viernes, junio 24, 2011

Mamá, no te robes mi Triumph


Mamá se subió a su primera moto a los 16 años, iba pedo y se estrelló contra un muro de ladrillos a medio construir. Poca gente lo supo, pero a mi me lo contó una noche de esas en que se dio cuenta de que los cuentos para niños empezaban a aburrirme y no había forma humana de dormirme. Tirado yo en la cama y con los ojos como platos, recibía sus historias como si se tratase de una novela por capítulos, y cada noche me dejaba lelo con alguna nueva aventura. La de la moto era mi favorita pues en ese tiempo, a diferencia de mis amigos, yo no me subía al carrusel con caballos, sino al que tenía motos voladoras (que no volaban, pero a mi me gustaba creer que sí). Esa primera vez de mamá fue disimulada en casa del abuelo con el cuento que se inventó su mejor amiga que arguyó, con mi madre sangrando de las manos y las rodillas, que habían sido atacadas por unos pandilleros de poca monta a los que ellas dos habían hecho huir río abajo. La moto fue reparada en dos semanas, y por eso, dos noches después yo tuve acceso a la segunda historia.

Esta ya tuvo más delito. Mamá empezaba a enamorarse de papá y él de ella. A mamá no se le ocurrió mejor forma de llamar su atención que pasar delante del club donde papá y sus amigos del equipo de fútbol de mi abuelo jugaban al billar o a las cartas. Dicen que pasó una vez, pero nada, él ni la miró. En su defensa alegó que tenía una buena mano de cartas y que estaba a punto de desvalijar al hijo del carpintero y al sobrino del heladero. Mamá, siguió con su paseo en moto por las calles terrosas del barrio, ajena a lo que minutos después pasaría.Veía pasar, cada vez más rápido, casas, árboles, postes de luz y alguna que otra señora despistada, mientras su amiga seguía sujeta a su cintura. Dos amazonas que no llegaban ni a los 17 y ya volaban como el viento. Vamos de vuelta, dicen que dijo la amiga,hacemos bulla con el escape y ahora el Pato sí te va a ver. Mamá levantó la punta de sus botines para hacer el cambio de marcha y dibujó un ángulo de 300º sobre un descampado. Bajaron otra vez hacia el club del abuelo y cuando les pareció ver a papá, mamá se puso nerviosa y decidió en ese momento que no quería que la viera, aceleró mal, con la marcha mal metida, la moto hizo un caballito y se estrellaron contra otra de las paredes del barrio, que ya las iban conociendo. Puta que cague de risa, añadía siempre papá, para darle veracidad a la historia, perdí al "golpeao!, pero ver a tu mamá intentando arrancar la moto para escapar de la vergüenza era impagable.

Entonces, mi abuelo, que creo que es el único hombre al que mamá nunca rechistó, le prohibió subirse a una moto en la vida. Mamá y sus amigas se aburrían a morir, escuchando discos de Raphael y tejiendo gorritos de hilo con ganchillo. Hasta que el padre de una de ellas (madrina, un beso) se compró un camión para para poder llevar y traer los cerdos de su criadero. Mi madrina, que siempre fue más tranquila, no tardó en dejarse influenciar por la madre de mis entrañas y una tarde, así, sin más, se robaron el camión. Iban las dos muy alegres, metiendo la primera una vez que lograron evitar que se les calase el motor cada cinco segundos, avanzando despacito por la calle de mi madrina y ganando confianza para meter la segunda marcha. Ya en segunda vieron pasar la casa de don Lucho, la cantina donde el abuelo se soplaba mulitas de pisco, todo muy bien, mete la tercera carajo, que esto es fácil. En tercera pasaron la farmacia Lucanas, y ya locas del todo metieron la quinta sólo para ver como la casa de los Echevarría era una exhalación que terminaba con el río delante, sin que les diese tiempo a pisar el freno. Mamá se rompió la frente, mi madrina creo que una pierna, y al camión tuvieron que sacarlo del río con una grúa que algún vecino alquiló.

Por eso, mamá, por eso, no entiendo por qué yo he abandonado mis clases de conducir después de que me estrellara contra el muro del circuito de pruebas. Por qué no me he comprado aún mi Triumph Bonneville con la que sueño de pequeño. Pero sí entiendo por qué te brillaban los ojos cuando pasamos frente a la tienda, la señalé y te dije que me la iba a comprar. Claro, no seas jodía, por eso dijiste eso de "ay, hijo, cuidado que son peligrosas....pero si la compras me la dejas para dar una vuelta ¿no?". Mamá molas más que yo.

miércoles, junio 08, 2011

Algún Hombre Bueno (Viejoven)


Le he dicho a Julio que ya no cuente conmigo, que voy a cambiar. Que mi época de soltero de oro, en plan juergas desenfrenadas hasta las 6 de la mañana ha terminado. Y no es porque no mole eso de salir, bailar conocer gente y al día siguiente olvidarte de sus nombres, no, eso mola, pero para ser soltero de oro hay que tener oro y a mi el bolsillo sólo me daba para ser, en el mejor de los casos un "soltero cheques gourmet".

Entonces, no fui a la penúltima fiesta a la que me invitó. En vez de eso preferí, feliz, quedarme con Susana tomando un par de copas en una terraza de nuestro barrio. Hablamos de su piso recién comprado y me mostró en el móvil fotos de su sofá.

- Parece el de Ana Rosa Quintana- le dije.
- A mi me gusta - respondió.
- No, si está bien. Te va mucho, es muy de tía. El mío es más vintage, como ya sabes.
- No lo recuerdo.

Le mostré fotos de mi sofá, y dijo que molaba, que a ver cuando se lo enseñaba. Respondí que ya lo había visto, en mi cumple, blondie, ¿recuerdas? Dijo que ni recordaba haber ido a mi cumpleaños y nos descojonamos tras comprobar lo pasotas que podemos llegar a ser. Entonces, comenzó a llover. Nos metimos al bar donde terminó lo mío con Laura, la tarde que me pidió que dejase de tirarle los perros y me pedí el segundo cubata. Le conté mis planes de reforma personal, y por una vez no se burló de mi. Le conté también que en mi primera salida de viejoven había ido al cine a ver la nueva peli de X-Men y que justo después me tomé una copa, sólo una, como un sir. Pero que cuando abandonaba el bar para ir a buscar mi coche, me encontré con Helena y Jesús.

- No jodas!
- Sí tia, Julio dice que igual están enrollados.
- No, chst chst chst, eso son elucubraciones tuyas.
- Que no joer, que es raro. Si en la ofi ni se hablaban y ¿ahora quedan para cenar? No sé.
- Que no tío, que Helena no es un pibón, pero Jesús es que es muy...especial, ya sabes, y esa gente se juntan siempre entre ellos. Yo conocí en Londres un tío así en mi otra empresa y su novia era igual...especial.
- El caso es que se pasó toda la noche en silencio, blondie. Julio hablaba como un loro, pero yo me quería pirar ya. Cosa que hicimos sobre las 3, y ahí los dejamos...pa que follen.
- Jajaja, qué cabrón eres.

