lunes, noviembre 14, 2011

Answers 4 Omnibus


¿Por qué no escribo más?
Básicamente porque el tiempo que he pasado de vacaciones me ha servido para convencerme, entre otras cosas, de que soy un vago radical y que nunca podría terminar una novela a menos que me vuelva millonario o consiga quién me abanique y me atienda durante mi tiempo de escritura. Ambas cosas son altamente improbables y por eso aquello se ve reducido a mi goteo de voluntad, que es bastante poco. He escrito algunos cuentos mierder que cada vez que leo me quitan el sueño y la novela corta que le envié a América, hace un año ya, reposa el sueño de los justos. Ella, monísima, jamás me dijo lo malo que era mi borrador, y yo le estaré eternamente agradecido.

¿Por qué no salgo más?
Por pereza. Así de simple. Ya no me divierte hacer el gilipollas bebiendo como si hubiese tomorrow. Más garrafón pa'vosotros, niñatos.

¿Por qué paso de la gente?
Eso es una calumnia mayúscula. Si no hablo con más gente del curro es porque me aburren de manera soberana al tener yo la desgracia de no tener nada en común con ellos: no veo Aída, no veo Telecinco, no escucho los 40 principales, y no me gusta beber en bares cutres. Si no hablo en las peluquerías es porque las señoras (a las que temo en secreto) que suelen esperar a mi lado manejan información que no poseo: ellas conocen a toda la gente que sale en el Hola! Si voy sólo a los museos es porque nadie quiere ir conmigo. Es normal, tengo cara de enterado y nadie sabe que no diferencio un Rubens de un Botticelli.

¿Por qué odio a las gordas?
No las odio. Pero me molesta, sí, cuando no paran de hablar de sus dietas y luego las ves comiendo dulces a todas horas, eso sí...con coca light. El colmo ya es cuando, casi rodando por los pasillos, hablan mal de las niñas flacas y las miran con envidia. O sea, gorda, si no te zampases todo lo que te ponen por delante, believe me, tendrías menos que envidiarle a la que tiene vaqueros de talla normal. ¡Aflojá con los postres!

¿Por qué he cambiado de grupo de amigos?
No lo he hecho. Mis amigas han desaparecido del radar desde que se enamoraron y las estoy dejando ser, aunque les mando un whatsapp de vez en cuando. Los demás, que no eran amigos ni nada, se han ido difuminando cuando yo intentaba, por ejemplo, quedar con ellos y, o me cancelaban con excusas estúpidas (y luego los veía en facebook dándolo todo), o simplemente decían que no, que si eso, pa'l próximo eclipse. No hard feelings. ¿No decís que paso de la gente? Pues os dejo que paséis de mi. No esperéis que os llame, ni espero que me llaméis.

¿Por qué estoy cabreado?
Porque he comprado un reloj por internet y me ha llegado roto. Me costará más el collar que el perro, y además, hoy, he ido a una entrevista y después de veinte minutos de mierda el pibe va y me dice eso de "pues podríamos haber hecho esto por teléfono". Pues sí, quise decir, pero solté "c'est pas grave". Porque estábamos hablando en francés. Al salir, mojé en un charco mis mocasines, subí a mi coche, volví fácil bordeando el Retiro y en la última rotonda, donde siempre dejo a Carlos cuando va pedísimo, casi choco con un tarado. Miro por la ventanilla para cagarme en sus muertos y descubro que es uno de mi curro. Sonrió asintiendo al verme con corbata y demás, y ahora sé que me chantajeará cuando me vea por la oficina. Supongo que tendré que pagarle un café para comprar su silencio.

Sí, escupiré en el vaso.

miércoles, septiembre 21, 2011

Crisis? qué crisis?


Hace unos días, me declaré en bancarrota moral y pedí un préstamo.
Mi primera opción fue perseguir en plan acreedor a mis deudores pero, soy tan pero tan toli, que no recuerdo a quien le dejé pasta ni porqué. Mandé un par de mails y parecía que había mandado una cadena. Quise intentarlo por teléfono pero esto de cobrar se me da muy mal y cada vez que levantaba el teléfono para cobrarle a alguien, resultaba que ese alguien no me debía nada y yo terminaba colgando sin saber si me habían dicho la verdad o es que yo era idiota. Opté por creer siempre lo segundo y dejé de llamar.
Entonces, comencé a odiar a los gordos. Porque cuando abres tu nevera y ves que sólo queda un limón reseco, un cachito de leche (que nunca tiras, no se sabe porqué) y dos trozos de apio, sientes que los gordos se han comido toda la comida del mundo, que si su demanda no fuera tan brutal la oferta no sería tan cara y los demás podríamos comer gastando menos. Les ves ahí pagando dos euros por una bolsita de risketos en la máquina de la empresa y cuatro euros por un desayuno especial de milanesa de pollo con mayonesa y panceta con patatas refritas, mientras la gente normal tiene que pagar dos pavos por un té con hielo. Quebrado, me puso un polo Abercrombie & Fitch Muscle, no apto para gordos, y me senté en su mesa a desayunar, light.

Comuniqué mi quiebra por Whatsup a mis hermanos, en el grupo "Mongos" que había creado mi hermana, con gran tino a la hora de nombrarlo, todo hay que decirlo. Uno me propuso que vendiera de una puta vez mi libro, pero cuando les conté que lo había enviado a un par de periodistas para su pre-lectura y no había recibido respuesta alguna desde la primavera pasada, abortamos ese plan. Otra opción propuesta fue que cantase en el metro, cosa que descarté más por pereza que por vergüenza, no me veo arrastrando un altavoz con un mp3 pegado con chicle y cantar en la línea 6 del metro. La opción que salió mejor parada fue vender el piso que tengo en Alcalá de Henares.

Lo malo de ese plan, es que en el piso vive mi hermano, quien paga la hipoteca desde hace años, y como que irse así, de zopetón, para que yo tuviese pasta, no le venía bien. Volví a mi puesto de trabajo cabizbajo y resignado a comer con quien sea esa tarde (cosa que para mi es casi como que Yoda se vaya de cañas con Darth Vader) sin poner pegas a su nivel del mongolismo. Sentado, con el tupper obligatorio del ahorro, escuché como uno hablaba sobre los préstamos que la empresa da a los empleados de más de dos años al 0% de interés. Clic. Subí corriendo y hablé con Marie-Flore, me explicó lo que tenía que hacer y horas después mi cuenta volvió a tener numeritos diferentes del cero.

Ahora puedo buscar curro con tranquilidad, he comprado ropa y pienso en regalos para mis hermanos que cumplen años. Llevé a mi sobrino al cine a ver Los Pitufos y pienso en salir a cenar con alguna amiga, de las de conversación amena. Mamá no se enteró jamás de mi debacle financiera y ahora (hasta que cambie de trabajo) puedo decir que vivo como un verdadero español: por encima de mis posibilidades.

martes, agosto 16, 2011

Disaster Movie


Soy un desastre humano.
No sé si es de nacimiento o es que ya nací así. Porque cuando era niño estaba enamorado como un gilipollas de Milagritos, con su cara redonda de manzana y su sonrisa perfecta, herencia de su madre selvática. Pero era tan tímido que nunca se lo dije, se la zumbó medio barrio y hoy, por el chat del facebook me ha llamado creído porque la hice sufrir de niña ya que, al parecer, me amaba en silencio, como en la telenovela.

