viernes, septiembre 21, 2007

Pesadilla en Mongo's Street


El Mongo soñó que peleaba con papá. Otra vez.
Como en cada sueño suyo, bueno o malo, abundaban los laberintos, las escaleras, las calles interminables y los colores claros. Aparecía gente de su vida diaria, gente del trabajo que, confundidos, lo miraban como diciéndole ¿qué hago yo en un sitio como éste? No les respondía porque ya ha aprendido en sueños anteriores que es inútil comunicarse con cualquiera que no sea un personaje principal en su sueño. Una vez casi lo logra, pero el interlocutor, que ahora mismo no recuerda si era animal vegetal o mineral, sólo logró escupir un par de letras y murmullos antes de volar en mil pedazos; después de ver eso, sin razón alguna, el Mongo se puso a aplaudir como un loco. Lo soñó despues de ver Scanners, de Cronenberg.


Su sueño era muy realista, si olvidamos la decoración tipo Yellow Submarine, ya que se pasó el 80% del tiempo ignorando todo lo que su padre decía, y rechazando siempre todo lo que le ofrecía. Él se revolvía de rabia en su sitio, pensando seguramente que si él fuera el dueño del sueño el Mongo ni siquiera existiría. Sus hermanos, que a veces aparecían por ahí, los miraban como lo hacían en la vida real, cuando eran niños, estupefactos y asustados, seguros de que en algún momento esa bomba de relojería que había incidido en traerlos al mundo, explotaría y que el primer damnificado de la onda expansiva, como siempre, sería el pobre Mongo. Pero él, como hacía desde que tiene uso de razón, seguía en sus trece, sin ceder ni ápice, aunque estuviese cagado de miedo, y sabiendo a ciencia cierta que minutos después recibiría la acostumbrada paliza. Su viejo se sentaba, se volvía a levantar, se iba, y su sueño en ese momento tenía un instante de paz, de sosiego, las luces rojas y los tonos grises, se convertían en soles brillantes que acompañarían a los Teletubbies y de algún lugar venía el sonido de las olas que le recordaba, incluso, el olor del mar del Callao.


Pero de pronto, y sin explicación alguna, papá volvía, y el mar y los colores bonitos se iban. Esta vez, como, cada sueño, se envalentonaba y le decía que ya estaba harto, que quién era él para desafiarlo, que se callara, que no lo mirara a los ojos, y que le iba a pegar tan fuerte que lo iba a dejar irreconocible, como uno de esos monstruos de las películas de Godzilla, que tanto le gustaban ver en vez de hacer la tarea de matemáticas. El Mongo, todavía cagado de miedo, se miraba las manos y las piernas, y comprobaba en este sueño que ya no era más el niño que se escondía debajo de la cama, huyendo de él y de su frustración transformada en golpes. Ahora era un adulto, y como Popeye después de comer espinacas, se sintió fuerte e invencible y le dijo que cuando quiera y donde quiera, que ya se había aburrido de esconderse, que uno de los dos debía morir antes de que se ocultara el sol. Después de soltar esta última frase, y mientras se preguntaba a mí mismo si no la había copiado de una película de Sergio Corbucci, su padre desapareció lentamente, como si fuera un holograma.


Sus hermanos aparecían con más fuerza, no como esos ángeles horribles que adornan los regalos del día de la madre, pero si con una luz detrás en plan Expediente X. Sin verlo oían la voz de papá decir que volvería, que ya se acordarían de él, pero les sonó como Gargamel, cuando dice eso de “los atraparé, aunque sea lo último que haga, lo último que haga”. La sensación de victoria fue tal, que su cuerpo sufrió un subidón de adrenalina, y se despertó de golpe. El reloj despertador marcaba 05:40, con esos odiosos numeritos rojos que brillan en la oscuridad. Volvió a acostarse deseando soñar algo mejor, más bonito, con Mónica Belluci, por ejemplo, o Pilar López de Ayala, o con la tía buena de su trabajo, que además es buena futbolista.


Dos minutos después estaba roncando otra vez, pero esta vez soñó que era Jason Bourne. Despertó con una sonrisa de oreja a oreja, tres horas más tarde.

jueves, septiembre 20, 2007

Aló, ¿Ouija?


He leído un titular bastante infame en la prensa online peruana:

Jugar la ouija puede llevar a los adolescentes al suicidio.

En Peru21.com para ser más exactos. Además de estar escrito de regular tirando a mal (en mi humilde opinión, claro está), juega tanto con la exageración y el tremendismo que no he podido evitar la tentación de reproducir parte de su contenido (en cursiva, como me enseñó mi tío que se cree periodista), para mi gozo y disfrute.

Especialista advierte que los menores de edad son más vulnerables a estos juegos y pueden caer en un trance de exaltación, lo cual los puede inducir a la autoeliminación.

No sabía que existiesen especialistas en Ouija, o en trances de exaltación, ya que el trance hasta donde sé es el resultado de la exaltación, pero si de verdad existe gente que cree que jugar con los “espíritus” puede dañar el alma, es mejor que se autoelimine (y se lleve a los especialistas en Ouija) y deje el mundo para la gente más normal. Como yo, por ejemplo. Así habría menos colas en los aeropuertos.

Un especialista comentó que el reciente caso presentado en Yarinacocha, Ucayali, donde dos adolescentes del colegio Faustino Maldonado, convulsionaron y presentaron conductas extrañas tras jugar a la ouija, lo que provocó incluso la presencia de pastores y sacerdotes.

Seguimos con las redundancias, o si no es así ¿Qué tenían que ver los pastores con esto? Pobres ovejas, se quedarían solas en la pampa preguntándose:

-¿Quee paaaasaaa, beee?
- No seee, deeebeee seeer que reeegalan aalgo, beee.

Y los sacerdotes, que también son pastores de almitas (cuando les conviene) llegarían al lugar en un dos por tres, con su túnica, rosario y un frasco de agua bendita, a ver si les dejaban jugar a Padre Merrin por un día.

Explicó que durante el desarrollo del trance, los adolescentes dicen haber sido poseídos por el demonio, lo que le da a esa práctica una aterradora connotación demoníaca que los puede volver agresivos y hasta pueden desarrollar movimientos corporales involuntarios.

Yo he jugado a la Ouija un par de veces, y no sentí que me poseyera ningún demonio (más bien demonia, pero eso fue un año más tarde y no tuvo mucho que ver con el jueguito aquél), mi agresividad fue la de siempre (más bien tirando a poca), y los movimientos corporales involuntarios llegaron después del juego, eso sí lo admito, pero fue sobretodo porque le pregunté al espíritu chocarrero qué color de calzón tenía Ruth en ese momento. Y eso me emocionó hasta la convulsión.

"El hecho de estar repitiendo este juego hace que se vuelvan cada vez más vulnerables. Les genera histeria, se exaltan, gritan y vociferan. Ahí es cuando pasa de ser un juego a algo más serio", dijo en declaraciones a la agencia Andina.

Entonces, todos los cobradores de combis han jugado alguna vez. Y las señoras que venden en el mercado central de Lima, también. Y ni te cuento de los españoles, que gritan al hablar por teléfono, y también en la vida diaria puedes escuchar sus conversaciones a treinta metros de distancia.

El psiquiatra advirtió que bajo el pretexto de la ouija personas inescrupulosas pueden sacar provecho del temor que puedan sentir los menores e inducirlos a tener relaciones sexuales con el argumento de una presunta protección frente a los espíritus demoníacos.

Uy, si lo hubiera sabido antes. podía haber usado esa táctica, aunque la verdad, nunca me hizo falta. Pero esto me recuerda a una que, en el caso de que un espíritu se le apareciera y le dijese "¿has visto lo que hace la cerda de tu hija?", fijo que se reía en la cara del poseedor y le contestaba: "¿cerda?, esa a mi lado como mucho es una corderita de dios".

"Este juego tiene una serie de elementos que tienen que ver con la imaginación y hasta con las supersticiones y las películas de terror. El menor ingresa para satisfacer la curiosidad o con fines sociales para no sentirse marginado e insertarse al grupo de amigos", subrayó.

Eso, subráyalo, así, sin vergüenza. Todo el rollo que has soltado para que al final todo sea motivado por lo mismo: las películas, el subconsciente o el deseo de aceptación. En mi época para ser aceptado sólo había que hacer dos cosas: emborracharse con los amigotes, o darle una paliza al tonto del barrio. Eran otros tiempos.

lunes, septiembre 17, 2007

Otoño y primavera


Ahora que con el otoño Madrid vuelve a la rutina (atascos, retrasos en el metro, etc.) y el sol sale cada vez con menos fuerza, al otro lado del océano, la gente de Lima se prepara a recibir la primavera. No sé si mamá conserva todavía mi primer dibujo primaveral, de mi época colorística en que no sabía si quería ser un Patinir o simple y llanamente un ilustrador de libros infantiles. En mis primeros dibujos aparecía, siempre, el sol saliendo entre dos montañas; mi profesora decía que era una forma de timidez, algo que el niño no quiere mostrar, señora, pero la verdad es que me era imposible dibujar un círculo perfecto a pulso, y por eso ocultaba la circunferencia del astro entre montañas, árboles, o un conejito que saltara muy alto. También metía una que otra mariposa, la imagen que más asocio con la primavera, algunas volaban alto y otras más bajito, al nivel de las flores, para que el niño que también dibujaría luego (y que obviamente, era yo) tuviera alguna oportunidad de atraparla sin hacerle daño, y liberarla después. Cosa que en la vida real, siempre hacía con mi hermano. Nos parábamos al lado de las flores, sin movernos, hasta que todos los insectos de alrededor pensaran que éramos parte de esa flora urbana, y ya cuando veíamos alguna mariposa que nos gustara (el escogía las que tenían colores de tigre, yo las que parecían tener ojos en las alas), les caíamos encima. Matábamos alguna, por el susto, me imagino, porque teníamos bastante cuidado al atraparlas, y esa muerte nos jodía el resto de la tarde.

Pero eso se acabó un día, todavía de primavera, cuando mi viejo nos dijo que eso de atrapar mariposas era de maricones, y que si nos volvía a ver haciéndolo nos iba a meter al ejército. A mí, al menos, me asustó. Nunca más perseguí mariposas, las siguientes primaveras me las pasé buscando gusanos entre el fango o matando pajaritos, como los machos, y papá me dejó en paz una temporada.