No paraba de llover. Susana tenía que irse ya, y como su casa estaba casi enfrente salimos del bar corriendo bajo el agua, como en las pelis antiguas. Me bajó un paraguas y volví a casa a tiempo para ver una peli que me pareció cojonuda gracias a los dos cubatas que me acababa de meter en el body. Antes de dormir, vi si tenía mensajes en el facebook y encontré el recordatorio del cumple de Iván, con capea incluída en una finca privada de Ajalvir.
Recordé entonces lo que me pasó un año atrás, cuando una vaquilla me embistió y otra despertó a mi lado y me entraron sudores frios. O sea, ahora, que he decidido encaminarme y be myself y todas esas cosas que aconsejan las revistas que lee mi hermana, ahora que quiero dejar esta vida de alcohol, viajes espontáneaos cruzando el océano y demás excesos que minan mis ahorros y envejecen mi rostro de niño; ahora, ahora se acerca la capea de Iván con barra libre de comida, bebida y pijas borrachas.

Pienso: esa será la excepción que cumpla mi nueva regla. En esa capea, lo volveré a dar todo.

lunes, mayo 23, 2011

20 cosas que pienso estando en Starbucks


1.- ¿Cuál era el tamaño que pido siempre? ¿Venti, es un tamaño o un sabor?
2.- ¿"Green tea" significa "té verde" o es que simplemente es ecológico?
3.- Esa señora está de verdad viendo el café o se quiere colar. Señora: la cola es detrás del indigente de marrón.
4.- ¿Alguien comprará un disco de Adele en Starbucks?
5.- ¿Escribirán bien mi nombre en el vaso esta vez? O sea, en serio, no es tan difícil. hay gente famosa que tiene el mismo nombre y está impreso en marquesinas y vallas publicitarias. ¿Por qué coño se comen siempre una "h"?
6.- Tengo sueño.
7.-Los muffins en España no saben tan bien como en New York. Debe ser por eso que aquí se llaman "madalenas".
8.-Coño, ¡veinte céntimos!
9.- No hay ningún asiento libre al lado de la ventana.
10.- No hay ningún sofá libre, en plan guay.
11.- Sólo hay sitios libres al lado de la pareja de abuelos de la esquina. Pediré mi té verde para llevar.
12.- ¿Qué parte de "con poco hielo" no has entendido, pelirrojo?
13.-Tengo sueño.
14. Hay gente a mi alrededor que habla inglés, eso me recuerda que mi inglés empieza a oxidarse y eso dificulta mis entrevistas de trabajo. Yes ma'am I'm the next.
15.- ¡Damn it!. Ahora estoy cantando "Summer Nights" en mi mente: "Tell me more, tell me more...Like does he have a car?
16.- ¿Debo robar azúcar?, y si sí, ¿cuánto entra en el límite de lo vergonzante?
17.- ¿Para qué me das el vaso cerrado, si sabes que tengo que abrirlo para echarle azúcar, fuckin' pelirrojo?
18.- No me gustan los taburetes.
19.- ¡El indigente sigue en la cola!
20.- ¿Se habrán dado cuenta que he robado la taza de espresso?.

jueves, mayo 19, 2011

El sobre de Tony Danza


- Cuánto le dejé a mi hermano?
- Ni idea, míralo en tus transferencias.

Entonces, allá que fui. Pero cuando quise entrar en mi página de BBVA pasó un coche con música a todo trapo y sonaba Nirvana. Una canción de las raras además, de las que no suenan en la radio. Me metí en grooveshark y me puse a escuchar la discografía completa, mientras buscaba el último capítulo de "Games of Throne" porque me la recomendaron en el curro y entonces pensé que estaría bien ponerla a descargar mientras me preparaba la cena. Pescado. Porque paso de comer pasta de noche, que eso saca tripa. Entonces, pienso que había encendido el ordenador para algo, pero no recuerdo para qué, como cuando voy al super a comprar limpia muebles y vuelvo con mogollón de cosas y no el limpia muebles. Igual. Mierda, me sale en el chrome las última páginas visitadas y una es ebay. No puedo comprar porque voy mal de pasta. Eso era: la pasta. Pero para entrar en la página del banco debo poner como login los número de mi tarjeta de crédito y está en mi cartera. La cartera está en mi habitación, lejísimos de mi salón y además... se está tan bien aquí en el sofá. Play, a ver qué tengo en el disco duro multimedia. "The kids are alright", una de lesbis, va, me la veo. Antes, e-mail a mi hermano:

"Oye, te dije que no te cobraría a menos que lo necesitara. Pues voy mal de pasta, dame argo payo"

Me contesta a mitad de la peli, cuando Julianne Moore se está cepillando ya a Mark Ruffalo y yo odio a Mark Ruffalo. Me dice que me pase por su academia el sábado por la mañana. Me lo pongo en el reminder de google calendar. Sigo con la peli.

Voy a su academia y él está bailando hip-hoping o como se llame eso donde suena mucho el sintetizador y la letra sólo habla de "pussies y bitches", amos, que agradezco al cielo que sus alumnos no entiendan nada de inglés. Le saludo de lejos y en mitad de un movimiento que involucra la mitad de su cuerpo, un brazo y un giro gracioso de su sombrero fedora me hace saber que debo hablar con su novia, que está en la recepción. Voy, la saludo y de reojo veo a unas adolescentes, que son las que darán clase después de mi hermano, y no me atrevo a saludarlas porque una vez lo hice y una era tan tonta tan tonta que me obligó, casi, a ponerme los cascos y seguir escuchando a Adele. Total, que la novia de mi hermano me saluda y me dice que qué alegría que me pase por la academia, que cuando quiera, y me pasa por debajo de la mesa un sobre con 500 pavos.

- Me siento Tony Soprano - alcanzo a decir.

Hablamos un poco y me piro cuando llegan las madres a hablar de clases de baile y demás. Cruzo el puente de Vallecas y entro en casa, saco 100 pavos del sobre (¿o fueron 50? aquí empiezan las dudas.) y salgo por ahí. Sobrevivo varios días con lo que llevo en la cartera, pero cuando veo que empieza a menguar la pasta busco el sobre y ya no sé donde lo dejé.
Busco en la chaqueta que llevaba ese día, en todas las chaquetas. Nada. Busco en mi cajón de calzoncillos, nada. Busco en mis camisetas, en los pantalones, entre los libros y los comics, en el maletero del coche de Meteoro. Nada. Entonces, me imagino que puedo haberlo tirado con los papeles de publicidad y las revistas pasadas, que tenía amontonadas sobre la cómoda de mi habitación, soy tan despistado que podría haberlo hecho perfectamente. Corro a la basura, pero al llegar recuerdo que Sol me enseñó a reciclar papeles y que días antes había hecho un montón con todo eso y lo había tirado al contenedor de papel/cartón que está al lado de mi casa. Ese contenedor es limpiado cada dos días por el ayuntamiento y dos veces al día por una pareja de rumanos.
Volví a casa y me dije "piensa, piensa" y llegué a la mejor conclusión que llega un ser humano: llamar a su madre. Pero mamá esta de vacaciones en Lima y no pude contactarla sino hasta dos días después porque me la encontré en el chat de facebook. Le conté la historia y me dijo dos cosas ciertísimas: "hijo, eres gilipollas" y "ya verás como voy yo y lo encuentro". Pero paso de que mamá venga a buscar nada, la última vez que me fui a New York aprovechó para colarse en mi casa y organizó todo de tal modo que mis calcetines estaba puestos en orden de color (incluso encontró la pareja de alguno que consideraba ya perdido) y la caja de condones estaba en el centro de mis calzoncillos.

