martes, marzo 25, 2008

High


Desayuno rápido, un café negro y una tostada con queso. Bajo por las escaleras, el ascensor tarda demasiado y odio ver su luz parpadeando, sin que la puerta se abra jamás. Llego al portal y veo que he olvidado las llaves del coche, subo, entro a casa, meto las llaves al bolsillo, un poco de más de café, bajo corriendo, arranco, pongo un disco recopilatorio con las mejores actuaciones del Unplugged de MTV, Eric Clapton canta “Tears in Heaven” y me imagino a su hijo cayendo por la ventana de un edificio, siempre pasa cuando escucho esa canción.
Atasco, todos han vuelto ya de sus vacaciones de semana santa.
Bajo la ventanilla, el café me ha alterado un poco, respiro hondo, pero en ese momento el Seat podrido que tengo delante acelera y me llena los pulmones de humo azul. Me encierro otra vez en el habitáculo del coche, ahora canta Seal, me calmo un poco, o al menos eso creo, me imagino cantando esa canción en una fiesta con un piano negro, borracho hasta las cejas y sin olvidarme la letra. Puto café, siempre se me olvida que no debo beberlo en ayunas. El atasco sigue, pongo la radio y dicen que no lloverá, amanece de golpe y tengo que buscar las gafas de sol en la guantera. Imagino que el ruido de mi corazón es como el de King Kong al caer de las torres gemelas. Ya voy llegando al final del atasco, K.D. Lang suena mejor en versión acústica.

Un camión me pide paso, para cambiar de carril, le dejo hacerlo y esa buena acción me calma un poco el ritmo cardiaco. Llego al trabajo escuchando a Sting y respiro hondo una vez más, me pego a Rafa para entrar juntos, porque además he olvidado mi tarjeta de acceso.

La mañana pasa tranquila, he desayunado un colacao y galletas crackers, me voy calmando mientras recuerdo divertido la cara de asombro de mi prima, la que al verme tras tres meses, quedó impresionada de forma exagerada con mis nuevos biceps y mi desaparecida barriga, ejercita también las piernas, me dijo, no te vayas a quedar como Popeye. Voy al baño a beber agua y me cruzo con Vero, que tiene mucha prisa y parece más agobiada que yo. Me mojo la cara y sigo sintiendo como bajan mis pulsaciones, maldito café, digo.
Llega la hora de comer, y, imbécil, compro una cocacola para acompañar el pollo al horno que traje. Después del tercer sorbo siento otra vez mi corazón latir con rapidez, pero ya no hay Unplugged que lo detenga. Llegan Los Otros y hablamos de tetas, fútbol, la chica nueva, los cólicos de Eli, y la liberación femenina. Me relajo, y Jose me ofrece un café. No quiero despreciar su iniciativa, descafeinado por favor, le pido, pero en poco tiempo me doy cuenta de que o no me ha escuchado o se ha equivocado. Me desboco como un potro alazán y mi pierna izquierda empieza a moverse sin control. Bebo más agua, pero la cafeína se ha apoderado ya de mi organismo.

Dentro de unos minutos tendré mi primera sesión de Pilates, y espero desde el fondo de mi corazón que sirva para calmar mis ansias. Pero sospecho que ver a la instructora en mallas, sólo hará que mis pulsaciones suban hasta el infinito y más allá.

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