El último dibujo que hice, por encargo, tenía más de nostalgia que de realidad. Pinté un río con un venado al lado (cuando en mi vida había visto un bicho de esos), mucha hierba, conejitos que parecía que hablaban entre sí, dos mariposas, una atigrada y otra con ojos, gusanitos huyendo de un pollito despistado, dos niños que jugaban a pelear mientras un perro enorme los vigilaba. Como fondo, el dibujo tenía cuatro montañas, dos verdes y dos marrones, todas con nieve en la cima (no sé porqué) el cielo era azul y pinté un par de nubes que eran cruzadas por un ave de raza indeterminada y como colofón dibujé un sol perfecto usando una moneda como compás. Fue un desastre de crítica. A mi hermana, para quien lo hice con mucho esmero, le dijeron en el colegio que su dibujo era demasiado extraño para una niña de su edad, y mandaron a llamar a mi viejo, que por suerte, esta vez tampoco acudió a la citación y mandó una nota excusándose porque tenía mucho trabajo.
Ahora, ya treintañero, disfruto mucho del otoño que en Lima casi no existía. Camino por los parques pisando las hojas secas, y respirando el olor a hierba húmeda que deja la lluvia. No hay mariposas, conejitos, ni siquiera gusanos alrededor, pero si alguien me presta un lápiz y un papel seguro que me sale un buen dibujito, digno de un libro para niños.

jueves, septiembre 13, 2007

Revelaciones 13:09


Gino se ha cambiado de sexo. A los que lo conocemos de siempre, no nos asombra, y hasta podría decir que por mi parte, me lo imaginé siempre como si fuera mujer. Bastante fea, todo hay que decirlo, pero en mi país siempre hay una rota para un descosido. ¿Y ahora, quién nos prestará dinero? Si él no solía fallarnos, y, abusando de las generosas propinas de su papá engreidor, nos invitaba siempre gaseositas, marcianos, pan con pollo, y una vez, ya en el colmo de la conchudez, le hice comprar una insignia del colegio para salvar mi culo y mi nota de conducta. Era buena gente, pero aún así, lo abollaban casi todos los días. Gino llegaba cada día al colegio peinadito, oliendo a Heno de Pravia y shampoo Ammen, con la insignia y el cordón (era policía escolar) en su sitio, ni un centímetro más ni uno menos, la raya del pantalón marcada a fuego y los zapatos más relucientes que la sudorosa calva de nuestro excelentísimo señor director, el Dr. Chancalapiedra. Se paseaba por el patio central como si fuera una muñeca Alicia, de esas antiguas, pero cuando nadie lo estaba vigilando, dicen que se marcaba uno que otro pasito de ballet, o incluso a veces de Grease, y hacía de Olivia Newton John.


El instructor Tejeda tenía buen ojo para esas cosas, y contaba la leyenda que había enderezado un par de cabros, a petición de unos desesperados padres que no sabían como aliviar la anomalía de sus hijos. Tenía a Gino en su mira, lo hacía correr una vuelta al colegio más que a los demás, y siempre que el pobre cantaba el himno lo increpaba delante de todo el mundo: cante como hombre carajo, Céspedes, o quiere que lo mandemos al Dora Mayer. Yo me reía por cumplir, me daba pena Gino, no por ser cabro sino porque todos se burlaban de él, además en el Dora Mayer no lo iban a dejar entrar porque era un colegio femenino. Gino aguantaba siempre orgulloso, sin bajar la mirada, hasta cuando lo castigaban y le daban correazos en las piernas por haberse reído tapándose la boca, o cuando lo hacían ranear durante dos horas, por haber dicho en plena clase de historia del Perú que San Martín era más guapo que Alfonso Ugarte.


¿Cómo será Gina? ¿Rubia, morena o pelirroja? No creo que se note mucho que antes era un hombre, era completamente lampiño y su voz era más fina que la de Cristian Castro. He conocido mujeres con la voz más grave que él, así que creo que pasará piola, al menos de noche. Tendrá un marido, fijo, de grandes patillas. Recordará, seguramente, la época del colegio, y se preguntará que qué haremos ahora que ya pasamos los 30 años. Algunos han muerto Gino, otros como tú, siguen buscando su espacio en el mundo, y si ven que algo les sobra, simple y llanamente, se lo cortan.

martes, septiembre 11, 2007

La tía buena


La tía buena llegaba como siempre, derramando lisura y a su paso dejaba aroma de mixturas, y nosotros la baba. A veces, como hoy, viste un pantalón negro con finas líneas blancas, que nos hacía soñar a todos los demás en la oficina con la cárcel perfecta, y nos pasábamos el día con la sonrisa idiota marcada en la cara, cantando como Braulio:
En la cárcel de tu piel prisionero de este amor
Carcelera de mi fe de mi gloria o mi dolor
Déjame morir así y si tienes compasión
Amortájame en tu piel dame tierra en tu calor
Una mañana cualquiera decide llegar sin maquillaje, y se pone sólo una falda jean y una camiseta crema, de tirantes; se pasea por la oficina como quien no quiere la cosa y nos saluda a todos, sin dárselas de “mira que buena estoy”, como hacían las pocas chicas guapas que conocía en Lima. Esa misma tarde viene a comer con nosotros. Nos metemos siete en un coche para cinco, pero a ella, caballerosamente, le cedemos el asiento del copiloto. Durante el almuerzo hablamos de fútbol y ella dice que entrena con un equipo femenino, le pregunto si juega o simplemente corre al lado de la pelota, su respuesta es fulminante: “cuando quieras jugamos y te doy una paliza”, no puedo evitar sonreir imaginándomela defendiendo un corner o intercambiando camisetas al final del partido.

Muchos (varios, en realidad), han intentado salir con ella desde el primer día en que llegó a trabajar. Que si quieres tomamos algo al salir, o vamos al bowling, no, mejor, vamos a comer. Pero ella siempre responde igual, que no puede porque además tiene otro trabajo, de monitora de aerobics en dos gimnasios, y cuando le queda tiempo libre acompaña a su padre, que según ella, está viejo y enfermo. Yo creo que no viene porque sabe que eso sería darnos alas, como el Red Bull, y luego tendría que bajarnos de la nube, y la odiaríamos, por estar tan buena y no hacernos caso, y ya no seríamos sus amigos, ni almorzaría con nosotros, ni nos reiríamos tanto con su genial interpretación de la infidelidad femenina.

Jose Luis dice que su novio mide dos metros y que es super musculoso, pero no lo creo, porque cuando yo salía con una tía buena, sus amigas, sin conocerme, me imaginaban como si yo fuera Johnny Depp, y en la realidad como mucho me parecía a un joven Cantinflas (que también tenía su encanto, sí señor). Yo creo que su novio debe ser normalito, como todos nosotros, pero me divierte comprobar como la impotencia de alcanzar algo te hace inventar obstáculos donde no los hay, como puede ser un novio musculoso, unos hermanos celosos, un árbitro mala gente, etc. Yo sigo hablando con la tía buena de la misma forma que el primer día, no espero nada a cambio. Si un día llega con su belleza normal, todo sigue su cauce. Pero si un día como hoy, llega más guapa, sin necesidad de arreglarse tanto como la fea de Miryam (fea forever), simplemente se lo digo, ella me lo agradece (todo muy politely) y escribo algo sobre las tias buenas, en mi blog. Porque a veces, ver su imagen vale más que mil palabras.

miércoles, septiembre 05, 2007

El espíritu de Benito


Cuando alguien te dice: “sabes que te aprecio mucho, ¿no?” es porque a continuación te va a soltar algo malo, lo que sea, una opinión sobre tu peinado, tu desodorante (yo debí hacerlo con alguna), o cualquier cosa criticable. Con cariño, eso sí. Por eso cuando Juan me dijo eso, yo contesté “lo pienso, no lo sé”, dejándolo en offside por unos segundos.
Pero contratacó, diciéndome que, a veces, la prudencia no era una de mis virtudes. Seguí con mis ravioli, sin hacerle mucho caso, y ya cuando vi que lo había hecho para dejarme en envidencia frente a Vero (que como cualquier miembro de la especie femenina, lo tenía cautivado casi hasta provocar la violación), le solté el por él esperadísimo “¿por?”.

Juan es lo que las chicas (que están buenas) llaman “moscón”, pero que en Lima simple y llanamente denominamos “termo”. La máxima expresión del termo, era Benito. Medía 1,40 metros, siempre acompañaba a las chicas a comprar pan, o a esperar su combi, y nunca (jamás) se chapaba a ninguna. Pero, claro, tenías que caerle bien, porque, además de ser un idiota calentador, podía desbaratar tu candidatura sexual en pocos movimientos de peón. Sólo bastaba una palabra suya para que la chica de tus sueños húmedos quedara fuera de tu alcance, y así ella lo seguiría necesitando para acompañarla, merodearla, comprarle frunas o arrocillo (no daba para más), o acompañarla a renovar su DNI, en la comisaría del Callao rodeada de Juanitos Alimaña.

- Porque a veces, deberías evitar hacer comentarios, quizá a Vero no le interesa que todos sepan que va a concursos de la tele.

En la universidad también había un Benito: el Chavo. Cada dos meses se enamoraba y seguía a su presa sin cesar, le invitaba una inka cola en el puesto de Freddy y después la veía (siempre) volar hacia los brazos del primer conchudo que pasara. El Cachaco y yo nos burlábamos de él, y una vez propuse llevar una lista de todas las hembritas que lo habían shoteado, pero era demasiado trabajo. Una tarde, sin más, desapareció de la facultad, derrotado por no poder calentar a nadie más y sabiendo que ni sus maleteos a los rivales surtían efecto.

- Sorry, pero no te estaba escuchando, Juan. ¿Quién canta ahora? Creo que es Alejandro Fernández.

Mi hermano me contó que Benito se había casado (por Junta Vecinal, ni siquiera fue a la Municipalidad del distrito) con la hermana de Walter. Dicen que ella estaba embarazada y como Benito la acompañaba siempre, sus viejos le exigieron que cumpliera como varón. Él, encantado de que al fin tanta persecución diera resultado, aceptó gustoso la imposición y ahora, hasta donde sé, vive con la fea del barrio y no le importa que ella se vaya cada tres días a dormir con unas amigas, total, no la va a dejar encerrada en la casa ¿no?

- Pues eso, que deberías controlarte un poquito, tío.
- …
- Vero, cuando desconecto pienso en Mónica Belluci.
- ¿Ah si? ¿Te gusta mucho?
- Desde siempre.

