lunes, agosto 26, 2013

Are Made Of This

Y cuando me despierte esta noche, tras mi pesadilla de turno, pensaré en ti. Lo sé porque siempre es igual. Tanto, que ya mis pesadillas me asustan menos que el momento ese en que veo, deslumbrado, el reloj del móvil, y pienso que a ver cuanto tardo en volver a dormirme mientras me acuerdo de lo mucho que te jodía ayudarme a dormir.

Normalmente me decías que mis miedos raros eran eso, raros, y por eso infundados. Que me metía mucho peso en los hombros y por eso ya ni siquiera podía disfrutar, por decir algo, de esos terrores nocturnos que hicieron ricos a los productores de las pelis de Freddy. Me reía entonces y, mientras jugabas con mi pelo, me dormía igual de acojonado. No por volver a soñar algo malo, sino por despertarme y ver que la realidad era peor. Porque ya sabes que no hay mamífero más pesimista que un limeño. Y si, como yo, es del puerto, pues peor.

Recuerdo con especial cariño los sueños en los que me pierdo en una ciudad que conozco. Entonced me paso media noche preguntando a los transeúntes qué autobus, metro o escalera tomar para llegar a mi destino. Destino que normalmente tiene una hora de ingreso y un castigo por no cumplirla: llámase universidad, trabajo, o cita con alguien importante. Entonces mi pequeña odisea me lleva siempre por el camino incorrecto, por calles o pasajes que se repiten hasta llevarme a un sensación de angustia tal que termina por despertarme a las 4 de la mañana.

Pero ahora el pelo se queda desacariciado.

No sé si existe esa palabra, ni me importa. Lo que busco en verdad es una forma de poder despertar tranquilo. Porque últimamente lo hago cabreado. Sí, sé que me dirías que es de tontos del culo buscarse preocupaciones gratis, cuando hay gente, como tú por ejemplo, que no tiene mi suerte y no cuenta con un trabajo fijo que le asegura, al menos por ahora, poder pagar las facturas a fin de mes. Me dirías que soy un egoísta por no preocuparme por tus problemas reales y darle demasiada atención a mis temores imaginarios. Que soy un ansia viva por creer que mis jefes me odian por ser un impostor en todo. Entonces, bebería agua, y te seguiría escuchando ya sin verte.

Me darías, también tú, la espalda, y pensaría yo que para estar así, mejor estar solo. Que una relación en que ninguno puede ayudar al otro, no es una relación, sino una pesadilla eterna. Y me dormiría one more time sólo para soñar que te ibas y que yo te buscaba como un loco porque te echaba de menos, y en el sueño veía que pasaban días y noches y yo no dormía porque eras tú Morfeo y la única que adormecía mis miedos. Y en la búsqueda inútil, en un anochecer de los muchos, un indigente me regalaría una radio y sobre su cabeza aparecería un bocadillo en plan comic con el mensaje "a mi me sirve escuchar a otros, para dormir".

Y despierto, y mis miedos siguen allí. Alguien me llama no sé desde donde. Mi pelo está revuelto y los dos son mis lados de la cama. La radio se enciende y bebo agua. Son las 4 y me busco porque ya no vas a estar, y me aburro también de mis chorradas, las escribo en un cartón y como sé que mañana tampoco habrá salida cierro los ojos para prepararme a entrar en ese laberinto de cada noche y volver a subirse al bus incorrecto, la escalera equivocada.

¿El pelo? Mola un montón, y ya llegará alguien que lo quiera acariciar, tú por eso, no pierdas el sueño.

lunes, agosto 05, 2013

Dr. Robert

Pepe iba a 100 por hora en una calle de 70. Tomy a su lado gritaba speedico que sí, huevón, que son nuestras, huevón, que síguelas, que han doblado a la derecha en la esquina de Guisse. Yo, tirado en el asiento trasero del toyota coupé blanco, me aburría como una ostra. Y sí, me había metido por la nariz lo mismo que ellos, en Lima, de noche, al lado del puerto; pero ni con esas conseguía sentir todas esas cosas que mis amigos decían sentir. Te sientes como Superman decían, invencible, juraban, pero yo seguía hasta los cojones de tanta estupidez y lo único que me motivaba era que estábamos yendo a la fiesta a la que nos acaban de invitar las hijas del alcalde. A las que por cierto, habíamos perdido mucho antes del cruce con Guisse.
Esa noche, terminamos los tres comiendo sandwichs de pollo en un puesto ambulante, repleto de borrachos.

En la facultad, era casi imposible estudiar para todos los examenes. Algunos, como yo, usaban la técnica del endoscopio: estudio para uno y en dos, copio. Pero no siempre resultaba. Había días en que amanecías más cagon que de costumbre y ese papelito que te habías metido en los huevos se quedaba ahí hasta el final del día. A veces más, porque no fue raro el momento en que semanas después de haberlos lavado, mis calzoncillos dejaban caer de esa rendija inútil que tienen los boxers, las respuestas del examen pasado. Por eso, cuando la chica de Química me dijo que esas pastillas de cafeína me mantendrían despierto para estudiar sin cansarme y que al día siguiente, el del examen, estaría fresquísimo como una lechuga (quien haya inventado esa frase no ha visto la lechuga que tengo en la nevera, by the way). Mentira. Me las tomé, estudié, aprendí y me dormí en mi mesa hasta las seis de la tarde del día siguiente. Derrotado, me fui a ver el Planeta de Los Simios de Tim Burton y me tiré a una amiga de mi hermano, que se empeñó en acompañarme. Llamadme romántico.

Hablando de eso, cuando María, mil años después y ya en Madrid. Moratalaz, para ser exactos, propuso que fumásemos marihuana antes de follar, a mi ya como que me daba mala espina. No me hacen efecto las drogas, le advertí, pero ella dijo que sí, que su camello era de Algeciras y eso era como el Silicon Valley de la mierda buena. Gentleman, donde los haya, y porque pasaba de volverme a casa con el calentón, accedí. Ella bailaba con los ojos cerrados y todo, en el salón de su casa, y yo, ya satisfecho sólo pensaba en pirarme a la mía. Me preguntó si había sentido y algo y le dije que no, que nada. Insistió diciendo que sí, que los cuerpos se sentían super conectados y con la yerba eso aumentaba al mil por cien, pero yo asentía y de refilón miraba mi móvil y mis llaves de casa. Lo notó, paró de golpe y, como ya os he contado anteriormente, me echó de su casa acusándome de haberla grabado por bluetooth (sic).

Por eso, creo firmemente eso que dicen que las drogas son malas. O al menos, todas las que han llegado a mis manos, lo han sido.