También soy un desastre porque hace más de un mes que quiero quedar con Almudena, no sé, me da buena espina y quiero conocer a esta chica que parece más friki que yo. Además de guapa, que en eso también me saca considerable ventaja, es interesante. Pero las 3 veces que lo he intentado he fracasado como un peruano. La primera me lié en la FNAC y terminé llamando a Patri que sí podía verme a las 7:30 de la tarde (Almu sale de trabajar a las 6:30). La segunda me convencí a mi mismo de que podía echarme la siesta antes de ir y me dormí hasta el día siguiente. La tercera, me equivoqué de pizzeria y terminé saliendo del local ayudado por una puta dominicana de la calle Montera. True Story.

Además, si eso no les vale para comprobar mi desastrosidad (palabra que creo que acabo de inventar), diré que las bombillas de mi habitación llevan explotando misteriosamente desde hace mas de un mes.
El domingo, cansado ya de la situación, me subí a una escalera y revisé el socket, los cables y los empalmes. Todo como si se tratara de una bomba a desactivar. Me sobraron piezas, enrosqué la quinta bombilla, subí la palanca de la luz y se iluminó mi habitación. Feliz y sudoroso como si hubiese trabajado en la mina, me duché. Al volver a mi habitación comprobé que mi trabajo era una mierda, como papá siempre decía, ya que la quinta bombilla también se había quemado.

Escribo esto tumbado en mi cama, desde el Iphone. Porque había encendido el PC para escribir y terminé viendo mis feeds de google, la peli "Primos", lo caro que es un viaje a Barcelona y lo gilipollas que fui por no meterle mano a Milagritos cuando ambos teníamos quince años. Con el PC apagado me tiro a escribir y veo que no sólo soy un desastre por escribir desde un teléfono, que es ya de por sí una mierda, ni por dudar en ponerme o no camiseta para dormir (porque luego me resfrío, aunque sea verano), ni por alumbrarme con la mesilla de noche porque la bombilla de los cojones no sé porque coño no enciende. No. Soy un desastre porque me acabo de golpear el codo al cerrar la ventana. El mismo codo que me lesioné al caerme como un idiota en la ducha de un hotel de Alicante y que ahora hace que escriba desde mi teléfono, con el dedo meñique completamente adormecido.

Si es que soy un desastre.

Enviado desde mi iPhone

viernes, agosto 05, 2011

Dudas, dudas everywhere


¿La debo llamar o no? Si la llamo pasando un día, es que estoy desesperado; si la llamo dejando tres días, creo que está bien; si la llamo a la semana soy un chulo calculador; si la llamo al mes, soy un pasota; si no la llamo, ¿me vuelvo interesante?. A tomar por culo, le pongo un mensaje en el muro del facebook. Total, ella dijo que se lo había pasado bien, eso significa "vuélveme a llamar" o "da señales de vida" o "You're the One That I Want (oh oh oh....HONEY)" ¿o no? ¿Cenamos? - Ay, no, mi amiga está enferma. ¿Cine? Esto, no puedo tengo un trabajo que terminar. ¿Copa afterwork? - Ha muerto el licenciado Vidriera en mi telenovela, pero sí quiero quedar contigo, lo dejamos para otro día, ¿vale? Nothing to do here.

Si me lavo las manos, me da frío, entonces, me entran ganas de mear. Así que, después de eso ¿debo lavarme las manos, one more time? No sé. Si no lo hago, y alguien me ve, puedo parecer un guarro, pero considerando que en el edificio en el que trabajo hay gente capaz de hacerse pajas en el baño, creo que no debería ser importante. Si nadie me ve, EPIC WIN, pero corro el riesgo de que minutos más tarde me coma las uñas, recuerde dónde estuvo mi mano antes y me entren ganas de vomitar. A tomar por culo, me las lavo y fuera. Y si me vuelve a dar frío, me aguanto las ganas. Like a Sir.

¿El GPS de mi teléfono es más rápido que mi cerebro? O sea, ¿calcula bien las distancias considerando la velocidad a la que voy? Si la respuesta a estas preguntas es "sí" entonces, ¿porqué coño dice que gire a la derecha a 600 metros cuando me faltan sólo 100 para llegar a la calle que busco. Maldita sea, me he perdido tantas veces por seguir sus instrucciones que podría hacer un mapa de Madrid for dummies. Hace poco salí de Bravo Murillo intentando buscar Castellana y se lió, cuando sólo había que subir un poco y girar a la izquierda me mandó a tomar por culo y terminé en Ventas, donde mi amiga/copiloto, compadecida dijo "si eso déjame aquí ya, que vivo cerca y aprovecho para hacer footing en el Parque de la Avenidas". Forever Alone.

¿Soy 30, 31 o 32? En New York, los levi's 31 me van como un guante. Pero si compro la misma talla en Madrid, parece que soy el cantante de los Scissors Sisters y tengo que regalar los pantalones a la primera que pase, o venderlos (como hice) por ebay a un árabe loco por las marcas. Si cambio de marca, el problema aumenta porque en Gant, soy 32, si son pantalones de lino, si compro vaqueros, paso a ser 30 si son azules y 31 si son negros. No me preguntes por qué, es así. Al final termino comprando unos Hilfiger o Pepe Jeans que, como dice Cris, "me marcan el culete...fuegote" y me dejo de problemas. Fuck yeah!

¿Debo usar mi invisibilidad para hacer el bien o para el mal? Lo digo porque sólo en el trabajo las chicas me dicen lo guapo que soy, lo majo que me he vuelto y lo bien que visto. Pero en cuanto me meto a un bar me convierto en parte del mobiliario. Fui con Dario al Loui Loui y las dos tías que estaban frente a nosotros, bebían sus mojitos lamiendo sus pajitas, pero mirándolo a él. Fui con Marta a un bar de lesbianas y ella se pasó la noche besando a una morena mientras yo me colgaba de mi trago muerto del aburrimiento. Fui con Julio a un bar gay y a él le regalaron cigarros, un gordo le pidió bailar y otro le contó su rutina de bodypump mientras que yo bailaba con unas francesas de Montepellier que, en cuanto fui al baño, desaparecieron. Siempre huyo dignamente de estas situaciones, dignísimo. Haters gonna hate.

¿Algún día estaré bien con mi viejo? Mamá ha vuelto de Lima y yo he vuelto a su casa, a la que no me acerqué en estos tres meses que ella estuvo fuera. Papá me llamó mil veces, algunas veces me encontró en casa, pero yo, como Charlie Harper, veía el número en la pantallita y pasaba de contestar. Un día me dijo medio en broma medio en serio que yo sólo iba cuando estaba mi mamá, que a él nunca lo visitaba. No pude mentir y dije que sí, que tenía razón. Aún por teléfono noté que le había roto el corazón. Quise llamarlo y disculparme pero se me pasó. Cuando al fin lo vi el día de la vuelta de mamá ni siquiera me saludó, o sea, casi no nos habíamos visto en tres meses y sólo dijo "hola" a todos los que estábamos en el salón. En ese momento pensé que no me había equivocado al decir la verdad, que se joda, él se lo gana a pulso. Fuck the police.

