miércoles, mayo 30, 2007

La última compra en la Cachina


Estuve en Lima de incognito. Intenté hablar con mis amigos pero fue muy dificil localizarlos. ¿Cuántas páginas de “encuentra a tus amigos” hay en la web?

Un huevo. Pero nadie sabe explicarme para qué sirven. Unos dicen que para buscar a la gente con la que estudiaste en primaria, cuando desayunabas quaker y veías el chavo, pero eso es mentira; yo he buscado a mi amigo “don Caca” y no le encontré. Busqué por nombre (don) y apellido (caca) y me apareció “0 results/coincidences please try again or search for another friend”. ¿Otro amigo? Pero si yo a quien quiero encontrar es a mi amigo don Caca y preguntarle si sigue tan flaco como antes, o ha engordado como Zico; si se le siguen cayendo los mocos hasta el cuello sin que él lo note, o si gracias a su olor a cloaca abandonada aún lo persiguen nubes de moscas allá donde va. ¿Qué será de tu vida, don Caca? ¿Te seguirás haciendo caquita en los pantalones? ¿Seguirás fingiendo que nada ha pasado, y mirarás al frente como si nada? ¿Habrás conseguido al fin controlar tus esfínteres? ¿Habrás encontrado una doña Caca, pa’ ti solito?

Al final le pedi a un primo mio que me acompañara a Las Malvinas, a comprar ropa robada a los pitucos o música en mp3 que no está en el emule, pero que mis colegas piratas limeños consiguen quién sabe cómo. Subimos a una combi, de esas que tienen puertas de guillotina que si te cogen la mano al subir te la cortan sin piedad mientras el cobrador grita “ale, ale, pisa, baja, tombo, suave, planeta, planeta, argentinamalvinas, cincuenta, sube varón, habla ¿vas?” Llegamos a media mañana, cuando los choros todavía están dormidos, y pudimos caminar tranquilamente entre los puestos. Reconocí al gordo bigote, y a la china, pero ellos a mí no; son varios años ya los que han pasado desde que venía directamente de la universidad a comprar un polito lacoste o un reloj citizen bamba, y ellos al verme me decían “habla chino, ¿vendes?” y yo, no bigote, compro, a cuánto el bobo ese, al lado del hilfiger.

Buscaba pantalones, pero de camino compré un par de polos Gap, que parecían originales pero su precio gritaba soy falsazo; mi primo me acompañaba de buena gana, y recordé cuando llegaba mi tio de viaje y me pedía compañía para ir de compras al jirón de la unión, y lo veía gastar a lo loco y pensaba ya me tocará; así que le dije a mi primo que escogiera un polo del puesto, el que quisiera, que lo pagaba yo.

- Mejor un lonpa, primo, Calvin Klein si se puede – me dijo y no se puso ni colorao’ – polos ya tengo bastantes.
- Un polo nomás, primito – le dije, con mi sonrisa “no jodas” – que yo no soy Papa Noel.

Volví con mi ropa recién comprada metida en una bolsa de basura, sin poder olvidar que mientras me probaba un pantalón, el vendedor, forzando su honradez me dijo no pongas tu pantalón en el suelo flaco, que se lo llevan las hormigas, y yo, europeizado, pasé varios minutos preguntándome cómo y para qué las hormigas podrían llevarse mi jean de Zara. Al llegar a casa mi abuela me dijo que un amigo me había estado llamando, que le dijo que su nombre era Camarón y que cuando quedábamos pa chelear. La verdad es que arrugé, no llamé a nadie más y esa noche me quedé tirado en la cama viendo el Francotirador, indignándome cuando el Chato Barraza le decía a Bayly “a mi me gusta el tragín, pero a ti te aloca el pipilín” y la gente le reía las gracias. Al día siguiente tenía un vuelo directo a Madrid, metí los mp3 de Frágil y Rio a mi teléfono y cerré mi maleta con un super candado, la próxima vez que vuelva al barrio sólo llamaré a mis ex, que seguro que así me lo paso mejor.

lunes, mayo 21, 2007

Mesplota, esplota mespló..


Me pasé la misa jugando con el móvil de Solenne, lo confieso, y seguro que por eso diosito (de los cojones) me castigó. Todo bien, hubo comunión, cánticos, fotos y salimos en caravana hacia Salmeroncillos de Abajo. Me llevé conmigo a 4 personas, y los torturé un poquito con música de Jorge Drexler y Bjork. Para darles un respiro, puse un disco de Beatles, pero mi hermano dijo que sonaba a chotis en inglés (¿?) y puse la radio para ver si así se callaba(n). fuimos bien hasta Guadalajara, pero al coger la N-320 el coche sufría más que de costumbre. Sol y yo nos miramos avergonzados, puto coche, pensábamos, justo se pone faltoso cuando tenemos visita.

- Estás en cuarta? – me dijo, ella que todo lo sabe – pon tercera que así sufre menos.
- Si está en segunda - dije – pero esta mierda no va a más.

Las señales iban pasando a velocidad de tortuga, me pegué a la derecha y vi como unos ciclistas nos pasaban como si fueran avispas. Mientras, el motor rugía como cuando mi hermana sale de un semáforo con la tercera puesta. Quité el aire acondicionado, pensando que el problema era de empuje, para ganarle así unos caballitos al coche, en un acto desesperado como cuando nos quedamos sin pilas y las metemos al congelador o cuando rompemos el tubo de pasta de dientes para sacarle los “impuestos”. Pero nada, el coche iba cada vez más lento y yo maldecía en silencio al señor KIA a los 75 miserables caballos de potencia, a las cuestas de la carretera de Sacedón y a ese olor a jebe quemado que empezaba a inundar todo el habitáculo.

- Llama a los que vengan detrás – le dije a mi hermano – y que se lleven a algunos a ver si así el coche aguanta la subida.

