martes, abril 24, 2007

Vacaciones de novela


Lo que más recordaré de mis últimas vacaciones, además de mi conjuntivitis infecciosa, será el submundo de las telenovelas. Ni el sol, ni el excelente arroz negro del restaurante Canela (C/ Quart 49) me harán olvidar que de 8 a 10 de la noche, en la tele no había más que esas historias bastante inverosimiles, pero divertidas. En una de ellas, (la de las 9, no me acuerdo del nombre) una mujer de 37 años hacía el papel de una chica de 20, con visibles muestras de envejecimiento que para cualquier persona normal (las que no ven telenovelas como life style) quitarían credibilidad a un personaje, bastante risible ya. La señora-chica hacía de campesina pobre que se enamora del patrón (of course), rico heredero que, contradiciendo todas las leyes de la física, no se tira a su fiel trabajadora, sino que se enamora de ella, pierden la virginidad juntos y le jura casarse con ella cuando vuelva de estudiar en Londres (capital de Inglaterra), ella angustiada en su espera, y embarazada a la primera, conoce a un fotógrafo que le promete fama como modelo, pero que la vende como prostituta de lujo y la pobre llega a Europa, sí, pero a los peep show de Montmartre en París (capital de Francia, como ella siempre dice, para mi descojone). Mientras su novio vive encerrado en su super piso y no se quita se camiseta de Cambridge ni pa' mear, no vaya a ser que no nos creamos que vive en Londres (capital de Inglaterra).

La novela de las diez es más interesante por una simple y sencilla razón: sale Gaby Espino, dalina de Nubeluz que me hizo olvidar con rapidez a Almendra Gomelsky y que desde entonces forma parte de mis sueños nubecinos. Aquí Gaby hace de niña bastarda de un hombre rico, que no encuentra mejor forma de acercarse a su hija que meterla a trabajar como sirvienta en su casa. Lo que provoca que las fieras (Por eso se llama Mundo de Fieras), se encargarán de hacerle la vida imposible. De forma paralela, se desarrolla la historia de dos amantes que se enamoran en Venecia (a pesar del olor a desagüe, perenne en la ciudad) sin siquiera saber sus nombres, pero ella al ver que una le dio a su querido un besito simpaticón, rompe a llorar y huye, sin dar explicaciones, a otra ciudad; él, desesperado la busca por tierra, mar, bares y mercadillos hasta que averigüa que está en Barcelona y va a buscarla (sin saber ni su nombre, ni su dirección), entonces, mientras caminaba por la plaza Catalunya y cuando estaba a punto de ser asaltado por unos árabes, la ve (¡qué casualidad!) y la besa con fuerza. Ella, fiel a su estúpida posición, lo abofetea y huye una vez más, dándole largas a ese amor imposible, e ignorando también que su amado es su hermano, pero no importa, ricurita, porque eres adoptada, pero hasta que falte un mes pa’ que acabe la novela, no lo sabrás.


Lo ideal sería que las dalinas, todas, hicieran una novela, en la que el galán fuera yo, y cada dos meses, me enamoraría de una, para al final casarme con Gaby, que de niña sufría parálisis, pero que gracias a un accidente de avión, de la que es única sobreviviente (cayó sobre mi piscina) se recuperó. Soñar no cuesta nada, aquí en Madrid (capital de España).

miércoles, abril 11, 2007

¡ Santos hikikomoris, Batman !


Los hikikomori (en japonés ひきこもり o 引き篭り) son adolescentes y adultos jóvenes que se ven abrumados por la sociedad japonesa y se sienten incapaces de cumplir los roles sociales que se esperan de ellos, reaccionando con un aislamiento social. Los hikikomori a menudo rehúsan abandonar la casa de sus padres y puede que se encierren en una habitación durante meses o incluso años. Según algunas estimaciones, puede que haya un millón de hikikomoris en Japón (uno de cada diez jóvenes). La mayoría de ellos son varones, y muchos son también primogénitos. Esto me lo copié de la wikipedia.


Y si me preguntan ¿qué hice en semana santa?, hice de hikikomori. Tirado en la cama viendo westerns: la versión remasterizada de Django, comprada en ebay; El Topo, capo lavoro, de Jodorowsky; Once upon a Time in the West, con Henry Fonda de malote (y el único que cepilla a Claudia Cardinale). Desayunaba magdalenas y zumo de naranja recién exprimido, casi no cocinaba y cuando me entraban ganas de comer algo consistente, un poco de pasta y sanseacabó. Volvía a la cama y ponía mis capítulos de Speed Racer, recién bajaditos y en inglés sin subtítulos. Esto último me provocó una pequeña crisis de ansiedad al ver que todos los malos que persiguían a Speed (Meteoro pa’ los amigos) volaban por los aires y caían de precipicios eternos, pero al llegar al suelo sólo sufrían roturas en sus ropas de piloto y algunas estrellitas les rodeaban la cabeza. Me curé de la crisis viendo a las chicas Gilmore, ¿con cuál me quedo, con la madre o con la hija?


Ya cuando llegaba la tarde, los tambores y trompetas de las procesiones me despertaron de mi siesta de recogimiento, busqué mis tapones para los oidos y me volví a sumergir en el sueño mientras pensaba en la forma de conseguir (by the face) la primera temporada de Mision Imposible, que ya vendían en las tiendas al módico precio de 48 euros. Al despertar, tenía sed casi siempre y volvía a beber del vino tinto que le regalé a mi hermano hace meses y que aún no ha probado. La próxima le daré un barril autoenfriable de cerveza y seguro que me nombra hermano del año, o algo así. Con la garganta mojadita, mojadita, le eché una ojeada al libro que me había regalado mi hermana (de casualidad: se lo habían regalado a ella, pero como del cosmopolitan no pasa…) sobre la misión al Nilo que envió Nerón en sus tiempos de emperador piromaníaco. Estaba en algodón, leí dos capítulos y puse un disco de Luis Miguel, que me volvió a dormir.
Tiempo santo, tiempo santo. Jesús había muerto ya y podíamos hacer lo que quisiéramos: sexo, drogas y rock & roll (diosito no nos ve, pues). Yo, en cambio, tuve que ir a casa de mi mamá (quiero quaker) porque ya la había rechazado dos veces en una semana y esta vez me amenazó con que si no iba venía ella, así que junté toooodas mis fuerzas y recorrí los 15 metros que separan su casa de la mía.
Me escapé en cuanto pude y quise ver la Pasión de Cristo, pero no la tenía en DVD así que me conformé con Raging Bull, y vi a de Niro engordar como un desgraciado, en esa especie de Rocky para inteligentes. Llegó la noche y había futbol, puse la tele y me dormí otra vez. Al día siguiente ya se acababan mis vacaciones y salí a dar una vuelta, esquivé las procesiones y me metí a un café irlandés a leer, tranquilamente, el periódico, en plan bo-bo (bohemian borghuese) con el último disco de Norah Jones de fondo. volví a casa y vi Annie Hall, haciendo tiempo para recoger a Solenne que llegaba en el vuelo de las 6 y media, qué buena película y los diálogos son geniales, para muestra un botón:


Loquero de Alvy: How often do you sleep together?
Loquero de Annie: Do you have sex often?
Alvy: Hardly ever! Maybe three times a week.
Annie: Constantly! I'd say three times a week.


Solenne llegó puntual, y de camino a casa me preguntó que qué hice esta semana santa. respondí que nada pero la respuesta real hubiera sido ando, ando, hikikomoriando.

jueves, marzo 29, 2007

Idolos con pies de barrio


Unos niños han clasificado al mundial sub-17 de fútbol. Y si supieran la que han armado, seguro que se quedaban en su casita, comiendo marcianos y viendo “El chavo del ocho”. A uno le han dado la medalla de ciudad de Lurín, ciudad famosa por sus basurales, en los que se alimentan y crían cerdos (que comen basura, of course) para luego ser sacrificados, troceados, fritos en aceite hirviendo (reutilizado durante días) y vendidos en casetas mugrientas e infestadas de moscas a las que llega media Lima para comer “los mejores chicharrones”. Si, señor.
A otros les aparecieron de la nada representantes (con camote frito y relleno, no iban con las manos vacías) prometían el oro y el moro a sus padres, que yo llevaré a su hijito a jugar a Europa, señora, será como Pizarro y la Foquita señora, ya no tendrá que vivir en este barrio feo, señora, hasta caballos tendrá, señora, y a todo esto, ¿dónde está el hombre de la casa, señora?

El presidente los invitó a un lonchecito, y los chiquillos fueron en ayunas, pero Palacio, poco acostumbrado a estos homenajes apta para todos, contrató al mismo servicio de siempre y en vez de pasar viandas con quaker, pan cachito y churros, los imberbes vieron pasar (más de uno se aguantó las ganas de estirar la mano) bandejas con pisco sour. Estaban (y son) tan atontados que a uno le tuvieron que susurrar, sin roche nomás, que se quitara la gorra azul de los Hornets, que no hacía juego con el traje negro y la corbata roja, y a otro lo tuvieron que rescatar, solapa, cuando perdido en el salón dorado, le preguntaba a una estatua que dónde estaba el baño señor Húsar de Junín, y que bonito el último cambio de guardia.

Las mañanas siguientes, los reporteros de todos los canales conectaron via microondas con las “respectivas” casas de los “susodichos” héroes nacionales, qué Miguel Grau, ni qué Bolognesi, total, esos dos perdieron sus batallas, en cambio estos mocosos habían ganado a Brasil sin pagarles. Eso era valor. Y por eso, a las seis de la mañana se podía ver como los heroicos jóvenes eran despertados, en vivo y en directo para que ustedes, señores telespectadores, no se pierdan ni un minuto de su rutina y conozcan más al orgullo nacional.

- Al mundial, juvenil, eso no lo hizo ni Cubillas – dijo fulano.
- Haciéndole huachitas a los brasucos, eso no lo veía desde el ’70 – dijo mengano.
- Ojalá no se dediquen al trago y a las putas – dijo zutano.

Mientras tanto, en algún cono perdido de Lima. Una quinceañera ricotona (mira que hay pocas en la ciudad) envidiaba en silencio a los chicos de moda, que no cantaban reggaetón ni se teñían el pelo, pero que, como ella, habían clasificado al mundial juvenil. Ella también está en una selección juvenil, pero de vóley. A ella no la despierta nadie a las seis para entrevistarla, y ya está cansada de ganarle a Brasil. Habráse visto.

lunes, marzo 26, 2007

Te cuento el chiste del pescado


Merluza limpia, decía el paquete. Limpia, mis cojones, diría mi jefe. Influyó también que justo en el momento en que la comía, se me ocurrió llamar a Solenne. “Para hablar con mujeres y comer pescado hay que tener mucho cuidado”, y como yo estaba haciendo ambas cosas a la vez: la cagada. Sentí clarito cuando se me clavó en el paladar, me metí una cucharadaza de arroz, pero nada, la seguía sintiendo allí, bebí agua, té caliente y hasta una cocacola. Nada, cada vez que pasaba saliva (acto reflejo que justamente ahora ocurría cada 10 segundos) sentía a un pequeño duende que me clavaba alfileres en la garganta.
Mis compañeros de trabajo me contaron, al verme sufrir, que a Rafa le pasó lo mismo hace más de un año. El pobre, con un amplio historial hipocondriaco en su haber, siguió sintiendo la espina clavada en las amigdalas por más de 8 meses, fue seis veces al hospital y dos al psicólogo, le hicieron dos lavados estomacales, una laproscopía, tres radiografías y un TAC, pero nunca encontraron la espina. No les creí, pero mientras llenaba mi botella de agua en la cocina vi a Rafa, que almorzaba plácidamente un trozo de salmón a la cerveza, con sus espinas respectivas.

