lunes, mayo 23, 2011

20 cosas que pienso estando en Starbucks


1.- ¿Cuál era el tamaño que pido siempre? ¿Venti, es un tamaño o un sabor?
2.- ¿"Green tea" significa "té verde" o es que simplemente es ecológico?
3.- Esa señora está de verdad viendo el café o se quiere colar. Señora: la cola es detrás del indigente de marrón.
4.- ¿Alguien comprará un disco de Adele en Starbucks?
5.- ¿Escribirán bien mi nombre en el vaso esta vez? O sea, en serio, no es tan difícil. hay gente famosa que tiene el mismo nombre y está impreso en marquesinas y vallas publicitarias. ¿Por qué coño se comen siempre una "h"?
6.- Tengo sueño.
7.-Los muffins en España no saben tan bien como en New York. Debe ser por eso que aquí se llaman "madalenas".
8.-Coño, ¡veinte céntimos!
9.- No hay ningún asiento libre al lado de la ventana.
10.- No hay ningún sofá libre, en plan guay.
11.- Sólo hay sitios libres al lado de la pareja de abuelos de la esquina. Pediré mi té verde para llevar.
12.- ¿Qué parte de "con poco hielo" no has entendido, pelirrojo?
13.-Tengo sueño.
14. Hay gente a mi alrededor que habla inglés, eso me recuerda que mi inglés empieza a oxidarse y eso dificulta mis entrevistas de trabajo. Yes ma'am I'm the next.
15.- ¡Damn it!. Ahora estoy cantando "Summer Nights" en mi mente: "Tell me more, tell me more...Like does he have a car?
16.- ¿Debo robar azúcar?, y si sí, ¿cuánto entra en el límite de lo vergonzante?
17.- ¿Para qué me das el vaso cerrado, si sabes que tengo que abrirlo para echarle azúcar, fuckin' pelirrojo?
18.- No me gustan los taburetes.
19.- ¡El indigente sigue en la cola!
20.- ¿Se habrán dado cuenta que he robado la taza de espresso?.

jueves, mayo 19, 2011

El sobre de Tony Danza


- Cuánto le dejé a mi hermano?
- Ni idea, míralo en tus transferencias.

Entonces, allá que fui. Pero cuando quise entrar en mi página de BBVA pasó un coche con música a todo trapo y sonaba Nirvana. Una canción de las raras además, de las que no suenan en la radio. Me metí en grooveshark y me puse a escuchar la discografía completa, mientras buscaba el último capítulo de "Games of Throne" porque me la recomendaron en el curro y entonces pensé que estaría bien ponerla a descargar mientras me preparaba la cena. Pescado. Porque paso de comer pasta de noche, que eso saca tripa. Entonces, pienso que había encendido el ordenador para algo, pero no recuerdo para qué, como cuando voy al super a comprar limpia muebles y vuelvo con mogollón de cosas y no el limpia muebles. Igual. Mierda, me sale en el chrome las última páginas visitadas y una es ebay. No puedo comprar porque voy mal de pasta. Eso era: la pasta. Pero para entrar en la página del banco debo poner como login los número de mi tarjeta de crédito y está en mi cartera. La cartera está en mi habitación, lejísimos de mi salón y además... se está tan bien aquí en el sofá. Play, a ver qué tengo en el disco duro multimedia. "The kids are alright", una de lesbis, va, me la veo. Antes, e-mail a mi hermano:

"Oye, te dije que no te cobraría a menos que lo necesitara. Pues voy mal de pasta, dame argo payo"

Me contesta a mitad de la peli, cuando Julianne Moore se está cepillando ya a Mark Ruffalo y yo odio a Mark Ruffalo. Me dice que me pase por su academia el sábado por la mañana. Me lo pongo en el reminder de google calendar. Sigo con la peli.

Voy a su academia y él está bailando hip-hoping o como se llame eso donde suena mucho el sintetizador y la letra sólo habla de "pussies y bitches", amos, que agradezco al cielo que sus alumnos no entiendan nada de inglés. Le saludo de lejos y en mitad de un movimiento que involucra la mitad de su cuerpo, un brazo y un giro gracioso de su sombrero fedora me hace saber que debo hablar con su novia, que está en la recepción. Voy, la saludo y de reojo veo a unas adolescentes, que son las que darán clase después de mi hermano, y no me atrevo a saludarlas porque una vez lo hice y una era tan tonta tan tonta que me obligó, casi, a ponerme los cascos y seguir escuchando a Adele. Total, que la novia de mi hermano me saluda y me dice que qué alegría que me pase por la academia, que cuando quiera, y me pasa por debajo de la mesa un sobre con 500 pavos.