Juan se quedó mirando al infinito y comenzó a divagar, sin dejar de babear por Vero. Saboreando mi copa de vino pensé que Benito, y los de su especie, deberán existir siempre, si no, las chicas interesantes nunca llegarían a nuestras manos, mientras las aburridas se quedan con los Juanes de toda la vida.

viernes, agosto 31, 2007

La chata y el Peggo


Estaba templado hasta los huesos. Yo la conocí bastante después de escuchar hablar por primera vez de ella, cuando Tomy no sabía ya que adjetivo usar para describírmela. Es chatita y linda, huevón, me decía, por ejemplo, y yo me imaginaba siempre a Mónica Santamaría. Todos los días, en el trabajo, en la universidad, en la calle, cheleando o jugando fútbol, siempre terminábamos hablando de su chata. Que si hoy Maritza hizo esto, que si hoy Charo dijo que Maritza habló de mí, que si no me llama hace nueves horas, cuarenta minutos y 26 segundos, espera ya 28 segundos.

Al principio me daba curiosidad pero al final terminó por hastiarme, como el chocolate Sublime, del que no puedo comer más de dos trocitos. Sus amigos de barrio la apodaron “Raritza”, e inmediatamente me uní a ellos en la burla, con la secreta esperanza de que así Tomy dejaría de mencionarla en mi presencia. Pero no, sólo logre que se cagara de risa, porque decía que yo pronunciaba “Raritza” como nadie, y que gracias a mí le quitaba un poco de importancia a su amor desmedido y brutal. Tan violento era el sentimiento que una vez, mientras regateábamos a un vendedor de ropa usada en la avenida Grau, Tomy se quedó en blanco y pagó veinte soles por un Levi’s con una pierna rota casi por completo. ¿Qué te pasa, hueveras?, le pregunté, y él con lágrimas en los ojos me dijo es que estaba sonando una canción de Chayanne, que la chata y yo escuchábamos juntos. Pa’ matarlo.

Mi comprensión era comprensible porque en esos días (y casi todos los de la universidad) yo moría por una rubia delgadita de ojos asesinos, de la que no que no diré su nombre porque todos, creo, ya lo saben.

Donde estarás, qúe estarás haciendo / En qué brazos me olvidas / Vendrás o no vendrás/Pensarás en mí o no/ Siempre me pregunto así/Con el llanto en los ojos

A lo que iba, que como los dos no éramos correspondidos, nos entregábamos al dolor cada uno a su manera, él escuchando a Chayanne y yo levantándome todo lo que podía. Cuando ya no podía más, y buscando quitarme de encima ese maleficio le dije a Tomy que me dijera qué hacer, algo, lo que sea, con tal de ayudarlo a que Maritza aunque sea una vez, dejara que se la chapase. Sabía que con eso todo se acabaría, las fantasías y las noches escuchando Radio A de mi amigo se esfumarían hasta que conociera a otra flaca en el Mr. Chopp y se volviera a enamorar. Se puso feliz, y me pidió un par de días para pensar qué hacer. Fueron dos días de paz completa, hasta que una tarde me llamó a casa y me contó su plan.

- Llamas a la chata, le dices que eres un amigo anónimo y que sólo quieres que me diga si me quiere o no, le cuentas lo que sufro y lo que pienso en ella y al final le pones la canción de Chayanne.
- Si quieres – le dije, sin perder la vista de la tele. Era el capítulo del “Gran Chaparral” en que Blue le dice a John Canon que se va del rancho, interesantísimo.

Busqué en internet la canción y llamé a Maritza. Nunca habíamos hablado, y me pareció que tenía una voz bastante dulce. Me imaginé otra vez a Mónica Santamaria. Le solté todo el floro que Tomy me había encargado, pero no resultó, se puso como una fiera, y si no mandó a la mierda fue porque seguramente había estudiado en algún colegio superreligioso de San Miguel o La Perla.

- Espera – le rogué- que te pongo una canción de Chayanne.
- No pongas nada, voy a llamar a Tomy – me dijo, y colgó sin despedirse. Pensé: la cagada.

Sobra decir que el plan no funcionó, Tomy estuvo triste varios días y yo trataba como sea de alegrarlo. Me identificaba con él, sobretodo después de que, a mí también, la niña de mis amores me dejara peinado y alborotado. Él y yo buscamos alternativas: una chata culona y la reina de la facultad de contabilidad, respectivamente. Él se compró unas Bass y yo un Citizen. Para siempre me quedará la duda de si alguna vez Tomy y Raritza tuvieron algo más que amor platónico, si estuvieron juntos aunque sea un mes (tiempo suficiente para…) o si al menos chaparon con lengua una noche de copas una noche loca. Si lees esto, Peggo, escríbeme y quítame esta duda, y ya de paso si averigüas el mail de Shemi, me lo mandas también.

martes, agosto 28, 2007

El clásico del Mongo


El mongo era de la “U”, como su padre, abuelo, bisabuelo, tatarabuelo y así hasta su décima generación. Esa tarde había intentado quedar con sus amigos para ver el clásico, pero en su barrio, como en medio Callao, la gente veía el fútbol cada uno en su casa, y ya después salían a comentarlo. Sus primos tampoco venían esa tarde, y sólo lo acompañaba su madre que apenas empezó el partido se quedó dormida juntando dos sillas para improvisar un sofá, que no había


Cuando Marquinho metió el primer gol de Alianza Lima, de impecable folha seca, el mongo se decía así mismo: normal nomás, eso ya me lo esperaba. Se preparó una limonada bien fría y se la bebió de un tirón mientras disfrutaba del segundo gol del club de sus amores, que pocos minutos después, ya iba ganado 2-1 a los rivales de siempre. El mongo era felizy todo lo veía color crema, hasta que Hinostroza se metió por la izquierda y apenas sintió el roce de una camiseta crema se tiró al suelo como si lo hubiera atropellado un trailer. Penal. Waldir patea como sea y gol, era su mejor época, antes de que se levantara a todas las vedettes sin distinguir raza, credo o marca de ropa. El mongo no lo podía creer, y los gritos de su vecino aliancista le hacían más penoso el camino hacia lo que parecía una derrota, sobretodo después de que un par de sus jugadores favoritos fueran expulsados. Había más espacio en la cancha y los cerebros de cada equipo tenían que aprovecharlo. El mongo creía ciegamente en Martinez, el niño bonito de su equipo, pero fue otro quien aprovecho la ocasión y con un pase largo habilitó a Jayo que con un sombrerito puso a Alianza en ventaja. El vecino se moría de alegría y el mongo reprimía sus maldiciones para no despertar a mamá, que ya roncaba plácidamente entre dos sillas.


No le quedaban ganas al pobre de buscar a nadie para celebrar lo que en un principio olía a gran victoria, Matute parecía ser tan grande como el Morumbí por los pocos jugadores que había en el campo y fijo que el que el tuviera más físico ganaría el partido. El mongo se comía las uñas, mientras su vecino gritaba Arriba Alianza, carajo, con todas sus fuerzas. Sobretodo después de que Hinostroza se volviera a colar por la izquierda y ahora no se dejara caer, sino que llegó casi hasta el área chica para meterle la pelota por el primer palo al pobre arquero crema que ya no sabía qué hacer ante tamaña humillación. El comando sur hervía, Hinostroza era abrazado por todos, y Muchotrigo gritaba al cielo, fuera de sí. Ya de poco sirvió el último gol de Waldir, el sexto de los aliancistas. Al vecino se le oía borracho, y el mongo no salió esa tarde ni a comprar pan para el lonche.


Al día siguiente se encontró con la Tetas en el paradero de la combi, y ella le preguntó que dónde había estado el sábado. Él, riendo de lado le dijo, “viendo tele nomás, tranquilazo en mi house” y se volvió a poner los audífonos para escapar de ese mundo que no le gustaba. Y menos después de perder un clásico.

jueves, agosto 23, 2007

Mi última clase de karate


Esperaba con mucha ilusión mi primera clase de karate. No sé cómo, mamá había conseguido un par de becas para que mi hermano y yo pudiéramos, en el mejor de los casos, dar patadas voladoras como Bruce Lee, y en el peor de los casos, para que aunque sea pudiéramos pegarle al chibolo abusivazo del barrio. Las dos opciones eran válidas, y nos bastaron para enfundarnos los kimonos y subir, así tal cual, al microbus que nos llevaría hasta el centro de Lima, donde estaba la academia.
La 125 (como llamábamos cariñosamente al bus), tenía la particularidad de ser bastante lenta en llegar a su destino. Mi hermano y yo solíamos aprovechar sus lentos trayectos para jugar o hablar, a veces hasta nos dormíamos. Pero ese día, emocionados, queríamos llegar rápido y subimos a la 129, que era casi del mismo color: rojo verde y blanco, sólo que su rojo era más ocre, como el ladrillo, casi. No llegamos nunca. Terminamos en el Agustino, barriada de pocos años y muchos malandros que nos asustó apenas despertamos, cansados de esperar ver la avenida Tacna en algún momento. No bajamos del micro, y esperamos a que el chofer, después de tomar unas cuantas cervezas y comerse un plato de frejoles frio, emprendiera el camino de regreso.


Mamá preguntó ¿qué tal? Y nosotros, pa’ no sentirnos más tontos dijimos que bien y fingimos una pelea para hacerla más feliz. Ella sonreía mientras mi hermano me hacía una triple nelson que había aprendido de la WWF. A la semana siguiente no hicimos más experimentos, y llegamos en el bus de siempre a la academia de karate. El profesor, un serranito de metro cincuenta, nos paró formando círculos y nos enseñaba a mover las manos en plan Sr. Miyagi. Yo lo miraba raro, lo admito, pero es que ese enano me daba mala espina. Me recordaba a Cebollita, mi profesor de educación física en secundaria. No lo creía capaz de darle media patada a los malos de mi barrio, y creo que él leyo en mi cara ese desprecio porque apenas hubo oportunidad de sacar alguien al frente, sin preguntar, fui yo el elegido.
Me puse en medio, olvidando todo lo aprendido, tapándome la cara y los huevos como si formara parte de una barrera en un tiro libre. Al grito de jipp-sunnn (que me sonaba a grántico-palmani.zum) que lanzó el mini-hombre, toda la clase me lanzó su mejor patada, uno a uno, sobre mi despostillado cuerpo pre-adolescente. Durante el castigo recordaba a Pepito, que se pasaba la tarde diciendo lo bonitas que eran sus clases de karate en la YMCA, con esos profesores tan cariñosos. Cuando todo acabó, mi hermano recogió lo que quedaba de mí, nuestras mochilas y volvimos a casa en la 125 de nuestros amores, decididos a no volver jamás a la clase del petiso karateca.