- tú, ¿comiendo pescado? – le dije, sin ocultar mi sorpresa.
- Si, ¿por? – contestó, engullendo una patata.
- Porque me he clavado una espina en la garganta y me contaron tu historia. Pensé que odiarías el pescado, ahora.

Me confirmó la historia, completita, y mientras me daba palmaditas deseándome una pronta recuperación se levantó de la silla y tiró el salmón, casi completo, al bote de la basura.

- Todo está en la mente - me dijo, señalándose la sien – tú eres más fuerte, todo está en la mente.
- ¿Y por qué has tirado el pescado, entonces?
- Porque me ha dao’ mal rollo.

La tarde fue horrible, y la noche más. Cené pasta y sentía que los fideos se me enredaban como serpentinas. Quise ignorar y no pude, (mi lamento y mi dolooor) y a eso de las diez de la noche, en plan bulimia, me metí la mano en la boca hasta donde pude, aguantando el vómito, y la toqué. Ya te jodiste, le dije a la espina de los huevos, me vestí y me fui a urgencias. Me atendió un gordo que descuidó su bocata sólo el tiempo necesario para llenar mi ficha de ingreso. Y minutos después unas enfermeras amables me quitaban la espina del paladar.

- La tenías metida en tó el medio – me dijo una.

Volví a casa feliz, y al día siguiente mis padres me llamaron para comer con ellos, a una pescadería si era posible. Los convencí para comer parrillada y paella, al pescado no quiero verlo, por lo menos por un par de meses más.

jueves, marzo 15, 2007

Si estando en la carretera, oyes un beep beep...


No hacía footing hace más de un mes (dejémoslo en tres meses, ni pa’ ti ni pa’ mi). Y los partidos de fulbito eventuales con la gente de Toshiba no son suficientes, al parecer, para mis envejecidos tendones. Había comprado un porta MP3, de esos que se pegan al brazo, y lo estrené esa tarde. Rompí el cierre y no había suficiente bícep para mantenerlo quieto. Primera decepción. También tenía, nuevecitas nuevecitas, unas zapatillas para correr que cada vez que me veían pasar saltaban como los perritos de la perrera, las saqué de su caja, vengan con papi, vamos a dar una vuelta.
Bajé corriendo las escaleras del edificio y en la puerta vi a un par de niños que jugaban con una PSP, giré a la derecha en la esquina, y, como si hubiera recordado que tenía algo urgente que hacer en quíensabedonde, corrí como un poseso. Diez metros más adelante, respiraba ahogado y con la mano derecha apoyada en un árbol mientras un perro que había sacado a pasear a un viejito ahogaba una risa burlona.

Retomando mi ejercicio, lluegué hasta la puerta de un colegio, y a lo largo de la calle veía a varios hombres calvos haciendo lo mismo que yo, más acabados, con menos ritmo y, lo que es peor, su ropa deportiva no hacía juego con las zapatillas (de las medias, ni hablamos). Eso me llenó de moral fashion y corrí, cabeza en alto, hacia el parque más cercano. Se respiraba polen, había niños, con sus respectivas madres. Unas niñas bebían algún líquido sospechoso y se reían de todo, mientras sus amigos compartían un porro. Yo iba mirando al infinito y más allá, imaginando que detrás de mi una rubia gritaba “corre forrest, corre”, y sonriendo como un tonto (aunque tonto es el que hace tonterías…)
De vuelta en casa, con las calorías y las energías quemadas, mi cerebro no coordinaba y no podía encontrar mis llaves. Menos mal que apareció mi vecina (la maciza) y abrió la puerta.

- Buenas, señor presidente - me dijo
- Muy buenas - respondí, e intenté estirar el cuadríceps de mi pierna izquierda pa' hacerme el deportista, pero un tirón en la espalda me hizo ver al diablo calato.

Entré tras ella, y haciéndome el machote subí por las escaleras, con la secreta intención de retorcerme de dolor apenas alcanzara el primer piso. Pero subió detrás de mi, y tragándome el dolor, llegúe hasta el 2º B, muerto. Me tiré de mala manera en la cama, y encendí la tele, busqué a tientas una lata de cerveza y disfruté por unos minutos de Teri Hatcher.


- Esto es lo mío - susurré y me zampé la Carlsberg de un trago.

martes, marzo 13, 2007

No me toques el cuy, que me conozco


Mi hermano, (más noble que una lechuga, más fuerte que un ratón) estuvo hace poco en Lima. No se si fueron los nervios, las 17 horas de viaje, la pérdida de su maleta, la inexistente hoja de reclamaciones, los taxis con olor a chanfaina, o los huevos del toro; pero apenas pisó suelo chalaco fue atacado por una diarrea virulenta, acompañada de su infaltable fiebre, tos, dolor de cabeza, congestión nasal, lacrimeos y estornudos (prueba Comtrex).
Sufrió en silencio hasta que cayó en manos de mi madrina y mi abuela. Ambas, conocedoras, porque su comadre les ha contado, de algo de medicina casera, le dijeron que no se preocupara, que lo dejara todo en sus manos.
- Te habrán ojeao papi – dijo mi madrina.
- Esos del cerro, seguro – pensó mi mami.

Buscaron en el mercado un cuy para sacrificar, pero no era temporada. Me explico: se pone al individuo de pie en un sala a media luz, y el chamán le restriega el cuy por todo el cuerpo, mientras va pronunciando oraciones de paporreta. El pobre animal (el cuy, obviamente) al ser zarandeado por un ser 20 veces más grande, a velocidades de vértigo, sufre alucinaciones, mareos, taquicardia, paro cardiaco, y al final muere. Cuando eso pasa, el chamán deja al individuo sentarse pa’ que piense en sus cosas, mientras él abre al animal en dos y se lo enseña a su cliente (que en la vida a disecado un cuy) y le dice: “¿ya ves? Te habían hecho daño, tiene el hígado reventado”, a lo que el animal (el cliente, of course) asiente lleno de fé y con cinco soles menos en el bolsillo.
Mi hermano se salvó de lo del cuy, pero cuando su hijo comenzó a presentar los mismos síntomas (normal: duermen juntos), decidió en un acto de contricción digno de él, entregarse a las manos de nuestras nobles chamanas.
Los colocaron donde el sol no les diera, calatitos, (no mentira, con ropa, pero es más divertido imaginarlos calatos) y escogieron una página de la sección policiales del Expreso, porque “la de deportes no cura igual” según mi abuela. Mientras mi abuela rezaba en silencio a Sarita Colonia, mi madrina pasaba el periódico por su cuerpo con los ojos cerrados e invocando a Bazuzu.

- Papi, tengo frio – exclamó mi sobrino, rompiendo el encanto.

Cuando acabo el recorrido, mi abuela sacó del bolsilllo de su chompa morada una caja de fósforos “La Llama” y ante la mirada atenta de mi hermano y mi madrina (mi sobrino corrió hacia la tele y sintonizó Disney Chanell) quemaron el papel arrugado. Las cenizas se elevaron y sobre el suelo quedaron marcas de la combustión.

- Tiene forma de estómago – dijo mi madrina.
- Daño – diagnosticó mi abuela.
- Daño, si, daño, papi – confirmó mi madrina, mirando a mi hermano.

Después de esto, y de beber mucha agua y cuidar su alimentación, mi hermano se sintió aliviado. Su hijo ahora en vez de pintar los periódicos los arruga y hace como si los quemara, y mi madrina y mi abuela le han prometido que para la próxima le tendrán preparado un cuy, para “curarte bien, pues papi, no vaya a ser que te hagan daño de nuevo, porque al sobrino del cuñado de la Mirtha le hicieron daño y ahora cojea, y al hijo de la Dina le contaron que…”.

miércoles, marzo 07, 2007

De culé


Rafa Benitez se hizo famoso por lograr que sus equipos se movieran, siempre, como fichas de ajedrez, sin reyes y donde todos eran peones a la hora de recuperar la pelota. Rijkaard, en cambio, construyó un equipo de sueño en donde las volteretas y paredes interminables hacian que todos los campeonatos se jugaran por el segundo lugar. Anoche, los quince primeros minutos parecía que la suerte y los aficionados al futbol haciamos fuerza para que el equipo de ensueño siguiera vivo, y por eso, los tiros al palo iban acompañados de un “uffff” mundial. Veías a Laporta ajustar el culé cuando Sissoko, rescatado por Benitez del ostracismo valencianista, aprovechaba un error de Valdez para lanzar en tiro mordido al palo, y se te caía el alma al suelo.
Pasada la media hora Ronaldinho se dio cuenta de que él no era una pantera escurridiza y cambio posiciones con Eto’o, y el barça disparó una vez antes de que acabe el primer tiempo, frente a los diez disparos del Liverpool. Paul Mc Cartney sonreia.
En el segundo tiempo, Rijkaard, de pie, mostraba su chaqueta con la frase “i have a dream” inscrita en la espalda, pero la pesadilla se veía venir. Eto'o estaba roto, Ronaldinho brillaba tanto como en el último mundial y Messi era el único que se atrevía. Gerrard quitaba mil pelotas y llegaba sin piedad hasta las últimas lineas, Valdez achicaba el culo y ya, de los nervios, ni se peinaba. Ya no teniamos ganas ni de cerveza, cuando Guddy regateó al sobreprotegido Reina que en su única intervención demostró por qué no lo querian en Valencia ni en Barcelona. Gol. Pero ya ¿para qué?. Ronnie tuvo tiempo para que ayudándose de rebotes mágicos dejara resumida en una sola acción lo que es su rendimiento en este año: regate y tiro al palo. El partido se acabó y ganó el estratega, el Barça volvia con el rabo entre las piernas, mientras a unos cientos de kilometros, con viento de Levante, los del Valencia le metian veinte puñetazos cada uno a Ibrahimovic, y lo mandaban pa´casa, eliminado.

martes, febrero 20, 2007

She's my cover girl


Se llama Elena, y si no me enamoré de ella es porque a estas alturas, ya me da flojera.
La conocí por primera vez, una de esas noches de sábado en que veía películas españolas, en vez de disfrutar la noche madrileña. Interpretaba a una chica de pueblo costero, de vientre voraz, que se enamora de un vividor cubano. Cuando alguien me preguntaba por la española más guapa, siempre decía: “Paz Vega”, pero pensaba en secreto en ella, sobretodo después de que en más de tres ocasiones, al de decir su nombre la gente me miraba, extrañada, antes de preguntar “¿quién?”.
Y mi amor platónico me limitaba a verla en revistas, televisión, y una que otra película mala, como Van Hellsing, que sólo soportaba por ella.