¿Por qué tengo tantas camisas azules? Soy un pitufo no nato.

miércoles, julio 20, 2011

Carta abierta a la chica de las pizzas


No te conozco pero sé que tu pizza hawaiana no me gustará. Lo sé porque la combinación de piña, jalapeños, cebolla y masa me la hicieron comer mis primas cuando tenía 10 años y vomité más que Reagan en el exorcista, mamá llegó muy tarde y no pudo salvarme, pero me aconsejó que volviera a mi skate, bajara por las calles de piedra para olvidar el dolor de estómago y esperara unos años para vengarme de mis primas rompiéndoles el corazón. Entonces descubrí la fuerza centrífuga y que las farolas están hechas de un hierro bastante duro. No te he hablado de mi, es verdad, pero leyendo esto habrás deducido que soy tiquismiquis al comer, que mi madre me dejó a mi bola cuando niño, que era skater, que mis primas son unas harpías y que tengo una cicatriz en la ceja. Si no lo habías pillado, lo siento por ti, y te aconsejo no seguir leyendo.

Hace unas noches pasé por tu local, había cenado cerca con unos amigos y bajaba semicongelado por la Gran Vía cuando desde lejos descubrí una feria de artesanías. Me lancé buscando dos cosas: cobijo para el frío y una bolsa messenger como las de Burberry pero que costasen como las de H&M. Salí con un pañuelo verde que una china me vendió a dos pavos; convencido de tener un look gay, y de haber hecho bien al no pagar los 48 euros que me pedían por la bolsa. Tu local no estaba cerrado pero desde fuera comprobé que ya no estabas, normal, me dijiste que te ibas sobre las seis de la tarde y que volabas a tu urbanización pija a piscinear en tu casa. Yo también lo hago cuando me toca la semana corta y salgo a las cinco, pero me siento raro tirado en mi piscina sin césped, sin vecinas y con un socorrista que o está estudiando para su tesis o es un brujo, porque siempre lee un libro más grande y gordo que una guía telefónica, forrado en piel y con ribetes dorados. A veces, mientras nado, imagino que gritará "ANAPNEO" para salvarme de morir ahogado.

Baje entonces por la calle Montera, hacia Sol, esquivando a señoras que cobran por caricias y que huelen todas como a jabón chiquito de los hoteles de Alicante. Les dije que no, gracias, que iba bien y cuando pasé frente al Springfield ya me sentí seguro de que nadie me atacaría. Error. Desde donde antes estaba el Oso y el Madroño vino un señor mayor que se parecía al de las noticias de Tele5 y me preguntó que si quería compañía. Con mi educación universitaria y mis años de consultoría reunidos en una sola frase le dije "VESTE A LA MIERDAAA" parafraseando a mis amigos catódicos de La Hora Chanante y decidí en ese momento que pasaba de meterme al metro en Sol, que caminaría hasta Tirso de Molina y aprovecharía que allí no hay seguratas, para colarme (¿problem?). Antes de cruzar la plaza unos negritos me ofrecieron gafas Ray-Ban, cinturones Tommy Hilfiger, carteras Louis Vuitton para mamá, películas de estreno y un abanico. Todo más falso que mi ex de Barcelona.

Subiendo por Carretas vi un local igual al tuyo y desconfié de mi mente, que ya me ha jugado malas pasadas como cuando me hizo ir al Vicente Calderón un día antes de los cuartos de final de la Copa del Rey. Entonces me metí a buscarte pero solo encontré a un paisano mío que, eufórico al verme entrar, vaticinó que Perú ganaría la Copa América. Le sonreí de lado y sólo se me ocurrió responder "sorry, creía que esto era el Pull&Bear" y salí escopetado. En el puesto de la Plaza Benavente me compré una botella de agua con el euro que pensaba ahorrarme del metro y vi que la gente salía del cine al que suelo ir a ver las pelis en versión original. Acababan de echar "Hangover 2" y no entendí como alguien podía pagar 8 pavos por verla en inglés, cuando en los Verdi cobran lo mismo por la reposición de "Once Upon A Time In América" de Leone. Pasé por debajo de Casa Granada y una lata de Mahou pasó rozándome el hombro, antes ese sitio molaba, ahora está lleno de perroflautas que juegan a ser modernos, los modernos en cambio ahora son tan modernos que van a sitios que ya no son de modernos, porque no eso no es moderno, y buscan sitios underground para que su feeling no se vea reflejado en el look sino deep inside, saes?

Tirso de Molina, no hay seguratas. Me cuelo as usual y ya en el andén recojo de la papelera una revista de esas que regalan con el periódico. Hay artículos para chicas sobre cómo vestir, como maquillarse, como caminar, como hablar con el sexo opuesto, como ser más interesante y cómo ser "tú misma". Me sirve para matar los cinco minutos de espera que anuncian los paneles informativos, antes de tirarla, veo que lleva un cupón de regalo para el Pizza Hut que pone "Pizza Hawaiana, no has probado nada igual". Me río, la devuelvo a la papelera, me subo al tren que al fin llega y me prometo que la próxima vez llegaré a tu local antes de que te pires para decirte "Hola, no sabes lo que me pasó la última vez que vine a buscarte".

miércoles, julio 13, 2011

El niño de ayer


Cuando era niño, me daban miedo los libros de astronomía. Era muy duro para mi ver las fotos del espacio infinito, con el especial nivel de "acojonismo" cuando se trataba de fotos de familia, con todos los planetas ahí danzando alrededor del sol. Cerraba los ojos y me mareaba. No podía, el vértigo era muy hardcore. Era más fuerte que yo y cerraba el libro de golpe agudizando mi capacidad para memorizar que Plutón era el más pequeño de los planetas. Hoy, Plutón no existe, de vez en cuando ojeo libros de astronomía y he empezado a temer las fotos que me hacen en las fiestas de empresa. Allí, lo infinito, es la vergüenza propia y/o ajena.

Cuando era niño, mentía como un cabrón. Le dije a mamá que por cinco pavos me daban un coche que subía por las paredes, corría por el barro y frenaba cuando yo lo quería, con el dinero me compré cromos del álbum del Porqué de Las Cosas, y un cochecito de mierda, de plasticorro duro que ni siquiera tenía movimiento en las ruedas. Mamá lo vio y pidió que lo subiera por las paredes, lo hice, sin soltarlo y causando una carcajada general. Hoy, sigo causando carcajadas, pero porque me dejo engañar como a un chino, y por comprar coches, que se quedan tirados al lado de paredes, en el barro y en cualquier carretera.

Cuando era niño, mi pelo era diferente. Era como oscuro, pero sin ser negro, claro, sin ser marrón y ondeado, sin llegar a ser rizado. Mamá contrató a Maribel para que me lo cuidara y ella nos visitaba una vez al mes o cuando algún tutor del cole me mandaba una nota que decía "esos pelos, señora. Esos pelos". Siempre me cortaba con tijeras, cariño, y una historia de sus hermanos: cuidadores de cerdos alcohólicos adictos a los líos de faldas de bajo calibre. Hoy, las peluqueras me odian. Cuando digo eso de "solo las puntas, este lado menos, cuidado con las patillas, no, ese no es mi remolino, atrás no cortes tanto que pareceré futbolista, el agua está muy caliente, no me eches esa gomina barata porfa" me miran con infinito desprecio y hacen lo que le sale de los cojones. Yo me entrego a mis captoras mascachicles, les pago por desgraciarme el pelo y pienso en Maribel.

