-Tío, tenemos que hablar mañana con Julio.
- No sé, ¿no será un poco violento?
- Ya. Pero mejor aclararlo. Le voy a llamar.
- No, no...mejor mañana bajamos a tomar un café y se lo decimos.
- Sí, mejor en persona.
Colgué y me puse una camiseta sin planchar directamente del tendedero. Habíamos quedado a las 8 y media en un bar de La Latina y mi intención era llegar tarde. Ya llevaba un whisky puesto. Cuando entré en el bar la mitad de los invitados ya había llegado y, en el medio de todos, Susana lucía radiante y más rubia que nunca. Me alegró verla así, feliz y sin tener que preocuparse por las perradas que le hacía su jefa. Desde lejos, y mientras saludaba a los demás (Estefi me preguntó que cuanto tiempo había estado decidiendo mi look, y me pellizcó un pezón) la envidié un poquito por tener los cojones de dejar todo con tal de estar tranquila. Los mismos cojones que, en su día, tuve yo y que hoy debo haber usado hasta el último cartucho cuando comenzó el Año del Mapache. Julio me llama.
- Oye, ¿dónde estas?
- En un sitio que se llama ...¿cómo se llama esto?
- Los huevos de Lucio - me responde una desconocida.
- Los huevos de Lucio, Julito. Y está en la Cava...
- Baja - desconocida, again.
- En la Cava Baja, el número no lo sé.
- ¿Y cómo se llega allí? Tú sabes que yo sólo conozco el Berlín Cabaret.
- Cuando llegues me llamas, marica.
Susana se acerca y le doy dos besos. Le digo lo guapa que la veo y se sonroja, porque sabe que no sé mentir. Te voy a echar de menos, blondie. Desde el otro lado de la barra, veo a Silvia llorar y me acerco a preguntarle qué pasa. No sabía que era tan emotiva y me imagino que la intensidad del momento ha podido con ella. No es así. Ella, como yo, tiene los ojos operados con láser y el humo del cigarro de Natalia la está destruyendo. Huye conmigo y nos posicionamos, mal, al lado de Estefi, que no para de comer croquetas. Y me pellizca un pezón, one more time.
- ¿Dónde está tu novio?
- Bah, es un soso - responde Silvia, secándose las últimas lágrimas.
- Venga, no lo llames así.
- Es verdad... pero es mi soso.
- Mu rico.
Las copas van y vienen y la comida, solo va. Julio llega con Cristina y mi amigo al instante ya está posicionado al lado de los huevos rotos con patatas; Cristina, al lado de los tíos (El lobo de Twilight, y sus amigos). Piernacas. Helena, a la que había estado ignorando sin querer, viene justo en el momento en que Esther y yo estábamos comprobando cuál de los dos tenía la piel más suave. El macizo de la empresa, me dice, y me acaricia el pecho sin piedad. Tranquila, no soy tu mulato, le respondo, y desvío la atención hacia la historia en que, una noche de oscuro invierno, Helena quiso cepillarse al guardián de su edificio (un dominicano de veintipocos años) usando el truco de "se me han volado los plomos". Reímos con ella cuando, al finalizar su narración, nos dice que el mulato le ha prometido un tour por sus playas, cuando ella esté libre. Los imagino, con mi cuarta copa en la mano y acariciando a Esther, corriendo por las playas dominicanas al son de una bachata de Juan Luis Guerra. Él, va atado a una correa que ella guarda con celo.
Iván me llama y le paso el teléfono a Natalia. Dos minutos después me lo devuelve, dice que no viene, que quiere hablar contigo. Paso. Le doy el teléfono a Cristina que huye con él hacia la calle y vuelve cinco minutos después, Culo Inmenso dice que quiere hablar contigo. Me rindo y contesto:
- Tío, no voy. Estoy en pantalón corto
- ¿Y qué? El lobo de Crepúsculo también está en shorts.
- Estoy tó sudado.
- Jajajaja. Hablamos mañana, perraco.
Cuando Julio, ya sazonado, me incita a bajar al Berlín Café, huyo con Susana. La noche ha terminado para ambos y bajamos en un coche que tiene puesta en la radio música para las masas. El coche nos deja en la calle Cavanilles y bajamos, agradeciendo al actor secundario Bob por habernos acercado a casa. Nos despedimos y ella prometió llamarme cuando volviese de su tour por la Costa Azul. Sí, sí, contesté, y ella insistió, que sí, tío, que te llamaré y quedaremos y eso. Quise creerle, pero yo dije lo mismo a mis amigos de Toshiba cuando me fui y después ni siquiera acepté sus invitaciones de Facebook. Le di dos besos y bajé solo hasta casa. Intentado recordar el nombre de la canción que antes sonaba en el coche.
- Lalalalalalalalalalalalalalala ....my eyes...¿qué coño sigue?
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