viernes, julio 03, 2015

Leaving Green Sleeves

A Lina

- Sal, ¿qué haces aquí? - dijo mamá.
- No sé - respondí, doblado en el sofá como una zarigüeya no nacida -, si estos siempre dicen de salir y al final no va nadie.
- Yo me quedo aqui - amenazó -, si no hay problema. Que mañana como con tus tías y subir a Alcalá pa volver es tontería, Tú vete y diviertéte, mongo.
- Enga, me ducho.

Salí de casa pensando en tomarme dos y volver, y eso mismo iba pensando al entrar en la boca de metro: De refilón ví como una señora que antes cojeaba había recuperado de golpe la elasticidad en las piernas para saltar los tornos y colarse. Corre, salta, me mira, me ignora, se larga, la imito, me engancho, casi me caigo, recupero la cordura, me acomodo el pelo de Menudo y pico en los tornos como el asalariado responsable que quiero ser.

Próximo tren: 5 minutos. Bien.

Reviso twitter, nada. Mails: 2, uno de linkedin y otro de mi taller, que no me han conseguido la puerta del coche y toca esperar una semana más. Llega el tren. Hay un músico que debe ser de mi pueblo, terminando de destrozar una canción de Los Panchos a ¿ritmo? de zampoña, dos rumanas en leggins de colores que tienen pinta de haber sido comprados en el Primark y una guiri mega-arreglada que seguramente bajará en Atocha. Carne del Kapital. Me siento al fin. El asiento está caliente.

Nota mental: no sentarse nunca justo después de un gordo. Todo huele a cheetos.

Luca me espera desde hace un par de minutos ya, ha vuelto a ganar en esa competencia amistosa que tenemos por quién es más puntual. Pagas la primera ronda, me dice, y yo asiento mientras los dos miramos a una pelirroja que cruza la calle Barceló como si estuviera rodando un anuncio de Aqua di Giò. Bajamos por Divino Pastor sin rumbo fijo y empezamos a arreglar el mundo. Le hablo de mi última ruptura, me pregunta si estoy afectado, me descojono, y dice Lo tomaré como un no. Me habla de su despedida de soltero en Italia, pregunto que cuándo será, y me mira extrañado, sabiendo que me estoy haciendo el loco porque asume que estaré en Venezia cuando a él le toque vagar por la calles borracho y vestido de azafata.

- ¿La primera aquí? - señala un bar mierder de Dos de Mayo, petado de modernos.
- Venga, sí, - respondo - pero rápido tío, que aquí estos pijoflautas te arman igual una manifa en cero coma. Sin dejar de hacer fotos con sus Iphone6.

Cerveza. Vaso. Barra. Camarera borde. Cerveza. Cinco Euros. Aire.

Bajamos por La Palma sin rumbo y llegamos a una plaza que yo no conocía, con el encanto del Madrid bohemio, pero sin la carga de erasmus borrachas ni pueblerinos que quieren molar. Hay torres antiguas y un colegio, hay palomas tardías y una rata seca en una esquina, hay chicas guapas y chicas feas, hay negritos vendiendo pelis, hay gitanas vendiendo flores, lo que no hay son mesas libres. Conozco un mexicano que está guay, dice mi amigo, y yo apruebo con un microscópico levantamiento de mis hombros que todos los que me conocen bien saben que quiere decir whatever, tío. Se nos acerca la camarera.

Cuaderno viejo y manchado de guacamole. Lista de espera de 40 minutos. Huele a margarita. A nombre de Luca.

Nos metemos al primer bar cercano, a esperar, bebiendo la segunda de la noche. Botellín de Mahou. Brindis. Offro io, si rilassi. y empiezo a sacar información a mi amigo sobre sus vacaciones de verano; no sabe que no iremos con el Venezia, pero que sus amigos madrileños planeamos una realidad paralela y esta reunión nocturna es vital para nuestros planes. Entre confirmación y confirmación de fechas, Luca vuelve a preguntar por Mèlanie y le cuento que no llegó a nada porque no tenía sentido, nos habíamos conocido en mi cumple y, a pesar de salir a cenar sin stress un par de veces más, era obvio que no teníamos nada que hacer juntos. Pero le propusiste irte de finde a la playa, me pregunta, y respondo que sí, porque me gustaba su compañía y estaba seguro que sería divertido estar juntos en el bungalow de Santa Pola, y que, a pesar de que esa invitación la hizo sentir vértigos justificados y huyó como Speedy González, sigo creyendo que es buena chica y le deseo lo mejor. Sabes que soy un romántico tío, follar con chicas guapas me enamora.