Cuando era niño, odiaba el alcohol. Mi abuelo olía a brandy, el otro a pisco. Mis tíos, cuando no estaban en la cárcel, bebían en la calle con sus amigos mientras nosotros jugábamos al fútbol. Las fiestas del barrio siempre acababan en peleas de borrachos y una vez uno lanzó una botella que explotó a dos centímetros de mi sien derecha. Papá se pillaba tales pedos que en el mejor de los casos lo encontrábamos tirado en la puerta de casa, pero la mayoría de las veces se le estropeaba el sónar y volvía, como en su época adolescente, a casa de la abuela. Hoy, el alcohol es mi amigo. Johnnie Walker baila siempre conmigo y mis compañías nocturnas, por lo regular beben más que yo. Alguna vez he estado bailando con una chica, me he ido al baño, he vuelto, y no he recordado quién era; entonces, he descubierto que era hora de volver a casa.

Cuando era niño y enfermaba de gripe, mamá me cuidaba como si estuviese paralizado. A mis manos llegaban platos de sopa de pollo, tazas con té, pastillas, cambios de ropa y libros para evitar mi aburrimiento. Ella me cambiaba el canal de la tele porque yo estaba demasiado débil y a veces hasta fingía interés cuando Optimus Prime era traicionado por Megatron, tras pelear en la presa de agua. En el colegio sabían que yo no mentía cuando decía que había estado enfermo y mis profesores me guardaban los deberes pendientes y alguna vez hasta postergaron una fiesta escolar. Era una estrella. Hoy, tengo infección de garganta por culpa del aire acondicionado, no me han atendido en la seguridad social en fin de semana y he bebido sopa de pollo de sobre; nadie me limpia la casa ni me da un nuevo pijama y en el trabajo me han pedido justificante porque no se creen eso de que me enferme después de volver de Malta.

miércoles, julio 06, 2011

Malta's Night Fever


Salí a las 7 dl hotel. Bueno, casi.
O sea, como a las 7 menos cuarto. Mi hermana y yo, hidrataitos, nos paramos en la parada del autobús solo para ver pasar uno que iba sin numero. Petao. En Malta los autobuses pasan cada media hora. Si eso. Y si al pasar van llenos no dejan subir a la gente y el conductor se limita a hacerte un "adiós" con la mano que sabe a "se siente" o si ya es el tercero y llevas 40 minutos parece que te dice "te jodeeeees".
Entonces te entra la mierda. Piensas en qué coño haces esperando el autobús. Si eso es para estudiantes sin curro, esos que viste hace dos noches haciendo botellón en St. Julian. No tío. Tu no estas hecho para esto. Pa ti es lo de esta mañana: coche particular que te recoge en el hotel y te lleva al muelle, en el muelle un barquito mu apañao que te pasea por las islas y te deja en Blue Lagoon para que te quemes como un camarón y dos horas después te devuelve al muelle y en el muelle tu coche que te lleva al hotel; si, ese eres tu.
Cuando al fin llega el autobús y pone el deseado 11, veo el reloj sólo para comprobar que he estado esperando una hora en la parada. Han cambiado de compañía de autobuses pero los conductores siguen siendo malteses. Así que es the same shit. Subimos por gracia del driver que dice It's free cuando mi hermana le alargaba 2 pavos. No hay asiento, nos paramos entre gente que viene de la playa y no nos da envidia. Sólo frío porque estos autobuses nuevos, ya que tienen aire acondicionado, lo ponen a -10°C. Los malteses van confundidos pues agradecen la novedad, pero los turistas vamos con escarcha en los huevos. Pasamos Buggiba y de reojo veo la plaza que fue nuestra primera parada, donde gorroneamos wifi, donde compré mi sombrero que me hace parecer cubano exiliano, busqué un look a lo Bruno Mars y terminé con el de Ron Damón. Según mis calculos en 15 minutos deberiamos estar en San Julián. Calculo con el reloj porque los autobuses, mu modernos ellos, van con los cristales ahumados y no se ve una mierda desde dentro.

Suben unas niñas pintarrajeadas, vestidas de Bershka y con argollas donde podría vivr un loro; llevan una botella de dos litros de fanta en una bolsa. Abren la boca y me confirman que son chonis.Yo ya estoy entregado, que sea lo que dios quiera. Han pasado 30 minutos de más y no he visto ni una puntita de San Julián. Este autobus no va, suelto, solo a modo de desahogo. Una pareja de ingleses confirma mis dudas cuando el novio vuelve y dice this bloody bus has the sign broken. O sea, que donde ponía 11 no era 11, sino 41 y el gilipollas no alertó a nadie y todos íbamos ahora con destino a la parada final: Valleta.

- Me rindo -exhalo- vamos a Valleta y desde allí pillamos uno a San Julian.

En la parada central nos encontramos con más gente perjudicada y todos preguntamos veinte veces antes de subir al que, parece ser es el bus 13. -13 grados es lo q hay dentro. Me toca sentarme al lado de un ingles ennegrecido que no para de burlarse de mi forma de temblar. Lleguemos ya, copooooon digo, mientras las chonis, que también vienen dicen que vamos bien, que están seguras porque acabamos de pasar por la puerta del Pronovias. Así, tal cual. No por la catedral mayor, ni por la puerta del museo arqueológico, no. Ellas se guían por las tiendas. El inglés, compadecido y con la cara entumecida de dolor por tanta risa, me dice que la que viene es mi parada. Le agradezco, le doy al botón del modernismo bus de mierda y me bajo a reencontrarme con el verano. Mis pezones vuelven a su estado natural. Mi hermana y yo bajamos las calles del barrio sabiendo que será nuestra última noche en Malta, vemos las cosas como despidiéndonos (aquí compramos helados, aquí se voló tu sombrero, aquí se rompió mi sandalia) y al llegar a Paceville escogemos un bar, el Native, para tomar nuestras últimas copas.

- A ver con que nos sorprende el DJ maltés - pienso en voz alta.

No muy grande es mi sorpresa cuando al entrar al bar lo veo lleno de españoles de veinte años, ya borrachos, y por los altavoces suena el Aserejé.

viernes, junio 24, 2011

Mamá, no te robes mi Triumph


Mamá se subió a su primera moto a los 16 años, iba pedo y se estrelló contra un muro de ladrillos a medio construir. Poca gente lo supo, pero a mi me lo contó una noche de esas en que se dio cuenta de que los cuentos para niños empezaban a aburrirme y no había forma humana de dormirme. Tirado yo en la cama y con los ojos como platos, recibía sus historias como si se tratase de una novela por capítulos, y cada noche me dejaba lelo con alguna nueva aventura. La de la moto era mi favorita pues en ese tiempo, a diferencia de mis amigos, yo no me subía al carrusel con caballos, sino al que tenía motos voladoras (que no volaban, pero a mi me gustaba creer que sí). Esa primera vez de mamá fue disimulada en casa del abuelo con el cuento que se inventó su mejor amiga que arguyó, con mi madre sangrando de las manos y las rodillas, que habían sido atacadas por unos pandilleros de poca monta a los que ellas dos habían hecho huir río abajo. La moto fue reparada en dos semanas, y por eso, dos noches después yo tuve acceso a la segunda historia.

