viernes, octubre 13, 2006

Esquizofrenia de grifo


Frente a un té helado, en una terraza de La Latina, hablaba con una amiga psicóloga sobre el clima, los coches, Alonso, Schumacher, Maradona, Zidane y la revista GQ. Le conté que últimamente me notaba extraño. Que había dejado de pensar en los demás, y me notaba retraído, ausente, como que todo me llegaba al mismísimo y que no creía que pudiera salir fácil de esa situación.
- No seré esquizofrénico? - pregunté, inquieto, mirando al semáforo.
- Calla huevón - me dijo, sincera como siempre y sin descuidar su vermut blanco.

Sonreí de lado y retomé la conversación con la máxima elegancia. Ignorando los panchitos que el camarero nos había traído. Seguro que ni se había lavado las manos al servirlos, pensé.

- En serio, flaca. He leído por ahí que los esquizofrénicos oímos voces, y a mí me pasa eso.
- ¿Ah, sí? - chupa el cigarro con desdén - y, ¿qué dicen? - expulsa el humo.
- No mucho: que compre té helado, dvd's vírgenes, que no me olvide de tirar la basura o de afeitarme las ingles.
- ¿Las inglés? - cigarro inmóvil, vermut abandonado - picará me imagino.
- Un poco - panchito a la boca - pero te acostumbras. va mejor para el sexo oral.
- Eso dicen - cigarro recuperado - la voz que escuchas, ¿es de hombre o de mujer? Olvídate, te voy a decir algo para que estés tranquilo. Los esquizofrénicos se caracterizan por tener ideas delirantes, que son pensamientos extraños que percibe como reales. Por ejemplo, pensar que hay un extraterrestre en casa.
- Mi cuñada no cuenta ¿no? - interrumpí, no puedo con mi genio.
Ella me sonrió incómoda, como diciendo déjame terminar, hueveras.

- Otras ideas son creerse que se es un personaje histórico - dijo, y con un gesto pidió otro vermut al camarero, que la miraba idiotizado - como Napoleón Bonaparte o incluso Dios.

El camarero volvió en un minuto, con su vermut y unas croquetas que, según él, eran caseras, puso el plato delante de mi amiga, que ni lo miró, y, después de una calada profunda, siguió con su clase de psicología.

- El esquizofrénico sufre alucinaciones que son principalmente sensaciones visuales y auditivas. Pueden oír voces que les incitan para hacer algo en concreto,- cogío una croqueta, la olió y la lanzó a dos metros de distancia, a una papelera. Tres puntos - pueden ver un objeto, o una persona que no existe en realidad.
- A tanto no he llegado, flaca, he pasado días enteros solo en casa y no me he imaginado a nadie.- Engullo una croqueta- Pero sí te llamé un par de veces para recordar como sonaba mi voz.

Me mira por encima de sus gafas Hermes, apaga el cigarro sobre la mesa. Creo que la aburro. Busca algo con la mirada, a su izquierda, abre su agenda y escribe algo. Sorbo al vermut, vuelve a mí, al fin.

- Tu lenguaje no es desorganizado - diagnostica - ni con incoherencias aunque de verborrea, sí se te podría acusar.- más vermut pa adentro - Una persona que está teniendo un episodio agudo de
esquizofrenia puede verbalizar sonidos o palabras ininteligibles para las personas que le rodean.No es tu caso.

Me quedo más tranquilo, y ahora llama al camarero y le espeta que este vermut no es de grifo, que no lo va a pagar, que ella no es una puta guiri a la que se le puede engañar tan fácil. El pobre hombre, coje el vaso y se lo lleva, haciendo reverencias como si fuera un japonés entrando al metro de Tokio, y vuelve a los pocos segundos con otro vaso de vermut, y le dice que va por cuenta de la casa. Ella vuelve a sonreir.

- Me has dejado más tranquilo, - le digo, retomando el tema - ahora sé que solo soy un poco raro.
- Eso sí, porque otro rasgo característico de la esquizofrenia es que el que la sufre no tiene conciencia de la enfermedad, - se acaba el vermut, se inquieta y juega con los hielos del vaso - puesto que las ideas extrañas que tiene las siente reales. Tú no, tú hasta le pusiste nombre a la enfermedad imaginaria. Sólo tienes que desahuevarte y listo.

Mira el reloj, se levanta y hace el gesto de sacar dinero de su bolso Gucci, que no es falso como la mayoría de los que he visto. Le digo que no, que pago yo, por la clase gratis, bromeo. Me sonríe y me lanza un beso antes de salir volando para aprovechar que hay un taxi libre. Me hace chau con la mano desde dentro. Desaparece.
Respiro hondo, y bebo tranquilamente lo que queda de mi té, Madrid no me había parecido antes tan bonita, con gente de todos los colores, y ese cielo azul que invita a la relajación. Lástima que no pudiera comprar mi casa por este barrio, reservado a los famosos de turno. Viene el camarero le pido la cuenta y le digo que lo de la señorita lo pago yo.

- ¿Qué señorita, caballero? - me pregunta - usted ha estado solo todo el tiempo.