viernes, febrero 01, 2008

Mi vida sin Miyagi


Cuando ves por centésima vez Karate Kid, y revives a Daniel Laruso y su grulla salvadora en el último minuto (con la pierna rota, masajeada por Miyagi) del combate, sientes que la vida no es como las películas. En el día a día, la gente no se alegra de que saltes bien los obstáculos que te ponen en el camino, al contrario, te odian cada vez más. Un ejemplo: el tipo que trabaja conmigo debía preparar conmigo una convención, se fue de vacaciones dejándome con todo el trabajo. En España existe una gran tradición de dejar todo para última hora, preparar la cena, compras navideñas, salir o volver de vacaciones, etcétera; y quizá por eso este individuo pensaba que me jodería vivo dejándome así o asá. Pero, no contaba con mi astucia, y yo ya había hecho la mitad de mi trabajo (y ahora pasaba los días en foros de Internet) por lo que al descubrir que el cabrón estaba en Roma sin hacer nada, no me quedó otra cosa que preparar lo que faltaba.

No tenía un Miyagi al lado, que me dijera algo así como “enfocar puedes, Daniel San, y derrotar tus temores”, y me encerré en mi mismo hasta terminar con todo lo pendiente. El día de la convención todo salió bien pero al dormir el stress escapó de mi cuerpo en forma de calambre. Desperté gritando de dolor mientras intentaba infructuosamente estirar la pierna, que me duele hasta hoy. Ahora el engendro mutante que se sienta a mi lado de 9 a 6 vive más amargado que nunca, y sospecho que es porque esperaba que la cagase en mayúsculas y, como no pasó, tendrá que esperar mejor ocasión para que me despidan. Qué ganas tengo de acercarme y darle una palmadita en la espalda mientras le digo, “tú tranquilo, que la rabia sale sola, si algo es seguro, es que de nosotros dos, el único que se quedará aquí para siempre eres tú”.

Por eso cuando mamá pregunta “¿ya vino tu amigo de vacaciones?” le respondo acertadamente, “ese no es mi amigo, como mucho un compañero de trabajo”. Uno de estos días, le meto una patada voladora en medio de la cara, pero sin rencor.

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