Esta ya tuvo más delito. Mamá empezaba a enamorarse de papá y él de ella. A mamá no se le ocurrió mejor forma de llamar su atención que pasar delante del club donde papá y sus amigos del equipo de fútbol de mi abuelo jugaban al billar o a las cartas. Dicen que pasó una vez, pero nada, él ni la miró. En su defensa alegó que tenía una buena mano de cartas y que estaba a punto de desvalijar al hijo del carpintero y al sobrino del heladero. Mamá, siguió con su paseo en moto por las calles terrosas del barrio, ajena a lo que minutos después pasaría.Veía pasar, cada vez más rápido, casas, árboles, postes de luz y alguna que otra señora despistada, mientras su amiga seguía sujeta a su cintura. Dos amazonas que no llegaban ni a los 17 y ya volaban como el viento. Vamos de vuelta, dicen que dijo la amiga,hacemos bulla con el escape y ahora el Pato sí te va a ver. Mamá levantó la punta de sus botines para hacer el cambio de marcha y dibujó un ángulo de 300º sobre un descampado. Bajaron otra vez hacia el club del abuelo y cuando les pareció ver a papá, mamá se puso nerviosa y decidió en ese momento que no quería que la viera, aceleró mal, con la marcha mal metida, la moto hizo un caballito y se estrellaron contra otra de las paredes del barrio, que ya las iban conociendo. Puta que cague de risa, añadía siempre papá, para darle veracidad a la historia, perdí al "golpeao!, pero ver a tu mamá intentando arrancar la moto para escapar de la vergüenza era impagable.

Entonces, mi abuelo, que creo que es el único hombre al que mamá nunca rechistó, le prohibió subirse a una moto en la vida. Mamá y sus amigas se aburrían a morir, escuchando discos de Raphael y tejiendo gorritos de hilo con ganchillo. Hasta que el padre de una de ellas (madrina, un beso) se compró un camión para para poder llevar y traer los cerdos de su criadero. Mi madrina, que siempre fue más tranquila, no tardó en dejarse influenciar por la madre de mis entrañas y una tarde, así, sin más, se robaron el camión. Iban las dos muy alegres, metiendo la primera una vez que lograron evitar que se les calase el motor cada cinco segundos, avanzando despacito por la calle de mi madrina y ganando confianza para meter la segunda marcha. Ya en segunda vieron pasar la casa de don Lucho, la cantina donde el abuelo se soplaba mulitas de pisco, todo muy bien, mete la tercera carajo, que esto es fácil. En tercera pasaron la farmacia Lucanas, y ya locas del todo metieron la quinta sólo para ver como la casa de los Echevarría era una exhalación que terminaba con el río delante, sin que les diese tiempo a pisar el freno. Mamá se rompió la frente, mi madrina creo que una pierna, y al camión tuvieron que sacarlo del río con una grúa que algún vecino alquiló.

Por eso, mamá, por eso, no entiendo por qué yo he abandonado mis clases de conducir después de que me estrellara contra el muro del circuito de pruebas. Por qué no me he comprado aún mi Triumph Bonneville con la que sueño de pequeño. Pero sí entiendo por qué te brillaban los ojos cuando pasamos frente a la tienda, la señalé y te dije que me la iba a comprar. Claro, no seas jodía, por eso dijiste eso de "ay, hijo, cuidado que son peligrosas....pero si la compras me la dejas para dar una vuelta ¿no?". Mamá molas más que yo.

miércoles, junio 08, 2011

Algún Hombre Bueno (Viejoven)


Le he dicho a Julio que ya no cuente conmigo, que voy a cambiar. Que mi época de soltero de oro, en plan juergas desenfrenadas hasta las 6 de la mañana ha terminado. Y no es porque no mole eso de salir, bailar conocer gente y al día siguiente olvidarte de sus nombres, no, eso mola, pero para ser soltero de oro hay que tener oro y a mi el bolsillo sólo me daba para ser, en el mejor de los casos un "soltero cheques gourmet".

Entonces, no fui a la penúltima fiesta a la que me invitó. En vez de eso preferí, feliz, quedarme con Susana tomando un par de copas en una terraza de nuestro barrio. Hablamos de su piso recién comprado y me mostró en el móvil fotos de su sofá.

- Parece el de Ana Rosa Quintana- le dije.
- A mi me gusta - respondió.
- No, si está bien. Te va mucho, es muy de tía. El mío es más vintage, como ya sabes.
- No lo recuerdo.

Le mostré fotos de mi sofá, y dijo que molaba, que a ver cuando se lo enseñaba. Respondí que ya lo había visto, en mi cumple, blondie, ¿recuerdas? Dijo que ni recordaba haber ido a mi cumpleaños y nos descojonamos tras comprobar lo pasotas que podemos llegar a ser. Entonces, comenzó a llover. Nos metimos al bar donde terminó lo mío con Laura, la tarde que me pidió que dejase de tirarle los perros y me pedí el segundo cubata. Le conté mis planes de reforma personal, y por una vez no se burló de mi. Le conté también que en mi primera salida de viejoven había ido al cine a ver la nueva peli de X-Men y que justo después me tomé una copa, sólo una, como un sir. Pero que cuando abandonaba el bar para ir a buscar mi coche, me encontré con Helena y Jesús.

- No jodas!
- Sí tia, Julio dice que igual están enrollados.
- No, chst chst chst, eso son elucubraciones tuyas.
- Que no joer, que es raro. Si en la ofi ni se hablaban y ¿ahora quedan para cenar? No sé.
- Que no tío, que Helena no es un pibón, pero Jesús es que es muy...especial, ya sabes, y esa gente se juntan siempre entre ellos. Yo conocí en Londres un tío así en mi otra empresa y su novia era igual...especial.
- El caso es que se pasó toda la noche en silencio, blondie. Julio hablaba como un loro, pero yo me quería pirar ya. Cosa que hicimos sobre las 3, y ahí los dejamos...pa que follen.
- Jajaja, qué cabrón eres.

No paraba de llover. Susana tenía que irse ya, y como su casa estaba casi enfrente salimos del bar corriendo bajo el agua, como en las pelis antiguas. Me bajó un paraguas y volví a casa a tiempo para ver una peli que me pareció cojonuda gracias a los dos cubatas que me acababa de meter en el body. Antes de dormir, vi si tenía mensajes en el facebook y encontré el recordatorio del cumple de Iván, con capea incluída en una finca privada de Ajalvir.
Recordé entonces lo que me pasó un año atrás, cuando una vaquilla me embistió y otra despertó a mi lado y me entraron sudores frios. O sea, ahora, que he decidido encaminarme y be myself y todas esas cosas que aconsejan las revistas que lee mi hermana, ahora que quiero dejar esta vida de alcohol, viajes espontáneaos cruzando el océano y demás excesos que minan mis ahorros y envejecen mi rostro de niño; ahora, ahora se acerca la capea de Iván con barra libre de comida, bebida y pijas borrachas.