Un domingo cualquiera, que amanecí con ganas de pasear, estuve por el Rastro, fui de tapas por la Plaza Mayor y la calle Toledo, y ya cuando me dolían los pies, propuse a Sol ir al cine. No me quedaban fuerzas para visitar la exposición de Liechtenstein en la fundación Juan March, menos para hacer dos horas de cola intentando ver algo de Tintoretto, en el Prado. Caminamos por la plaza Benavente, frente a nuestro cine favorito (uno de los pocos que proyectan películas en versión original) y al teatro Calderón, que ahora se llama Haggen Daaz, por culpa de una marca de helados que lo patrocinará dos años.

- Quiero ver el precio del musical “We will rock you” – dije, y me dirigí a la taquilla.
- Si quieres – me respondió Sol.

Comprobamos que el musical duraba dos horas y cuarenta minutos. Sólo podría verlo sin remordimientos un sábado por la noche, y ese día, convenientemente para los heladeros, el precio de la entrada subía a 50 eurazos. Ni que fuera una semifinal de la Champions, pensé, y, derrotado, cambié de rumbo hacia el cine, deseando fervientemente entrar y hundirme en sus cómodos sillones por lo menos durante un par de horas. Sol intentaba consolarme, cuando un perro travieso se enredó entre sus piernas. Lo esquivó como pudo, e intentó fulminar con la mirada a su dueña, que acompañada de una amiga, cruzaba la calle justo en sentido contrario al nuestro.
Era ella, la cover girl de mis sueños, la chica de los ojos profundos que para mi era la más guapa del cine español y balnearios.
- E-lena, es Elena Anaya – balbuceé.
- ¿Quién? – preguntó Solenne. Y yo decidí esperar a llegar a casa y enseñarle alguna de mis revistas, y gritar, ella, carajo, ¿es que sólo yo la conozco?.

Mientras Kate Winslet luchaba por su felicidad en “Little Childrens”, yo pensaba en ella, corriendo por Madrid, con su perrito al lado, ignorando para siempre que me había dejado tirando cintura, con dos cocacolas en el bolsillo, y atolondrado, en una sucia butaca del cine Ideal.

jueves, febrero 08, 2007

Un coñazo, ma non troppo


La noche que vi a Ana, en un bar del centro de Madrid, me divertí mucho. Reímos, bebimos y entre confidencias y chismes la hora pasó volando y cuando subí al tren que me llevaba a casa estaba realmente muerto de cansancio y al llegar a mi cama le prometí a Solenne (y a mí mismo) que nunca más quedaría con nadie después del trabajo.
Pero Dario, mi amigo italiano, es un caso especial. Muchos, en el camino se aburrieron de intentar acercarse a él, pero mi afición por la Roma (desde que Batistuta jugó allí) y los spaghetti western ayudaron mucho a que una amistad particular naciera. Meses después de nuestro último encuentro, en su casa, habíamos quedado para vernos “el martes, a las 7 y media, en la glorieta de bilbao”. Me encantó la idea. Tuve que quedarme en la biblioteca, leyendo y soportando el sueño, una hora y media, haciendo tiempo para no llegar demasiado antes a la cita. Yo le llevaba un DVD de “Tempo di Massacro” y él prometió grabarme algunas películas también. Cuando se acercaba ya la hora, y después de terminar de leer “Travesuras de la niña mala” de Vargas Llosa, subí valientemente al metro con rumbo conocido. No me quise sentar, llevaba diez horas así, y subí el volumen de mi Ipod para que George Brassens me diera más clases de francés y, poder así, aprovechar el trayecto.
Llegué puntual, pero al comprobar (ya lo sospechaba) que Dario no estaba en la puerta del café, lo llamé. Me dijo que estaba en casa, que me acercara si sabía llegar, y me dio un par de indicaciones. Lamenté no haber comprado una botella de vino, pues no me gusta llegar a la casa de mis amigos con las manos vacías, y envidié sanamente lo bien ubicado que estaba su piso, en pleno centro bohemio de Madrid.
Nos abrazamos, él estaba igual de delgado y yo agradecí en silencio que no hiciera referencia a los 7 kilos que había yo ganado en los últimos meses por culpa de las barritas energéticas. Nos preguntamos por nuestros nuevos trabajos, y casi enseguida, los silencios comenzaron a llenar nuestra conversación. Mierda, pensé, no puede ser que siempre me pase lo mismo. Le pregunté si pensaba viajar a Roma proximamente, y me dijo que no, que iría a París un fin de semana. Le di un par de consejos y le recomendé un par de restaurantes de la zona de Chatêlet, me dijo que su hotel estaba entre Pigalle y Anvers, “una zona de putas”, que inmediatamente corregí, asegurándole que aunque la zona estaba plagada de “peep shows” tenía a tiro de piedra Monmartre, mi barrio favorito en el mundo. Compartimos una lata de cerveza, y encendió el PC para grabarme, recién (yo me había pasado el fin de semana preparando DVD’s), las películas que me prometió. El aire comenzaba a hacerse más denso, y yo, instintivamente, miraba a la calle por su amplio ventanal.
“Pues nada, tío, quiero tener un hijo”, se arrancó, y yo, para seguir la conversación le conté que a mi también me gustaría pero que ahora mi bien conocido egoísmo me impedía compartir mis bienes con un parásito que a los 16 años me odiaría, y pensaría que soy el ser más imbécil del planeta. Reimos un poco, y me enseño un puzzle con personajes de cine, que él y su adorable novia estaban completando. Era raro, y se lo hice ver, estaba Clin Eastwood de espaldas (lo tomo como una ofensa personal, le dije) y en primer plano Roger Rabbit y Batman, “si al menos hubiera sido Superman” susurré, y volvimos a reir. Me mostró su colección personal de western y me dio, como si fuera el santo Grial, sus tres últimas adquisiciones, “sé que las tratarás con cuidado” me dijo, y las guardé como si fueran corazones latentes en mi bandolera de cuero. La grabación del DVD seguía, a paso de tortuga.
Le pregunté por antiguos compañeros de trabajo, y me dijo que se veía con dos, los de siempre, y por educación pregunté por uno de ellos (el otro, me daba igual), y me confirmó que seguía de baja por depresión, esperando en su casa con el mando de la tele en la mano, fumando porros, y releyendo sus comics, a que la empresa se aburriera de pagarle por nada y lo despidiera. La grabación del dvd terminó mal pero le dije que me lo llevaba así, como sea, si se lo tragaba mi reproductor bien y sino también, pero ya me tenía ir, y era un largo camino a casa. Nos despedimos y estoy seguro que el también respiró aliviado cuando me fui. Subí al metro y esta vez estuve de pie contra mi voluntad, intentando no contar las paradas que faltaban hasta la estación de autobuses. Al bajar, al fin, después de aguantar a unos ecuatorianos melenudos que se ganaban la vida haciendo sonar (eso no era música) sus quenas y charangos, me senté en el bus e inmediatamente me quité los zapatos. Estaba muerto. Ni siquiera releí las últimas cinco páginas del libro, cerré los ojos y dejé que Sting y sus “Songs from the labyrinth” me arrullara. Funcionaba, pero entre mis sueños apareció la imagen de mi tio Angel. Él solía quitarse los zapatos, siempre, cuando no caminaba, y una vez que lo hizo en el cine sus amigos se los robaron sin que se diera cuenta y tuvo que volver a casa con las medias sucias y rotas, convirtiéndose en objeto de burla de mi familia, por meses. Intenté, asustado volver a calzarme, pero mis pies hinchados ya no aceptaban los zapatos, así que como la hermanastra de la cenicienta forzé hasta que doblando los dedos, los hice entrar.
No podía más, llamé a Solenne y lo primero que me preguntó fue ¿qué tal? “un coñazo, ma non troppo” le dije, y reimos cómplices.
Al llegar a casa fui directo a la ducha, y mientras veia a Sol sonreir, le prometí, otra vez, que nunca más quedaría con nadie después del trabajo.

jueves, febrero 01, 2007

A la triste


Creo que vi a la Triste en Roma. Murphy, en mi lugar hubiera reprogramado sus chips (auto_reboot_on) y hubiera cargado en su memoria y recompilado aquel día de septiembre del 95. Fue cuando la conoció. Estábamos, todos, disfrutando de la enésima inútil huelga de profesores en la universidad, pedían como siempre mejoras salariales, menos horas de chamba y un microcrédito para comprarse un toyota station wagon; rojo a ser posible. Jugábamos golpeao, tocábamos guitarra, chapábamos en los salones (o en hostales los más afortunados y cacheritos) y, algunos, como Murphy, se enamoraban perdida y platónicamente de una desconocida.
Estaba buena, según él, pero Arturo y yo estábamos convencidos de que su eterno gesto triste no era normal, pero no lo relacionábamos con su amiga de diminuta cabeza a la que apodamos la Reducida.

La Triste y la Reducida, estaban siempre juntas, y Murphy, al acecho, hasta consiguió hacer amigos en su facultad, pero a ellos nunca se acercó, porque, como diría mi sabio abuelo: se hacía la pichi, o como decía Arturo, simple y llanamente se cagaba parao. Me ofrecí, de forma retórica, a ayudarlo en lo que fuera posible y el enamoradizo robotín me tomó la palabra. Mi misión era, si decidía aceptarla, llevar una carta hasta las manos de la Triste sin que me diera la risa en el intento. Gracias al aburrimiento y para escaparme de la fogosidad poco mentolada de Ely (de quien no hablaré ahora) acepté el encargo, y con un par de huevos y más por chismosería, hice de cartero de mi cibernético amigo. La esperé como coyote serrano, escondido entre los arbustos, a que pasara junto a la Reducida rumbo a la cafetería pichiruchi de la universidad. Casi se me escapa porque mi atención captó primero a Verónica, que en ese tiempo era mi amor imposible, y sus voluptuosas formas me distrajeron de la misión por unos segundos. Corrí hasta alcanzarlas, pero eso delató mi presencia y mi factor sropresa que tanto había ensayado, se fue a la mierda. La Reducida me sonrió y la Triste también, momento que aproveché para entregar la seguramente romanticona misiva que rápidamente fue escondida entre fotocopias de libros de contabilidad. Me fui sin más, y cuando ya estaba a doscientos metros, la Reducida quiso saber mi nombre, se lo dije y me prometió que volvería a saber de ella.