Tiburón con vestido. Pasa directa hacia el baño, como el que mató a Tony Soprano.

Quise seguir hablando sin quitarmela de la cabeza, ni a ella ni a su vestido, y claro, perdí el hilo de lo que estaba diciendo. Metí in extremis en mi post-it mental algo de que no podíamos irnos la primera semana de Agosto y por suerte Luca interrumpió mis pensamientos diciendo voy a saludar, que está allí mi ex inquilina. Asentí y cogí una revista mientras escudriñaba el bar en el que habíamos caído: paredes de colores y barra mal llevada, mesita con libros, dos ventanas y una única puerta de escape en caso de incendio o terremoto o ataque de Godzilla, una hoja de firmas al lado de la revista con una petición de la Asamblea de Radical Chics de Malasaña al Ayuntamiento para que los perros pudieran hacer yoga canino en la Plaza del Dos de Mayo los segundos jueves de cada mes; firmé  - me pareció una petición razonable - y seguí con mi birra.
Mandé un whatsapp al grupo secreto: Maricas, la despedida tiene que ser la segunda semana de Julio (emoticono de flamenca, emoticono de billetes volando). Luca me llama.

- Te presento a mi ex inquilina.
- Perdona por quitarte la diversión - me dice ella, sonriente.

Dos besos. Huele a aloe vera, incienso y chill-out.

- Que va - respondo - si ya nos estábamos quedando sin conversación.
- Esta es mi amiga - nos dice, señalando a la que me quitó el hilo de la conversación. Y quiero ser Tony Soprano, pero soy Chrissy Moltisanti - hemos salido a dar una vuelta.

Dos besos. Pecas. Un olor a tabaco y Chanel, una mezcla de miel y café.

- Tenemos mesa ahora en el mexican. Si os queréis acoplar, sois bienvenidas - ofrezco.
- Sí - me ayuda Luca - veniros.
- No sé, nos apetece dar un paseo blablablablabla - veo tus pecas y muero - no teníamos intención de cenar, blablabla, así nos da el fresco blablablabla.


De lejos vemos que la chica que huele a guacamole y margaritas nos hace una seña. Te vas. Tenemos mesa. Luca quiere saber más de la tarde en que rompí con Mèlanie (¿o rompió ella conmigo?) y le cuento que me dijo que por culpa de los 42 tíos como yo con los que se había acostado los últimos 3 años, sin protección, ella tenía el virus del papiloma. Le digo, con detalles, cómo esa misma tarde volé a la clínica Ruber para hacerme todos los exámenes que incluía el pack cheap fucker, y cómo me compré un par de Reebok blancas para celebrar que, por dentro, seguía limpio e inmaculado de infecciones sexuales. Están volviendo tío, me interrumpe Luca, pero estoy distraído viendo a las paredes rojo intenso del mexicano, pensando que igual ese es un color más acorde a un restaurante chileno. Nos acoplamos, dice la ex inquilina, y yo sonrío, al ver tus pecas one more time.

Que cosas bonitas, que con los ojos no vemos.

Llegan los nachos, la jarra de margaritas, una cosa que parecen fajitas pero no son fajitas y saben a kebab. Hablamos de viajes, de amigos, de meditación, de drogas, de ayahuasca - y se me ponen los ojos como platos -, de yoga, de Italia, de España, de Colombia y de Perú. De los bailes, de las modas, de mi pelo y de la sed, del calor, de los turistas, de Carmena y de los perroflautas, de las manifestaciones, de las calles, de los bares y otra jarra de margarita por favor, del baño del local, del camarero que ha resultado ser vecino mío del Callao, de Jairo Varela y de irnos de copas, que ya nos están echando de este mexican de medio pelo.

Te dejo ir por delante. Ese vestido te queda pintado. Guiño codazo guiño.

Nos llevaste a un bar, y por el camino perdimos a tu amiga, que desapareció cansada entre la riada de modernos en bermudas y chanclas que yo sólo uso cuando estoy en la piscina de casa. Dentro del garito la música era bastante aceptable y el primer trago de mezcal que nos invitaste me entró con la suavidad de un sorbo de agua tras el desierto de Sechura. Probé a echarte la sal sobre el cuello, para saborearlo mejor, pero, sabiamente, rechazaste mi oferta. Luca me miró sonriendo y en cuanto te descuidaste preguntó ¿me piro, tío? ¿cómo lo ves? Le respondí que qué va, que estábamos divirtiéndonos, que no pensaba mover ficha esta noche. Vengo en son de paz, me mentí en voz alta.