- Me siento Tony Soprano - alcanzo a decir.

Hablamos un poco y me piro cuando llegan las madres a hablar de clases de baile y demás. Cruzo el puente de Vallecas y entro en casa, saco 100 pavos del sobre (¿o fueron 50? aquí empiezan las dudas.) y salgo por ahí. Sobrevivo varios días con lo que llevo en la cartera, pero cuando veo que empieza a menguar la pasta busco el sobre y ya no sé donde lo dejé.
Busco en la chaqueta que llevaba ese día, en todas las chaquetas. Nada. Busco en mi cajón de calzoncillos, nada. Busco en mis camisetas, en los pantalones, entre los libros y los comics, en el maletero del coche de Meteoro. Nada. Entonces, me imagino que puedo haberlo tirado con los papeles de publicidad y las revistas pasadas, que tenía amontonadas sobre la cómoda de mi habitación, soy tan despistado que podría haberlo hecho perfectamente. Corro a la basura, pero al llegar recuerdo que Sol me enseñó a reciclar papeles y que días antes había hecho un montón con todo eso y lo había tirado al contenedor de papel/cartón que está al lado de mi casa. Ese contenedor es limpiado cada dos días por el ayuntamiento y dos veces al día por una pareja de rumanos.
Volví a casa y me dije "piensa, piensa" y llegué a la mejor conclusión que llega un ser humano: llamar a su madre. Pero mamá esta de vacaciones en Lima y no pude contactarla sino hasta dos días después porque me la encontré en el chat de facebook. Le conté la historia y me dijo dos cosas ciertísimas: "hijo, eres gilipollas" y "ya verás como voy yo y lo encuentro". Pero paso de que mamá venga a buscar nada, la última vez que me fui a New York aprovechó para colarse en mi casa y organizó todo de tal modo que mis calcetines estaba puestos en orden de color (incluso encontró la pareja de alguno que consideraba ya perdido) y la caja de condones estaba en el centro de mis calzoncillos.

Así que oficialmente puedo decir que he perdido un sobre con algo más de 300 pavos, que no tengo ni puta idea de donde está y que, si aparece, seguramente será cuando ya no lo necesite o esté tan devaluado como los dólares de Zimbabwe.

lunes, mayo 16, 2011

La solitudine del senderismo

Rubén me aconsejó, una tarde de cine de esas que te importa una mierda la peli que proyectan pero que compras las entradas igual y te metes al cine con unas palomitas secas que se te meten entre los dientes (pausa pa respirar) y un aquarius de limón porque el de naranja es muy ácido o sino unas nubes porque las otras gominolas no me gustan sólo me gustan las nubes, que buscara una alternativa diurna a mi aburrimiento. Las nocturnas, dijo, las controlas bien. Imagino que se refería a la amiga de Magaly que llegó a Madrid y de la que recibí el encargo de mostrarle la ciudad. Cuando Maga me preguntó si su amiga se lo había pasado bien esa noche, no mentí y le respondí que sí... que muy bien.

Pero volviendo a lo de buscar alternativas diurnas, la verdad es que yo no le veía mucho sentido. O sea, ¿pa' qué? Si siempre se me había dado bien eso de quedarme en casa, leyendo, escribiendo, escuchando música o simplemente estando tirado en el sofá, imaginando que soy un gato preñado. Pero mi amigo insistía (mientras en la pantalla George Clooney intentaba convencernos de que podía ser un francotirador que vende nespresso) en que ya casi había pasado un año desde lo de Sol, entonces, ya que era obvio que lo había superado, ¿por qué no intentar algo más serio? Y esa seriedad no llegaría a mi casa, llamando a mi puerta como un cartero comercial.

- Pereza tío - susurraba para no molestar a los otros espectadores - ¿para qué complicarme la existencia si me divierto así?
- Por que no siempre vas a ser joven. Mola tener novia, tío. Yo voy a decirle a Inna que deje a su pibe y se venga conmigo. Creo que me dirá que sí.
- Esa tía es un caso perdido, Ruben. Te lo digo yo, si no te las cepillado en el primer mes, olvídate.

