martes, octubre 04, 2016

Clorophilia

Me han dicho que es malo odiar a la gente. Y que incluso, ¿quién lo diría?, está mal visto decirlo en voz alta. Pero lo que nadie me había explicado es que uno de los peores sitios para dejar del lado ese odio, era la cola de entrada a un polideportivo municipal.

Justamente para evitarlo, llamé un par de días antes al teléfono que aparecía en google, con la intención de llegar con la mayoría de las cosas preparadas. Tras doscientos cincuenta y cuatro tonos de llamada, alguien (aún con la boca llena) cogió el teléfono.

- Diga?
- Hola, quería saber los horarios para las clases de natación - detallé, en una línea, como manda la normativa ITIL- para adultos - rematé y me puse un poquito rojo.
- Pero usted sabe nadar?
- Esto, no. Por eso quiero ir a clases justamente.
- Entonces tiene que hacer una prueba de nivel - mastica, sorbaco de coca cola, trago - para saber dónde meterle.
- Meterlo.
- ¿A quién?
- Nada, olvídelo. ¿Me decía?
- Que la prueba de nivel es a las 18:30. Martes y jueves.
- Tengo que llevar algo, imagino.
- Chanclas y gorro de piscina. Y bañador, claro está.
- Claro está
- Por si acaso
- Ya.

Salí un poco antes de la oficina, y llegué con tiempo suficiente para meterme a un chino a comprar el gorrito reglamentario. No encontré un carajo, así que, derrotado, pedí ayuda a la señora que acomodaba unas horribles flores de plástico.

- Perdone, ¿gorritos de piscina? - sonrisa amable, siempre smile.
- ¿Golditos?
- No no, Go-rri-tos. Para la piscina.
- Piscina
- No piscina, sólo el gorro.
- ¿Golo?
- Gorro señora - a tomar por culo la sonrisa - un gorro para nadar en la piscina - hago el gesto de nadar, el gesto del gorro, el gesto de quitarme el pelo de la frente. Ella me mira dos segundo y luego me da por perdido y sigue con sus flores.

En el polideportivo tendrán máquinas, me digo, y escapo.

A medida que me acerco voy viendo ya, con el horror que se ve desde lejos un papelito en el parabrisas del coche, como de la puerta del polideportivo sale una fila de gente. Ancianos, adultos, mujeres, niños, perros y un ciclista con una camiseta que ponía "Soy vegano". Me pongo detrás y lo apuñalo mentalmente con un tenedor de los que se usan en las barbacoas.

Espero dos días en la cola, y finalmente llega mi turno. Vengo a lo de la prueba de nivel de natación, digo a través del micro del cristal antibalas.
- Los horarios están en la pizarra.
- Ya los vi.
- Ah ¿y hoy hay?
- Sí, por eso vengo.
- Pues pase, no hay que hacer cola para esto.

Me cago en la puta.

Me meto como un forastero en un saloon y un viejo con polo verde me detiene desde su mesa del poder. Voy a la prueba de nivel, digo, por milésima vez, ya sin verlo ¿Por dónde paso? Me señala la izquierda con la mano y tiro. Desde lejos escucho que me dice algo de meterme al vestuario antes. Entro, y como es de esperar, está asqueroso.
Pero, esto es Retiro, pienso; ¿cómo será el polideportivo de San Blas?
Hay un padre vistiendo a su hijo de unos cinco años y al lado, secándose la polla decrépita, un viejo de unos trescientos años. Esto, seguro, tiene que ser ilegal en Missouri o algún estado de esos. Me pongo el bañador, las chanclas y el gorrito de mierda que he comprado en una máquina expendedora. Me cuelgo la toalla al hombro y cruzo la puerta que pone "Entrada Piscina (Ducharse Antes)".

- Perdona chica socorrista de culo perfecto, ¿la prueba de nivel?
- Allí, en esa esquina.
- ¿Donde está la señora de azul?
- Esa señora es la profe.
- Fuck.

El agua es de un color turquesa marchito, como se vería un pitufo tras morir desangrado. Está lleno de niños con trozos de corcho atado a los brazos.

- ¿Sabes nadar? - pregunta la gorda de azul, nada más verme llegar.
- No. O sea sí, pero flotar no.
- A ver, hazte un largo.
- No creo que llegue, me cansaría a la mitad y me hundiré como una piedra.
- Entonces no sabes.
- Eso me lo podríais haber dicho por teléfono - digo, levantando la única ceja que me queda fuera del gorrito.
- Venga, tírate desde la mitad y trata de llegar al final.

Llego sin problemas hasta el final, me sorprendo yo mismo y me giro hacia la gorda sonriendo, en plan Phelps. Pero ordena:  "Ahora de espaldas". Niego con la cabeza y la cabrona ni siquiera se aguanta las ganas de sonreir.  La veo escribir algo en un papelito y salgo.

- Nivel básico - decreta - ve a la recepción y pregunta. Pero creo que ya no hay plazas.

Vuelvo a los vestuarios sólo para secarme un poco y ponerme una camiseta. El viejo asqueroso sigue allí, secándose la polla esta vez delante de un gordito que apura un bocata. Mientras escapo de ese mundo de vapor y chanclas pienso que igual es mejor gastarme el dinero de estas clases en una cuenta premium de Netflix. Elegí un mal día para dejar de odiar a la gente.