Murphy nunca recibió respuesta, Verónica me hizo caso un día y al siguiente no me quería ver, Arturo siguió burlándose de nosotros, y hasta hace unos días, yo me había olvidado del tema. Pero al ver a la Triste comprando un pequeño Colosseo de yeso, y esperando el tranvía cerca de la Piazza del Popolo en Roma, quise dejar mi café y salir a saludarla. Pero ¿qué le diría? Hola, soy yo, no me conoces y no se tu nombre, pero mi amigo te quería besar, no, no le diste bola, bueno, nos vemos, quiém quiera que seas. Por eso seguí con lo mio, saboreando el capuchino italiano, que misteriosamente me provoca sueño, y sonriendo en silencio que si Murphy estuviera aquí, seguro que ni siquiera la hubiera reconocido.



martes, enero 30, 2007

¡Oye!, te hablo desde la prisión


Llevar oculto un mapa, debajo de unos tatuajes, es lo ultimito, lo ultimito. En Prison Break, se supone que viéndolo de cerca, o con una luz especial no sé como es la vaina, se pueden ver con exactitud los planos de la cárcel más segura de gringolandia. Por eso, un chico guapetón (tanto como para que Mariah Carey lo usara de modelo) los usa para sacar a su hermano de la cárcel, antes de que la administración Bush, o Gobernator, le den vuelta. Pero eso, sólo pasa en FOX. En la vida real, si un modelito entra, digamos en Lurigancho, lo primero que le pasa es que lo ponen en la celda de algún negro zapatón, aunque en la misma cárcel esté su viejo que muere de cáncer; nada, tú vas con Mandingo, te jodes, y tus noches van a ser muuuuy divertidas y no podrás sentarte en un mes. Y ruega que te ataque la diarrea.


Si te salvas de esa, todos los cholos acomplejados buscarán la forma de malograrte la cara, sea cortándotela con una botella rota, guillette, cepillo de dientes afilado, cualquier huevada será buena para descobrarme de este blanquiñoso que afuera tenía buena casa, buen carro, buen colegio, y buenas hembritas, aquí dentro Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos (mi madre está que se muere, ella por mí sufre mucho siiiii), somos todos iguales.


Mi vecino, que en sus ratos libres (todos) robaba pa’ drogarse, estuvo varias veces en la cárcel. No tenía tatuajes en la espalda, sino grabados que sus amigables compañeros de pabellón le hicieron en cada una de las cinco broncas semanales que se armaban cuando no había suficiente comida, o se prohibían las visitas conyugales, o porque ese chato me ha mirao feo. Tenía en la cara injertos de piel del glúteo, y debajo de la axila no le crecían pelos, porque en una bronca con un matachanchos lo apuñalaron dos veces, y se salvó de mi milagro. Además, como era más bien feo, tuvo que defender su honra en las duchas más de una vez; me pregunto qué hubiera pasado si, como en Prison Break, tuviera ojos verdes, dientes bonitos y una carita matadora. Seguro que se lo tiraba hasta el director de la prisión.


Al salir de la cárcel, los presiosos la ven cuadra para reinsertarse y ninguno, que yo sepa, tiene en mente un botín de 5 millones de dólares que otro preso moribundo le dijo, pa ti solito, dónde estaba. Pero eso sí les pasa a los de Prison Break, que haciéndome recordar a Tim Robbins y Morgan Freeman, saben en qué arbolito, exactamente en Utah, esta el billete. lo que importa es que Sol ahora a encontrado una nueva afición, bastante más soportable que "Medium" y es ver una y otra vez los capítulos de la serie, esperando a que su protagonista se despelote para consultar en el mapa tatuado en su esculpido cuerpo en que pasillo girar a la derecha, ¿en éste o en el otro?.


miércoles, enero 24, 2007

Sad Feet


¿Qué tan inteligentes son los niños? Hay una leyenda urbana que afirma que si un niño escucha varios idiomas (un día si y otro también) durante su crecimiento, con el paso de los años los hablaría todos como si fuera su lengua materna. Lo único que, dicen, se ha comprobado es que padecen dislexia y de vez en cuando piensasn en todos y los idiomas y blasfeman en el que más rabia les de. Por eso me pregunto (y yo mismo me contesto) ¿puede un ser de 4 años entender el valor de una pelicula como Happy Feet? Pues claro que por supuesto que desde luego que no (como diría mi tía, la Chimoltrufia.) En esta cinta, se ve la lucha de un pingüino emperador diferente, que por azares de la animación por ordenador, nace diferente a tooooodos los seres de su especie, y, no pudiendo cantar, desarrolla la capacidad de bailar como Sammy Davis Jr. Hasta aquí, y la siguiente lucha por ser aceptado estamos en la recurrente película para niños en que los buenos, por más que sean tontos, ganan. Pero cuando aparecen elementos como calentamiento global y explotación indiscriminada de los recursos, dudo mucho que mi sobrino (que baila feliz con Sesame Street) entienda la importancia del tema, él como muchos, vería bailar pinguinitos y no sabrá que el acuerdo mundial de dejar de pescar indiscriminadamente y asi no perjudicar el hábitat de la fauna, se quedará para siempre en una animada utopía. Hoy mismo, la CE a multado a España por la pesca indiscriminada de crías de peces, usadas para consumo humano elitista (es común pedir, unos boquerones bebé, en vinagre) que alteran indudablemente la fauna local. Si fuera cierta la ficción, Mumble, el pinguino bailarin, llegaría, daría un par de pasos de tap-dance con sus amigos latinos y convencería a quien haya que convencer de hacer bien las cosas. Pero eso no es así, ni lo será, España, como Microsoft, pagará su multa y seguirá con la pesca (más o menos encubierta), los pinguinos no bailarán, y a los adultos no nos quedará más que esperar la realidad virtual de “Happy Feet” o “Ice Age” donde la gente se entiende y se busca siempre el bien común. Mientras tanto, envidiaremos en silencio al pequeño niño que baila con el pingüino y cree que cuando crezca, encontrará un mundo mejor. Bullshit

viernes, enero 19, 2007

La Jaqueca del Rey


La copa del rey es una competición menor, en la que equipos de segunda, y segunda B se enfrentan a equipos de primera división y, a veces, les ganan. Los equipos chicos, la juegan de mala gana, porque mas les cuestan los traslados que lo que ganan por derechos de transmisión. Los grandes, la aprovechan para foguear a sus suplentes, castigar a sus titulares y apostar por ella cuando ya han perdido esperanzas en ganar la Liga o la Champions. Pero, si eres el Real Madrid, nunca admites esto. Y menos durante la última semana, en que todos putean a todos, ma non troppo.
Beckham, que negociaba su renovación, había firmado por lo bajo con un club gringo, para poder ser vecino de Tom Cruise y ganar más dinero en un mercado poco explotado por su imagen (aquí, en Europa, lo vemos hasta en las paradas de autobus).
Cassano, le dijo la verdad a la cara a Capello, y como premio a su sinceridad y hombría, fue descartado por el técnico y condenado a engordar en el ostracismo.
Guti, ninguneado por el presidente, Robinho, según los rumores, gusta del alcohol y las noches de Madrid, y Gago fue comprado por 25 millones de euros cuando meses antes se había ofrecido a otro club español, él solito, por 5 milloncitos namás.
Así era el club que iba a ver anoche. Y se enfrentaba al Betis, penúltimo de la Liga, que dándole la importancia que se merecía el partido, jugo con suplentes. Y aún así empató y eliminó al Madrid.
Menos mal que no fui, presentí el desastre en el metro, y ayudado por un inesperado dolor de cabeza, giré a la derecha en Albuquerque y me fui pa’ casita sin sentirme culpable. No se lo diré nunca a Julio que me regaló el pase para el estadio, porque lo decepcionaría y me cerraría puertas, quizá para futuras visitas al Bernabéu. Pero ayer, no me perdí nada, sabía que Ronaldo no jugaría porque está negociando su salida al Milan, que Casillas (que vale 9 millones de sobrevalorados euros) estaría sentado mientras Deiego Torres suda los 300 mil euros anuales que se lleva. Sabía que Capello sería insultado al máximo, y que como pasó, algunas botellas de agua pasarían rozando su cabeza. Y mientras yo estaba en mi camita, leyendo algo sin importancia, el presidente del Madrid, Ramón Calderón, estaría viendo el partido escuchando resonar en su cabeza la frase que sus jugadores le dijeron por la mañana: “deja de soltar mierda por esa boquita”.

martes, enero 16, 2007

Dark Side of Guiller


Dicen que si escuchas “Dark Side of the Moon” y vez a la ves “El Mago de Oz” compruebas que están coordinados la música y el movimiento de los personajes. Puede ser, no lo he intentado, principalmente porque la película es una de las más tontas que he visto y ni con la música de Pink Floyd creo que podría tragármela.
Pero, ¿y si hago otras combinaciones?
Imaginemos (que estamos ociosos) que el popularísimo Guiller nos hubiera dejado un mensaje secreto en su canción “El Rey de las Cantinas”, pero que sólo le contó el secreto a un borrachín de La Punta, antes de que su religión lo rescatase, entre semana, de las garras del alcohol. Y claro, ese borrachín, al día siguiente, con los bolsillos vacíos y dormido en la puerta de su casa (porque sus hijos no lo dejaban pasar) no recordará nada. El mensaje se ha perdido, entonces, queridos hermanos.

Hagamos cuentas: la música de este beodo cantante data de mediados de los setenta, busquemos entonces una película que él, en sus 10 minutos lúcidos de vida artística, escogiera para darnos el mensaje. “Operación Dragón” no podría ser, no me imagino ninguna escena que encaje a la perfección con “porque en las cantinas yo paro, matando una pena, matando un amor”, Bruce Lee, buscando al malo, entre espejitos, al oir la canción daría una patada peor que la de Jackie Chan. Entonces, seguimos buscando, y aunque cualquier escena de Gene Hackman en “French Connection” podrían coordinarse con “mentira, no soy un borracho, si tomo es de pena, yo soy hombre macho”, desistimos.
Ya cuando el desanimo y la desesperación hacían yaya en mi decaído espíritu, recuerdo una gran saga de la que fui fan acérrimo: "Star Wars", pero deberíamos pasar una y mil veces la escena en que Han Solo cree que Luke y Leia comerán perdices usando de fondo "la amé como a nadie en el mundo, pero ella se fue de mi lado, se marchó con otro se burló de mi". Y entonces podríamos dar por terminada la tarea.


Pero ni con esas damos por concluída la investigación, y desde esta tribuna (popular) invito (hago un llamamiento, dirían los políticos de mi barrio) a quien sepa algo del secreto de Guiller a que nos lo cuente, ya no para desentrañar el misterio, sino porque me mata la curiosidad.

viernes, enero 12, 2007

Bad habits


Dos soldados colombianos han sufrido graves quemaduras (creo que uno a muerto) por jugar a algo bastante estúpido: quemar algo al lado de alguien dormido y esperar a que este se despierte. ¿Hasta dónde llega la estupidez humana?
Tenía un primo que se divertía atando cohetes en la cola de su perro, Mamerto. Mamerto, fiel y cojudo al máximo, siempre volvía a casa después de su dueño lo castigara con esa infame travesura (que es más bien una putada), aunque, cada vez que se acercaban las navidades, el pobre perro huía de casa pero volvía a los dos días, magullado, sucio, apestando y con los ojos llorosos. No le habían enseñado a morder asi que no le quedaba otra que volver al suplicio con tal de asegurarse la comida.

