La cita era a las 5 y media, pero no el cine Romeo. Días antes, el Mongo había leído un anuncio en El Comercio en el que un grupo de rock buscaba cantante. En realidad, esa tarde su intención era encontrar un trabajo decente, como el que se le escapó por no saber Autocad ni AS400, pero al ver la convocatoria musical no lo dudó y llamó para pedir información. Ellos eran un grupo de covers, no tenían canciones propias y de vez en cuando tocaban en bares del norte de Lima, sólo es por huevear, le dijeron, pero queremos alguien que cante más o menos bien.
El mongo ya veía su cara en los carteles, y se imaginaba cantando frente a cientos de personas. Ensayó y ensayó hasta que llegó el día de la cita. Esa tarde, siguiendo las indicaciones del guitarrista, llegó a un barrio de Los Olivos, cerca de la casa de un amigo suyo (y rogó no encontrárselo, para no dar explicaciones); tocó el timbre y no respondió nadie. En un minuto su mente voló y el pobre Mongo creyó que, una vez más, se habían burlado de él, y no había ni grupo, ni casting, ni nada. Pero unos segundos después, una morena pequeñita que se parecía a Shakira, abrió la puerta. Pasa, le dijo, estamos ensayando al fondo y no habíamos escuchado el timbre, te he visto de suerte, flaco.
El mongo ya veía su cara en los carteles, y se imaginaba cantando frente a cientos de personas. Ensayó y ensayó hasta que llegó el día de la cita. Esa tarde, siguiendo las indicaciones del guitarrista, llegó a un barrio de Los Olivos, cerca de la casa de un amigo suyo (y rogó no encontrárselo, para no dar explicaciones); tocó el timbre y no respondió nadie. En un minuto su mente voló y el pobre Mongo creyó que, una vez más, se habían burlado de él, y no había ni grupo, ni casting, ni nada. Pero unos segundos después, una morena pequeñita que se parecía a Shakira, abrió la puerta. Pasa, le dijo, estamos ensayando al fondo y no habíamos escuchado el timbre, te he visto de suerte, flaco.
La casa estaba anclada en los ’70 y no faltaba el típico almanaque en cada pared, aquí es difícil olvidarse en qué dia estamos, dijo el Mongo, y Shakira sonrió divertida. En un cuartito de tres por tres, estaban los músicos: Charlie, el guitarrista, y Tito, el dueño de la batería. ¿Qué canción te sabes?, le preguntaron, un montón, dijo el Mongo. Decidieron que cantara una de Maná, y el Mongo empezó con “Rayando el Sol” y a juzgar por las caras del público, lo hizo bastante bien, hasta Shakira empezaba a mirarlo con más interés. Cuando acabó de cantar le pidieron que cantara, ahora, algo más movido, y el Mongo, emocionado, se mandó con todo y dijo: “Smells Like Teen Spirit”, y los músicos ahogaron un risita pero empezaron a tocar.
Fue un desastre. A la mitad se le olvidó la letra, y ya al final, la garganta se le cerró, como diciéndole, con lo bien que estábamos antes, lo nuestro son las canciones romanticonas. Shakira miraba para otro lado y las guitarras se apagaron de golpe. Nadie decía nada, y el silencio sólo se rompió cuando, alguien, que parecía ser un cobrador, golpeaba furioso la puerta de la casa. Tito salió a ver qué mierda pasaba, y el Mongo se sentó derrotado en un sillón, sabedor de que su trampolín a la fama se había desinflado. Shakira se acercó y le dio un poco de agua, pero cuando el Mongo quiso hablarle volvió Tito con un flaco que, sin pedir permiso ni nada dijo algo así como “ Crazy Litte Thing Called Love” en concierto, y empezó a cantar y a hacer pasitos tipo Freddie Mercury. No desafinó nunca y a Shakira se le caía la baba, el Mongo se bebió el agua de golpe y se fue sin que nadie se diera cuenta. En el bus de vuelta a casa pensó que todos esos que le decían que cantaba bien deberían ver al imitador de Freddie moviendo el culo entre almanaques, yo sólo sirvo para cantar cosas románticas, dijo. Esa noche se conformó con cantarle a una vecina algo al oido, detrás de una pila de ladrillos, y dijo así adiós a su carrera musical.
Fue un desastre. A la mitad se le olvidó la letra, y ya al final, la garganta se le cerró, como diciéndole, con lo bien que estábamos antes, lo nuestro son las canciones romanticonas. Shakira miraba para otro lado y las guitarras se apagaron de golpe. Nadie decía nada, y el silencio sólo se rompió cuando, alguien, que parecía ser un cobrador, golpeaba furioso la puerta de la casa. Tito salió a ver qué mierda pasaba, y el Mongo se sentó derrotado en un sillón, sabedor de que su trampolín a la fama se había desinflado. Shakira se acercó y le dio un poco de agua, pero cuando el Mongo quiso hablarle volvió Tito con un flaco que, sin pedir permiso ni nada dijo algo así como “ Crazy Litte Thing Called Love” en concierto, y empezó a cantar y a hacer pasitos tipo Freddie Mercury. No desafinó nunca y a Shakira se le caía la baba, el Mongo se bebió el agua de golpe y se fue sin que nadie se diera cuenta. En el bus de vuelta a casa pensó que todos esos que le decían que cantaba bien deberían ver al imitador de Freddie moviendo el culo entre almanaques, yo sólo sirvo para cantar cosas románticas, dijo. Esa noche se conformó con cantarle a una vecina algo al oido, detrás de una pila de ladrillos, y dijo así adiós a su carrera musical.
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