Así que oficialmente puedo decir que he perdido un sobre con algo más de 300 pavos, que no tengo ni puta idea de donde está y que, si aparece, seguramente será cuando ya no lo necesite o esté tan devaluado como los dólares de Zimbabwe.

lunes, mayo 16, 2011

La solitudine del senderismo

Rubén me aconsejó, una tarde de cine de esas que te importa una mierda la peli que proyectan pero que compras las entradas igual y te metes al cine con unas palomitas secas que se te meten entre los dientes (pausa pa respirar) y un aquarius de limón porque el de naranja es muy ácido o sino unas nubes porque las otras gominolas no me gustan sólo me gustan las nubes, que buscara una alternativa diurna a mi aburrimiento. Las nocturnas, dijo, las controlas bien. Imagino que se refería a la amiga de Magaly que llegó a Madrid y de la que recibí el encargo de mostrarle la ciudad. Cuando Maga me preguntó si su amiga se lo había pasado bien esa noche, no mentí y le respondí que sí... que muy bien.

Pero volviendo a lo de buscar alternativas diurnas, la verdad es que yo no le veía mucho sentido. O sea, ¿pa' qué? Si siempre se me había dado bien eso de quedarme en casa, leyendo, escribiendo, escuchando música o simplemente estando tirado en el sofá, imaginando que soy un gato preñado. Pero mi amigo insistía (mientras en la pantalla George Clooney intentaba convencernos de que podía ser un francotirador que vende nespresso) en que ya casi había pasado un año desde lo de Sol, entonces, ya que era obvio que lo había superado, ¿por qué no intentar algo más serio? Y esa seriedad no llegaría a mi casa, llamando a mi puerta como un cartero comercial.

- Pereza tío - susurraba para no molestar a los otros espectadores - ¿para qué complicarme la existencia si me divierto así?
- Por que no siempre vas a ser joven. Mola tener novia, tío. Yo voy a decirle a Inna que deje a su pibe y se venga conmigo. Creo que me dirá que sí.
- Esa tía es un caso perdido, Ruben. Te lo digo yo, si no te las cepillado en el primer mes, olvídate.

Acabó la peli y le prometí a mi amigo que al llegar a casa buscaría algo que hacer durante el día, los findes. Pero le puse como condición que él tendría que venir conmigo. Aceptó, y lo único que se me ocurrió fue buscar rutas de senderismo; cosa que odiaba a muerte hasta que Sol me obligó a ir un par de veces y que al final descubrí que no estaba tan mal, respirando aire puro, pisando hierba, sintiendo el sol en la cara, y todas esas mierdas rurales. Obviamente, como estábamos mal, nunca le dije que me molaba eso del senderismo y ella se quedó para siempre pensando que yo era un chico de ciudad al 100%. Pues no, Sol, ahora por tu culpa también me gusta jugar al campesino de vez en cuando. Merci bien.
La única ruta disponible era una que estaba en no sé qué pueblo de nombre impronunciable de la sierra norte, pero para inscribirse había que darse de alta en un foro. Lo hice, pero la cosa no tenía buena pinta cuando las preguntas del registro estaban relacionadas con mis aficiones, los libros que leía o los garitos a los que solía ir. Me inscribí igual y llamé a Ruben para decirle que igual nos íbamos a pisar mierdas de vaca el finde siguiente. No le hizo ni puta gracia: había quedado en comer con Inna, para celebrar el cumple de su novio.

- ¿Me lo estás diciendo en serio? eres gilipollas.

Colgué y me metí en mis feeds de google, a ver unos cuantos tumblrs a los que sigo con ferocidad. Me saltó un aviso en el móvil de que tenía un e-mail nuevo. Lo abrí creyendo que era Rubén diciéndome que había recuperado su dignidad, que no comería con Inna y su novio y se vendría conmigo a la sierra norte. Pues no, era un mensaje del foro al que me había inscrito, el nick del remitente era "auditorera" y me saludaba efusivamente, dándome la bienvenida a esa, su comunidad. Me extrañó muchísimo la familiaridad del recibimiento, así que cerré el tumblr y me metí al foro para investigar un poco más sobre ella. Casi me caigo de espaldas cuando descubrí que la auditorera no era otra que Helena una chica de origen francés que había sido expectorada de la empresa por loca, bipolar y, según dicen, por tener arranques paranoides. Además, era fea como un dolor.

- Sí, Helenita - escribí - aquí me tienes. Un colega me inscribió a traición en este foro - mentira bellaca - igual nos vemos algún día. Un abrazo.

Obviamente, no fui al senderismo ese pues imaginé que todos los integrantes del grupo llamado "gente guay" serían como Helena, o como lo denominó Iván cuando se lo conté " un mar de callos". Intenté darme de baja en el foro, pero al parecer los desarrolladores no contemplaron la idea de que alguien hubiese entrado allí por error y no existía la opción de "eliminar cuenta". Ahora ignoro los mails que me llegan con asuntos tan imaginativos y divertidos como "Citas rápidas 7 minutos, bar de Noviciado" "Visita grupal al Jardín Botánico. Traer camiseta verde" o "Hazte un cine, en V.O. Happythankyoumoreplease". Si quiero campo me tiro panza arriba en el Retiro hasta que las ardillas se acostumbran a mi, y me pasan por encima, pensando con nostalgia en el día en que subía lomitas fingiendo desgano, mirando de lejos (y comiendo fuet) a la jubilada que parecía pasarselo en grande con sus botas de montaña del Decathlon y a Sol, que me hacía "hola" con la mano desde lo alto de unas rocas. Fuck, I miss her!

jueves, mayo 12, 2011

Mis calzoncillos


El de la suerte #1 se rompió tras un partido de fútbol decisivo. Nos enfrentábamos a los asquerosos de Transplame (un barrio casi tan mísero como el nuestro, llamado así en honor a la fábrica que lo rodeaba) con menos efectivos de los que pensábamos. Lo bueno era que venían a nuestra cancha: un espacio de piedras y tierra con seis maderas levantadas a duras penas en forma de arco. Metí dos goles, casi nos pegan, uno de Transplame se folló a Angie (la tía buena de mi barrio) mientras jugábamos y yo, cuando me disponía a marcar el tercero sufrí un agarrón traicionero que vino inmediatamente acompañado de un "rassss". Volví a casa, lavé el calzoncillo y lo dejé en el cajón a modo de recuerdo. Una tarde papá lo encontró y después de que le explicase que Roxana no tenía nada que ver con la rotura esa, ambos le dimos cristiana sepultura.