Acabó la peli y le prometí a mi amigo que al llegar a casa buscaría algo que hacer durante el día, los findes. Pero le puse como condición que él tendría que venir conmigo. Aceptó, y lo único que se me ocurrió fue buscar rutas de senderismo; cosa que odiaba a muerte hasta que Sol me obligó a ir un par de veces y que al final descubrí que no estaba tan mal, respirando aire puro, pisando hierba, sintiendo el sol en la cara, y todas esas mierdas rurales. Obviamente, como estábamos mal, nunca le dije que me molaba eso del senderismo y ella se quedó para siempre pensando que yo era un chico de ciudad al 100%. Pues no, Sol, ahora por tu culpa también me gusta jugar al campesino de vez en cuando. Merci bien.
La única ruta disponible era una que estaba en no sé qué pueblo de nombre impronunciable de la sierra norte, pero para inscribirse había que darse de alta en un foro. Lo hice, pero la cosa no tenía buena pinta cuando las preguntas del registro estaban relacionadas con mis aficiones, los libros que leía o los garitos a los que solía ir. Me inscribí igual y llamé a Ruben para decirle que igual nos íbamos a pisar mierdas de vaca el finde siguiente. No le hizo ni puta gracia: había quedado en comer con Inna, para celebrar el cumple de su novio.

- ¿Me lo estás diciendo en serio? eres gilipollas.

Colgué y me metí en mis feeds de google, a ver unos cuantos tumblrs a los que sigo con ferocidad. Me saltó un aviso en el móvil de que tenía un e-mail nuevo. Lo abrí creyendo que era Rubén diciéndome que había recuperado su dignidad, que no comería con Inna y su novio y se vendría conmigo a la sierra norte. Pues no, era un mensaje del foro al que me había inscrito, el nick del remitente era "auditorera" y me saludaba efusivamente, dándome la bienvenida a esa, su comunidad. Me extrañó muchísimo la familiaridad del recibimiento, así que cerré el tumblr y me metí al foro para investigar un poco más sobre ella. Casi me caigo de espaldas cuando descubrí que la auditorera no era otra que Helena una chica de origen francés que había sido expectorada de la empresa por loca, bipolar y, según dicen, por tener arranques paranoides. Además, era fea como un dolor.

- Sí, Helenita - escribí - aquí me tienes. Un colega me inscribió a traición en este foro - mentira bellaca - igual nos vemos algún día. Un abrazo.

Obviamente, no fui al senderismo ese pues imaginé que todos los integrantes del grupo llamado "gente guay" serían como Helena, o como lo denominó Iván cuando se lo conté " un mar de callos". Intenté darme de baja en el foro, pero al parecer los desarrolladores no contemplaron la idea de que alguien hubiese entrado allí por error y no existía la opción de "eliminar cuenta". Ahora ignoro los mails que me llegan con asuntos tan imaginativos y divertidos como "Citas rápidas 7 minutos, bar de Noviciado" "Visita grupal al Jardín Botánico. Traer camiseta verde" o "Hazte un cine, en V.O. Happythankyoumoreplease". Si quiero campo me tiro panza arriba en el Retiro hasta que las ardillas se acostumbran a mi, y me pasan por encima, pensando con nostalgia en el día en que subía lomitas fingiendo desgano, mirando de lejos (y comiendo fuet) a la jubilada que parecía pasarselo en grande con sus botas de montaña del Decathlon y a Sol, que me hacía "hola" con la mano desde lo alto de unas rocas. Fuck, I miss her!

jueves, mayo 12, 2011

Mis calzoncillos


El de la suerte #1 se rompió tras un partido de fútbol decisivo. Nos enfrentábamos a los asquerosos de Transplame (un barrio casi tan mísero como el nuestro, llamado así en honor a la fábrica que lo rodeaba) con menos efectivos de los que pensábamos. Lo bueno era que venían a nuestra cancha: un espacio de piedras y tierra con seis maderas levantadas a duras penas en forma de arco. Metí dos goles, casi nos pegan, uno de Transplame se folló a Angie (la tía buena de mi barrio) mientras jugábamos y yo, cuando me disponía a marcar el tercero sufrí un agarrón traicionero que vino inmediatamente acompañado de un "rassss". Volví a casa, lavé el calzoncillo y lo dejé en el cajón a modo de recuerdo. Una tarde papá lo encontró y después de que le explicase que Roxana no tenía nada que ver con la rotura esa, ambos le dimos cristiana sepultura.

