Gino se ha cambiado de sexo. A los que lo conocemos de siempre, no nos asombra, y hasta podría decir que por mi parte, me lo imaginé siempre como si fuera mujer. Bastante fea, todo hay que decirlo, pero en mi país siempre hay una rota para un descosido. ¿Y ahora, quién nos prestará dinero? Si él no solía fallarnos, y, abusando de las generosas propinas de su papá engreidor, nos invitaba siempre gaseositas, marcianos, pan con pollo, y una vez, ya en el colmo de la conchudez, le hice comprar una insignia del colegio para salvar mi culo y mi nota de conducta. Era buena gente, pero aún así, lo abollaban casi todos los días. Gino llegaba cada día al colegio peinadito, oliendo a Heno de Pravia y shampoo Ammen, con la insignia y el cordón (era policía escolar) en su sitio, ni un centímetro más ni uno menos, la raya del pantalón marcada a fuego y los zapatos más relucientes que la sudorosa calva de nuestro excelentísimo señor director, el Dr. Chancalapiedra. Se paseaba por el patio central como si fuera una muñeca Alicia, de esas antiguas, pero cuando nadie lo estaba vigilando, dicen que se marcaba uno que otro pasito de ballet, o incluso a veces de Grease, y hacía de Olivia Newton John.
El instructor Tejeda tenía buen ojo para esas cosas, y contaba la leyenda que había enderezado un par de cabros, a petición de unos desesperados padres que no sabían como aliviar la anomalía de sus hijos. Tenía a Gino en su mira, lo hacía correr una vuelta al colegio más que a los demás, y siempre que el pobre cantaba el himno lo increpaba delante de todo el mundo: cante como hombre carajo, Céspedes, o quiere que lo mandemos al Dora Mayer. Yo me reía por cumplir, me daba pena Gino, no por ser cabro sino porque todos se burlaban de él, además en el Dora Mayer no lo iban a dejar entrar porque era un colegio femenino. Gino aguantaba siempre orgulloso, sin bajar la mirada, hasta cuando lo castigaban y le daban correazos en las piernas por haberse reído tapándose la boca, o cuando lo hacían ranear durante dos horas, por haber dicho en plena clase de historia del Perú que San Martín era más guapo que Alfonso Ugarte.
¿Cómo será Gina? ¿Rubia, morena o pelirroja? No creo que se note mucho que antes era un hombre, era completamente lampiño y su voz era más fina que la de Cristian Castro. He conocido mujeres con la voz más grave que él, así que creo que pasará piola, al menos de noche. Tendrá un marido, fijo, de grandes patillas. Recordará, seguramente, la época del colegio, y se preguntará que qué haremos ahora que ya pasamos los 30 años. Algunos han muerto Gino, otros como tú, siguen buscando su espacio en el mundo, y si ven que algo les sobra, simple y llanamente, se lo cortan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario