viernes, febrero 11, 2011

No oigo no oigo, soy de palo.


- Desde que lo he dejado con mi novio, mi padre dice que ha sido un no parar.
- ¿Tu padre? - pregunto - ¿What the Fuck?.
- Eso, ¿qué tiene que ver tu padre, tía?
- Yo cuando lo dejé con mi novio, al principio me faltaba un brazo. Después golfeé como una perra.
- Uy, yo tenía siempre dos novios a la vez. Así que ese problema no es pa' este body.

Miro a mi tupper y pienso "¿te has visto al espejo, gorda?", los macarrones que me puso mamá en mi última visita empiezan a ganar interés en mi cerebro.

- Es que salgo y salgo, y la última vez hasta me caí. ¿No veis? Iba pedo y con las manos en los bolsillos, me caí y ¡zasca!
- En toda la boca, Estefi - le digo - yo creía que te había salido una calentura.
- ¿Y qué pasó cuando llegaste a casa? Se habrán descojonado.
- Ssssss - añade la Procu - tiene que haber sido lo más verte llegar sangrando. Momento Estefi, flash.
-Yo tenía un novio que siempre me hacía sangrar.

¡Dios! ¿En qué momento acepté comer con esta gente? Laura no me habla, la procu está muy lejos, estefi está desbocada, y la gorda ésta se inventa novios guarros con una facilidad pasmosa. Si al final, esto de comer de tupper no compensa tanto como creía.

- Bah, pero prefiero salir con amigas y caerme ¿saes? Que cuando salía con mi ex, siempre me llevaba al baño y me hacía la cuchara.
- ¿Y eso cómo es? - pregunto, no sé pa' qué, si calladito estaba más guapo.
- Pues fácil - contesta Estefi - Te abraza, te mete las manos por el culo, debajo de las bragas, desliza los dedos hacia adelante y "plonch".
- Ay, eso me lo han hecho alguna vez.
- ¡Y a mí! - dice la Procu, avergonzada, rojísima.
- Pues eso me lo hacía otro novio mío, mucho, cuando bailábamos en verano en las discotecas petadas.
- A si que te petan, perra.
- Que no, zorrón. Pero es que éste sí que era muy guarro. Más que el del culo de coco.
- ¿Culo de coco?
- Chicas...esto...sigo aquí- digo, pero pasan de mi culo. Que no es de coco, como mucho de papaya.
- Sí, cómo que "culo de coco". ¿Porque lo tenía así de duro?
- Uy ojalá. No, no, por los pelos, guarra, por los pelos. No sabes lo que era lamerle las bolas a ese.

Creo que estoy a punto de desamayarme. Me pregunto si debo usar mi nuevo poder de invisibilidad para hacer el bien o el mal. Que vale, que ninguna de estas tías me interesa (con excepción de la Procu, que está tremenda), pero de ahí a que tengan una conversación de vestuario de sauna conmigo delante, hay un paso de gigante.

- Agg, Sandri. Qué asco por dios - suelta Estefi, y yo le agradezco infinitamente con la mirada. No hablo, porque sé que no me escuchan.
- Sí, tía. te has pasado.
- Ssssssss, imagina que me ponga yo a contar cuando me enrollé con el negro ese que me dejó el culo como....
- ¡ESPERA, ESPERA! - grito, y me levanto de golpe, no quiero oír más. Ellas ni lo notan, veo a la Procu abriendo las brazos en un gesto que lo dice todo y me deja muy malas expectativas.

Lavo mi tupper, lo meto en una bolsa y salgo de la cantina a buscar aire. Me imaginaba que mis amigos y yo eramos los seres más asquerosos del planeta. Uno era capaz de soltar pedos mientras se enrollaba con una; el otro no encontró sus calzoncillos una noche y llegó a la universidad con bragas sucias. Yo, para no ser menos, hace poco estaba en una disco de Madrid besando a una tía mientras me sangraba la nariz profusamente.
Pensaba en todo esto sentado en las escaleras del edificio, tratando de aspirar el nuevo aire contaminado de Madrid, viéndome la mano de vez en cuando para saber si había recuperado mi visibilidad. Supe que sí cuando una de las chonis de mi club de fans (según Julio, que se fija en esas cosas más que yo) pasó a mi lado, me miró, y se puso roja como un tomate cuando le devolví una sonrisa.

Tirito. No ha llegado el tiempo aún de estar como estoy: en camisa.

Oigo risas que reconozco y veo a mis compañeras de curro que aparecen por la puerta. Laura me ve encantada, creo que disfruta mi dolor. Estefi se ha puesto sus Ray-Ban nuevas estilo Kathie Holmes y se peina cada dos segundos. Sandra sigue hablando de otro de sus novios imaginarios. La Procus se esconde tras sus Carrera y enciende un Vogue. Yo las miro fascinado por lo guarras que pueden llegar a ser, me encanta, y disfruto de ese momento voyeur en que ellas saben que las miro pero que me cago de miedo y por eso no me acerco. Pienso: soy un maestro cucharero, y no lo sabía hasta ahora.

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