El de la suerte #2 se perdió, tras una aventura fugaz con Cecilia, en un hotel de mala muerte. Ambos vimos esa noche, tumbados en sábanas usadas por millonésima vez, como Fujimori disolvía el congreso. Ella me preguntó si eso afectaría a sus familiares, allá en el lejano Mollendo. Yo la miré y sólo le respondí que no se preocupara, que Arequipa era otro país, que eso de un golpe de estado no tendría porqué afectarlos. Apagamos la tele, nos dedicamos a lo nuestro y al día siguiente ella se fue por su lado y yo por el mío. Obviamente no dije nada sobre el hecho de no encontrar mis calzoncillos y fui sintiendo el roce del cariño de mis jeans hasta llegar a casa. Años después se lo conté a mamá una de esas tardes en que nos burlamos de mis ex y me dijo que igual Cecilia los había robado para hacerme brujería, que los de Mollendo son todos chamanes comegatos. Esa podría ser una buena explicación a mi estupidez crónica.

El de la suerte #3 lo compré en mi único viaje de regreso a Lima, junto con otros 300 de algodón de primera calidad por los que pagué en total 2 euros y medio. Con él me emborraché en la playa, volví a casa no sé cómo, pero antes me enrollé (o eso dijo ella) con Erica en el asiento trasero del Toyota blanco de Milton. Volví a Madrid y lo llevaba puesto cuando conocí a Sol, y cuando dejé a Guisella llamándola desde un locutorio. Cuando el pobre empezó a sufrir el desgaste del agua con cal de Madrid, pensé seriamente en bañarlo en bronce y tenerlo como trofeo en casa, en algún lugar oculto de las miradas curiosas. Pero una tarde de borrasca otoñal salió volando del tendedero de Moratalaz con tal fuerza que sospecho que cayó en la M-30, sobre algún camión de transporte de frutas.

El de la suerte #4 lo compré en Albacete. Después de una tarde de piscina, en la que su influjo y una gitana de 150 kilos me salvaron de morir ahogado. De regreso en el hostal sequé el calzoncillo en la ventana y decidí que no lo usaría más que para situaciones extremas como clases de vuelo o entrevistas de trabajo. Sol y yo fuimos a cenar caracoles, y al volver pasamos la peor noche de nuestras vidas retorciéndonos de dolor en nuestra cama. Al día siguiente descubrimos que la frase "Albacete, caga y vete" tenía muchísimo sentido y salimos pitando de ese pueblucho. Camino a Valencia, recordé que mi calzoncillo salvador seguía colgado de la ventana del hostal. En Valencia nos pusieron una multa por mal aparcamiento.

El de la suerte #5 lo llevaba la noche en que Julio y yo quedamos para comer por la calle de la Reina. Esa tarde, un desconocido tiró la blackberry de Julio dentro de una copa de whisky, yo me quedé sin batería y no pude saber (hasta el día siguiente) que Patricia me esperaba en una disco pija de Madrid. Bajamos a Santa Ana y allí estaban Marie-Flore y Jean-Michel borrachos. Nos fuimos todos, ya pedos, a bailar al Berlín Cabaret y la casualidad quiso que Laura estuviese allí también, que bailemos y que a la mitad del baile una borracha Marie-Flore me tocara el trombón delante de todos. Flipando, me alejé a otro ambiente pero mi ebria amiga me perseguía cual zombie para seguir toqueteandome cada vez que yo me descuidaba. Harto, me giré y le dije "bueno qué?...nos vamos?" dijo que no y se ahogo en una mezcla de risa y vodka. Bajé a casa, me duché y le prendí fuego al calzoncillo en mi piscina sin agua. Es el fin de un ciclo, repetí una y otra vez, borracho, mientras veía como las llamas lo consumían.

miércoles, mayo 04, 2011

Seis razones, seis


Mamá se ha ido a Lima con dos maletas, tan llenas, que ha tenido que quitar cosas en plena cola de facturación. La pobre siempre le había comprado los billetes a su amiga, la de la agencia de viajes de Gran Vía, que por el día es oficinista y empresaria de éxito y por las noches suelta alaridos en bares peruanos, diciendo que eso es música folclórica. Intentamos convencerla de que pillase el vuelo en una página de vuelos baratos, pero al final le pidió a mi tío (el ex forrao) que le consiguiese un viaje barato de vuelta al barrio.