Pienso: esa será la excepción que cumpla mi nueva regla. En esa capea, lo volveré a dar todo.

lunes, mayo 23, 2011

20 cosas que pienso estando en Starbucks


1.- ¿Cuál era el tamaño que pido siempre? ¿Venti, es un tamaño o un sabor?
2.- ¿"Green tea" significa "té verde" o es que simplemente es ecológico?
3.- Esa señora está de verdad viendo el café o se quiere colar. Señora: la cola es detrás del indigente de marrón.
4.- ¿Alguien comprará un disco de Adele en Starbucks?
5.- ¿Escribirán bien mi nombre en el vaso esta vez? O sea, en serio, no es tan difícil. hay gente famosa que tiene el mismo nombre y está impreso en marquesinas y vallas publicitarias. ¿Por qué coño se comen siempre una "h"?
6.- Tengo sueño.
7.-Los muffins en España no saben tan bien como en New York. Debe ser por eso que aquí se llaman "madalenas".
8.-Coño, ¡veinte céntimos!
9.- No hay ningún asiento libre al lado de la ventana.
10.- No hay ningún sofá libre, en plan guay.
11.- Sólo hay sitios libres al lado de la pareja de abuelos de la esquina. Pediré mi té verde para llevar.
12.- ¿Qué parte de "con poco hielo" no has entendido, pelirrojo?
13.-Tengo sueño.
14. Hay gente a mi alrededor que habla inglés, eso me recuerda que mi inglés empieza a oxidarse y eso dificulta mis entrevistas de trabajo. Yes ma'am I'm the next.
15.- ¡Damn it!. Ahora estoy cantando "Summer Nights" en mi mente: "Tell me more, tell me more...Like does he have a car?
16.- ¿Debo robar azúcar?, y si sí, ¿cuánto entra en el límite de lo vergonzante?
17.- ¿Para qué me das el vaso cerrado, si sabes que tengo que abrirlo para echarle azúcar, fuckin' pelirrojo?
18.- No me gustan los taburetes.
19.- ¡El indigente sigue en la cola!
20.- ¿Se habrán dado cuenta que he robado la taza de espresso?.

jueves, mayo 19, 2011

El sobre de Tony Danza


- Cuánto le dejé a mi hermano?
- Ni idea, míralo en tus transferencias.

Entonces, allá que fui. Pero cuando quise entrar en mi página de BBVA pasó un coche con música a todo trapo y sonaba Nirvana. Una canción de las raras además, de las que no suenan en la radio. Me metí en grooveshark y me puse a escuchar la discografía completa, mientras buscaba el último capítulo de "Games of Throne" porque me la recomendaron en el curro y entonces pensé que estaría bien ponerla a descargar mientras me preparaba la cena. Pescado. Porque paso de comer pasta de noche, que eso saca tripa. Entonces, pienso que había encendido el ordenador para algo, pero no recuerdo para qué, como cuando voy al super a comprar limpia muebles y vuelvo con mogollón de cosas y no el limpia muebles. Igual. Mierda, me sale en el chrome las última páginas visitadas y una es ebay. No puedo comprar porque voy mal de pasta. Eso era: la pasta. Pero para entrar en la página del banco debo poner como login los número de mi tarjeta de crédito y está en mi cartera. La cartera está en mi habitación, lejísimos de mi salón y además... se está tan bien aquí en el sofá. Play, a ver qué tengo en el disco duro multimedia. "The kids are alright", una de lesbis, va, me la veo. Antes, e-mail a mi hermano:

"Oye, te dije que no te cobraría a menos que lo necesitara. Pues voy mal de pasta, dame argo payo"

Me contesta a mitad de la peli, cuando Julianne Moore se está cepillando ya a Mark Ruffalo y yo odio a Mark Ruffalo. Me dice que me pase por su academia el sábado por la mañana. Me lo pongo en el reminder de google calendar. Sigo con la peli.

Voy a su academia y él está bailando hip-hoping o como se llame eso donde suena mucho el sintetizador y la letra sólo habla de "pussies y bitches", amos, que agradezco al cielo que sus alumnos no entiendan nada de inglés. Le saludo de lejos y en mitad de un movimiento que involucra la mitad de su cuerpo, un brazo y un giro gracioso de su sombrero fedora me hace saber que debo hablar con su novia, que está en la recepción. Voy, la saludo y de reojo veo a unas adolescentes, que son las que darán clase después de mi hermano, y no me atrevo a saludarlas porque una vez lo hice y una era tan tonta tan tonta que me obligó, casi, a ponerme los cascos y seguir escuchando a Adele. Total, que la novia de mi hermano me saluda y me dice que qué alegría que me pase por la academia, que cuando quiera, y me pasa por debajo de la mesa un sobre con 500 pavos.

- Me siento Tony Soprano - alcanzo a decir.

Hablamos un poco y me piro cuando llegan las madres a hablar de clases de baile y demás. Cruzo el puente de Vallecas y entro en casa, saco 100 pavos del sobre (¿o fueron 50? aquí empiezan las dudas.) y salgo por ahí. Sobrevivo varios días con lo que llevo en la cartera, pero cuando veo que empieza a menguar la pasta busco el sobre y ya no sé donde lo dejé.
Busco en la chaqueta que llevaba ese día, en todas las chaquetas. Nada. Busco en mi cajón de calzoncillos, nada. Busco en mis camisetas, en los pantalones, entre los libros y los comics, en el maletero del coche de Meteoro. Nada. Entonces, me imagino que puedo haberlo tirado con los papeles de publicidad y las revistas pasadas, que tenía amontonadas sobre la cómoda de mi habitación, soy tan despistado que podría haberlo hecho perfectamente. Corro a la basura, pero al llegar recuerdo que Sol me enseñó a reciclar papeles y que días antes había hecho un montón con todo eso y lo había tirado al contenedor de papel/cartón que está al lado de mi casa. Ese contenedor es limpiado cada dos días por el ayuntamiento y dos veces al día por una pareja de rumanos.
Volví a casa y me dije "piensa, piensa" y llegué a la mejor conclusión que llega un ser humano: llamar a su madre. Pero mamá esta de vacaciones en Lima y no pude contactarla sino hasta dos días después porque me la encontré en el chat de facebook. Le conté la historia y me dijo dos cosas ciertísimas: "hijo, eres gilipollas" y "ya verás como voy yo y lo encuentro". Pero paso de que mamá venga a buscar nada, la última vez que me fui a New York aprovechó para colarse en mi casa y organizó todo de tal modo que mis calcetines estaba puestos en orden de color (incluso encontró la pareja de alguno que consideraba ya perdido) y la caja de condones estaba en el centro de mis calzoncillos.

Así que oficialmente puedo decir que he perdido un sobre con algo más de 300 pavos, que no tengo ni puta idea de donde está y que, si aparece, seguramente será cuando ya no lo necesite o esté tan devaluado como los dólares de Zimbabwe.

lunes, mayo 16, 2011

La solitudine del senderismo

Rubén me aconsejó, una tarde de cine de esas que te importa una mierda la peli que proyectan pero que compras las entradas igual y te metes al cine con unas palomitas secas que se te meten entre los dientes (pausa pa respirar) y un aquarius de limón porque el de naranja es muy ácido o sino unas nubes porque las otras gominolas no me gustan sólo me gustan las nubes, que buscara una alternativa diurna a mi aburrimiento. Las nocturnas, dijo, las controlas bien. Imagino que se refería a la amiga de Magaly que llegó a Madrid y de la que recibí el encargo de mostrarle la ciudad. Cuando Maga me preguntó si su amiga se lo había pasado bien esa noche, no mentí y le respondí que sí... que muy bien.