Chumpi, mi amigo de infancia (ahora en el penal de mínima seguridad Sarita Colonia; un saludo Chumpi, si tienes internet en tu celda) coleccionaba cadáveres de pajaritos. Sí, macabro, y lo que es peor es que hubo un tiempo en que yo lo ayudaba a conseguirlos. Nos fabricábamos hondas de hule, y con un par de piedras nos plantábamos debajo de cualquier árbol, esperando a nuestra cantarina víctima. Cuando la veíamos llegar apuntábamos con la mayor concentración posible, “apunta a la cabeza” me decía el sádico “así si te desvías, al menos le das en el pecho”. A la voz de tres disparábamos y el ave caía medio muerta, seguramente víctima de una hemorragia interna, Chumpi saltaba feliz, y sanguinariamente victorioso y yo me lamía el dedo herido por culpa de la piedra que nunca llegó a despegar.

Yo, como mucho, me aficioné a cazar arañas en las siempre existentes telarañas del Callao. Era fácil. Cogía una paja de la escoba y me acercaba a la telaraña que más siniestra me pareciera, movía las redes como haciéndole cosquillas y a los pocos segundos salía, siempre de golpe, una araña que pensaba que ya estaba lista la comida. Mi intención era hacerlas pelear, pero nunca conseguí que se atacaran una a la otra, ni porque les construí un ring perfecto con una caja de fósforos, o les pusiera el soundtrack de Rocky II como música de fondo. Por eso, cuando descubrí su afán pacifista, me dediqué a alimentarlas: cazaba moscas dándoles un manazo cuando las veía volar cerca, y las dejaba aturdidas sobre la telaraña, esta vez las arañas sí encontraban comida y la llevaban lejos de mis ojos curiosos que nunca vieron lo que pasaba en la guarida. Hasta que se estrenó “Las dos torres”.

Por eso no entiendo a esos colombianos incendiarios, puede que se aburrieran en el campamento militar, pero, a mano, hay formas menos piromaniacas de divertirse. ¿no?

jueves, enero 11, 2007

Chateando con Arturo


Creo que yo te invité al gmail. No me acuerdo bien, aunque últimamente no me acuerdo bien de muchas cosas: comprar regalos en navidad, por qué empecé la descarga del unplugged de Ricky Martin, dónde está mi camiseta de Guns N Roses, y un largo etc. Ni siquiera me acuerdo de las cosas que no me acuerdo.
Por eso cuando apareció la oportunidad de chatear contigo, me lancé al vacío, sin más. Y las frases eran: “qué tal” ”cómo va todo” y eso.
Pasó mucho rato para que me soltara y empezara a preguntar por la gente de la universidad, a la que tú, por una casualidad geográfica, tienes más cerca, pero igual de lejos que yo en lo que a contacto personal se refiere. “qué sabes de Cody”, pos lo mismo que yo: nada.”Y de murphy”, que se chapó a tu hembrita (bueno, ex) con patadita a la luna y recitando el toromata-iii-toromata. “Me encontré con la china, en su piso de moratalaz”, ah, que bien. “Y París es muy bonito, y Madrid un poco menos”, yo busco un departamento en Lima, muy pronto.
Te cuento que a veces, me meto en el foro de la gente de sistemas, pero no conozco a casi nadie, sólo al pezuña, el camarón y uno que otro barbieri (que hasta para casarse se ponen de acuerdo), pero casi he perdido el contacto con lima-limeño-lima-limóm-lima-serrana-lima-provinciana-limaderecuerdos-limalahermanaaaa-provincianaaaa-aaahaaa (Mojarras), Solenne y yo pensábamos ir este verano, en febrero, y cambiar ya tanta playa limpiecita por un poco de cebiche con arena en Chilca; pero va a ser que no. Quizá después, como tú dices, antes vienes a mi matri, que yo al Callao. Queremos ir a emborracharnos en Barranco, antes un par de chelas en una peña criolla de Miraflores, y la rematamos con un caldo de gallina en Jesús María, o, mejor, en la avenida Perú, donde la tía brazo e’ popeye. Seguro que vería a Rubila y a Zunilda, y cuando Sol se descuide buscaría el teléfono de Shemi en la guía telefónica. Para que me shotee otra vez, y vuelva a los brazos de mi francesita queriéndola más todavía.

Un gran invento el gmail, y aunque a veces se cuele algún pesao’ (me incluyo en esa lista)…uy, te dejo que ha entrado Ana, y está más buena que tú.

jueves, enero 04, 2007

Año nuevo


Bailé en París, entre francesitas y tomando champagne gratis hasta que se acabó la última botella (yo la sequé) en el bar.
Había happy hour hasta las 9 y llegamos a las 7 y media más o menos, a las 8 estábamos sazonados y bailando con desconocidos, hay fotos, pero Raphäel todavía no me las manda. En una tengo a Marie recontra cogida por la cintura y fingiendo besarla, a Solenne no le hizo mucha gracia, pero sabía que era broma y nos reímos después.
Comí paté a la cotè hasta que mi hígado dijo no más, y después, a eso de las doce volvimos a casa, cuando faltaban tres paradas de metro, Solenne, Delphine y Marie bajaron a la volada (cuando se cerraban las puertas) y aunque yo dije “que haces, para” y Raphäel, “no, no, arréttez” siguieron su camino y ya después nos contaron que querían agua y en esa estación había una máquina expendedora.
Ya en casa, él me decía que no quería ir al chalet que habían alquilado en la sierra de Francia para recibir el año nuevo, nosotros ya habíamos cancelado nuestra reserva porque era muy cansado eso de viajar siete horas, llegar, cenar, bailar, y siete horas más de vuelta. Por eso Raphäel no quería irse, sobretodo cuando esa noche nos la habíamos pasado tan bien en el six seven (www.sixsevenclub.com/), donde si no tienes un Porsche o eres Vincent Cassel o Zidane, no entras un sábado por la noche.

Por eso, cansados de juerga, en nochevieja sólo cenamos fondue (y nos sosbró la mitad de la carne) y las 2 yo ya estaba dormido, feliz, porque mi nochevieja-juerga había sido el 28, bailando música de Elvis Crespo, sudando champagne y bailando con la que será mi esposa. En pleno Champs Elyssés.

jueves, noviembre 30, 2006

Papeleos, los justos


Debí sospecharlo al salir del metro, cuando vi en la publicidad la cara del niño Torres corriendo hacia la nada y al lado seis animales con la frase “mírame a los ojos, por favor, ¡no me comas!” sobre sus cabezas. En la calle sonaban petardos (por un momento pensé que eran balas) y olía a pólvora. Las calles estaban cortadas por patrullas y anti disturbios y frente a la comisaría a la que iba había una multitud que, entre risas y cigarritos, gritaba lemas y se abrazaba fraternalmente comentando el último balón de oro, que llegó a pies de Cannavaro. En sus manos llevaban pancartas azules con lemas “una policía bien formada es una policía mejorada” “menos demagogia, más paga” “araña, araña, araña, mi jefe no se baña”, y por los suelos se veía el rastro de uno que otro vasito de cerveza que, furtivamente y sin faltar a sus ideales, alguno habría bebido.

Llevaba en mi carpeta, bien planchaditos, todos los documentos que me faltaron cuando, tres días antes y en esta misma delegación, rechazaron el trámite de mi renovación de residencia. Entonces volví a casa jodido, con el rabo entre las piernas, y cagándome en la madre del funcionario. Ahora, venía preparado y no podía ni quería fallar. Usé el carnet de prensa que me regalaron (salvo error u omisión) en la revista en que solía trabajar, fingí entrevistar a un poli, y luego de que me soltara rollos sindicales y de convenios colectivos, le pregunté, a modo de comentario, si allí se realizaban trámites de renovación. Dijo que sí, pregunté los requisitos y me los recitó de memoria.

_ Entonces, ¿podría aprovechar y\npresentarlos ahora? Es que llevo todo eso encima –dije y no me puse ni colorao.
- Claro hombre – dijo, el policía, y a la vez que me los sellaba preguntó: - y esto donde sale.?
- En canal Castilla La Mancha – mentí, y recordé a María, la de marketing con la cabeza metida entre la bandeja de papel y los cabezales de la SX8R.
Salí triunfante, y mi sonrisa me daba un aire de marihuanero que nada me podría quitar. La publicidad del metro era la misma, pero ahora, me entraron ganas de comer un poco de cordero.

viernes, noviembre 24, 2006

De peloteros está lleno el mundo


“No siento las piernas, Charlie.” pensaba, sentado en el bus, mientras escuchaba a Sting y leía a Asimov.

No, no es pa’ tanto pero después de una hora de fútbol con los compañeros botas toda la adrenalina y el stress de la semana. Intentamos jugar una vez por semana, pero aquí llueve de verdad, nada de mariconadas de garúas ni cosas por el estilo, y por eso nos vemos obligados, como ayer, a pagar 38 euros por alquilar una canchita cubierta en un polideportivo, con sus camerines y todo (y la vergüenza eterna de mostrar las miserias en público).
Me puse la de Waldir. Había empezado a notar que mi rendimiento futbolístico no era el mismo con la camiseta de Toshiba, y por eso decidí volver a los colores de toda la vida, la blanquiazul no me falló y se portó como siempre: 4 goles adentro y 44 afuera, una patada al aire y poco más. Los demás tampoco es que brillaran, pero la verdad es que hubo uno que se movía como lombriz, y cada vez que pasaba a mi lado, haciendo la misma jugada, yo pensaba: “si fuera un partido de verdad, yo ya tendría amarilla y tú un esguince de tobillo, hueveras”.

Y es que vivir en la civilización (defino civilización: sueldo respetable, casita con sofá propio, dvd, periódico de los domingos…) adormece, y cuando sales a correr, una vez a las quinientas, es como el sexo, duras como mucho quince minutos y ves lejano el día en volverlo a hacer, a veces es peor, y cuando descubres un parque perfecto para el footing, piensas que está a 400 metros de casa, y buscas un parking cercano para dejar el carrito, bien listito, para recogerte cansadito, y no tener que caminar solito, de vuelta a casita, como la mariconcita en que te has convertido.

Pero me resisto, alterno la escucha del último disco navideño de Luis Miguel (una mierda) con partidos esporádicos de fulbito, a ver si vuelvo a ser el de antes, durar más de quince minutos y tener ganas de querer meterla otra vez. Y a la pelota también.

jueves, noviembre 16, 2006

Superman Forever


Siempre me han gustado los superhéroes con traumas. Cuando daban los superamigos era feliz: Batman, un terrestre normal que traumado por la muerte de sus padres se hace luchador contra el crimen; Aquaman, único humano capaz de respirar bajo el agua, pero que quería vivir en la tierra; La mujer maravilla que tenía la fuerza de 20 hombres, corría más rápido que las balas y todo eso, pero trabajaba de secretaria; y claro, Supermán, extraterrestre cuchuflai que al llegar a la tierra se hace poderoso gracias al sol, pero que quiere ser un hombre normal, con perrito normal, y novia normal (mucho pedir).

