miércoles, septiembre 02, 2015

Trina naranja

- Deberías llevarte a mi hijo, tío - me dice, así sin más - un día a un museo o algo.

Ya me he tomado un café más negro que el futuro de un portugués, pero aún así no reacciono. Mi vaso de trina ve cómo lo muevo y los hielos suelan clin clin clin, mientras sigo escondido tras mis Rayban de siempre. No respondo.

- Tú siempre vas a esas exposiciones guays. A mi hijo le vendría bien ir contigo, le gustas.

¿Por qué no me salen historias nuevas? De niños, de padres, de bodas o algo. Clin clin clin. Una historia de muertes, de engaños, de carros o putas. Una puta que se enamora de un ciego en la puerta del Carrefour, ella le mete un euro en la botella cortada plástica por la mitad y él sin verle la cara de putísima pintarrajeada le dice Gracias Señora y eso la conmueve hasta las lágrimas. Y se enamora hasta que al ciego lo mata un carro cuando, meses más tarde, sale de follar con ella y de pedirle matrimonio.

- A la de electricidad esa que me contaste. Sí, esa en Gran Vía a la que fuiste con la pelirroja rarísima esa que luego te dió largas y no volvió a quedar contigo ¿te acuerdas? - clin clin clin - Pues las lucecitas de mierda esas igual le gustan a éste. Si míralo, no deja la puta PSP.

¿O alguna historia que le haya pasado a otro? Sí, eso puede ser. Algo con cocaína, marihuana, una gorda que huela mal y pis de gato en la esquina de la librería, sí. Y él pregunta si todos esos tomos de leyes son suyos y la gorda que huele como a queso dice que no, que estaban en el piso cuando llegó, pero que esos de aquí abajo sí que son suyos, sí. Y él mira como fingiendo interés y sólo se salva Milan Kundera, pero ese tampoco lo ha leído y él se la tira y se bebe la cerveza y patea al gato y se va. Patea cosas al volver a casa, por culpa de la cocaína malísima. Y le llega un mensaje de su novia embarazada.

- O no. Al Matadero.
- Nunca he estado en el Matadero.
- ¿Ves? Nosotros fuimos a pasar la mañana tio, y habia como cosas para niños y adultos. Esa es buena opción.

Clin clin clin, más aguado que al principio. Pasa un caballo y el viejo se mueve porque sabe que su autobús no vendrá. Y baja andando por la calle de piedra buscado casas que alquilar. Y ve una, y cuando empieza a apuntar el teléfono una mujer le dice que ella es la dueña que si quiere se la enseña. Que hay gasoil y no le gustan los perros así que prohibidos los perros porque si no tengo perros yo para qué mierda tengo que soportar los perros de otros ¿no?  Bueno señora, suerte y todo eso hija de puta. A ver si el gasoil explota y se quema usted y su fobia a los perros, amargada de mierda y si eso la llamo que estoy viendo más casas, sí.

- O al cine, por último.
- Vi Inside Out y...
- Uy no, esas mierdas no tío. Que pintan al padre como un loser y no hay parejas gays, o sea, falta modernidad. No no. Mejor los Minions, que así no piensa tonterías mi hijo.

De gays, sí. Clin clin clin. Que se conocen en una librería de esas de Malasaña, con luces guays y colores guays y clin clin clin, y qué raro que alguien lea ya a Boris Vian y me salgo a fumar ¿vienes? Y la calle se llena de erasmus italianos borrachos y uno les sonríe y les llama froci maledetti y los putos ignorantes les devuelven la sonrisa porque no han hablan más idiomas que el suyo, pero sí que ven películas sólo en versión original. Y oye vamos a mi piso y tú de qué vas maricón de mierda, y le estampa la cara contra un ford focus y lo deja ahí para que lo atienda un latero paquistaní. Que se lo folla.

- ¿Entonces?
- Voy a por agua.