Pero volviendo a lo de buscar alternativas diurnas, la verdad es que yo no le veía mucho sentido. O sea, ¿pa' qué? Si siempre se me había dado bien eso de quedarme en casa, leyendo, escribiendo, escuchando música o simplemente estando tirado en el sofá, imaginando que soy un gato preñado. Pero mi amigo insistía (mientras en la pantalla George Clooney intentaba convencernos de que podía ser un francotirador que vende nespresso) en que ya casi había pasado un año desde lo de Sol, entonces, ya que era obvio que lo había superado, ¿por qué no intentar algo más serio? Y esa seriedad no llegaría a mi casa, llamando a mi puerta como un cartero comercial.

- Pereza tío - susurraba para no molestar a los otros espectadores - ¿para qué complicarme la existencia si me divierto así?
- Por que no siempre vas a ser joven. Mola tener novia, tío. Yo voy a decirle a Inna que deje a su pibe y se venga conmigo. Creo que me dirá que sí.
- Esa tía es un caso perdido, Ruben. Te lo digo yo, si no te las cepillado en el primer mes, olvídate.

Acabó la peli y le prometí a mi amigo que al llegar a casa buscaría algo que hacer durante el día, los findes. Pero le puse como condición que él tendría que venir conmigo. Aceptó, y lo único que se me ocurrió fue buscar rutas de senderismo; cosa que odiaba a muerte hasta que Sol me obligó a ir un par de veces y que al final descubrí que no estaba tan mal, respirando aire puro, pisando hierba, sintiendo el sol en la cara, y todas esas mierdas rurales. Obviamente, como estábamos mal, nunca le dije que me molaba eso del senderismo y ella se quedó para siempre pensando que yo era un chico de ciudad al 100%. Pues no, Sol, ahora por tu culpa también me gusta jugar al campesino de vez en cuando. Merci bien.
La única ruta disponible era una que estaba en no sé qué pueblo de nombre impronunciable de la sierra norte, pero para inscribirse había que darse de alta en un foro. Lo hice, pero la cosa no tenía buena pinta cuando las preguntas del registro estaban relacionadas con mis aficiones, los libros que leía o los garitos a los que solía ir. Me inscribí igual y llamé a Ruben para decirle que igual nos íbamos a pisar mierdas de vaca el finde siguiente. No le hizo ni puta gracia: había quedado en comer con Inna, para celebrar el cumple de su novio.

- ¿Me lo estás diciendo en serio? eres gilipollas.

Colgué y me metí en mis feeds de google, a ver unos cuantos tumblrs a los que sigo con ferocidad. Me saltó un aviso en el móvil de que tenía un e-mail nuevo. Lo abrí creyendo que era Rubén diciéndome que había recuperado su dignidad, que no comería con Inna y su novio y se vendría conmigo a la sierra norte. Pues no, era un mensaje del foro al que me había inscrito, el nick del remitente era "auditorera" y me saludaba efusivamente, dándome la bienvenida a esa, su comunidad. Me extrañó muchísimo la familiaridad del recibimiento, así que cerré el tumblr y me metí al foro para investigar un poco más sobre ella. Casi me caigo de espaldas cuando descubrí que la auditorera no era otra que Helena una chica de origen francés que había sido expectorada de la empresa por loca, bipolar y, según dicen, por tener arranques paranoides. Además, era fea como un dolor.

- Sí, Helenita - escribí - aquí me tienes. Un colega me inscribió a traición en este foro - mentira bellaca - igual nos vemos algún día. Un abrazo.

Obviamente, no fui al senderismo ese pues imaginé que todos los integrantes del grupo llamado "gente guay" serían como Helena, o como lo denominó Iván cuando se lo conté " un mar de callos". Intenté darme de baja en el foro, pero al parecer los desarrolladores no contemplaron la idea de que alguien hubiese entrado allí por error y no existía la opción de "eliminar cuenta". Ahora ignoro los mails que me llegan con asuntos tan imaginativos y divertidos como "Citas rápidas 7 minutos, bar de Noviciado" "Visita grupal al Jardín Botánico. Traer camiseta verde" o "Hazte un cine, en V.O. Happythankyoumoreplease". Si quiero campo me tiro panza arriba en el Retiro hasta que las ardillas se acostumbran a mi, y me pasan por encima, pensando con nostalgia en el día en que subía lomitas fingiendo desgano, mirando de lejos (y comiendo fuet) a la jubilada que parecía pasarselo en grande con sus botas de montaña del Decathlon y a Sol, que me hacía "hola" con la mano desde lo alto de unas rocas. Fuck, I miss her!

jueves, mayo 12, 2011

Mis calzoncillos


El de la suerte #1 se rompió tras un partido de fútbol decisivo. Nos enfrentábamos a los asquerosos de Transplame (un barrio casi tan mísero como el nuestro, llamado así en honor a la fábrica que lo rodeaba) con menos efectivos de los que pensábamos. Lo bueno era que venían a nuestra cancha: un espacio de piedras y tierra con seis maderas levantadas a duras penas en forma de arco. Metí dos goles, casi nos pegan, uno de Transplame se folló a Angie (la tía buena de mi barrio) mientras jugábamos y yo, cuando me disponía a marcar el tercero sufrí un agarrón traicionero que vino inmediatamente acompañado de un "rassss". Volví a casa, lavé el calzoncillo y lo dejé en el cajón a modo de recuerdo. Una tarde papá lo encontró y después de que le explicase que Roxana no tenía nada que ver con la rotura esa, ambos le dimos cristiana sepultura.

El de la suerte #2 se perdió, tras una aventura fugaz con Cecilia, en un hotel de mala muerte. Ambos vimos esa noche, tumbados en sábanas usadas por millonésima vez, como Fujimori disolvía el congreso. Ella me preguntó si eso afectaría a sus familiares, allá en el lejano Mollendo. Yo la miré y sólo le respondí que no se preocupara, que Arequipa era otro país, que eso de un golpe de estado no tendría porqué afectarlos. Apagamos la tele, nos dedicamos a lo nuestro y al día siguiente ella se fue por su lado y yo por el mío. Obviamente no dije nada sobre el hecho de no encontrar mis calzoncillos y fui sintiendo el roce del cariño de mis jeans hasta llegar a casa. Años después se lo conté a mamá una de esas tardes en que nos burlamos de mis ex y me dijo que igual Cecilia los había robado para hacerme brujería, que los de Mollendo son todos chamanes comegatos. Esa podría ser una buena explicación a mi estupidez crónica.

El de la suerte #3 lo compré en mi único viaje de regreso a Lima, junto con otros 300 de algodón de primera calidad por los que pagué en total 2 euros y medio. Con él me emborraché en la playa, volví a casa no sé cómo, pero antes me enrollé (o eso dijo ella) con Erica en el asiento trasero del Toyota blanco de Milton. Volví a Madrid y lo llevaba puesto cuando conocí a Sol, y cuando dejé a Guisella llamándola desde un locutorio. Cuando el pobre empezó a sufrir el desgaste del agua con cal de Madrid, pensé seriamente en bañarlo en bronce y tenerlo como trofeo en casa, en algún lugar oculto de las miradas curiosas. Pero una tarde de borrasca otoñal salió volando del tendedero de Moratalaz con tal fuerza que sospecho que cayó en la M-30, sobre algún camión de transporte de frutas.