Mi futuro (todo) contacto con las artes marciales fueron Bruce Lee, Steven Seagal y Jean-Claude Van Damme. Y todavía recuerdo que cuando Pepito volvió a mencionar lo bien que se lo pasaba en sus clases de karate, le volé su marciano de la boca de un pelotazo. Y no hubo patada voladora ni nada parecido que respondiera a mi agresión.

lunes, agosto 20, 2007

Carta abierta a un ser inexistente


Dios, eres el cabrón más grande que conozco. Mira que matar a los que creen en ti. ¿Qué te costaba, tú que todo lo puedes (todopoderoso, decía Lavoe), aguantar un poquito el techo de la iglesia para que la gente de Pisco se salvara? Al menos ellos, que creían en ti, se lo merecían. ¿No le dijiste a Abraham, “Si encuentro en Sodoma a cincuenta justos en la ciudad perdonaré a todo el lugar por amor de aquéllos”? (Gn 18, 22b-33) pues te aseguro que en esa iglesia había más de cien.

Hay gente durmiendo en la calle, porque sus casas están destruídas y temen que lo poco que les queda se lo robe algún desalmado que ha llegado hasta allí sólo para robar. Hay ratas, hambre, gente muerta en las calles, no hay agua, ni luz, llueve y hace frio; y todavía hay gente que te reza, creyendo que harás algo. Algunos, no sé como, han conseguido llevar hasta las ciudades deshechas comida y productos de primer uso, fósforos (6 euros), papel higiénico (13 euros) y los venden, como ves, a precios prohibitivos. Pero la gente les compra, porque como ellos dicen, la mafia es lo único que funciona ahora, y es la única forma de conseguir un poco de leche para los niños.

Todo el mundo se ha movilizado, dios, para ayudarnos, desde aviones con comida que llega desde Bolivia, hasta bomberos españoles que aterrizan, perro en mano, para buscar cadáveres entre las casas y las almas rotas. Gente de a pie, gobiernos e instituciones, dan la mano en momentos tan jodidos como este. ¿Y tú? Ande andarás. Ayer vi a Ratzinger, que en su mejor español, aprovechaba un poco de discurso dominguero para enviar su pesar al pueblo de Perú, por tamaña tragedia, y me pareció ver un poquito de vergüenza en sus arrugados ojos, por tener que dar la cara por su inexistente jefe.

ay, ¿dónde estás dios?, que no te puedo ver” ya no hay esperanza de encontrar sobrevivientes, y se comienzan las labores de desescombro. Un bombero decía ayer, “no podemos entrar a ese edificio en ruinas a buscar gente, ¿si se cae? Lo importante es nuestra vida ¿no?”. Así somos, a tu imagen y semejanza, egoístas, mezquinos, unos putos cabrones como tú. ¿Sabes qué es lo peor dios? Que en unos meses Pisco, Chinca, Cañete, Ica y la conchinchina estarán reconstruídos, será octubre y otra vez la avenida Tacna se llenará de gente que recuerda otro terremoto anterior, pero que no se reúne para llorar a sus víctimas, sino para venerar una imagen mal pintada de cristo, que fue lo único que quedó de una iglesia que también se derrumbó sobre sus fieles. Tú, sin duda, seguirás existiendo para ellos, y los papas seguirán siendo ricos. Ay, si algún habitante de Pisco viera la casa de Ratzinger en el Vaticano, pocas ganas de rezar les quedarían. Yo, particularmente, creo que la única "mano de dios" es la de Maradona ante los ingleses, en México '86.

jueves, agosto 16, 2007

Mamá y los Doltons


Mamá explotó en los 70. Se rebeló, más, hacia sus padres y vivió la vida loca junto a sus amigas de colegio (Mirta y Yoni, mayormente). Se escapaban juntas e iban a discotecas a bailar los últimos éxitos de la nueva ola, pero por culpa de un perro traidor, que siempre la esperaba echado en la puerta de la discoteca de turno, mi abuela las encontraba fácilmente y se llevaba a mi vieja de las orejas, mientras de fondo a modo premonitorio sonaba “ahí viene la plaga, me gusta bailar”.
Ella tenía muchos grupos favoritos, pero uno que siempre escuchaba era Los Doltons. Ellos eran un grupo de Breña, y pocos saben que su primer cantante fue Gerardo Manuel que años más tarde tuvo el primer programa musical de la historia del Perú (y uno de los mejores) “Disco Club”. Ya cuando Gerardo Manuel se fue, lo reemplazó César Ichikawa, un chinito flacuchento que cantaba como a 33 revoluciones, pero que encandiló a todas las quinceañeras, entre ellas, obviamente, mamá y sus amigas.

Los Doltons tuvieron mucha suerte, ya que su música estaba basada en covers, como "´Last Kiss" (Wayne Cochran), "Solitary Man" (Hombre Solitario), y "Una Estrella en la Noche", versión de la canción japonesa "Yozora No Hoshi", que seguro que escogió Ichikawa, chino de risa. Sus discos sonaban en casa cada vez que mamá hacía algo, o sea siempre, y terminé por aprendérmelas, de hecho, creo que son las primeras canciones que me sabía de paporreta, sin pensarlas ni entenderlas, como el himno nacional que cantaba siempre medio dormido en el colegio, pensando: de grande quiero ser más guapo que Christopher Reeve.
Pero mamá no le hacía asco a las canciones en inglés y si en la radio ponían alguna, ella se inventaba la letra y la cantaba sin más preocupaciones, además tenía que hacerlo porque toda la música nuevaolera que escuchaba por esos días tenía influencia directa de los Beatles. Una vez, ya cuando habían pasado unos años, mamá estaba en un tren en Madrid, y esuchó sonar los primero acordes de “Let it Be”, entonces, se creyó Paul McCartney y se puso a cantar en su máximo inglés posible su versión particular de la canción: “verysí, verysí, verysí, veeerysí….nananana, verysí,iiiii” provocando risas mudas y admiración entre sus compañeros de vagón, por tamaña herejía fonética que bien podría ser usada como campaña de marketing de alguna escuela de inglés.


Los Doltons se separaron a principios de los 70, mi viejo decía que porque Ichikawa se había vuelto testigo de Jehová, y sazonaba la historia agregando que un amigo suyo lo había visto repartiendo Atalayas por la calle Capón, centro del barrio chino limeño. Pero sus canciones, como las de todos los nuevaoleros, siguieron sonando en las casa, combis y hasta en internet, porque así somos los peruanos, nostálgicos, que seguimos escuchando a Camilo Sesto y extrañando los goles de Cubillas y los pases al vacío de Cueto. Mamá, tiene CD’s de los Doltons, y yo de vez en cuando se los pido prestados para escucharlos limpiando mi casa, y bailar cantando “amor (amor, amor ...) / abre el tema Roberto / Pienso que el amor / es la mas bella cosa que (la ra la ra la)”. Pero sin mariconadas.

lunes, agosto 13, 2007

Salamalecum Marruecos



Oh! A kiss is still a kiss in Casablanca
But a kiss is not a kiss without your sigh
Please come back to me in Casablanca
I love you more and more each day as time goes by


La canción hablaba de Casablanca, pero fácilmente podría ser de cualquier ciudad de Marruecos. No sé cómo me dejé convencer para pasar mis vacaciones allí, con tantas historias que vomitaban los noticieros sobre el odio que se tiene hacia cualquier indicio occidental que apareciera por tierras musulmanas, pero al final, ahí me veías en el aeropuerto de Madrid esperando mi vuelo que, contra todo pronóstico, salió a la hora exacta.
Nada más bajar del avión, el viento caliente de África nos pegó en la cara, y fuimos caminando desde el avión hasta las garitas de control de pasaporte. Nada de túneles insonorizados ni mariconadas, a pelo, como los machotes. Formamos colas para el control de migración, había ocho ventanillas pero sólo dos funcionarios, y uno después de ver que esperábamos ya 10 minutos se levantó y se fue; un español envalentonado le preguntó que qué hacía y el hombre de uniforme le soltó “sólo estaba viendo mi e-mail”. Miré a Sol y le pregunté “¿segura que no estamos en Lima?”, y ella, que todo lo sabe, me contestó: “No creo que allí los policías hablen tan bien francés”. Razonamiento que sepultó mis dudas para siempre.

Ya me había preparado para lo exótico, pero la realidad superó a la ficción y cuando íbamos con nuestras maletas en un bus, sin aire acondicionado, por una calle de dos carriles que los vehículos ocupaban como si fueran cuatro, viendo por la ventanilla burros que llevaban restos de aceituna y naranjas y mujeres vestidas con túnicas acompañadas de amigas que iban en minifalda, casi me da algo. Suerte que tuve la noche para dormir en un hotel bonito, y recuperar fuerzas e ilusión pal’ dia siguiente. Vi la Koutubia, el Souk, cobras y me colgaron (a traición) una serpiente en el cuello; bebí jugo de naranja a 30 céntimos de euro, con hielo de agua sucia probablemente pero qué importa. Compré recuerdos para algunos amigos, comí tagine de pollo, ternera y cordero, couscous, y ensalada marroquí (esta última, no recomendable); nunca conseguí beber nada helado (cosa extraña en el desierto), y como su religión prohíbe el alcohol, te cobraban la cerveza como si fuera whisky. Todo bien, bonito y perfecto. Hasta que llegamos a Essaouira.

El hotel estaba en medio de la parte nueva, o sea, a 25 minutos caminando de todo lo turístico. La primera noche no supimos dónde cenar (todo cerrado a las 10) y nos metimos a un italiano que nos clavó 25 euros por un par de tapas y una botella de agua. Me reí por no llorar cuando trajeron los platos, y la camarera me preguntó si había algún problema. Obviamente dije que no, pero no volvimos. Al día siguiente, caminata hasta el centro, con su muelle, sus pescadores y sus puestos de comida improvisados al lado del mar. No resistí la tentación y comí pescado a la plancha, consiguiendo una muy memorable infección estomacal que hizo que ya no me metiera a la piscina del hotel, por temor a llenarla de residuos fecales incontrolados. A veces, cortaban la luz, y en los restaurantes ponían velas que hacía todo más romántico, pero como llegara una ventisca te quedabas a oscuras y comías del plato del otro. Cogí cariño a la ciudad y por breves segundos pensé que sería bonito volver. Al final de la travesía recordé como regatear y si no conseguí una rebaja en mi billete de avión de vuelta fue porque ya lo había pagado por internet. Mientras íbamos en el taxi, ya en Madrid, de vuelta a casa, pensé en que si algún día Sol y yo íbamos a Lima, al menos ya estaríamos bastante preparados después de esta probadita de tercer mundo.

Oh! A kiss is still a kiss in Essaouira
But a kiss is not a kiss without your sigh

viernes, julio 20, 2007

¿Cómo quieres que me acuerde, pues mamita?