Me lo imagino (que pa’ pensar huevadas nadie me gana) llegando a casa un día de noviembre, en que salió de casa de noche para ir trabajar y vuelve de noche, y, aunque sean las siete, no le apetece más que sentarse en el súper-sofá, abrir una súper-cerveza y rascarse los súper-huevos. Pero, como el hueveras escogió vivir una vida normal, esa paz no podría durar mucho. Minutos después de que el súper-sofá adoptara la forma de su súper-culo kryptoniano, llegará la súper-esposa le diría lo súper cansada que está, lo súper pesadas que son sus amigas, y lo súper difícil que fue su mañana. Superman trataría de ignorarla, pero su súper-oido escucha hasta los pensamientos de su pareja y, así, no hay quién viva. Eso te pasa por no haber aprovechado tus poderes, le diría, ¿por qué no aprovechaste tus rayos x para ver a todas las tías en pelotas? ¿por qué no viste el final del mundial de fútbol, y al saber el ganador, por qué no volaste alrededor de la tierra, retrocediendo el tiempo para poder apostar a ganador ? Es que esas cosas sólo se nos ocurren a los simples mortales.

Alguien me dijo que los comics surgieron en USA como una expresión representativa de la inmigración, por eso los héroes eran gente marginada, que venían de realidades distintas, capaces de renunciar a todo con tal de encajar. No me lo trago. No me imagino que todas las veces que un africano es puteado en Europa, diera siquiera para medio súperheroe, como mucho, para una de las miles de películas malas que hace Samuel L. Jackson al año (la última, con Elsa Pataki, putón español de moda). Ni siquiera los héroes modernos me hacen gracia. Robert Langdon, que según Dan Brown era un atractivo cuarentón, especialista en lenguajes extraños y en saltar por las calles de París, se convirtió gracias a Ritchie Cunningham en Tom Hanks: un cincuentón con papada que difícilmente sabía combinar los colores y que no conquistaría a Audrey Tautou ni aunque ésta se quedara bruta, ciega y sordomuda.

Por eso, cuando Brandon Routh (modelo publicitario) se convirtió en el nuevo Superman gracias a que medía 1.90 y se parecía un huevo (palabras de la Warner Bros.) a Christopher Reeve, fui corriendo al cine, secuestré a mi hermana (mi novia no quiso ir ni auqnue ofrecí pagar su entrada) para que me acompañara y, la verdad, me lo pasé bastante bien. La misma música, casi el mismo protagonista, y Lois Lane, por fin, estaba buena que te cagas (aunque con más tetas hubiera sido mejor, como la de la serie Smallville, pero sin arrugas en la cara). Ahora, este finde intentaré comprar el pack de todas las películas, extras, entrevistas, librito, foto tridimensional, cajita de metal y pedazo de kryptonita que venden a 60 euros por medio Madrid. Así me sentiré un poco superhéroe, gastando súper-dinero en una súper-tontería, que me hará feliz un súper-momento. Pero valdrá la pena.

miércoles, noviembre 15, 2006

Bon Mariage


Delphine y Raphaël se casan.
Lo hubiera sospechado de cualquiera, menos de ellos dos. Ella trabajó como comadrona durante más de año en una pequeña isla, él estudiaba en un colegio de ingenieros. Solenne siempre los usaba como ejemplo cuando yo decía que nuestra relación (a distancia) era una mierda, y me contaba como ellos aprovechaban al máximo el tiempo cuando se veían, no como nosotros, que nos pasábamos peleando cuatro de los seis días al mes en que podiamos vernos.
Soy testigo de esa efusividad: una noche, cuando quedamos en París para disfrutar de la réveillon, a ellos les tocó dormir en el suelo, mientras que nosotros, a un par de metros, dormíamos en la cama; pero, entre el silencio de la noche pude escuchar unos pequeños jadeos, como de gatito abandonado en el techo, esos jadeos se prolongaron por casi un minuto y acto seguido Raphaël y Delphine fueron, uno tras el otro, al baño. Solenne se indignó en silencio y yo, como casi siempre condenado a la abstinencia, los envidié en un morboso mutismo.

Dos años después los volví a ver, él ya terminaba su carrera y estaba decidiendo el tema de su proyecto final (que coincidía mucho con el mío, espero que no fuera igual de inútil que mi "Estudio de las TI en la Administración de recursos humanos), ella seguía trayendo niños al mundo, y ahora ya me miraba a los ojos (es muy tímida) y me confesó que mas de una vez le dio miedo que uno de esos engendros se le resbalara y cayera pesadamente al suelo. Cómplice, le dije que si se caían, no sería necesario darles una palmadita en las nalgas para hacerlos llorar.
La relación entre Solenne y yo pasaba esos días por su época más fría, y hasta los patos que veía desde la ventana de Sandrine y Fred tenían más actividad sexual que yo. Y encima, volaban. Por eso, cuando me enteré que pensaban casarse, me sorprendió muchísimo, y quise felicitar a Raphaële pero, por culpa de mi terrible francés no entendió el mensaje y Sol tuvo que traducir mi emoción, sin mucho éxito me imagino. Planean hacerlo en verano, y disfrutar asi de los beneficios fiscales del matrimonio. Yo los veo desde muy lejos, y a veces (por intervalos de pocos segundos) los envidio por tener su vida casi decidida. Viven en París, caminan a orillas del Sena, etc. Algún día (lejano, creo yo) Sol y yo nos decidiremos, pero por ahora, lo más importante es decidir si me deja comprar el pack completo de las películas de Superman (58 euros).

Felicidades.

viernes, noviembre 10, 2006

De..SIMO


No se crean que estar en SIMO es lo máximo. llegas con tu aureola de expositor y en la puerta te encuentras con diez torniquetes que sólo responden cuando introduces un pase especial, pero que aún así (Spain is different) tienen al lado "personal autorizado" que vigila que no te cueles by the face. indignado, vas hasta la ventanilla de acreditación de expositores y dices "hola soy un Toshiba's boy y necesito un pase de expositor, please", pero la arrugadísima encargada dice que eso debió dártelo tu jefe, que no es su problema si no puedes pasar, que la dejes hacer su Sudoku, y que le digas a los de Toshiba que ya está hasta los cojones de que le pidan pases gratis, que cuestan 6.40 euros, que no sean ratas. Obviamente se te pone la cara roja y ni siquiera cojes los caramelitos que tenía sobre su mesa.
Media vuelta derecha, derecha.
Llamas a tu oficina a pedir ayuda y un compañero tuyo sale a recogerte, por unos segundos eres
"Aurelio Benvenuto, de Etiquetados Generales" y el torniquete se abre dejandote pasar.Llegas al stand, en el pabellón 1, y te parece que cuando venías como visitante todo era más bonito, más ordenado, más tecnológico y con mas glamour, si se quiere. Ves a tus compañeros en traje (puteados como tú) y sabes que no te vas a divertir. "este año compartimos stand con los portátiles de Toshiba - te dicen- así que si alguien te pregunta por ellos, los mandas a tomar por saco".
Entonces, te tragas tu curiosidad y no preguntas nada sobre el portátil de última generación que viste por la tele, ahora ellos son el enemigo. lo bueno, es que ahora las azafatas ya no te ven como el estudiante tonto de todos los años, ahora eres un expositor hecho y derecho, te sonríen, te dan cervecitas,zumitos de naranja,y hasta dejan que veas se canalillo sin mucha discreción y con cierta alevosía. por eso, los primeros minutos los dedicas a beber cerveza y sentarte en los sillones de diseño que están a tu alrededor, hasta que ves llegar a tu jefe y enseguida te pones a mover cajas, sonreir a los visitantes y pararte más derecho que un guardia real.
cuando ya no puedes más preguntas: "y lo del escaqueo, ¿como va?" y tus compañeros solidarios te dicen que hagas como que vas a ver a la competencia, y busques las zonas muertas, compres una coca-cola y te sientes a dejar pasar los minutos. tú, inocente aún, preguntas que qué pasa si tu jefe pregunta que has visto de nuevo, y ellos te dicen que basta con recitarle el último newsletter (que debes haber leído antes, ahí está el truco) de la competencia y quedarás como dios. como yo no lo había leído seguí alli parado hasta que alguien me dijo que era hora de comer. Y ya, para acabar el día, tienes que atender a la prensa, poner buena cara y tu mejor perfil para la cámara y parecer creíble cuando dices que tus productos son los mejores del mercado, sin que te dé la risa. pero como en esto también era nuevo, se me atascó la corbata en la impresora, y la reportera del Canal Castilla-La Mancha tuvo que interrumpir la conexión en directo por problemas técnicos. Por suerte alguien tenía una tijera a mano.
O sea que espero no repetir esta experiencia, de pie casi 10 horas con los tobillos y la espalda doliendome como si estuviera embarazado. La próxima vez finjo estar enfermo, o me leo el
último newsletter.

viernes, octubre 13, 2006

Esquizofrenia de grifo


Frente a un té helado, en una terraza de La Latina, hablaba con una amiga psicóloga sobre el clima, los coches, Alonso, Schumacher, Maradona, Zidane y la revista GQ. Le conté que últimamente me notaba extraño. Que había dejado de pensar en los demás, y me notaba retraído, ausente, como que todo me llegaba al mismísimo y que no creía que pudiera salir fácil de esa situación.
- No seré esquizofrénico? - pregunté, inquieto, mirando al semáforo.
- Calla huevón - me dijo, sincera como siempre y sin descuidar su vermut blanco.

Sonreí de lado y retomé la conversación con la máxima elegancia. Ignorando los panchitos que el camarero nos había traído. Seguro que ni se había lavado las manos al servirlos, pensé.

- En serio, flaca. He leído por ahí que los esquizofrénicos oímos voces, y a mí me pasa eso.
- ¿Ah, sí? - chupa el cigarro con desdén - y, ¿qué dicen? - expulsa el humo.
- No mucho: que compre té helado, dvd's vírgenes, que no me olvide de tirar la basura o de afeitarme las ingles.
- ¿Las inglés? - cigarro inmóvil, vermut abandonado - picará me imagino.
- Un poco - panchito a la boca - pero te acostumbras. va mejor para el sexo oral.
- Eso dicen - cigarro recuperado - la voz que escuchas, ¿es de hombre o de mujer? Olvídate, te voy a decir algo para que estés tranquilo. Los esquizofrénicos se caracterizan por tener ideas delirantes, que son pensamientos extraños que percibe como reales. Por ejemplo, pensar que hay un extraterrestre en casa.
- Mi cuñada no cuenta ¿no? - interrumpí, no puedo con mi genio.
Ella me sonrió incómoda, como diciendo déjame terminar, hueveras.

- Otras ideas son creerse que se es un personaje histórico - dijo, y con un gesto pidió otro vermut al camarero, que la miraba idiotizado - como Napoleón Bonaparte o incluso Dios.

El camarero volvió en un minuto, con su vermut y unas croquetas que, según él, eran caseras, puso el plato delante de mi amiga, que ni lo miró, y, después de una calada profunda, siguió con su clase de psicología.