El de la suerte #4 lo compré en Albacete. Después de una tarde de piscina, en la que su influjo y una gitana de 150 kilos me salvaron de morir ahogado. De regreso en el hostal sequé el calzoncillo en la ventana y decidí que no lo usaría más que para situaciones extremas como clases de vuelo o entrevistas de trabajo. Sol y yo fuimos a cenar caracoles, y al volver pasamos la peor noche de nuestras vidas retorciéndonos de dolor en nuestra cama. Al día siguiente descubrimos que la frase "Albacete, caga y vete" tenía muchísimo sentido y salimos pitando de ese pueblucho. Camino a Valencia, recordé que mi calzoncillo salvador seguía colgado de la ventana del hostal. En Valencia nos pusieron una multa por mal aparcamiento.

El de la suerte #5 lo llevaba la noche en que Julio y yo quedamos para comer por la calle de la Reina. Esa tarde, un desconocido tiró la blackberry de Julio dentro de una copa de whisky, yo me quedé sin batería y no pude saber (hasta el día siguiente) que Patricia me esperaba en una disco pija de Madrid. Bajamos a Santa Ana y allí estaban Marie-Flore y Jean-Michel borrachos. Nos fuimos todos, ya pedos, a bailar al Berlín Cabaret y la casualidad quiso que Laura estuviese allí también, que bailemos y que a la mitad del baile una borracha Marie-Flore me tocara el trombón delante de todos. Flipando, me alejé a otro ambiente pero mi ebria amiga me perseguía cual zombie para seguir toqueteandome cada vez que yo me descuidaba. Harto, me giré y le dije "bueno qué?...nos vamos?" dijo que no y se ahogo en una mezcla de risa y vodka. Bajé a casa, me duché y le prendí fuego al calzoncillo en mi piscina sin agua. Es el fin de un ciclo, repetí una y otra vez, borracho, mientras veía como las llamas lo consumían.

miércoles, mayo 04, 2011

Seis razones, seis


Mamá se ha ido a Lima con dos maletas, tan llenas, que ha tenido que quitar cosas en plena cola de facturación. La pobre siempre le había comprado los billetes a su amiga, la de la agencia de viajes de Gran Vía, que por el día es oficinista y empresaria de éxito y por las noches suelta alaridos en bares peruanos, diciendo que eso es música folclórica. Intentamos convencerla de que pillase el vuelo en una página de vuelos baratos, pero al final le pidió a mi tío (el ex forrao) que le consiguiese un viaje barato de vuelta al barrio.

No fui al aeropuerto a despedirla y en lugar de eso acompañé a un amigo a buscar unas nuevas gafas de sol, después de que perdiese sus Armani bailando como una loca en el Berlín Cabaret. Mientras recorríamos las ópticas me preguntaba por qué mamá tiene tantas ganas de volver, y yo no. Y encontré seis razones para justificar mi pereza a volar a Lima:

1.- Su madre vive allí, la mía aquí. Eso puede ser un gran aliciente. Pero la teoría se cae rápido por su propio peso, pues si las cosas son como siempre, estarán juntas mediodía y después mi abuela se pirará a alguna de esas misas de difunto (a las que es aficionada confesa) o a una jornada de recogimiento eclesiástico y papal; mientras mamá huye de la casa materna one more time para irse con sus amigas de toda la vida, aunque sea a latear por el Jirón de la Unión. Pasando, me quedo en Madrid.

2.- Amigas. Las suyas están allende los mares, las mías everywhere. Mis amigas de toda la vida viven en New York. Alguna más gorda que otra, es cierto, pero amigas al fin. Y las de la facultad siguen allí, si, pero son un caso perdido. Una tiene 300 hijos y dos perros, los perros son los más guapos. Otra parece un anuncio de teletienda, de esos que muestran como puedes fortalecer tus músculos, y da miedo, es una versión femenina de Conan. Algunas me escriben mails que me hacen sangrar los ojos de lo mal escritos que están. Aún así, me encantaría verlas, pero no tanto como para pagar mil pavos por el viajecito.

3.-El barrio. Mamá tiene uno de toda la vida; yo me mudé mogollón. Por eso, si voy, me pasará como la última vez, que nadie me conocía y tuve que decirle a los ladrones que yo era vecino de siempre, que me devolviesen mis reebok, que conocía a su padre, que él y yo nos habíamos emborrachado hacía más de seis años. Sí, antes de que lo metieran a la cárcel, papito, ya arranca nomás ¿ya?.

4.- Las compras. Mamá conoce sitios donde la ropa es súper barata, yo tengo como máximo logro haber pillado una chaqueta de Dior en un mercadillo de Grau. Así que no me motiva ni siquiera el hecho de saber que la ropa de Burberry y de Abercrombie es hecha en Cañete, a doscientos kilómetros de Lima. Además, he contactado por Internet a esa gente que "se encuentra" la ropa que cae de los camiones y le he dado a mamá un par de teléfonos para que visite sus pisos francos y me traiga unas cuantas camisas. Le he aconsejado, también, que vaya acompañada de mi primo Giomar, que tiene cara de reggaetonero y servirá de buen salvoconducto.

5.- La comida. Es insuperable y aunque siempre creí que la forma de cocinar de mamá era la mejor del mundo, pronto supe que estaba equivocado. Pues cuando ella partió, mi hermano y yo replicamos sus platos a la perfección y en poco tiempo la superamos. Teníamos tal variedad de ingredientes que a mí me salió la vena cocinera y ganamos los kilos que nuestra adolescencia nos negó. Hasta que me lesioné en el gym y descubrí que sí, que mu rico todo, pero sino hacía ejercicio como un poseso, la comida peruana (engullida a diario) te convierte en un gordo sin cuello que parece un ornitorrinco con estudios. O sin estudios, eso depende del barrio. Así que mejor sigo en Madrid y, sólo de vez en cuando, me empujo un lomo saltado en un sitio guay.

6.- La juerga. Allí una fiesta no acaba hasta que alguien se pelea. Si te vas antes eres aburrido, un monse, si no te quedas hasta el amanecer dormido en tus vómitos significa que no te has divertido. La gente bebe toda del mismo vaso y yo soy asquerosito. No mamá, paso, me quedo en Madrid. Que sí, que dan whisky adulterado pero eso se arregla bebiendo antes en un bar bueno, o en casa. Y no es necesario poner la música a todo volumen, ya para eso se va a la discoteca. Nice, mom, pero me quedo en Madrid. Paso de gente bailando haciendo filas como si estuviesen en un campo de concentración.

Mi amigo no encontró sus gafas. Yo llamé a mamá, que me contó que un joven peruano la había ayudado con sus maletas y ya estaba sentada en el avión de Air Europa que la llevaría a pasar un mes y medio de relax. Le deseé lo mejor, porque sé que sus mejores amigas la esperan con ansias y colgué. Apenas llegué a casa, supe lo que tenía que hacer para asegurarme también ver a mis amigos, sin aguantar las chorradas de Lima. Me metí en internet a ver cuando era la próxima oferta para ir a New York. Es en Junio.