Vuelves. Segundo shot de alcohol. Bum. I sang my songs, I told my lies.

Pasan las horas entre risas, pies pegados en ese bar que, según se va yendo la gente, se desnuda como un antro sin limpiar. Nos hacemos unas fotos con Luca que es fan de los selfies y cuando salimos y te comes un durum te ruego que me lleves contigo. No he venido a ligar, me dices, y te miento que da igual, que lo que quiero es huir de esa noche que ya es muy larga. Te dan un durum, pagas y le metes un bocado tiburonesco. Mi amigo está fuera hablando con unos borrachos y yo aprovecho para escapar. El sol empieza a salir tímidamente por Malasaña, y lo mejor es que has aceptado, no sé en qué momento, huir conmigo.

Calle Fuencarral. Durum en el escote. Te ayudo. Besazo. 

- Vamos a tu casa. En la mía está mi hermana - digo, per pienso: ¿hermana? ¿qué hermana?
- No puedo, tengo visitas también.
- Ya, bueno, mi hermana está en el sofá - digo, pero pienso: he dicho hermana otra vez, cuando quería decir mamá ¿qué cojones me pasa? -  así que si no hacemos ruido, todo bien.
. Venga sí, vamos. Además, no tenemos que follar.
- Claro, claro - digo, nos metemos al metro y pienso: ¿hermana? what the fuck!

Llegamos a casa de día y robas lavanda de una esquina. Mamá sigue durmiendo en el sofá, y no ha leído el whatsapp que le he mandado diciendo voy con una amiga, si oyes ruidos huye a por un café. Entramos a mi habitación y junto a tu vestido, caen también tus bragas a plomo. Nos hace gracia todo y disfrutamos como se tiene que disfrutar de estas cosas, porque una aventura es más bonita cuando olvidamos que hace mucho pero mucho rato amaneció. Sonríes, hablamos, me pides que apague la luz para intentar dormir. Lo hago y noto que se cuela ya el sol por las rendijas y que Drácula nos mira después mi poster de cine. Cierras los ojos y yo también, empiezo a roncar como una bestia, parpadeo y han pasado 3 horas.

Then I saw you naked, in the early dawn.

Al despertar, pocas horas después, te pregunto si ronqué mucho y me dices que al principio pero luego no molestaba. Me dices que te gusta como huele mi cama, y como huelo yo, te digo que me gustas y que quiero verte one more time, y digo tu nombre compuesto, suave, susurrando dentro de tu boca, que así mola más. Sonríes, nos vestimos y vamos a buscar un café decente porque confieso entonces que el que tengo en casa es lamentable. Salimos y mamá ya no está, se ha ido a la comida que tenía con sus hermanas, imagino. Y sigo preguntándome en silencio ¿por qué cojones dije "hermana" cuando tenía que haber dicho "mamá"?

Sol potente en la calle. No hay gafas, Café, zumo de naranja y miradas perdidas. Cara escombro la mía, tú guapísima.

Desde la mesa de la cafetería ves llegar un autobús y me dices que ese es el tuyo. No pregunto si es verdad, y te acompaño como el gentleman que me han enseñado a ser. Llegamos a tiempo y antes de subir te cuelgas de mi cuello y susurras un chau, gracias por todo que suena a despedida en el muelle del Titanic, pero no soy Jack Dawson, soy Daniel San. Hablamos luego, y vemos cuando quedamos respondo tímidamente, pero sé que ya no me escuchas. Cruzo la calle y veo como el autobús te lleva dentro. Huelo mis manos para recordar tu olor y desando mis pasos para robar lavanda del mismo punto en que horas antes la robaste tú. Pero soy torpe y sólo consigo que vuelen hojas y despierto a una avispa que me persigue entusiasta varios metros hasta que, premonitoriamente, pasa de mí por ponerse a jugar con un charco de agua. Vibra mi bolsillo. Iphone. Mensaje de mi hermano.

- Mamá nos ha enseñado tu wasap de esta mañana. Que cague de risa hermano (emoticono de risa con lágrimas, emoticono de pulgar levantado, emoticono gato sacando la lengua).

Busco tu autobús, pero ya se lo ha tragado la calle que arde al sol del poniente. Vuelvo a casa y duermo dos meses. Al despertar, Drácula seguía alli.