- El esquizofrénico sufre alucinaciones que son principalmente sensaciones visuales y auditivas. Pueden oír voces que les incitan para hacer algo en concreto,- cogío una croqueta, la olió y la lanzó a dos metros de distancia, a una papelera. Tres puntos - pueden ver un objeto, o una persona que no existe en realidad.
- A tanto no he llegado, flaca, he pasado días enteros solo en casa y no me he imaginado a nadie.- Engullo una croqueta- Pero sí te llamé un par de veces para recordar como sonaba mi voz.

Me mira por encima de sus gafas Hermes, apaga el cigarro sobre la mesa. Creo que la aburro. Busca algo con la mirada, a su izquierda, abre su agenda y escribe algo. Sorbo al vermut, vuelve a mí, al fin.

- Tu lenguaje no es desorganizado - diagnostica - ni con incoherencias aunque de verborrea, sí se te podría acusar.- más vermut pa adentro - Una persona que está teniendo un episodio agudo de
esquizofrenia puede verbalizar sonidos o palabras ininteligibles para las personas que le rodean.No es tu caso.

Me quedo más tranquilo, y ahora llama al camarero y le espeta que este vermut no es de grifo, que no lo va a pagar, que ella no es una puta guiri a la que se le puede engañar tan fácil. El pobre hombre, coje el vaso y se lo lleva, haciendo reverencias como si fuera un japonés entrando al metro de Tokio, y vuelve a los pocos segundos con otro vaso de vermut, y le dice que va por cuenta de la casa. Ella vuelve a sonreir.

- Me has dejado más tranquilo, - le digo, retomando el tema - ahora sé que solo soy un poco raro.
- Eso sí, porque otro rasgo característico de la esquizofrenia es que el que la sufre no tiene conciencia de la enfermedad, - se acaba el vermut, se inquieta y juega con los hielos del vaso - puesto que las ideas extrañas que tiene las siente reales. Tú no, tú hasta le pusiste nombre a la enfermedad imaginaria. Sólo tienes que desahuevarte y listo.

Mira el reloj, se levanta y hace el gesto de sacar dinero de su bolso Gucci, que no es falso como la mayoría de los que he visto. Le digo que no, que pago yo, por la clase gratis, bromeo. Me sonríe y me lanza un beso antes de salir volando para aprovechar que hay un taxi libre. Me hace chau con la mano desde dentro. Desaparece.
Respiro hondo, y bebo tranquilamente lo que queda de mi té, Madrid no me había parecido antes tan bonita, con gente de todos los colores, y ese cielo azul que invita a la relajación. Lástima que no pudiera comprar mi casa por este barrio, reservado a los famosos de turno. Viene el camarero le pido la cuenta y le digo que lo de la señorita lo pago yo.

- ¿Qué señorita, caballero? - me pregunta - usted ha estado solo todo el tiempo.

lunes, septiembre 25, 2006

El Atasco


Despues del atasco sigo vivo. No se que fue peor, pues esta mañana tuve tres contratiempos: mi móvil se quedo sin bateria para poder reproducir el disco de Michael Buble (en su Ipod Mode), un idiota se quedo dormido en el carril central de la N-II y jodio a miles de personas, y para rematar la faena detrás de mi (y al lado) se sentaron las marujas de las 7 y 25 (siempre salen a esa hora) que no se callan ni debajo del agua.

- Cabáramos, todas las mañanas lo mismo, coño.
- Mubiera ido con la hija de la puri, qesea comprao un coche nuevo.
- La niña de la puri? La fea?
- Esa misma, pero ni es nuevo ni es ná.
- Ya.

7 y 50 y recién estoy por el segundo semáforo, encima me toca el conductor noble que deja pasar a todo el mundo y la mierda colgante ésa ya ha cambiado de rojo a verde mil veces y yo sigo en el mismo sitio. Y mi Ipod callao. Ni siquiera he tenido tiempo de comerme mi croissant con queso y, de la verguenza, lo he encaletado en el bolsillo de mi pantalón negro.

- Poseso, que la hija de la puri, tiene coche nuevo.
- ¿Y de dónde ha sacao las pelas
- Es puta.
- No jodas, y ¿tú cómo lo sabes?
- Porquel de los frutos secos me la contao. Dice que sa follao a medio barrio.
- Cobrando
- No sé, mujer, hasta ahí no llego, pero es igual ¿no?
- No, si no cobra, no es puta. Es un putón
- Vasereso.

Y encima que quería mostrar a primera hora mi chaqueta nueva, ya me veía yo entrando radiante a Toshiba, pero nada. Con lo que me costó ir de compras con tres mujeres: mi novia, que no estaba en sus mejores dias, mi mamá, que se entusiasmaba por todo (desde un especiero hasta unos zapatos) y mi hermana, que se probaba todo, lo compraba y después lo olvidaba en los probadores, provocando que mamá entrara como un rayo y pillara en calzoncillos a un sonrojado españolito. En el bus, nos imaginamos en voz alta que el problema sería el puente nuevo que hacen a la salida de Alcalá.

- Vaser el puente de los cojones.
- ¿Qué puente?
- Ese de la rotonda de las putas.
- ¿Qué le pasa al puente?
- Que le van hacer mas ancho.
- Y ¿paqué?, digo yo
- Paque salgan a la de Guadalajara los de mejorada.

Llamo a mi trabajo: Juanjo, voy a llegar tarde, le digo. ¿Dónde andas? Me dice. En un atasco de tres pares de cojones, le digo. Ya te queda menos, me dice. Dile a Roberto, a eso de las 9 y media que llega, lo que me ha pasado; le digo. No te preocupes, me dice. Y veo que la fila de coches no termina, y sin que nadie lo note, saco mi croissant con queso y me lo zampo de un solo bocado.

- Abra las\ntrampillas del techo, oiga, que mentra un sofoco.
- Que te pasa conchi?
- Que mahogo, o no, no mahogo, pero como que mahogo
- Es quéste ha puesto la calefacción.
- No, no, coño, que mahogo porque mahogo.

Dios, en vez de un descapotable quiero un helicóptero como segundo vehículo.

martes, septiembre 12, 2006

¡ Anda, Jura!


Dejé pasar 40 minutos para llegar tarde a mi cita con el reino de españa.
Porque, según mis cálculos, gracias a el conductor del bus que siempre arranca cuando llego a la puerta, el atasco de salida de Alcalá de Henares, uno que otro choque en la N-II, y el atasco de entrada a madrid, me tomaría una hora y media en llegar a mi destino. Y no fallé. Al salir del metro, me cayeron encima veinte repartidores de periódicos y los esquivé gracias a mi agilidad felina y a mi cintura de avispa (que un dia fué). Llegué a la fila y le pregunté, por cortesía, al último: "¿es usted el último?" y me dijo que no, que él sólo era un yonqui que se habia puesto alli recostado en la pared, y sin querer se vio mezclado con todos estos extranjeros que (ilusionados unos, aburridos otros), iban a jurar fidelidad a don Juan Carlos; tras esa confesión, escondí mi móvil 3G en el fondo de mi bolsillo.
Me leí cinco capitulos de Los Tres Mosqueteros, antes de que apereciera un funcionario (¿porqué todos usan camisas a cuadros?) y, a media voz, dijera que pasemos de uno en uno y con la citación en la mano. recordé a mi hermana, que la noche anterior, cuando le pregunté si tenía que llevar fotos o algo me dijo:
- no, pero te emocionas muuucho cuando juras.

Nos tocó la sala III, y estuve allí, con 60 personas más (30 de pie) durante media hora, sin aire acondicionado y sudando a chorros, y por todos los poros (sobretodo los vergonzantes) no como dice mi tió que sudamos los peruanos: por los pómulos y por la frente. Leí tres capitulos más y justo cuando D'artagan ya volvia con el duque de Buckingham hacia Paris, hizo su entrada el magistrado en pijama, acompañado de su secretaria. Ambos olian a cafe.

- Como somos muchos vamos a hacer una jura colectiva.- dijo, sin mirar a nadie.

Y tuvimos que repetir, todos a la vez, la parrafada que el leía y que les defino a continuación: "juro o prometo fidelidad a s.m el rey de españa, y respetar las leyes y la constitución española". Yo sólo moví los labios, (muuucha emoción... las huevas) como cuando cantaban el himno en mi colegio, o como cuando se reza el padre nuestro en la iglesia. En cambio a mi lado una mujer (que le dijo a quien quiso escuchar, que era lemeña y que estaba orgollosa de ser española) lloraba a mares y obligaba a su hijo a hacerle fotos al lado del juez y de la bandera española. Salí de allí con un juego de papeles arrugados que tenia que llevar al registro civil (otro), asi que me metí al metro, seguido por mis amiguitos de juramentación. Había uno que se parecía a Mike Tyson, ya en su declive, dos chicas bastante feas, un gordo con una camiseta jean sin mangas (que asco), y un tipo con traje, sin corbata, despeinado, y que escuchaba a todo volumen el sgt. peppers lonely hearts...era yo.

La plaza Benavente es uno de mis rincones más queridos de madrid, allí paseaba solo, y con Solenne cuando ya nos gustaba ir de la mano, allí esta mi cine preferido y una heladería barata. Nunca habia visto ni de reojo la Calle de la Bolsa, y ahora tenia que estar alli, parado, bajo la lluvia moja-tontos, una hora. Hay que joderse. Nunca falta en estos casos la "loca de las colas" esa que todo lo sabe, la que tiene todos sus papeles ordenaditos, en carpetas de colores, y que rellena los formularios, siempre, con letra clara y legible, rápido, para poder servir de voluntaria ayuda a los pobres desvalidos que no saben ni qué poner donde dice: "nombre". Y me tocó estar justo detrás de ella. Llenó tres formularios, adivinó la fecha de nacimiento de un par de chicas, la hora de llegada al mundo de la otra, y para colmo hizo que un pobre charapita despistado llamara a Pucallpa desde su móvil, porque dudaba si su abuela se llamaba Panchita o Francisca. Subí el volumen y escuché a fondo los alaridos de lennon en "don't let me down" hasta que al fin llegué a la ventanilla, y abrumé al funcionario con mis papeles, sin dejarlo hablar. Me recibe todo y me dice que muy bien, que espere quince meses para poder tramitar el dni y el pasaporte españoles; de reojo veo a la loca que todo los sabe siendo rechazada por haber hecho todo mal, que se va con un papelito azul en la mano, con una nueva cita para dentro de dos meses. Huyo, justo cuando se acaercaba a preguntarme algo; y ya de camino al metro me imagino a Toledo llorando de alegría cuando conoció al rey de España, él que grita a los cuatro vientos que es indígena y que sabe inglés, seguramente habría disfrutado de este medio día de trámites más que yo.

jueves, agosto 17, 2006

Transfórmense

La crisis de los 30 es muy dura. Primero busqué la forma de volver a mi niñez rescatando (gracias al Azureus) series que veía con una taza de quaker en la mano mientras descansaba del largo partido de fútbol callejero. Así conseguí casi todos los DVD's de los Thundercats, Sankuokai, Caballeros del Zodiaco, Marco (este lo compré con el sudor de mi frente), los Munsters, etc, etc y otro etc por si acaso.
Cuando descubrí que eso no me ayudaba, porque el trabajo no me daba tiempo (ni ganas) de ver mis series, quise empezar una colección extraña de camisetas conmemorativas. Así conseguí alguna de Superman, otra de los Munsters...y allí paré, porque me cambié de trabajo y ahora debía usar camisas y corbatas (bien planchaditas, eso sí).