El de la suerte #2 se perdió, tras una aventura fugaz con Cecilia, en un hotel de mala muerte. Ambos vimos esa noche, tumbados en sábanas usadas por millonésima vez, como Fujimori disolvía el congreso. Ella me preguntó si eso afectaría a sus familiares, allá en el lejano Mollendo. Yo la miré y sólo le respondí que no se preocupara, que Arequipa era otro país, que eso de un golpe de estado no tendría porqué afectarlos. Apagamos la tele, nos dedicamos a lo nuestro y al día siguiente ella se fue por su lado y yo por el mío. Obviamente no dije nada sobre el hecho de no encontrar mis calzoncillos y fui sintiendo el roce del cariño de mis jeans hasta llegar a casa. Años después se lo conté a mamá una de esas tardes en que nos burlamos de mis ex y me dijo que igual Cecilia los había robado para hacerme brujería, que los de Mollendo son todos chamanes comegatos. Esa podría ser una buena explicación a mi estupidez crónica.

El de la suerte #3 lo compré en mi único viaje de regreso a Lima, junto con otros 300 de algodón de primera calidad por los que pagué en total 2 euros y medio. Con él me emborraché en la playa, volví a casa no sé cómo, pero antes me enrollé (o eso dijo ella) con Erica en el asiento trasero del Toyota blanco de Milton. Volví a Madrid y lo llevaba puesto cuando conocí a Sol, y cuando dejé a Guisella llamándola desde un locutorio. Cuando el pobre empezó a sufrir el desgaste del agua con cal de Madrid, pensé seriamente en bañarlo en bronce y tenerlo como trofeo en casa, en algún lugar oculto de las miradas curiosas. Pero una tarde de borrasca otoñal salió volando del tendedero de Moratalaz con tal fuerza que sospecho que cayó en la M-30, sobre algún camión de transporte de frutas.

El de la suerte #4 lo compré en Albacete. Después de una tarde de piscina, en la que su influjo y una gitana de 150 kilos me salvaron de morir ahogado. De regreso en el hostal sequé el calzoncillo en la ventana y decidí que no lo usaría más que para situaciones extremas como clases de vuelo o entrevistas de trabajo. Sol y yo fuimos a cenar caracoles, y al volver pasamos la peor noche de nuestras vidas retorciéndonos de dolor en nuestra cama. Al día siguiente descubrimos que la frase "Albacete, caga y vete" tenía muchísimo sentido y salimos pitando de ese pueblucho. Camino a Valencia, recordé que mi calzoncillo salvador seguía colgado de la ventana del hostal. En Valencia nos pusieron una multa por mal aparcamiento.

El de la suerte #5 lo llevaba la noche en que Julio y yo quedamos para comer por la calle de la Reina. Esa tarde, un desconocido tiró la blackberry de Julio dentro de una copa de whisky, yo me quedé sin batería y no pude saber (hasta el día siguiente) que Patricia me esperaba en una disco pija de Madrid. Bajamos a Santa Ana y allí estaban Marie-Flore y Jean-Michel borrachos. Nos fuimos todos, ya pedos, a bailar al Berlín Cabaret y la casualidad quiso que Laura estuviese allí también, que bailemos y que a la mitad del baile una borracha Marie-Flore me tocara el trombón delante de todos. Flipando, me alejé a otro ambiente pero mi ebria amiga me perseguía cual zombie para seguir toqueteandome cada vez que yo me descuidaba. Harto, me giré y le dije "bueno qué?...nos vamos?" dijo que no y se ahogo en una mezcla de risa y vodka. Bajé a casa, me duché y le prendí fuego al calzoncillo en mi piscina sin agua. Es el fin de un ciclo, repetí una y otra vez, borracho, mientras veía como las llamas lo consumían.

miércoles, mayo 04, 2011

Seis razones, seis


Mamá se ha ido a Lima con dos maletas, tan llenas, que ha tenido que quitar cosas en plena cola de facturación. La pobre siempre le había comprado los billetes a su amiga, la de la agencia de viajes de Gran Vía, que por el día es oficinista y empresaria de éxito y por las noches suelta alaridos en bares peruanos, diciendo que eso es música folclórica. Intentamos convencerla de que pillase el vuelo en una página de vuelos baratos, pero al final le pidió a mi tío (el ex forrao) que le consiguiese un viaje barato de vuelta al barrio.

No fui al aeropuerto a despedirla y en lugar de eso acompañé a un amigo a buscar unas nuevas gafas de sol, después de que perdiese sus Armani bailando como una loca en el Berlín Cabaret. Mientras recorríamos las ópticas me preguntaba por qué mamá tiene tantas ganas de volver, y yo no. Y encontré seis razones para justificar mi pereza a volar a Lima:

1.- Su madre vive allí, la mía aquí. Eso puede ser un gran aliciente. Pero la teoría se cae rápido por su propio peso, pues si las cosas son como siempre, estarán juntas mediodía y después mi abuela se pirará a alguna de esas misas de difunto (a las que es aficionada confesa) o a una jornada de recogimiento eclesiástico y papal; mientras mamá huye de la casa materna one more time para irse con sus amigas de toda la vida, aunque sea a latear por el Jirón de la Unión. Pasando, me quedo en Madrid.

2.- Amigas. Las suyas están allende los mares, las mías everywhere. Mis amigas de toda la vida viven en New York. Alguna más gorda que otra, es cierto, pero amigas al fin. Y las de la facultad siguen allí, si, pero son un caso perdido. Una tiene 300 hijos y dos perros, los perros son los más guapos. Otra parece un anuncio de teletienda, de esos que muestran como puedes fortalecer tus músculos, y da miedo, es una versión femenina de Conan. Algunas me escriben mails que me hacen sangrar los ojos de lo mal escritos que están. Aún así, me encantaría verlas, pero no tanto como para pagar mil pavos por el viajecito.

3.-El barrio. Mamá tiene uno de toda la vida; yo me mudé mogollón. Por eso, si voy, me pasará como la última vez, que nadie me conocía y tuve que decirle a los ladrones que yo era vecino de siempre, que me devolviesen mis reebok, que conocía a su padre, que él y yo nos habíamos emborrachado hacía más de seis años. Sí, antes de que lo metieran a la cárcel, papito, ya arranca nomás ¿ya?.

4.- Las compras. Mamá conoce sitios donde la ropa es súper barata, yo tengo como máximo logro haber pillado una chaqueta de Dior en un mercadillo de Grau. Así que no me motiva ni siquiera el hecho de saber que la ropa de Burberry y de Abercrombie es hecha en Cañete, a doscientos kilómetros de Lima. Además, he contactado por Internet a esa gente que "se encuentra" la ropa que cae de los camiones y le he dado a mamá un par de teléfonos para que visite sus pisos francos y me traiga unas cuantas camisas. Le he aconsejado, también, que vaya acompañada de mi primo Giomar, que tiene cara de reggaetonero y servirá de buen salvoconducto.

5.- La comida. Es insuperable y aunque siempre creí que la forma de cocinar de mamá era la mejor del mundo, pronto supe que estaba equivocado. Pues cuando ella partió, mi hermano y yo replicamos sus platos a la perfección y en poco tiempo la superamos. Teníamos tal variedad de ingredientes que a mí me salió la vena cocinera y ganamos los kilos que nuestra adolescencia nos negó. Hasta que me lesioné en el gym y descubrí que sí, que mu rico todo, pero sino hacía ejercicio como un poseso, la comida peruana (engullida a diario) te convierte en un gordo sin cuello que parece un ornitorrinco con estudios. O sin estudios, eso depende del barrio. Así que mejor sigo en Madrid y, sólo de vez en cuando, me empujo un lomo saltado en un sitio guay.