¿Cómo te llamabas? Nos conocimos en la editorial San Marcos, en la que trabajé por un año digitando facturas y albaranes aunque en mi curriculum puse “responsable de sistemas de inventario”. Tú trabajabas en secretaría, con una gorda descomunal que odiaba a Tomy, y la jefa, que años atrás también fue secretaria hasta que se casó con el dueño. ¿Gilda, Rebeca, Marta?

Olías raro, como a carapulcra, y los comerciales te veían sin ganas, como se ve a la prima fea que todos tenemos (yo más de una). La tía Chela, que así se llamaba tu jefa, te cuidaba como a esa hija trabajadora que nunca tendría, y me parecía que tú también la querías mucho. Ella, en cambio, no pasaba a la chica de recepción que sólo se preocupaba de su aspecto y no de atender el teléfono, y que, ya que estamos hablando, te cuento que Carlos se tiró una noche húmeda en un hostal apestoso de San Miguel. Esa noche, se confesaron uno al otro sus ocultas paternidades, él tenía una hija, y ella también. ¿Sandra, María, Esther?

Carlos decía siempre que yo te gustaba, pero yo en ese tiempo moría por otra y no te veía con buenos ojos, parecías presa fácil, y como buen pescador te devolví al mar varias veces. Además, en el almacén de la editorial trabajaba tu hermano, un gordito reilón que si quería podía partirme en dos como a una alita de pollo del Norky’s, al que la chica de recepción apodaba “El Corky”. El dueño les tenía aprecio, imagino que porque le recordaban su pasado humilde, cuando vendía sus libros de matemáticas en el suelo de las universidades; al menos eso me contó Tomy, y en cuestión de chismes él siempre se los sabía todos. ¿Mariana, Teresa, Alejandra?

Un mes cualquiera, cuando ya yo buscaba nuevos aires los domingos en el suplemento laboral del Comercio, llegó a la empresa Marco, cuñado de la jefa de ventas, a trabajar en el almacén. No duró mucho en el puesto, hizo una hoja de excell que sumaba productos de dos en dos, y a la tía Chela se le pusieron los ojos blancos ante tamaña iniciativa y lo premió con un ascenso al departamento comercial. Tomy y yo nos hicimos sus amigos, vivía en Malandrena y cada vez que lo visitábamos yo me quitaba el reloj y mis aretes de oro. ¿Tiburcia, Candela?

Una noche quedamos (la idea fue de Marco) en una discoteca de la avenida Arequipa, no hubo problemas para entrar y ya cuando llevábamos allí un par de horas, te vimos llegar. Nos extrañó un poco, porque nos había dicho que tus viejos no te dejaban salir de noche, pero te deschavaste y en menos de quince minutos ya te habías zampado tres chelas, sin respirar. Tomy y yo empezamos la cacería, pero las únicas flacas que nos llamaban la atención, sólo nos miraron el tiempo suficiente para dejar bien clarito que si nos acercábamos nos rociaban con su spray anti-cholos. ¿Azucena, Viviana, Kimberly? No, no tenías cara de Kimberly.

Ya cuando quedaba poca gente bailando me acerqué a ti, jodido por no haberme levantado a nadie, seguro que fue por usar Brut, que es una colonia de pueblo joven. Sonreíste, y me llevaste de la mano hasta el centro de la pista de baile, lejos de las miradas de nuestros amigos. ¿Era una salsa, o rock argentino? Te pegaste y me mirabas con ojos de cuy en adopción; pensé “a la mierda” y te besé la mejilla, me ofreciste la boca y acepté. El peor beso de la historia mundial. Sabías a coliflor.

Salimos de la discoteca y Marco, Tomy y yo compartimos taxi. De camino comentábamos la falda de Lourdes, las tetas de la azafata de Pringles, y, sin querer, se me escapó que nos habíamos besado. Creo que hasta el taxista frenó en seco. Me miraban estupefactos, y segundos después del susto se cagaron de risa.

- ¿Por qué, huevón, ‘tas loco? – dijo Marco.
- Este en el fondo es un cholero del carajo – sentenció Tomy.

Yo, hice un gesto de la Chilindrina y dije imitando su voz “pero no lo vuelvo a hacer”, y nos reímos todos. Ya estábamos llegando a la avenida La Marina, y Tomy y yo bajamos a chapar una combi. Mientras esperábamos alguna, Tomy me miraba y seguía riendo, “un cholero” decía “un cholero de cuidado”

jueves, julio 19, 2007

Al rincón quita calzón


Mi primer ciclo en la universidad, podría decirse que no existió. Entre que yo no decidía ni quién era ni quién iba a ser, y mis “profesores” que decidieron acatar una huelga tercermundista, mi educación se vio limitada a cuántas personas entraban en el toyota de Tito y la tolerancia a la arena caliente de las plantas de mis pies. Eso fue hace diez años (como pasa el tiempo) pero mi país sigue en las mismas. Hace unos días, no sé cuantos, el gobierno de Alan García anunció que los profesores deberían volver a examinarse. Y yo que pensaba que Alan no pensaba.
Toda mi vida me he visto rodeado de profesores incapaces: unos que se dedicaban a preguntarme si sabía la letra de las canciones de Esther Granados (y “enseñaban” religión), otros que haciéndose llamar ingenieros no sabían resolver una matriz de tres por tres (tú, Valdivia), y ya el colmo de los colmos era el imbécil de turno que cuando le preguntabas algo te respondía “investigue alumno, investigue” sin dejar de leer El Bocón.

Pero claro, esos "maestros", sabiendo que no podrían jamás impartir clases en el ámbito privado y que sólo afiliándose a un sindicato sobrevivirían antes de verse obligados a hacer taxi, se unían al SUTEP cuya misión, visión y demás es hacer una huelga cada cierto tiempo, paralizando el sector educativo del Perú y balnearios. Su última pataleta, motivada por los exámenes antes mencionados, ha generado 70% de pérdidas en el sector comercial del centro de Lima, porque claro ¿quién va a querer comprar algo en la avenida Abancay si llegan estos manganzones y te arriesgas a que te caiga una bomba lacrimógena en la ñata?


Un “dirigente” apellidado Huaynalaya, al que el primer ministro ha tildado de “ser obsceno de pasado senderista”, boicoteó la última reunión general del SUTEP, organizada para discutir un acuerdo con los mandamases del gobierno. El boicot consistió simple y llanamente en no asistir a la reunión, motivando la falta de quorum mientras ellos se quedaban en su local del jirón Caylloma (conocido por ser uno de los focos de la prostitución limeña) tomandose unas chelitas a nombre de los estudiantes que no podían asistir a clases. Con gente como esta, es dificil que la educación en el país salga de la vergonzante posición en que se encuentra.

Sabiendo esto, recuerdo a mi “profesor” Aradiel que no me enseñó un carajo en la universidad, y al que en mi humilde opinión nombré como el peor de mi historia educativa, pero que aún así, gracias a sus contactos y amiguitos, llegó a ser jefe del área de investigación. No mojen que no hay quien planche.

lunes, julio 16, 2007

La copa de la vida


Brasil jugo como Italia, no le recordaba un partido tan feo desde la final de USA 94 (que también ganó). No sé quién fue el que dijo que si los brasileños aprendían a respetar a su entrenador y a seguir una táctica, los campeonatos deberían jugarse por el segundo puesto. Durante toda la Copa América, muchos echaron en falta que entrara Diego o Anderson, para que el espectáculo apareciera y no se confirmara que, sin Kaká ni Ronadinho, Brasil jugaba a destruir el mediocampo de sus rivales. Pero todos los temores se volvieron realidad y Dunga, que en su vida hizo una finta ni dio espectáculo, convirtió a los pentacampeones en el mejor imitador de la selección italiana que he visto en mucho tiempo. Dos centrales despiadados que sabían que jamás serían expulsados, tres volantes de contención que marcaban en posta cuando había algún habilidoso cerca o que cerraban sin piedad a cualquiera que condujera el balón más de tres metros, un enganche defenestrado de dos de los mejores equipos de Europa que se dio el lujo de hacer un golazo en la final, y un enano habilidoso que aprovechó momentos de desajuste temporal de hipotálamos chilenos o mexicanos para convertirse en el goleador del campeonato.

Medalla de oro para ellos, y la plata para los eternos favoritos comandados por un Bielsa que no vio nunca que Riquelme se esconde en los partidos grandes, que esto no es la Copa Libertadores, que no estaban en la Bombonera, que el chico, fuera de su barrio no hace ni una, que por algo lo echaron del Barcelona y falló el penal decisivo que eliminó al Villarreal de la Champions. Messi, orgulloso, lo intentó siempre pero estaba muy solo, necesitaba a Crespo o a Julio Cruz, y a modo de protesta se quitó la medalla de plata un segundo después de que Blatter se la pusiera en el cuello. Ganó Brasil, y a diferencia de la final del mundial gringo, no me dio ninguna alegría, ni Pepe, ni Elano, ni el horrible Wagner Love merecen guardar esa medalla de oro. Pero así es el futbol, si el premio fuera para el que más lo intentó, el campeón sería México. Y ya si tocamos la fibra personal, añadiré que nunca vi jugar a Perú tan mal y lleno de complejos (mira que es difícil) que ante Bolivia.

Robinho campeón, Messi sub-campeón, y Pizarro al Chelsea como tercer delantero.

viernes, julio 06, 2007

Qué bien te va, care'balde


El care’balde había progresado (monetariamente hablando) mucho en la vida, tenía su pequeña empresa y de vez en cuando volvía a Lima a pagarle unas cervezas a sus amigos. Éstos, pa’ cojudos los bomberos, lo nombraban padrino de todo lo apadrinable: hijos, hijas, sobrinos, vecinos, techo, y ya si hablábamos de yunsas no había perde, el care’balde siempre tumbaba el árbol aunque no hubiera siquiera cogido el hacha. Muy lejos habían quedado los días en que sus vecinos se burlaban cuando él, retrasadito donde los haya, salía calato a la calle, o cuando por enésima vez lo jalaban en el colegio, por no saber la tabla del uno.

- El care’balde, la tumbó el care’balde – gritaba la gente, mientras el pobre intentaba recordar el momento en que empuño el hacha a la vez que meaba en la fachada de la farmacia.
- El próximo año compras el árbol care'balde, acá te vamos a dejar listo el hueco en la calle todo el año pa que lo plantes.