La crisis de los 30 me absorbía sin piedad: intenté peinarme como cuando tenía 20 años, pero mi cara ya no hacia juego con las onditas juguetonas de cabello alrededor de mi frente; inicié una serie tortuosa de ejercicios pero los abandoné una semana después cuando mientras hacia una serie de abdominales recordé que no había lavado mi ropa, y al poner la lavadora vi que no había preparado mi cena, y al prepararla noté (gracias a un gordo que pasó por mi ventana con la camisa arrugada) que no había planchado mi ropa. Y así hasta el infinito y más allá.
Una noche, aburrido de ver los DVD's de "Friends" entré en Ebay, como quién no quiere la cosa, y terminé comprando a un tipo de Australia un reloj de los Thundercats que, tras dias de tensa espera, llgo a casa en perfectas condiciones. Entonces descubrí un nuevo entretenimiento, acorde con mi estupidez y con la sociedad consumista en la que vivo ahora: buscar recuerdos de mi niñez en esa mega-tienda de la red. Puedo encontrar mi álbum de Sport Billy (en alemán, pero qué importa), el DVD de Django (lo veré sólo una vez, pero eso nadie lo sabe), muñecos, relojes, camisetas que no me quedarán bien de hecho porque un "M" en USA no es igual que uno en Europa (pobre sgringos están como focas por tanta chesse-burger), y hasta puedo encontrar a mis adorados Transformers. Sí, esos muñecos causantes de mis traumas infantiles, que empezaron cuando uno de mis mejores amigos (de niño uno es más estúpido) los tenía casi todos gracias a que su viejo trabajaba en la policía y de vez en cuando se daba una vueltita por la Aduana y le confiscaba alguito pa mi chibolo. Y yo, claro, muerto de envidia.
Ahora intento comprarme un Optimus Prime que he visto, ojalá que cuando llegue mi crisis de los 30 se transforme y avance para dejarme en paz.

miércoles, agosto 09, 2006

La fiestita




He visto las fotos, de casualidad. son obscuras, pero puedo distinguir a la gente que conozco, y son pocos.
Carlitos está elegante, entre dos gorditos que llevan (mal) camisa y corbata. Se notan los dias de playa. ¿Te acuerdas cuando me colé en tu fiesta, Carlitos? llegué con mis amigos y tú, amable, nos recibiste bien. Había cerveza y comida, pero yo estaba demasiado borracho, tanto que entre mis balbuceos estuve a punto de convertirme en novio de Liz, por culpa de uno de mis indiscriminados piropos (me enteré de eso el miércoles siguiente, al llegar a la universidad, después de faltar a clases lunes y martes).
Si las imágenes no mienten, Liz es pareja de mi inmejorable "Nero" Ismael, los veo juntitos y sonrientes. Pero esperaré confirmación, porque también vi en foto al Nero medio calato en una poza de baños termales flanqueado por Ely y Zunilda, y también parecía feliz.
Sigo en plan voyeur y veo que la gente sigue bailando formando filas, como en el colegio, hace mucho que no veia algo así; acostumbrado ya a las noches madrileñas en las que bailas solo (ella baila sola) o, con suerte, al lado de una morena que se contonea al ritmo de David Bisbal. Qué risa, hacen "pasadizos" a los treinta años, me imagino que al más lorna lo apanarán, deberían apanar a los más huachafos, no, mejor no, que sería un apanado masivo del que sólo se salvarían mis amigos.
Creo que he visto a Betsy, guapa y mayor, nada que ver con la niña traviesa que reía en las escaleras y jugaba a verme el culo en mis días de gimnasio (y que confundi con su también guapa hermana una noche de copas, una noche loca), también al gran Cachaco (bonita corbata, felicitaciones, mi estimado), y me gustaría oir sus chistes o cómo, de hecho, se estaría burlando de algún mal bailador de salsa. Que viejo está Vilcapuma, sigue pareciendo ser el que más sabe de los que lo rodean. Zico, elegante al máximo (no vi las medias), sonríe a la cámara y, para variar, sale bien en la foto el desgraciao. Vázquez y la gordis (como los extraño) están hinchados (sin cachita) de alegría y me dan ganas de olvidar mi viaje a Egipto y cambiar la tumba de Tuthankamon por un par de horas en un Bar de Comas, hablando con ellos.
Cuánta nostalgia. faltan la Kika, Miguelito y el Wing. Seguro que nadie le avisó a Brisa, y Tomy no estaba invitado porque no terminó la universidad (creo que no llegó ni a cuarto ciclo). Faltan los Barbieris, sólo vi a su lider (difícil no hacerlo, sale en todas las fotos, ¿era su cámara?). Intentaré convencer a Solenne, pero dudo de que quiera cambiar un paseo por el Nilo a un viaje en combi.

domingo, enero 22, 2006

Brokeback Hornet


Ahora que la película de Ang Lee (Brokeback Mountain), ha sido premiada en el bacanal de alcohol y drogas llamado "Golden Globe", me he exprimido el cerebro, cual limón de emolientero, para buscar algunas parejitas masculinas famosas, que, si bien es cierto, no expresaban su amor de forma tan directa como los cowboys de la película, pero tenían una inquebrantable relación, que era su mejor arma para derrotar a los malos.

Mi preferida, sin duda, será "The Green Hornet" (El Avispón verde). En el que Van Williams se valía de un joven Bruce Lee para derrotar a sus enemigos: mientras él se escudaba en uno que otro golpecito tímido y chuchumecón, Kato, que así le decían al intocable Bruce en la serie, saltaba, volaba, pateaba, pegaba, se colgaba de una lámpara, subía a un armario, volvía a bajar, patada voladora, corría hacia dos robustos hombres de traje y les daba un par de sopapos sin que ellos pudieran siquiera tocarle el cachete, y lo que era más acorde con la tele de la época, sin que se cayera la gorrita de policía Village People que se manejaba el chino. La serie duró sólo un año (1966-1967, o sea que yo todavía estaba en los huevos de mi viejo), pero hasta hoy se vende Merchandising en Internet, sobretodo desde el barrio del Prince Charles y Harry Potter.
Nota: pero ni por esas puedo conseguir comprar un DVD respetable con los episodios.

Y ya, si quiero ser justo con mis recuerdos de tiempos mocosos y de cuando todavía me meaba en la cama, no puedo excluír a la pareja, ya más sospechosa, formada por Batman y Robin, esos que salían por la tele antes de que Michael Keaton, George Clooney, Christian Bale y tantos otros se vistieran de Hombre-Murciélago para volar por los cielos oscuros de Gotham City (o ciudad gótica si se me ponen esticosos). Cómo olvidar a Adam West forrado de polyester, sin vergüenza a mostrar su poco cuidada figura, y al genial Robin que, en el doblaje que conozco, siempre soltaba una frase del tipo: "Santos Pingüinos congelados, Batman, creo que ésta vez no nos salvamos de ésta", a lo que Batman, impasible y escudando su seguro sonrojo tras la plástica máscara (con blancas cejas delineadas a lo Drag Queen) respondía: "Tranquilo Robin, que por suerte llevo en mi bati-cinturón una llave que encaja en esta puerta diseñada por nuestro archi-enemigo". Como diría Condorito: plop! exijo una explicación. Y acto seguido, se las picaban del lugar en su bati-móvil, que echaba fuego por el enorme escape, dejándonos en ascuas hasta el próximo día, a la misma bati-hora y por el mismo bati-canal.

Qué nostalgia, dudo que mi sobrino de dos años recuerde en un futuro con tanto cariño al dinosaurio huachafón ese llamado Barney, pero por lo pronto, he tenido que esconder mi réplica (escala 1:43) del coche del Avispón Verde, porque he notado que lo mira con los mismos ojos con los que yo, de niño, veía los adornos del salón de mi abuela. Antes de que los pobres estallaran en mil pedazos.

lunes, enero 16, 2006

Vuelvo a las andadas


Volver de vacaciones es duro, (anda, qué descubrimiento, dirán ustedes al leer esto) pero volver con la cuenta en mínimos es peor y el descubrir Finisterre, y caminar por las costas de Brest y Pont L'Abbe además de las encantadoras callecitas de Quimper (en la foto) y Rennes, allá por las Francias, hace que la vuelta al trabajo sea especialmente ruinosa. De cólico menstrual.
No hay punto de comparación entre mi voluntarioso y barbado coordinador y las sonrisas francesas (femeninas) y ya, si nos ponemos más sádicos, y ahondamos en la herida, es bastante jodido que tras haber acostumbrado el oido a un volumen de voz normal en la raza humana, tengas que ayudar, por teléfono, a una anciana andaluza, a configurar su touchpad (o como ella lo llamaba: "el rató tásstil ése). Y eso no hay sueldo que lo pague, ni cuerpo enclenque que lo resista.
Lo gracioso, o decadente según se vea, es que mientras pasaba una semana en Francia, en vez de disfrutar al máximo, me sentía extraño, raro, autista a la fuerza, y todo por el terror que me daba hablar en francés. Y eso que llevaba meses entrenando: me bajé de Internet (sin la piratería, inculto yo sería) un curso interactivo de francés, pero terminé mejorando mi inglés, ya que el curso lo había elaborado el British Institute de no sé donde. Aproveché al máximo la televisión por cable y cada vez que podía sintonizaba TV5 para intentar comprender algo, pero sólo me moví como pez en el agua cuando, en un noticiero, entrevistaban a Vargas Llosa, que hablaba (francés con un acentazo arequipeño) sobre su último libro, que si sigue la tradición de los anteriores, llegará a mis manos, como mínimo cuatro años después de su publicación. Cholo terco, vi cine francés hasta aburrirme, pero con títulos como La Haine, Dobberman o Zazie Dans le Metro , sólo aprendí frases hechas: "tu es la bite" "baise moi" o "mon cul", que no me sirvieron demasiado en mi inserción social. A pesar de mi autismo, logré que mis bretones anfitriones creyeran que yo era muy amuse y recorrimos juntos las calles de Rennes, botella de champagne en la mano, para recibir el año nuevo, y de pasadita, un frio que te congelaba los huevos.
Pero, si la vuelta casa es traumática, lo es más comprobar que todos tus conocidos tienen propósitos para el nuevo año, y como siempre, son los mismos del año pasado, osease, ir al gimnasio, dejar de fumar, ser mejor persona, levantarse a la jefa que está tan buena y tiene unos ojos azules (bizcos, pero qué mas da) y unas..., leer un libro completo, ver una película de Clint Eastwood completa, etc, etc, etc. Por eso, mi propósito a sido retomar mi costumbre de escribir de vez en cuando, a pesar de que en mi laptop, hayan saltado las teclas "y" "u" "esc" "inicio" y las que quedan funcionen cuando les da la puta gana (perdonen la vulgaridad, pero esta vaina calienta).