6.- La juerga. Allí una fiesta no acaba hasta que alguien se pelea. Si te vas antes eres aburrido, un monse, si no te quedas hasta el amanecer dormido en tus vómitos significa que no te has divertido. La gente bebe toda del mismo vaso y yo soy asquerosito. No mamá, paso, me quedo en Madrid. Que sí, que dan whisky adulterado pero eso se arregla bebiendo antes en un bar bueno, o en casa. Y no es necesario poner la música a todo volumen, ya para eso se va a la discoteca. Nice, mom, pero me quedo en Madrid. Paso de gente bailando haciendo filas como si estuviesen en un campo de concentración.

Mi amigo no encontró sus gafas. Yo llamé a mamá, que me contó que un joven peruano la había ayudado con sus maletas y ya estaba sentada en el avión de Air Europa que la llevaría a pasar un mes y medio de relax. Le deseé lo mejor, porque sé que sus mejores amigas la esperan con ansias y colgué. Apenas llegué a casa, supe lo que tenía que hacer para asegurarme también ver a mis amigos, sin aguantar las chorradas de Lima. Me metí en internet a ver cuando era la próxima oferta para ir a New York. Es en Junio.

viernes, abril 29, 2011

Los Puentes de Madridson


Me he perdido los tres últimos puentes de Madrid. O sea, esos findes largos en los que la gente aprovecha para salir volando de la ciudad y buscar algún destino, lejos de las torres de Chamartín. En el primero del año, mis amigos se fueron a Francia, Murcia, Cáceres y Sevilla. Yo me quedé en casa planeando mi viaje a New York (física y económicamente) y pensando con la boca echa agua en todas las tiendas que visitaría, las fiestas a las que iría y en Magaly y las cosas que con ella haría. Mis amigos volvieron del puente con menos dinero y cero regalos para mí que, nada vengativo, les traje algunas camisetas de "I love NY" para regalar a los tres primeros en llegar a mi casa cuando celebramos mi cumpleaños. Mientras ellos olvidaban su primer puente del año en cero coma, yo paseaba por el East Village y me metía en una librería de viejo durante horas, decidiendo si comprar un ejemplar más de El Conde de Montecristo o una de esas biblias ilustradas con grabados que tanto me gustaban de niño y leía como lo que son: una de las mejores historias jamás inventada.

Luego vino otro puente, el de Semana Santa, que tampoco aproveché. Y no lo hago desde que, en mi primer año en España, vi cómo todo el mundo buscaba desesperadamente un plan para esos días grises y me contagié como gilipollas. Busqué, entonces, un sitio al que viajar entre los chorrocientos mil que aún me quedaban por descubrir. La India y Egipto quedaban a años luz de mi bolsillo y terminé subido (solo, con un bocata de chorizo como equipaje de mano) en un autobús de la Avenida de América con rumbo a Barcelona. Caminé por Paseo de Gracia y me enamoré del Parc Güell, pero también me aburrí a muerte cuando descubrí que la Semana Santa, sin importar si cae a primeros, a mediados, o a finales de abril; es siempre un periodo pasado por agua en el que la gente te mira mal si pides un buen filetaco en cualquier restaurante. Así que este último puente, mientras Marie-Flore huía a Lille y Julio a New York, yo me quedé tumbado en el único punto del planeta en el que el sol pegaba con dulzura: El Retiro. Leí el libro de Kundera que compré en Brooklyn y no eché de menos nada. Hice siestas eternas que sólo interrumpían las ardillas e imaginé con cierta malicia a los pobre padres primerizos que en ese momento pelearían con su hijo de tres años en algún lugar de la costa, porque el nene quería ir a la playa aunque estuviese cayendo un chaparrón de tres pares de cojones. Os jodéis.

Ahora, que empieza el tercer puente, de Mayo, que no si es por el día de la Madre o por el del Trabajo (que yo creo que son sinónimos, pero esa es otra rayada de la que escribiré un día de estos), pienso quedarme en casa también, y, como mucho aprovechar one more time de la ciudad en la que vivo que en días como estos mola más. Porque:

  • No haces cola para entrar en los garitos .
  • No tienes que abrirte paso a codazos para llegar a la barra a pedirte un whisky, entre niñatos que beben lo más barato del lugar, con aires de agente secreto.
  • El metro no está petado, la gente no huele mal ahí abajo, porque pocos curran esos días.
  • Puedes pasear por la ciudad sin verte arrastrado por alguien que camina como si fuera a perder el Last Train to London.
  • Los museos no están llenos de señoras que están ahí sólo para aprovechar el aire acondicionado.
  • Hay menos posibilidades de que algún cani se equivoque de sesión en el cine, se siente a tu lado y se pase criticando tu película de Haneke porque no entiende una mierda. En los puentes, ese cani se ha ido a su pueblo a fardar de las cosas guays que hace "en Madrí".
  • Haces la compra con tu paz. Y las cajeras no sonríen (nunca lo hacen) pero al menos no pasan por el escaner los huevos que acabas de comprar con una velocidad endiablada, como si fueran un explosivo radioactivo a punto de estallar. (De hecho, cuando no es puente, alguna vez estallan, le dan a un botón rojo y viene una cajera que por su gesto parece llevar muchos años en esto del "cabreamiento cajerístico" limpia todo con una bayeta que huele a pies y te dice que tienes que ir tú, el cliente, a buscar otro paquete de huevos porque ellas "ya lo pasaron por el escaner". Acojonado, porque ella tiene una bayeta apestosa y tú no, vas a por los huevos y si eso de paso pillas un paquete de salsa de tomate de marca, para calmarla).
  • Aparcas de putamadre.
  • No hay atascos.
  • Hay descuentos en el Teatro Español, y ya no me tengo que sentar en el último asiento de la fila de al lado del techo. Que sí, se ve bien, pero mola más abajo, y ver así bien a Aitana Sánchez-Gijón.
Esta noche antes de salir de copas con las francesas compraré provisiones para estos tres días. Prepararé mis aposentos y como decía Michael voy a relax my mind, lay down and groove. A los que se vayan al pueblo y eso, mil gracias, por dejarme la ciudad.

lunes, abril 25, 2011

Sábado Crucis


A Cecilia le gustaba más mi pelo largo, como el de tu perfil del facebook. Le digo que me lo corté en una barbería de Chelsea, en New York, a la que entré cuando estaba cansado de caminar. Magaly nos contactó en el facebook y yo, sinceramente no me acordaba ni cómo era ella. Sólo recordaba que se moría por mi amigo Toño, hace más de 20 años. Cuando me dijo de quedar, me pregunté que cómo nos reconoceríamos, ella contestó yo no me olvidaría de ti. Entonces debí sospechar, pero como soy toli...