Sin embargo, el care’balde, a veces se dejaba aconsejar, y dejándose llevar por un amigo se compró una casa en un barrio de moda, pero a tu lado pe’ chato, que somos del barrio y nos llevamos bien. Hizo una fiesta y la gente que llegó pensaba que era una pollada y jodieron las paredes manchándolas de huellas de zapato, el parquet nuevecito también sufrió ataques anónimos y fue rociado sin piedad con la espuma cerveza que sobraba en los vasos. El pobre care'balde no sabía que hacer, y se consolaba pensando estoy haciendo felices a mis amigos, ahora me van a querer más. Mientras, algunos de los invitados susurraban no me gusta la pintura, yo no hubiera puesto allí esa maceta, tanta plata y no puede poner aire acondicionado el duracell este, qué calor hace acá, carajo. Uno se manchó el polo de salsa de tomate y, sin dudarlo, se metió hasta el dormitorio y se puso una camisa del dueño de casa, después te la devuelvo comparito, no te vas a arañar por una camisita, tú que tienes tantas ¿no?

La fiesta acabó, y el care’balde respiró aliviado, pensando ahora en la piscina que le terminarán de poner cuando acabe el verano, en la próxima yunsa en el Callao, a la que no podía faltar, ni a la procesión de la Virgen del Carmen porque la hermandad lo había nombrado padrino vitalicio; no se podía perder tampoco el mundialito de la inmigración, que por algo había comprado uniformes a los muchachos, y no podía faltar a la boda de su sobrino, que lo había elegido como padrino, testigo y un poco más hasta lo ponía de cura, y él para corresponder tanto cariño le había regalado la luna de miel en Cancún. La fiesta ya era un recuerdo y el care’balde sonreía con un cerveza en la mano, sentado en su jardín, pensando: menos mal que tengo tanta gente que me quiere, sin darse cuenta que dos de sus invitados, borrachísimos, meaban sin piedad sus rosales recién plantados...al lado del plátano.

lunes, junio 18, 2007

El matri de la Tigresa


La noche en que se casó la Tigresa, yo tenía que estar en Pucusana, emborrachándome frente a una hoguera y preocupándome sólo de cuantos condones tenía en la cartera. Pero la cosa no fue bien y después de ver, horrorizado, como la Kika se metía desnudo a la playa y los demás lo perseguían, me fui sin disimulo.


Decían que la Tigresa había alquilado un local de marineros en San Miguel, y que sólo se podía entrar con invitación y sin tener demasiada cara de cholo. Lo primero era un problema, porque la noche anterior, cuando la hoguera se apagaba, todos sacamos los papeles inservibles de nuestras carteras, y fue allí cuando la invitación se convirtió en cenizas, sobreviviendo sólo el nombre de la novia de la Tigresa, que ahora no recuerdo, pero dicen que estaba buena. Fiel a mi costumbre, me presenté en la fiesta sin más. El guachimán no me quería dejar entrar, está chévere tu corbata, flaco, pero sin invitación no entras aunque seas Kenji Fujimori. Llamé a Rolyn, que seguro que estaba dentro, borracho ya, y a los dos minutos media fiesta estaba en la puerta, diciéndole su vida al guachi y llevándome en volandas, que bueno que viniste Maguill, ¿no estabas en Pucusana, Maguill?, hay buenas hembritas, si no fueras maricón fijo que te hacías alguna, Maguill.


El salón me parecía sospechosamente familiar. La Tigresa se había portado como los hombres por una vez y había dejado 2 cajas de cerveza por grupo, y con eso se había ganado el respeto del respetable, y ya nadie miraba el super escote de su novia, cuyo nombre no recuerdo por más que me esfuerzo. Me metí en el grupo de los Pezuña, que al fin y al cabo era el mio, y descubrí sin sorpresa que todos habían llegado sin invitación. A mitad de la noche, llegó Lisa, quemada como un camarón, y huyendo como yo de una aburrida noche de playa sin sexo. Bailamos un poco, hablamos, y casi de inmediato volví con mis amigos, que ya planeaban como colarse también en la casa de la Tigresa, porque el local está alquilado sólo hasta las 2 de la mañana.


La casa estaba un poco lejos así que me colé en el carro de Lisa, junto a diez personas más. Ya no tenía ganas de fiesta, y parece que ella tampoco, porque cuando dejamos a todos en la fiesta me propuso ir a dar una vuelta por La Punta, a lo que accedí más por flojera de bajarme que por ganas. Se estacionó en una especie de parking desolado, y comenzó a soltarme todo el rollo de que ella no estaba enamorada de Miguel, que había estado pero ya no, que ahora buscaba algo serio, un chico con mejor corazón y que la quisiera tal y como es. Yo la miraba intentando decidir si se parecía más a un muppet o a Ricardo Belmont. ¿Por qué no te parecías, aunque sea un poquito, a Shemi?

Le dije que ya era tarde, que mejor hablábamos el lunes en la universidad, que no se preocupara porque era linda y ya encontraría a alguien que la valorara. Sonrió y me dejó en el cruce de Faucett con Venezuela, le hice chau con la mano y me subí a la primera combi que pasó. A mi lado había un borracho al que el cobrador le estaba robando el reloj, bajé en la siguiente cuadra y chapé un taxi, me tocó el chofer hablador.


- ¿que tal noche, chino? Tienes cara de cansao’ habrás mojado me imagino.
- Déjeme frente al aeropuerto, por favor.
- Chévere maestro, no hablemos más.


El lunes siguiente, la Tigresa no apareció por la universidad. Rolyn era la estrella contando cómo huyó de seis rateros en la avenida La Marina, y Lisa le había dicho a medio mundo que yo le había declarado mi amor bajo la noche chalaca de luna majestuosa. Sabiendo bien que en Lima es imposible combatir un chisme me di media vuelta y desaparecí de la universidad una semana, tiempo que aproveché para terminar de leer Cien Años de Soledad. Al volver, el tema de moda era que Alcántara se había tirado a su secretaria en la oficina, y que su mujer lo había botado de la casa y ahora vivía en su Station Wagon del 91; ya nadie hablaba de mi y los Pezuña me invitaron a una pollada que organizaba la chica más fea de la facultad. Me apunté, total, ¿qué podía pasar?

viernes, junio 15, 2007

¡ Que pase el fantasma !


Ella llega con la compra en bolsas de papel, él ya ha llegado de trabajar pero no hace nada más que esperarla y se ponen a hacer la cena, en plan romántico y qué tal el día, yo bien ¿y tú?, he capturado algún ladronzuelo, yo he vendido dos mesas del siglo 19 con eso tenemos pa’ pagar la comunidad.
Van a la cama y se dan dos besitos namás, el se duerme plácidamente y ella, siempre con un súper escote cierra sus ojitos sin quitarse el rímel de las pestañas. Hasta que a mitad de la noche una pesadilla la asalta (y se incorpora de un brinco, y sigue maquillada y peinada, y casi se le salen las tetas del escote), pero no entiende el mensaje y se vuelve a dormir.

Al día siguiente mientras camina, guapísima ella, ve a un niño sospechosamente pálido que la mira desde una esquina, y que parece que nadie más puede ver. No se asusta, total, hay muchos góticos desde que Marilyn Manson lo puso de moda ¿no?, vamos a acercarnos a ver qué tanto mira ese chiquillo, porque mi blusa es provocativa pero no tanto. Y resulta que era un fantasmita, que murió sin poder decirle a su madre que la quería. Una tarde que su niñera se descuidó, él cogió las llaves del Tuareg de sus viejos y salió dispuesto a quemar llantas hasta que se le pase la bronca, pero no vio el truck aparecerse en la oscuridad, Pito, choque y la pregunta "¿Qué pasho?" Pa' la eternidaaaad (persígnate brother).


La ricurita promete ayudarlo a cruzar a través de la luz, y se presenta frente a la madre y la niñera y les dice eso de “I see death people” pero sin echar vapor por la boca, y ellas, claro, primero se burlan, pero después cuando la flaca les suelta algo del tipo “dice que llevas la pulsera que te hizo a los cinco años”, las desarma y se rinden ante el poder desconocido. Entonces el muerto, que se estaba ganando con todo el pase, mete su cuchara y dice “diles que las quiero mucho, que no morí por su culpa, sino por cojudo, y que quieran mucho a mi hermanita”, y ella lo repite como el loro de mi madrina (Q.E.P.D.) provocando el lagrimeo general. Segundos después, una luz blanca aparece en plan “Embrujadas” pero por desgracia no aparece Alysa Milano con ropa de footing sino que el niño pálido, resignado porque ya le estaba agarrando gustito a esto de ser fantasma y poder meterse a las duchas de chicas sin ser visto, va hacia ella y de una vez por todas, se muere.

Jennifer Love Hewitt vuelve a casa antes de se le borre el maquillaje, pero de camino atiende su negocio de antiguedades, hace la compra y espera a su marido en su cocina con ollas azules, para hacer la cena juntos darse un besito tierno y volver a dormir. Sin quitarse el maquillaje, eso sí, y y yo me quedo esperando que ojalá en el próximo episodio el susto y la pesadilla sean muy fuertes tanto que el escote ese deje escapar lo que tiene escondido.

lunes, junio 11, 2007

Hangin' Tough


La verdadera historia nunca se sabe. ¿Alejandro Magno fue mariposón? Dicen, pero yo no lo vi, ¿Las líneas de Nazca son una pista de aterrizaje alienígena? No pe’ compare’, con eso no te juegues. Hace mucho que no sabía que pasaba con los New Kids on The Block, la última noticia fue que Jordan aparecía en un reality show llamado “Surreal Life” con otros famosos venidos a menos tipo Brigitte Nielsen o el tío rubio de “Full House” (ese que imitaba a Popeye para hacer reir a las gemelas Olsen). Lo veía cada vez que podía; me sentía mejor sabiendo que él, sex-simbol por el que se morían todas mis amigas, también era de carne y hueso, engordaba, se levantaba despeinado por las mañanas y si cantaba no le importaba más que a cuatro gatos.

Pero una tarde, ya cuando me imaginaba a Jordan casi calvo y más gordo que John Travolta, encontré en YouTube un documental emitido por E! hace algunos años, en que se contaba la true history de los New Kids, por los propios New Kids. Supe que Joe no era del Block, sino de otro estado y no lo tragaban; que Donnie tuvo que afrontar una condena por pirómano, grabando anuncios del tipo “niños no hagan esto en casa”; Jon, al que siempre imaginé vestido de rosa y llevando el desayuno a la cama de los otros Kids, se tiraba a Tiffany, cantante adolescente que antes estaba buena; y Danny y Jordan recibían a las fans en sus cuartos de hotel de cada ciudad, previo filtro hecho por su guardaespaldas de 150 kilos, para darles amor, besitos y abrazos Step by Step y Please don’t go girl hasta que nos cansemos, mamita.

