino pillamos dos Nestea's y nos sentamos en un parque pequeño, al lado de un espacio destinado a niños. Me vio estresado y le conté las movidas de mi trabajo, de cómo no veía una solución cercana a las miles de cosas que salían mal, de los problemas de mi día a día. Me hizo reír un poco y le pedí que me contara cosas de su entrevista. Según ella, la cosa no había pintado muy bien, pero aún así la animé y le dije que si no era eso sería algo que vendría después. Que no desesperara. Hablamos un poco de ropa.
- Me quiero comprar un traje, no tengo ninguno.
- Píllate uno bueno, de esos que duran mucho tiempo. Los que yo tenía del H&M están ya para jubilarlos.
- Mañana me voy de compras. A ver si encuentro algo.
- Igual si, aunque yo nunca encuentro lo que voy a buscar. Voy buscando camisas y vuelvo con chaquetas. ¿Donde vas?
- Al Factory de Getafe.
- Mira en "Caramelo" o "Hugo Boss".
- Te encanta Hugo Boss. Me acuerdo que estuviste a punto de comprarte un traje.
- Sí, pero me convenciste de que no lo hiciera. tenías razón, No lo necesito ahora.
El sol se fue, los niños también y hacia horas que nos habíamos terminado los pasteles. Daba igual, me gusta hablar con ella, y ella también se lo está pasando bien. Sin importar cual fuese el tema. ¿Quieres cenar conmigo? Vamos al Wok que está aquí al lado. Dijo que sí y fuimos de los primeros en entrar. Pedimos cosas parecidas, y hablamos de cine, de música, de libros y de teatro. De su cumpleaños y del último sábado en el que ambos habíamos estado en el Retiro, sin vernos, yo leyendo y ella haciendo footing. Cada uno en su espacio. Le conté de mi amistad creciente con Julio e Iván y de mi nueva afición por la música (¿?) de David Guetta. Me habló de sus miedos y yo le desnudé los mios, me burlé de Paul Auster y ella de Luis Miguel. Hablamos dos frases en francés. Nos divertimos juntos. Pedimos la cuenta y pagamos con cheques, ella dejó la propina. Salimos y el primer viento frío del año me dio de lleno en la cara. Ella se cerró la chaqueta y me dijo que volvería caminando a casa; yo, tenía que recuperar mi coche, aparcado por aquí cerca y si quieres te llevo. Dijo que no, que gracias, pero que quería hacer un poco de ejercicio. Tienes razón, pensé, hoy hay rico frío.
Nos dimos dos besos, uno por mejilla. Y la vi irse subiendo hacia Conde Casal. Me hizo adiós con la mano, y lo último que le dije fue:
- Esto se está volviendo una costumbre bastante agradable, Sol.
Y ella, asintió.
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