Magaly insistió mucho en que saliera con ella, por eso de que no conocía la ciudad mucho y demás. Ok, le dije, pero que no espere peruanadas porque yo de eso no gasto. Y entre procesiones, comilonas y el gol de Ronaldo al Barça en la final de la Copa del Rey, le mandé un mensaje por facebook, en plan hola, soy yo, ¿qué tal por Madrid? quedamos cuando quieras. Me contestó al nanosegundo y me dijo que si eso salíamos un día a bailar y me dejó su número de teléfono. Yo estaba más pendiente de buscar mis gotas para los ojos (Hyabak, pero que siempre pido como Tsyapka, por una extraña razón) que en pensar en quedar con ella. Encima había un rumor en la oficina de que la mitad más uno pasaba de hablarme por cotilla y tuve que fingir (por recomendación de un tercero) que esas cosas me importaban. Hablé con Estefi, con Esther y Silvia pero sólo esta última entendió la lógica de mi razonamiento:

- Vamos a ver, Silvia, yo, que paso de la gente, yo, que invito 6 personas de 80 a mi cumple (sorry por no incluirte, by the way), yo, voy a perder mi tiempo para contarle al mundo que dos pibas pillaron en la última noche de juerga. Venga ya.
- Tienes razón, Chumi. Pero ellas creen que sí.
- Me la sopla - confesé y terminó así mi cruzada por limpiar mi imagen.

Así que quedé con Cecilia el sábado de gloria. Llegó 30 minutos tarde y me pilló chateando con Magaly por el móvil.

- ¿Que dice?
- Que nos lo pasemos bien y subamos fotos al feis.
- Mandale saludos.
- Ya apagué el chat. Y si haces fotos no me etiquetes, porfa.

La llevé a un sitio pequeñito, que Julio me había enseñado, donde las Caipiroskas. Pedimos dos y nos contamos un resumen de nuestras vidas pasadas. Ella estaba separada con dos niñas, yo separado y el niño era yo; ella acababa de llegar a Madrid, yo llevaba ya diez años y era hincha del Aleti; ella nunca había estado enamorada de Toño sino de mi, pero de eso ya hace mil años jajajaja; yo nunca había estado enamorado de Magaly, sólo me gustaba una niña de otro barrio pero ni recuerdo su nombre jejejeje; a ella le gustaba mi pelo un poco más largo, y a su prima y a su vecina Mary también; yo no sabía donde vivían ellas exactamente ¿al lado de los Figueroa? ¿o de los Reyes? Mi tío se casó con una de los Reyes.

Salimos del garito y ella dijo que le apetecía un buen whisky. Recordé entonces uno de los pocos lugares sin garrafón (al menos tan escandaloso) de los alrededores y bajamos hasta allí. Pedi dos Johnnies y cuando pagué con tarjeta la camarera me dijo, con guiño incluido "eres paisa, lo imaginaba" y Cecilia flipó un poco. Yo le devolví las copas y le dije, por ese gusto ponnos un poco más de whisky, anda. Y coló. Sentados en una mesa con velitas ella me contó que igual retomaba sus estudios, y yo le dije que después del máster decidí no estudiar más porque descubrí que no servía de nada; ella me contó que parlaba un po d'italiano y que pensaba subir a Roma dentro de poco, yo le dije que yo ya había ido dos veces; me dijo que le gustaban mis ojos, le dije que cada uno me había costado 1000 euros en una clínica de láser de la Castellana. ¿Quieres bailar?

- ¿Te gusta este sitio? Se llama Berlín Cabaret y es lo único decente que hay por aquí.
- Sí, es muy... rojo.

Bailamos, pedimos la copa de garrafón que te dan con la entrada, un tío de Vallecas me dijo que Cecilia estaba buenísima y yo le propuse cambiarla por su novia. Me dijo que no, al menos esta noche. Sonó I just can't get enough y eso se volvió Sodoma y Gomorra.
Magaly me escribió al día siguiente preguntándome si había ido todo bien con su amiga.

- Buf- contesté.
- ¿Ese buf es de aburrimiento o de satisfacción.?

Preferí no responder. Soy un gentleman.

viernes, abril 15, 2011

Ay cosita linda, mamá


Anoche, anoche rompí contigo y tú no lo sabes.
Me aburre que me preguntes cosas, si voy a verte voy a lo que voy. Paso de escuchar tus historias, ¿o no ves que yo no te cuento las mías? Desde un principio dijimos que nada de enamoramientos y vas y me dices que si no me ves me echas de menos. Mu tierno, sí, pero no me agobies, anda.

Anoche, anoche rompí contigo y estuve a punto de decírtelo.
Te lo iba a decir cuando abriste la puerta y estabas en pijama. ¡Venga ya! Sólo te faltaban los rulos esos de Doña Florinda y una crema de pepinos all over the face. Me dieron ganas de decirte "no soy tu marido, tía. Cúrratelo un poco". Pero me callé y me bebí tu cerveza.

Anoche, anoche rompí contigo a eso de las once.
Veía mi reloj mientras no dejabas de hablar y yo pedía auxilio a Jared Leto que bailaba en la tele, en un video de 30 Seconds to Mars, infaltable en KissTV. El cabrón se lo estaba pasando bomba con una tía cañón mientras tú, (rubia natural sí, eso que te llevas ¿por qué te tiñes de castaña, by the way?) me decías que si no fuera por las clases de Pilates que das no llegabas a los 2000 al mes.

Anoche, anoche rompí contigo cuando me metías prisa.
O sea, ¡no, tía! ¿no sabes que hay millones de mujeres que se quejan de lo contrario? Yo me tomo mi tiempo, disfruto, y me gusta que quien está conmigo disfrute. Mis años de onanismo han pasado, blondie, si tú ya estabas, al menos espérame que yo ya llegaría. Damn it!

Anoche, anoche rompí contigo tras tu pregunta final.
No. No estaba grabando lo que pasaba en tu habitación con el móvil que estaba en tu salón. El Bluetooth no sirve para eso, loca de los cojones. Paranoica. Si lo primero que hice después de fue coger el móvil es porque tenía mensajes ¿sabes? Tú fumas, vale, pues yo veo mi facebook. Y si no me crees I don't really care. Ahí te quedas.

Anoche, anoche rompí contigo al bajar tus escaleras.
Borré tu número del teléfono. Porque estás buena que te cagas, pero loca como una cabra. Borré tus mensajes también y tus e-mails. Te he bloqueado en el facebook y agradezco al cielo no tener amigos en común contigo. Pasando de ti, me subí al coche y puse la SER para comprobar que el Villarreal estaba en semifinales. Me alegré por ellos y volví a casa. El mensaje que vi era de Magaly: se había liado con un gay en el East Village de Manhattan. Contesté: well done, bitch!

lunes, abril 11, 2011

Mi voto no es secreto.


No me gusta la política, o mejor dicho, dejó de gustarme cuando descubrí que ni organizando reuniones y marchas contra Fujimori se cambiaba el resultado que los de arriba habían definido. Por eso iba siempre a votar como un renegado, vestido casi con ropa de jugar al fútbol, a diferencias de los viejos ceremoniosos que para ese día vestían sus mejores galas. Algunos lo hacían por respeto a ese acto cívico que era elegir al nuevo presidente, otros simplemente por si algún canal de televisión los pillaba metiendo su voto en la urna, y sonreír así de punta en blanco. Mis abuelos eran de esos.