Cuando se cansaron de ver sus caras por todo el mundo, en todos los productos de merchandising que nos podamos imaginar, los Kids despidieron a su manager, al productor, al director comercial y a la señora que pedía las pizzas y se cambiaron el nombre a NKOTB para parecer más adultos. Grabaron un disco que se llamó “Face the Music” con unas cuantas canciones que eran demasiado buenas para ser de los New Kids, pero normalitas para competir con Nirvana, Pearl Jam o por último R.Kelly. Los adolescentes que antes escuchábamos sus canciones y nos peinábamos (mea culpa), vestíamos o andábamos como ellos, habíamos crecido un poco y ahora más parecíamos una versión limpia de Kurt Cobain que un Ken buscando Barbie rubia y limpiecita. Jordan hizo un par de discos. Joe, que con el cambio de voz se fue al carajo, también. Donnie quiso ser actor y salió en Saw II. Jon, que de cojudo tenía la cara nomás, puso una empresa de construcción y tiene más plata que Atahualpa. Y Danny es productor musical y vive en LA, en una super casa, con super rejas, super coches y cuatro super perros, que son gays.

Yo, no nos engañemos, sigo metiendo de vez en cuando sus canciones al mp3, y cuando estoy borracho me marco unos pasitos de Cover Girl, pero después de que terminé en el piso como una tortuninja borracha (y mi hermano lo grabó en video), me controlo más con el trago. No vaya a ser que una rubia me diga I’ll be Loving You Forever, y yo no pueda responder Tonight te voy a ponel a gozal.

miércoles, junio 06, 2007

Motívame softly


Que estas cosas pasen con el estómago vacío, me tocan la moral. Llevaba semanas intentando hablar con mi jefe, las preguntas claves eran: ¿te gusto? (sigue leyendo, no te emociones) ¿y a la empresa? ¿qué hago mal? ¿hago algo bien? ¿van a renovar mi contrato o busco equipo como Claudio Pizarro?. Pero por más que insistía, no me daba mucha bola, así que me rendí cuando en la última reunión general el Director dijo que mi trabajo (o una de las tareas) dejaba alucinados a los clientes.


Pero ayer, cuando ya me estaba mentalizando en comer, atacó a traición y me llevó a la sala del silencio, un cuarto con paredes de cristal en el que ni KAOS podría escuchar lo que hablamos. Al principio se me pusieron los huevos de corbata, y pensaba ya está, me dirá que los espectadores con sus llamadas al 900555555 han decidido que debo abandonar la academia; pero dijo que él contaba conmigo para el puesto peeeero que la empresa tenía una imagen de mi que describo a continuación, damas y caballeros.

1. Que parezco funcionario, osease que llego diez minutos tarde y me voy a mi hora y apenas entro voy a tomar café.
2. Que parezco desilusionado.
3. Que desconozco los procesos de la empresa
4. Que soy reactivo en lugar de ser proactivo.


En resumen, que soy el rival más debil, y que si se rompe la cadena sería yo el eslabón y demás huevadas que no sé si las dijo para motivarme o para que vislumbrase mi muerte, como cuando mi mamá ponía en la mesa a un lado la sopa de verduras y al otro la correa de Miguel Grau. Luego, tan amigos, nos fuimos a comer juntos al Pans & Company y hablamos del Gañán de la hora Chanante.


La verdad, es que un poco funcionario si soy, y le prometí firmemente (palabrita del niño Jesús, como dice la jefa de marketing) que cambiaría, que ya no sería el mismo de antes y que minimizaría mi tiempo en áreas de descanso. Él reconoció que yo era un buen trabajador, que había cosas por pulir pero que nadie cumplía a rajatabla las normas, porque sino el director general tendría un orgasmo en su despacho que oiríamos todos. Así que se supone que renovaremos mi contrato por tiempo indefinido (lo que sólo le sirve a los bancos porque si te quieren poner en la puta calle no hay contrato que valga) pero yo ya me estoy planteando buscar otra cosa, no sé, un lugar donde no esté mal visto que llegue tarde, que tome té a todas horas, que compre DVD’s en ebay, o que me enferme justo días antes de salir de vacaciones. Ahora, encontrarlo va a estar más tranca que agarrarle el cachete a Michael Jackson.

miércoles, mayo 30, 2007

La última compra en la Cachina


Estuve en Lima de incognito. Intenté hablar con mis amigos pero fue muy dificil localizarlos. ¿Cuántas páginas de “encuentra a tus amigos” hay en la web?

Un huevo. Pero nadie sabe explicarme para qué sirven. Unos dicen que para buscar a la gente con la que estudiaste en primaria, cuando desayunabas quaker y veías el chavo, pero eso es mentira; yo he buscado a mi amigo “don Caca” y no le encontré. Busqué por nombre (don) y apellido (caca) y me apareció “0 results/coincidences please try again or search for another friend”. ¿Otro amigo? Pero si yo a quien quiero encontrar es a mi amigo don Caca y preguntarle si sigue tan flaco como antes, o ha engordado como Zico; si se le siguen cayendo los mocos hasta el cuello sin que él lo note, o si gracias a su olor a cloaca abandonada aún lo persiguen nubes de moscas allá donde va. ¿Qué será de tu vida, don Caca? ¿Te seguirás haciendo caquita en los pantalones? ¿Seguirás fingiendo que nada ha pasado, y mirarás al frente como si nada? ¿Habrás conseguido al fin controlar tus esfínteres? ¿Habrás encontrado una doña Caca, pa’ ti solito?

Al final le pedi a un primo mio que me acompañara a Las Malvinas, a comprar ropa robada a los pitucos o música en mp3 que no está en el emule, pero que mis colegas piratas limeños consiguen quién sabe cómo. Subimos a una combi, de esas que tienen puertas de guillotina que si te cogen la mano al subir te la cortan sin piedad mientras el cobrador grita “ale, ale, pisa, baja, tombo, suave, planeta, planeta, argentinamalvinas, cincuenta, sube varón, habla ¿vas?” Llegamos a media mañana, cuando los choros todavía están dormidos, y pudimos caminar tranquilamente entre los puestos. Reconocí al gordo bigote, y a la china, pero ellos a mí no; son varios años ya los que han pasado desde que venía directamente de la universidad a comprar un polito lacoste o un reloj citizen bamba, y ellos al verme me decían “habla chino, ¿vendes?” y yo, no bigote, compro, a cuánto el bobo ese, al lado del hilfiger.

Buscaba pantalones, pero de camino compré un par de polos Gap, que parecían originales pero su precio gritaba soy falsazo; mi primo me acompañaba de buena gana, y recordé cuando llegaba mi tio de viaje y me pedía compañía para ir de compras al jirón de la unión, y lo veía gastar a lo loco y pensaba ya me tocará; así que le dije a mi primo que escogiera un polo del puesto, el que quisiera, que lo pagaba yo.

- Mejor un lonpa, primo, Calvin Klein si se puede – me dijo y no se puso ni colorao’ – polos ya tengo bastantes.
- Un polo nomás, primito – le dije, con mi sonrisa “no jodas” – que yo no soy Papa Noel.

Volví con mi ropa recién comprada metida en una bolsa de basura, sin poder olvidar que mientras me probaba un pantalón, el vendedor, forzando su honradez me dijo no pongas tu pantalón en el suelo flaco, que se lo llevan las hormigas, y yo, europeizado, pasé varios minutos preguntándome cómo y para qué las hormigas podrían llevarse mi jean de Zara. Al llegar a casa mi abuela me dijo que un amigo me había estado llamando, que le dijo que su nombre era Camarón y que cuando quedábamos pa chelear. La verdad es que arrugé, no llamé a nadie más y esa noche me quedé tirado en la cama viendo el Francotirador, indignándome cuando el Chato Barraza le decía a Bayly “a mi me gusta el tragín, pero a ti te aloca el pipilín” y la gente le reía las gracias. Al día siguiente tenía un vuelo directo a Madrid, metí los mp3 de Frágil y Rio a mi teléfono y cerré mi maleta con un super candado, la próxima vez que vuelva al barrio sólo llamaré a mis ex, que seguro que así me lo paso mejor.

lunes, mayo 21, 2007

Mesplota, esplota mespló..


Me pasé la misa jugando con el móvil de Solenne, lo confieso, y seguro que por eso diosito (de los cojones) me castigó. Todo bien, hubo comunión, cánticos, fotos y salimos en caravana hacia Salmeroncillos de Abajo. Me llevé conmigo a 4 personas, y los torturé un poquito con música de Jorge Drexler y Bjork. Para darles un respiro, puse un disco de Beatles, pero mi hermano dijo que sonaba a chotis en inglés (¿?) y puse la radio para ver si así se callaba(n). fuimos bien hasta Guadalajara, pero al coger la N-320 el coche sufría más que de costumbre. Sol y yo nos miramos avergonzados, puto coche, pensábamos, justo se pone faltoso cuando tenemos visita.

- Estás en cuarta? – me dijo, ella que todo lo sabe – pon tercera que así sufre menos.
- Si está en segunda - dije – pero esta mierda no va a más.

Las señales iban pasando a velocidad de tortuga, me pegué a la derecha y vi como unos ciclistas nos pasaban como si fueran avispas. Mientras, el motor rugía como cuando mi hermana sale de un semáforo con la tercera puesta. Quité el aire acondicionado, pensando que el problema era de empuje, para ganarle así unos caballitos al coche, en un acto desesperado como cuando nos quedamos sin pilas y las metemos al congelador o cuando rompemos el tubo de pasta de dientes para sacarle los “impuestos”. Pero nada, el coche iba cada vez más lento y yo maldecía en silencio al señor KIA a los 75 miserables caballos de potencia, a las cuestas de la carretera de Sacedón y a ese olor a jebe quemado que empezaba a inundar todo el habitáculo.

- Llama a los que vengan detrás – le dije a mi hermano – y que se lleven a algunos a ver si así el coche aguanta la subida.

Ni puto caso, últimamente la gente no presta atención a lo que digo y tengo que repetir las cosas, sospecho que con la edad empiezo a hablar como mi viejo y que por eso cuando hablo el mundo frunce el ceño y luego de segundos me mira y dice “¿qué?”. Pos eso, que nadie llamó a nadie y ya casi llegando a la salida 268 el coche dijo buenas noches los pastores y corto y perezoso se quedó muerto ahí en plena cuesta. No lo podía creer, con lo guapo que me había puesto para tener que bajar y ver que mierda pasaba con el motor, será el aceite, será el agua, será el arrancador, llama a alguien mecagoentusmuertos.