No fui al aeropuerto a despedirla y en lugar de eso acompañé a un amigo a buscar unas nuevas gafas de sol, después de que perdiese sus Armani bailando como una loca en el Berlín Cabaret. Mientras recorríamos las ópticas me preguntaba por qué mamá tiene tantas ganas de volver, y yo no. Y encontré seis razones para justificar mi pereza a volar a Lima:

1.- Su madre vive allí, la mía aquí. Eso puede ser un gran aliciente. Pero la teoría se cae rápido por su propio peso, pues si las cosas son como siempre, estarán juntas mediodía y después mi abuela se pirará a alguna de esas misas de difunto (a las que es aficionada confesa) o a una jornada de recogimiento eclesiástico y papal; mientras mamá huye de la casa materna one more time para irse con sus amigas de toda la vida, aunque sea a latear por el Jirón de la Unión. Pasando, me quedo en Madrid.

2.- Amigas. Las suyas están allende los mares, las mías everywhere. Mis amigas de toda la vida viven en New York. Alguna más gorda que otra, es cierto, pero amigas al fin. Y las de la facultad siguen allí, si, pero son un caso perdido. Una tiene 300 hijos y dos perros, los perros son los más guapos. Otra parece un anuncio de teletienda, de esos que muestran como puedes fortalecer tus músculos, y da miedo, es una versión femenina de Conan. Algunas me escriben mails que me hacen sangrar los ojos de lo mal escritos que están. Aún así, me encantaría verlas, pero no tanto como para pagar mil pavos por el viajecito.

3.-El barrio. Mamá tiene uno de toda la vida; yo me mudé mogollón. Por eso, si voy, me pasará como la última vez, que nadie me conocía y tuve que decirle a los ladrones que yo era vecino de siempre, que me devolviesen mis reebok, que conocía a su padre, que él y yo nos habíamos emborrachado hacía más de seis años. Sí, antes de que lo metieran a la cárcel, papito, ya arranca nomás ¿ya?.

4.- Las compras. Mamá conoce sitios donde la ropa es súper barata, yo tengo como máximo logro haber pillado una chaqueta de Dior en un mercadillo de Grau. Así que no me motiva ni siquiera el hecho de saber que la ropa de Burberry y de Abercrombie es hecha en Cañete, a doscientos kilómetros de Lima. Además, he contactado por Internet a esa gente que "se encuentra" la ropa que cae de los camiones y le he dado a mamá un par de teléfonos para que visite sus pisos francos y me traiga unas cuantas camisas. Le he aconsejado, también, que vaya acompañada de mi primo Giomar, que tiene cara de reggaetonero y servirá de buen salvoconducto.

5.- La comida. Es insuperable y aunque siempre creí que la forma de cocinar de mamá era la mejor del mundo, pronto supe que estaba equivocado. Pues cuando ella partió, mi hermano y yo replicamos sus platos a la perfección y en poco tiempo la superamos. Teníamos tal variedad de ingredientes que a mí me salió la vena cocinera y ganamos los kilos que nuestra adolescencia nos negó. Hasta que me lesioné en el gym y descubrí que sí, que mu rico todo, pero sino hacía ejercicio como un poseso, la comida peruana (engullida a diario) te convierte en un gordo sin cuello que parece un ornitorrinco con estudios. O sin estudios, eso depende del barrio. Así que mejor sigo en Madrid y, sólo de vez en cuando, me empujo un lomo saltado en un sitio guay.

6.- La juerga. Allí una fiesta no acaba hasta que alguien se pelea. Si te vas antes eres aburrido, un monse, si no te quedas hasta el amanecer dormido en tus vómitos significa que no te has divertido. La gente bebe toda del mismo vaso y yo soy asquerosito. No mamá, paso, me quedo en Madrid. Que sí, que dan whisky adulterado pero eso se arregla bebiendo antes en un bar bueno, o en casa. Y no es necesario poner la música a todo volumen, ya para eso se va a la discoteca. Nice, mom, pero me quedo en Madrid. Paso de gente bailando haciendo filas como si estuviesen en un campo de concentración.

Mi amigo no encontró sus gafas. Yo llamé a mamá, que me contó que un joven peruano la había ayudado con sus maletas y ya estaba sentada en el avión de Air Europa que la llevaría a pasar un mes y medio de relax. Le deseé lo mejor, porque sé que sus mejores amigas la esperan con ansias y colgué. Apenas llegué a casa, supe lo que tenía que hacer para asegurarme también ver a mis amigos, sin aguantar las chorradas de Lima. Me metí en internet a ver cuando era la próxima oferta para ir a New York. Es en Junio.