La última vez que voté en Lima lo hice con la convicción de quien ya sabe que abandonará el barco y metí mi voto en la urna como si metiera una petardo en una caja de grillos. Escribí "Arriba Alianza" sobre los símbolos de los partidos y me fui tan pancho a beber un jugo de papaya. Fuera me esperaban mis amigos y alguno que otro ex compañero de colegio que, al haber nacido el mismo año que yo y en el mismo barrio, había tenido la suerte de encontrarse conmigo en la cola de acceso. Hola, me decía el pobre desgraciado y yo respondía con un levantamiento de cejas que decía ¿quién coño eres? mientras apuraba el paso huyendo de una conversación no deseada casi siempre basada en: ¿qué tal?¿qué haces ahora?¿te acuerdas del López? Se casó ¿tienes hijos ya?. Pasando.

Cuando la última elección de Alan, yo ya vivía en Madrid, con Sol, y huía de la peruanada como quien huye de la peste. Si me entraban ganas de comida peruana iba siempre al mismo restaurante (uno de los pocos con manteles y servilletas de tela) y hacía siglos que había dejado de leer El Comercio por internet. Por eso, cuando dejé mi coche aparcado cerca de la Casa de Campo y tuve que caminar los doscientos metros que me separaban de mi mesa el trayecto se me hizo eterno. Vi vendedores ambulantes de papa rellena, de causa y cebiche. En las escaleras del metro una mujer ofrecía cortes de pelo a buen precio y un poco más allá el listo de turno vendía fundas paras DNI con el escudito de Perú, sin las cuales no se puede entrar a votar. Al llegar al pabellón que nos habían acondicionado para las votaciones me encontré una cola de mil quinientos metros de largo. A tomar por culo, exclamé, y Sol secundó la moción. A punto de rendirme y de volver a casa sin cumplir con mi deber vi cómo una mujer le daba su recién nacido a un hombre y éste le daba a cambio cinco euros. Curioso, me acerqué con mucho sigilo y descubrí que todo se trataba de un negocio: ella alquilaba a su hijo y los clientes entraban sin hacer cola diciendo que el niño estaba malo y no podían esperar. Llamé a mi hermano, le pedí prestado a su hijo y en media hora estaba ya toda mi familia fuera. Me prometí que sería mi última votación.

Por eso ayer me quedé en casa durmiendo como un oso mientras mi familia se preparaba toda para ser los primeros en votar por PPK o Keiko (la hija gorda de Fujimori). Nadie quería votar por Humala, que, además de ser cholo, tenía en su currículum haber intentado un par de ridículos golpes de estado. Yo me levanté con mi paz, me exprimí unas naranjas y me compré el Esquire de Abril con John Malkovich en la portada. Borré las últimas huellas que quedaban de los tacones de Cris en mi casa y me tumbé en el sofá a ver "Blue Blood", una serie a la que estoy enganchado más por sus exteriores neoyorkinos que por la calidad de su guión. Como al mediodía comprobé que Marie-Flore seguía enfadada conmigo por haber preferido a Susana al hacer las invitaciones a mi cumpleaños; llamé a mi hermana para ver si los votantes querían comer conmigo, ya que estaban todos around my place. Me dijo que no, que volvían al pueblo, pero antes me contó una de esas cosas que explican el cómo soy: resulta que todos llegaron a tiempo al Ifema sólo para descubrir que su mesa no estaba puesta y no había nada preparado para votar. No estaban ni siquiera los suplentes encargados de vigilar el proceso y pasados cinco minutos (la tolerancia en mi familia es mínima) mi viejo se puso a gritar como un loco, indignado hasta el tuétano porque (sic) a pesar de estar en Europa nos portamos como si estuviésemos en Lima. Un hombre se acercó a calmarlo y papá lo mando a tomar por culo, con tan mala (¿o buena?) suerte de que ese hombre era el Cónsul de Perú en España y las cámaras y micrófonos de EFE estaban captando todo el momento. I love my family, molamos más que los Simpson.

Mi hermana me lo iba contando y yo me descojonaba en la cocina, mientras me preparaba unos penne rigatti. Terminé de comer y subí al Retiro a tumbarme en topless a hacer la siesta con mi revista y un libro de Santiago Roncagliolo que sirvió como almohada (porque no tiene otra utilidad). Al volver a casa vi que una amiga limeña le había puesto "te vi en la tele, chola!!!" a mi hermana en su muro del facebook. Suspiré, sonó el "cling" del microondas que avisaba que mi té estaba listo y respiré aliviado al saber que me importa una mierda quién gane las elecciones en Perú.

miércoles, abril 06, 2011

No way, Mckay


La ves, te sonríe, bailas, hablas, bailas más, Shakira, David Guetta y Papanamericano; la cosa se calma, la miras one more time, le dices algo al oído y le besas el cuello. No te empuja. Un poco tiempo después le propones "tomarte la última en tu casa". Vale, dice. Bien. Pero, ¿qué pasa en el trayecto? ¿Qué hacer? ¿Qué decir? A continuación una lista de grandes cagadas de la humanidad, entre las que (obviamente) incluyo las mías.

La insoportable levedad del ser:
- Es que lo acabo de dejar con mi novio, y yo no suelo hacer eso - dice, mientras te va metiendo mano en pleno taxi.
- Shht - interrumpes - da igual si lo haces siempre, ya verás como lo vamos a pasar bien.
- ¿Perdona? ¿Siempre?- separación brusca, mirada al retrovisor del taxista - déjeme aquí porfa.

El señor de los anillos:
- ¿Y hace cuánto tiempo que estás en Madrid?
- 11 años.
- Ah mira qué bien. Yo vivo aquí hace 6, cuando mi marido...
- Tu ¿qué, perdona?
- Mi marido. Consiguió un trabajo de segurata en una empresa - lo imaginas: dos metros, calvo, vestido de negro, coche tuneado y esposa tuneada - y por eso nos vinimos de Valencia y...
- Oye me siento mal, creo que me han dado garrafón. ¿Te importa darme tu teléfono y te llamo otro día?

Nothing "Gili":

- Joer, no estoy pedo ni nada. El taxi ha venido super rápido.
- Sí, si, es que vivo al lado del centro. Este whisky es muy bueno, me lo regaló mi hermano.
- ¿No tienes JB?
- ¿Qué es eso?
- Whisky, siempre bebo eso con Red Bull. ¿Y esa música, qué es?
- Miles Davis.
- Pon los 40, mejor.
- Ok, si quieres. Mierda, pásame el libro ese porfa, que lo vamos a mojar.
- De qué es.
- De arte. Botticelli, Modigliani...
- ¿Esos jugaban en la Juve?
- Are you fuckin' kiddin' me? Get the fuck outta here!!