A los diez minutos toda la familia estaba allí reunida (menos mi otro hermano que se había equivocado de carretera y se había metido en dirección contraria, esquivando coches, pero esa es otra historia) que has jodido el motor, decía uno, no tienes agua, decía otro, cómo subes en quinta una cuesta decía algún otro. Yo, calladito nomás, les pedí que se llevaran de uno en uno a mis ex compañeros de viaje (incluída Sol) que yo ya llamaría a la grúa y vería como llegar a la fiesta. Mi tío se quedó conmigo hasta que el de asistencia en carretera llegó, enganchó mi KIA y se lo llevó como un perro que va a enterrar un hueso. Yo lo veía alejarse por el espejo retrovisor del renault de mi tio y pensaba (hasta hoy) “fijo que me la van a meter doblada cuando me llegue la factura”.

miércoles, mayo 16, 2007

Ok, so you're Brad Pitt; that don't impress me much




A Mariana le gustaba bailar medio calata frente a su poster. Yo la veía, cocacola en mano, y pensaba que nunca dejaría de ser la chiquilla traviesa que todos queríamos. El poster era de la época de “Leyendas de Pasión”, Brad tenía el pelo larguísimo, rubísimo, y acondicionadísimo. Ella decía cuando quieras papito, vénte pa’ mi casa y yo dejo todo, pero el rubio seguía allí, inmóvil, como buen poster que era.

- Deja de bailar, cojuda, que te van a a ver los vecinos – le dije, sin soltar mi lata de cocacola.
- Con estas cortinas no se ve nada, sino te verían a ti también en calzoncillos.
- Yo no estoy cerca de la ventana, ni estoy haciendo tanta alharaca.
Se supone que iríamos a ver “Seven”, el jueves, que hay dos por uno. Como siempre compraríamos un solo supercombo y de allí beberíamos y comeríamos los dos. Pero la llamó Charo, que me ha dejado Tomy, que estoy muymal, que ven a verme chola, que no puedo más, que voy a hacer una locura, que ya vas otro dia al cine.

- Me llega al pincho tu amiga – le dije poco solidario, as usual – cada vez que se pelea con el huevas de su novio, te llama a ti.

-No seas malo, loquito, ya te recompensaré como tú sabes.

Llamé a Katty, y fui al cine con ella, pero se pasó toda la película preguntándome si Brad Pitt era malo o bueno, y si Morgan Freeman sabía ya quién era el asesino. Yo fingía no conocerla cuando se oía un anónimo ssshhhttt en la sala, y ella, encima, replicaba al censor a viva voz, es que no entiendo pues, ¿tú que te crees? Nadie nace sabiendo, y ella, menos. Yo me consolaba pensando en que ya alquilaría la película después y la vería tranquilo en casa.

Mariana me llamó esa noche, Charo había vuelto con Tomy, y para celebrarlo habían ido los tres al centro comercial a tomar algo. Les pareció verme salir del cine, con una flaquita de pelo pintado (no está pintado, dije, su vieja es alemana). Que íbamos muy juntitos para ser amigos, había dicho Charo, qué pendejo el loquito, había dicho Tomy, qué cojuda que soy, había pensado Mariana. Ni me molesté en defender mi inocencia, sí, la pasaba muy bien con ella, sobretodo cuando nadie nos veía, pero tampoco era para morirme si la dejaba de ver, le dije que se quedara con sus amigos, y que si quería que me llamara cuando pase el temblor. Al mes siguiente salimos a tomar algo, chapamos y demás, pero yo ya salía con Daniela y ella sí me daba miedo, sobretodo después de que un día llegó a la universidad con la ropa manchada de sangre y dijo que era porque había estado ayudando en una anticuchada. Así que no la volví a llamar.

A la loca (como mis amigos llamaban cariñosamente a Daniela) también le gustaba Brad, pero no bailaba en calzón frente a su poster, es más, ni tenía una foto suya tamaño carnet, su amor tomaba caminos extraños y decía siempre cosas como que ese chico es tan guapo que nadie cree que actúe bien, que quizá por eso hace películas como “12 monkeys” o “Snatch”, que en el fondo tiene complejo de inferioridad, como tú loquito que ya no quieres estar conmigo porque soy muy inteligente y tengo ideas infinitamente mejores que las tuyas. A esa también le dije un día eso de que nadie sabe porque un día el amor nace y nadie sabe porque muere el amor un día, y la dejé tirando cintura. Por entonces, Tomy y yo éramos los mejores amigos y él, también, amaba en secreto a Brad y se compraba la ropa (en la cachina) lo más parecido posible a su ídolo secreto.

Ahora, si todos ellos vieran al rubio de aeropuerto en aeropuerto, comprando niños en camboya, o donde sea, envejecido, despeinado, con ojeras y usando ropa que no combina, no sé si seguirían queriéndolo, quizá Daniela sí, pero Mariana, que ya tendrá celulitis, no creo que le muestre nunca más sus secretos pasos de baile. Estás viejo, Brad, algo te consume, total, cepillarse a Angelina Jolie tiene su precio, ¿no?

jueves, mayo 03, 2007

Las aventuras del Mongo


Al él le gustaba ella, y a ella, él. Ella ya había desarrollado algunas formas interesantes, mientras que él podía pasar por una botella de vino, fácil: sin hombros con el cuello largo y el culo de felpudini. Ella era nueva en el barrio, él también porque aunque vivía allí hace ya más de dos años, nadie le hablaba. Era raro, decían, va a todos lados con audífonos, no fuma ni se emborracha, y encima no le hace caso a las rucas del callejón.

Ella (en adelante, la Tetas) jugaba a hacerse la interesante, pero como él (en adelante, el Mongo) vivía en semi-autismo no se da ni cuenta (que cuando lo miro, por no delatarme me guardo un suspiro) que se lo comía con los ojos. Una noche, cuando el Mongo escuchaba un disco de Nirvana con los audífonos pegados a la oreja, la Tetas se acercó por detrás, le tocó el hombro con un dedo y apenas lo vió girar la cabeza, simple y llanamente se lo chapó. El Mongo no le dio importancia al asunto, y le pidió repeticuá, sin más preámbulos. La Tetas, que había tomado la delantera, se quedó esa noche un par de horas, y volvió durante dos semanas. Casi no hablaron.


Y así por mes y medio, hasta que el Mongo, apenas vio la oportunidad, le dijo a la Tetas que eso de darse besitos en su puerta ya estaba pasado de moda, y ella si, sí tienes razón; y él, además siempre la vecina mira por la ventana, y los chibolos desde la esquina; y ella, y mi hermano te quiere romper el pescuezo; y él, qué tal si alquilamos una habitación, si quieres hablamos no más, pero así nadie molesta; y ella sonriendo, ok, pero para hablar nomás, ah; y él, sí, sí para hablar.
La esperó en una esquina, frente a una tienda de electrodomésticos y mientras llegaba le echó ojo a un walkman. Ella llegó diez minutos tarde, bañadita y perfumada y más Tetas que nunca. Se fueron a un hotel, hablaron, y ella le dijo que no la esperaban hasta el día siguiente, había dicho que se quedaría con unas amigas. El Mongo prendió la tele pa’ calmarse y vio las noticias, un presidente disolvía el congreso, y eso, quién sabe por qué, lo puso en fa. Ella, que ya sabía bastante del tema, se hizo la difícil, pero después se unió a los juegos de su amiguito y hasta que las fuerzas los abandonaron se dejaron llevar.

Al día siguiente, apenas amaneció, aquí se rompió una taza y calabaza, calabaza cada uno pa’ su casa. La Tetas cambió la táctica y ya no lo buscaba por las noches, el Mongo sabía que volvería y no hizo nada por averiguar que le pasaba a su entregada amiga. Pasaron los días, y se vieron alguna vez, mientras regateaban a la tía de los condimentos, ya pues casera écheme más rocoto que ayer por cincuentita me dio más; pero ni se saludaron. Ya volverá, pensó el Mongo, se muere por mí, pensó la Tetas. Y así, pasó un mes.

Una tarde, mientras el Mongo leía en la biblioteca, vio que una niña se le acercaba y le pedía compartir su mesa para estudiar, es que todas están llenas, no haré bulla, prometió. Él levantó los hombros, aceptando la compañía, hasta que horas después la niña le soltó tu vives por mi casa, a veces te veo pasar, así, sin más. El Mongo, sonrió, y le dijo porque no nos vamos a otro lado, a conversar nomás, que aquí no se puede hacer ruido.

lunes, abril 30, 2007

I am the walrus




Nadie (de mi entorno, fans de Bisbal mayormente) la conoce. La primera vez que la escuché me pareció alucinante, el juego de voces, los arreglos, las voces de fondo, los cambios de ritmo, todo. Y ya cuando busqué la letra en Internet, flip-out. No tenía ni pies ni cabeza.
Magical Mistery Tour fue un proyecto personal de Paul McCartney, y sus tres amigos, en pocas palabras, le hicieron la taba, Ringo hizo como que tocaba la batería, George puso su gesto de anteriores discos y tocó la guitarra, y John, fue el genio de siempre por el que Paul babeaba.

Un joven, que estudiaba en el mismo colegio de la infancia de John, le escribió (sus cartas se subastaron hace poco en Internet) pidiendo ayuda, ya que su profesor de literatura había desarrollado su clase descifrando “mensajes ocultos” en las canciones de los Beatles. John quedó fascinado, y respondiendo al muchacho, le prometió que escribiría una canción que “esos cabrones” jamás podrían descifrar. Tenía ya dos estrofas, sin ninguna relación entre sí, y que sólo un genio como él podría juntar en una canción, le agregó retazos de una canción infantil, palabras inventadas, ojos de cuervo dormido, colas de rata y ratón, y unos colmillos molidos de un jabalí cachetón.

La morsa, que según Lennon era un personaje de Lewis Caroll, representaría en el cuento “La morsa y el carpintero” la avaricia, el consumismo y el capitalismo (por eso John diría: «Oh, mierda, me he equivocado de personaje».) Y la canción, para mí, es una de las más interesantes de la discografía Beatle, y debería haber sido incluída en el “Sgt. Pepper’s…” pero no le gustó a George Martin, y se descartó, publicándose luego como single junto a “Hello, Goodbye”.

Después de toda esta parrafada (hay más en Internet), sólo me queda recomendar la canción, disfrutar del genio de Lennon, y divertirse con el video, incluído en la película “Magical Mistery Tour”. Así, la próxima vez que alguien se quiera hacer el culto y diga "me gustan los Beatles" pregúntale si conoce esta canción.
Dedicada a tí, mamón, que sólo conoces "Yesterday"