- La fidelidad es para los equipos de sonido, según he aprendido en esta vida - pienso, mientras veo el panel de radios disponibles en Aurgi.
¿En qué puedo ayudarlo? me pregunta un dependiente de adolescencia tardía,y yo siento ganas de soltarle toda la lista de desgracias (mínimas, es verdad, pero desgracias al fin) que acechan mi vivir. Pero solo respondo quiero una radio para el coche, la más barata que tengas.
El tío me señala una negrita, con lucecitas de colores, de esas que encandilan a los monos y por lo tanto a mi también. Le pregunto si lleva Cd y mp3, y él responde que sí, que tiene un puerto usb también. No asocio la respuesta con la pregunta, pero no tengo el chichi pa' farolillos (como Susana dice que no dice) y le digo que me la llevo.
Llamo a casa de mis viejos y papá descuelga el teléfono, sólo para balbucear algo que no entiendo y pasarme con mamá, que me traduce lo anterior y me tranquiliza diciendome que no es que tu papá no quiera hablar contigo o esté mongolo, sino que esto de los reflujos que le han diagnosticado no le deja hablar bien. Tiro la radio al maletero y subo hacia Alcalá de Henares, soñando con el camino de vuelta musicalizado que tendré al finalizar la tarde. Al llegar, descubro que no tengo ni un puto destornillador y tengo que llamar a papá, que entre balbuceos me dice que baja, y llega minutos después.
No hubo forma, por mucho que miraba el manual de arriba abajo, en inglés en francés o en español, siempre me sobraba el cable naranja.
- Llama a tu hermano - aconsejó papá. Y le hice caso.
Mi hermano me dijo que no podía right now, que tenía que recoger a su mujer y hacer la compra, así que papá y yo subimos a casa, a comer lo que mamá había cocinado ya. Te echas la siesta, y ya cuando te despiertes habrá vuelto tu hermano, hijo. Mamá nos recibió feliz y preguntó one more time, que cómo estaba de lo mio, bien pesada, bien, le dije con una sonrisa, sin mentir.
Comimos hablando de cosas triviales y mi hermana (a quien mamá acusó en un primer momento de tomar partido por Sol, cuando lo de la ruptura) después de varios días se mostró cercana y risueña. Todo iba recuperando su curso normal, por la noche jugaba el Barça. Terminé de comer, y, tras una breve y amena charla, acepté la proposición de mamá y me tumbé en su cama. Viendo al techo, sentí como si hubiese terminado segundos antes el Camino de Santiago y me morí sin más, abandonado al cansancio moral.
Fueron dos horas de sueño reparador que terminaron cuando mi hermano me llamó para decirme que podía ahora, que bajásemos a instalar la radio. Me lavé la cara y descubrí al salir al salón que papá, as usual, había salido a tomar el aire que tanta alergia le produce. Sobra decir que ni mi hermano ni yo pudimos descubrir para qué mierda servía el cable naranja (hoy sigo pensando que el puto cable estaba allí sólo por joder). Me despedí de mi familia, volví en mi coche asqueroso a casa y me conecté al facebook. Me hice fan de no sé cuantas mierdas, vi fotos de los amigos de mis amigos y a alguna tía buena le di un toque, con la esperanza de ser contestado. Hasta que apareció Guisella.
Después de chatear con ella un par de horas, recordé, gracias a una frase suya (ya estamos con las cancioncitas de los cojones) como respuesta a mi forma de escribir, lo que me decía mi hermanito siempre: hermano, desde que estás con Solenne ya no cantas. Apago el PC y canto en italiano "Non me lo so spiegare" sólo para descubrir dos cosas: que canto de putamadre, y que si dejé de hacerlo al conocer a Sol fue porque con ella ya no necesitaba la música para hacerme entender.
- Ah, pienso, qué tocado me has dejado, cabrona. Voy a tener que ponerme a cantar otra vez como un gilipollas. Pero para eso necesito al menos que mi coche tenga radio.
Llamo a casa de mis viejos y papá descuelga el teléfono, sólo para balbucear algo que no entiendo y pasarme con mamá, que me traduce lo anterior y me tranquiliza diciendome que no es que tu papá no quiera hablar contigo o esté mongolo, sino que esto de los reflujos que le han diagnosticado no le deja hablar bien. Tiro la radio al maletero y subo hacia Alcalá de Henares, soñando con el camino de vuelta musicalizado que tendré al finalizar la tarde. Al llegar, descubro que no tengo ni un puto destornillador y tengo que llamar a papá, que entre balbuceos me dice que baja, y llega minutos después.
No hubo forma, por mucho que miraba el manual de arriba abajo, en inglés en francés o en español, siempre me sobraba el cable naranja.
- Llama a tu hermano - aconsejó papá. Y le hice caso.
Mi hermano me dijo que no podía right now, que tenía que recoger a su mujer y hacer la compra, así que papá y yo subimos a casa, a comer lo que mamá había cocinado ya. Te echas la siesta, y ya cuando te despiertes habrá vuelto tu hermano, hijo. Mamá nos recibió feliz y preguntó one more time, que cómo estaba de lo mio, bien pesada, bien, le dije con una sonrisa, sin mentir.
Comimos hablando de cosas triviales y mi hermana (a quien mamá acusó en un primer momento de tomar partido por Sol, cuando lo de la ruptura) después de varios días se mostró cercana y risueña. Todo iba recuperando su curso normal, por la noche jugaba el Barça. Terminé de comer, y, tras una breve y amena charla, acepté la proposición de mamá y me tumbé en su cama. Viendo al techo, sentí como si hubiese terminado segundos antes el Camino de Santiago y me morí sin más, abandonado al cansancio moral.
Fueron dos horas de sueño reparador que terminaron cuando mi hermano me llamó para decirme que podía ahora, que bajásemos a instalar la radio. Me lavé la cara y descubrí al salir al salón que papá, as usual, había salido a tomar el aire que tanta alergia le produce. Sobra decir que ni mi hermano ni yo pudimos descubrir para qué mierda servía el cable naranja (hoy sigo pensando que el puto cable estaba allí sólo por joder). Me despedí de mi familia, volví en mi coche asqueroso a casa y me conecté al facebook. Me hice fan de no sé cuantas mierdas, vi fotos de los amigos de mis amigos y a alguna tía buena le di un toque, con la esperanza de ser contestado. Hasta que apareció Guisella.
Después de chatear con ella un par de horas, recordé, gracias a una frase suya (ya estamos con las cancioncitas de los cojones) como respuesta a mi forma de escribir, lo que me decía mi hermanito siempre: hermano, desde que estás con Solenne ya no cantas. Apago el PC y canto en italiano "Non me lo so spiegare" sólo para descubrir dos cosas: que canto de putamadre, y que si dejé de hacerlo al conocer a Sol fue porque con ella ya no necesitaba la música para hacerme entender.
- Ah, pienso, qué tocado me has dejado, cabrona. Voy a tener que ponerme a cantar otra vez como un gilipollas. Pero para eso necesito al menos que mi coche tenga radio.
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