Cuando Harry conoció a Sally

- Me encanta tu casa. Esta lámpara es chula.
- No digas nada, niño. Túmbate - baila y se quita el vestido de un tirón.
- Preciosa.
- Gracias, ¿quieres beber algo?
- Vino, si tienes.
- Vuelvo en nada.
Te quedas esperando, y de golpe oyes un grito electrizante. Te levantas corriendo y ves a la chica tapándose con un trapo de cocina, gritándole a un pervertido que la observaba a través de la ventana. Le insulta, llama a la policía que llega a los dos minutos. Te vas a casa preguntándote por qué la gente no sabe que en IKEA las cortinas son super baratas.

La Vita non è Bella:

- Mi piace molto la tua bocca.
- E troppo utile, Chiara. Con il labbro faccio spazio.
- Haha, ¡stronzo!. Attenti, non voglio innamorarti, eh.
- Tranquila. Non è possibile
- ¿Ah no? ¿Perché?
- Percho io sono ancora innamorato d'un altra.

La Ciudad y Los Perros:

- Al NH de Ciudad de Barcelona -pido, y el Mercedes vuela.
- Oiga ¿se folla mucho en el taxi? - pregunta ella, medio pedo.
- Depende, hay noches que se triunfa - responde el taxista - a vosotros, por lo que veo, se os ha dado bien.
- Uf no crea - responde, mientras yo admiro sus piernas eternas - yo a este chico le tengo que ver a diario, no puedo aunque quiera.
- ¿Cuanto es?
- 8 con cincuenta.
- Tenga.
- Que triunfes.
- Va ser que no.

lunes, abril 04, 2011

Entre Madrid, New York y La Tila de mamá.


Temblando en mi cama con sudores fríos y una depresión de caballo me preguntaba en qué me había equivocado en mi vida para llegar en ese estado a mi cumpleaños 35. Gilipollas yo (ahora puedo evaluarlo y ver que la tristeza que me ahogaba la provoqué yo mismo, porque quería) pensaba en todas las cosas que mis amigos neoyorquinos tenían: casas, hijos, mujeres fieles en apariencia y un backyard donde hacer barbacoas. Daba vueltas en mi cama aún alcoholizado, con un máximo de 15 horas de sueño acumuladas en 6 días y pensaba en todas las mujeres que habían pasado por mi vida. Sólo recordaba el nombre de tres con cariño. Quise llamarlas. Me dije, "no, nunca" y seguí temblando como un flan.

Hace rato que había amanecido y la absenta que bebí con Bea seguía haciendo que mis oídos zumbaran. Si tú bebes yo bebo dijo, e Iván desde mi sillón vintage aprobaba el reto cagado de miedo y diciendo a mi ni me miréis, cabrones. Cris aplaudía, guapísima, y Susana me miraba con terror. Slurp. Mi lengua sabía a todos los alcoholes al final de la noche. ¿Por qué nos dan un reservado, guay, con sofás y mesa de billar y no nos dan marcavasos? Creo que bebí whisky, ron, zumo de piña, zumo de nada y un poco de sudor de Estefi. Una tía que no se donde salió bailó sobre nuestra mesa de billar y nosotros la ignoramos como a un músico ambulante. Recuerdo más, las horas no pasan, quería dormir en esa cama que a Esther le pareció tan bonita horas atrás. Qué guay, ¡es roja! gritó mientras yo reía complacido.

Intento invertir mi posición para ver si así pillo el sueño de New York pero sólo logro marearme más y siento nauseas. Las mismas que sentí cuando vi a Elena enrollarse con el amigo de Julio delante de todos, después de que minutos antes (sin venir a cuento) me dijese que no pensaba besarme porque para ella yo era sólo el graciosito de la ofi. Qué decepción. Ya me estaba despidiendo de todos cuando lo dijo. Salí huyendo de su propuesta de ir a un after, y mi camino hacia el metro con los primeros rayos del sol en la cara fue de total desazón y confusión. Cuando Susana me llamó horas después y le conté lo de mi depresión mañanera me soltó, como siempre, una de esas frases que me encantan y hacen que quiera que sea mi amiga para siempre : "A ti no te gusta Elena, tío, No se te ve, pero te jode que se haya enrollado con otro y no contigo porque eres hombre, punto". Zas. Salgo de la cama, los vasos vacíos dicen hello y llamo a mamá sin quitarme la imagen de Elena follando con el amigo de Julio en algún piso de la zona norte de Madrid. Macho adolorido.

Subí volando por la carretera y en el trayecto recordé mis caminatas por Manhattan. Las barbería de Chelsea, las casas de Litte Italy, los cafés al lado de Central Park y el olor a mierda de caballo. Pensé en mis amigos y sus vidas, en la sonrisa eterna y la voz de niña de Magaly, que me acompañó la mitad del tiempo, en el Bronx y en las margaritas bien batidas. Vi one more time la estación de Penn Station, a la que llegaba cuando subía de Long Island al Midtown a comenzar mis paseos y la tienda de Abercrombie donde descubrí que soy un misio que no siempre puede comprar todo lo que quiere. Me pasé la lengua por los labios sólo para comprobar que ya se había curado la quemadura que me hice con el té hirviente de un Starbucks e intenté buscar algún resquicio (que obviamente ya no había) de mis adorados Snaples. Vi los jardines de Brentwood y los de Garden City y cuando casi me duermo como hice en el tren, comprobé que no tenía gasolina suficiente para llegar a Alcalá de Henares. Entrada en boxes.

Llegué a Alcalá al mediodía y mamá y mi hermana me ayudaron mogollón a remontar el bajón. Mamá me dio manzanillas y mi hermana me hizo ver que todo venía por los 6 días de juerga que lleva en el cuerpo, más el no dormir, más que me hacía mayor y el páncreas ya no regulaba bien y el perrito y la calandria me habían provocado un síndrome pre-menstrual de tres pares de cojones. Comí, me tumbé en la cama de mis padres como hacía cuando de niño tenía pesadillas y me dormí durante tres horas. Antes, puse en el facebook una nota de agradecimiento a todos por los buenos momentos pasados durante estos días. Pocos sabían que esos días casi perfectos terminaron con mi resistencia numantina al alcohol (al que ahora respeto más que a las olas del Pacífico) y conmigo tiritando en varias camas y con un mantel que compré en los chinos roto porque a alguien se le enganchó en el cinturón.

Al final del domingo, cuando más echo de menos alguien con quien acurrucarme (con depresión o sin depresión), mi hermano me llama y me dice que baja a verme. Cenamos juntos en casa y entre que ya he dormido, comido y demás, me encuentra de muchísimo mejor humor. Me dice que es normal lo que me ha pasado, que me pasará más veces porque soy un tío muy cerebral y busco errores en todo de forma involuntaria, por qué no en mi propia vida. Aún así, añade, te veo en la mejor forma desde que llegaste a España, te relacionas con la gente, intentas quedar, salir, ya no asumes que lo tienes todo ganado. Ya no eres el gilipollas que eras a los 24 años. Nos reímos juntos y le agradezco la visita. Me siento mejor, soy un gilipollas de 35 en plena forma, y antes de tumbarme a dormir recuerdo la última cosa de la noche: Bea y yo bailando con las narices pegadas y los dedos entrelazados. Mis amigos, juntos por mí en Madrid y en New York, música de fondo, bebidas y risas. Cierro los ojos seguro de que dormiré bien, tranquilo y dispuesto a vivir mejor este año que comienza.