Mi nuevo trabajo es particular, cuando llueve se moja y todo lo demás. Es una empresa que no es una empresa porque es parte de otra empresa con accionariado en una empresa que no deja que la nueva empresa se desligue de la empresa original. Mi misión, ya que he decidido aceptarla, definir la estructura técnica de la nueva empresa, antes del verano, y entonces asumir las funciones de IT Manager. O como diría Rosa: "o sea, jefazo, amos".
No creo que sea para tanto, pero el puesto tiene bastante distancia con el anterior, en donde mi máxima preocupación era parecer preocupado para que así todos creyeran que tenía mucho que hacer y en qué pensar.
Los jefes son de Lille, y han contratado un profesor de francés para pulir mis voules-vouz y, sobretodo para que deje de presentarme como Christianne, cada vez que alguien me dice enchanteé.
Las oficinas están a tomar por saco de mi casa, y aunque en un principio decidí ir con mi Kia sufridor, abandoné esta idea después de pasarme treinta minutos buscando un sitio donde dejar a mi chatarra verde esperando hasta que mi día acabara. El polígono industrial estaba a reventar, y cuando se lo comenté a mi nuevo compañero (que para colmo se llama igual que el anterior, así que ya lo odio), me dijo que por eso se compró la moto, porque venir en coche es de gilipollas.
Entonces, viajo en metro. Lo que no está mal si descontamos la mujer que se cuelga de tu hombro, el asqueroso que ya huele mal a las 8 de la mañana, el idiota que tiene la música a todo volúmen como si el móvil fuese un radiocasette, o la vieja que dice que sufre achaques pero corre a hiper-velocidad cuando ve un asiento libre. Cuando bajo del metro, subo al tren (en Chamartín) y miro los paneles informativos para saber en qué anden pararme a esperar. la putada llega cuando la información cambia de golpe y todos, la vieja hiper veloz incluida, salimos corriendo como el ganado que somos para lograr subir al tren que, al vernos llegar, hace buuuuuuuffff y sale disparado.
Ya sentado, abro mi libro. El autor dice que el socialismo no es tratar a todos por igual, sino a los desiguales como si fueran iguales. Me parece interesante, pero cuando quiero seguir leyendo se sienta frente a mí un mariconazo que habla con otro maricón (me imagino) sobre la fiesta de nosequién a la que fueron los nosecuantos. Gritando de vez en cuando. Cierro el libro como queriendo atrapar un tábano, pero él ni se inmuta, sigue hablando a voz en cuello, y sí tío es superfuerte, oooaooo, es que eres una guarra, colega. Subo al máximo el volumen de "Wish you were here" pero David Gilmour parece cansarse también de la locaza que tengo como compañero de viaje y se queda mudo poco a poco. Me largo, y me siento frente a una morena que se ha quedado dormida y babea.
El trayecto de vuelta es el mismo, pero en él voy recordando a mis compañeros franceses y sus historias: uno ha trabajado en Portugal y España, otro en Italia y Francia, y alguno en Suiza y Alemania. Me preguntan de vez en cuando si me gusta viajar y yo digo que oui oui, y a los diez minutos me entregan una reserva de vuelo para la quincena de Mayo porque tengo dos días de reuniones en Lisboa. La cagada.
En casa Sol me espera alegre y yo llego reventado, le digo que todo tres bien, pero que no me gusta el horario, aunque es mejor que estar en casa viendo porno todo el día. Ella asiente y pregunta si quiero ver algo, le contesto que lo que quiera y pone un capítulo de Bones. A los diez minutos me duermo y estoy tan cansado que ni siquiera tengo fuerzas para soñar con Angelina Jolie.
Los jefes son de Lille, y han contratado un profesor de francés para pulir mis voules-vouz y, sobretodo para que deje de presentarme como Christianne, cada vez que alguien me dice enchanteé.
Las oficinas están a tomar por saco de mi casa, y aunque en un principio decidí ir con mi Kia sufridor, abandoné esta idea después de pasarme treinta minutos buscando un sitio donde dejar a mi chatarra verde esperando hasta que mi día acabara. El polígono industrial estaba a reventar, y cuando se lo comenté a mi nuevo compañero (que para colmo se llama igual que el anterior, así que ya lo odio), me dijo que por eso se compró la moto, porque venir en coche es de gilipollas.
Entonces, viajo en metro. Lo que no está mal si descontamos la mujer que se cuelga de tu hombro, el asqueroso que ya huele mal a las 8 de la mañana, el idiota que tiene la música a todo volúmen como si el móvil fuese un radiocasette, o la vieja que dice que sufre achaques pero corre a hiper-velocidad cuando ve un asiento libre. Cuando bajo del metro, subo al tren (en Chamartín) y miro los paneles informativos para saber en qué anden pararme a esperar. la putada llega cuando la información cambia de golpe y todos, la vieja hiper veloz incluida, salimos corriendo como el ganado que somos para lograr subir al tren que, al vernos llegar, hace buuuuuuuffff y sale disparado.
Ya sentado, abro mi libro. El autor dice que el socialismo no es tratar a todos por igual, sino a los desiguales como si fueran iguales. Me parece interesante, pero cuando quiero seguir leyendo se sienta frente a mí un mariconazo que habla con otro maricón (me imagino) sobre la fiesta de nosequién a la que fueron los nosecuantos. Gritando de vez en cuando. Cierro el libro como queriendo atrapar un tábano, pero él ni se inmuta, sigue hablando a voz en cuello, y sí tío es superfuerte, oooaooo, es que eres una guarra, colega. Subo al máximo el volumen de "Wish you were here" pero David Gilmour parece cansarse también de la locaza que tengo como compañero de viaje y se queda mudo poco a poco. Me largo, y me siento frente a una morena que se ha quedado dormida y babea.
El trayecto de vuelta es el mismo, pero en él voy recordando a mis compañeros franceses y sus historias: uno ha trabajado en Portugal y España, otro en Italia y Francia, y alguno en Suiza y Alemania. Me preguntan de vez en cuando si me gusta viajar y yo digo que oui oui, y a los diez minutos me entregan una reserva de vuelo para la quincena de Mayo porque tengo dos días de reuniones en Lisboa. La cagada.
En casa Sol me espera alegre y yo llego reventado, le digo que todo tres bien, pero que no me gusta el horario, aunque es mejor que estar en casa viendo porno todo el día. Ella asiente y pregunta si quiero ver algo, le contesto que lo que quiera y pone un capítulo de Bones. A los diez minutos me duermo y estoy tan cansado que ni siquiera tengo fuerzas para soñar con Angelina Jolie.
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