Ni puto caso, últimamente la gente no presta atención a lo que digo y tengo que repetir las cosas, sospecho que con la edad empiezo a hablar como mi viejo y que por eso cuando hablo el mundo frunce el ceño y luego de segundos me mira y dice “¿qué?”. Pos eso, que nadie llamó a nadie y ya casi llegando a la salida 268 el coche dijo buenas noches los pastores y corto y perezoso se quedó muerto ahí en plena cuesta. No lo podía creer, con lo guapo que me había puesto para tener que bajar y ver que mierda pasaba con el motor, será el aceite, será el agua, será el arrancador, llama a alguien mecagoentusmuertos.

A los diez minutos toda la familia estaba allí reunida (menos mi otro hermano que se había equivocado de carretera y se había metido en dirección contraria, esquivando coches, pero esa es otra historia) que has jodido el motor, decía uno, no tienes agua, decía otro, cómo subes en quinta una cuesta decía algún otro. Yo, calladito nomás, les pedí que se llevaran de uno en uno a mis ex compañeros de viaje (incluída Sol) que yo ya llamaría a la grúa y vería como llegar a la fiesta. Mi tío se quedó conmigo hasta que el de asistencia en carretera llegó, enganchó mi KIA y se lo llevó como un perro que va a enterrar un hueso. Yo lo veía alejarse por el espejo retrovisor del renault de mi tio y pensaba (hasta hoy) “fijo que me la van a meter doblada cuando me llegue la factura”.

miércoles, mayo 16, 2007

Ok, so you're Brad Pitt; that don't impress me much




A Mariana le gustaba bailar medio calata frente a su poster. Yo la veía, cocacola en mano, y pensaba que nunca dejaría de ser la chiquilla traviesa que todos queríamos. El poster era de la época de “Leyendas de Pasión”, Brad tenía el pelo larguísimo, rubísimo, y acondicionadísimo. Ella decía cuando quieras papito, vénte pa’ mi casa y yo dejo todo, pero el rubio seguía allí, inmóvil, como buen poster que era.

- Deja de bailar, cojuda, que te van a a ver los vecinos – le dije, sin soltar mi lata de cocacola.
- Con estas cortinas no se ve nada, sino te verían a ti también en calzoncillos.
- Yo no estoy cerca de la ventana, ni estoy haciendo tanta alharaca.
Se supone que iríamos a ver “Seven”, el jueves, que hay dos por uno. Como siempre compraríamos un solo supercombo y de allí beberíamos y comeríamos los dos. Pero la llamó Charo, que me ha dejado Tomy, que estoy muymal, que ven a verme chola, que no puedo más, que voy a hacer una locura, que ya vas otro dia al cine.

- Me llega al pincho tu amiga – le dije poco solidario, as usual – cada vez que se pelea con el huevas de su novio, te llama a ti.

-No seas malo, loquito, ya te recompensaré como tú sabes.

Llamé a Katty, y fui al cine con ella, pero se pasó toda la película preguntándome si Brad Pitt era malo o bueno, y si Morgan Freeman sabía ya quién era el asesino. Yo fingía no conocerla cuando se oía un anónimo ssshhhttt en la sala, y ella, encima, replicaba al censor a viva voz, es que no entiendo pues, ¿tú que te crees? Nadie nace sabiendo, y ella, menos. Yo me consolaba pensando en que ya alquilaría la película después y la vería tranquilo en casa.

Mariana me llamó esa noche, Charo había vuelto con Tomy, y para celebrarlo habían ido los tres al centro comercial a tomar algo. Les pareció verme salir del cine, con una flaquita de pelo pintado (no está pintado, dije, su vieja es alemana). Que íbamos muy juntitos para ser amigos, había dicho Charo, qué pendejo el loquito, había dicho Tomy, qué cojuda que soy, había pensado Mariana. Ni me molesté en defender mi inocencia, sí, la pasaba muy bien con ella, sobretodo cuando nadie nos veía, pero tampoco era para morirme si la dejaba de ver, le dije que se quedara con sus amigos, y que si quería que me llamara cuando pase el temblor. Al mes siguiente salimos a tomar algo, chapamos y demás, pero yo ya salía con Daniela y ella sí me daba miedo, sobretodo después de que un día llegó a la universidad con la ropa manchada de sangre y dijo que era porque había estado ayudando en una anticuchada. Así que no la volví a llamar.

A la loca (como mis amigos llamaban cariñosamente a Daniela) también le gustaba Brad, pero no bailaba en calzón frente a su poster, es más, ni tenía una foto suya tamaño carnet, su amor tomaba caminos extraños y decía siempre cosas como que ese chico es tan guapo que nadie cree que actúe bien, que quizá por eso hace películas como “12 monkeys” o “Snatch”, que en el fondo tiene complejo de inferioridad, como tú loquito que ya no quieres estar conmigo porque soy muy inteligente y tengo ideas infinitamente mejores que las tuyas. A esa también le dije un día eso de que nadie sabe porque un día el amor nace y nadie sabe porque muere el amor un día, y la dejé tirando cintura. Por entonces, Tomy y yo éramos los mejores amigos y él, también, amaba en secreto a Brad y se compraba la ropa (en la cachina) lo más parecido posible a su ídolo secreto.

Ahora, si todos ellos vieran al rubio de aeropuerto en aeropuerto, comprando niños en camboya, o donde sea, envejecido, despeinado, con ojeras y usando ropa que no combina, no sé si seguirían queriéndolo, quizá Daniela sí, pero Mariana, que ya tendrá celulitis, no creo que le muestre nunca más sus secretos pasos de baile. Estás viejo, Brad, algo te consume, total, cepillarse a Angelina Jolie tiene su precio, ¿no?

jueves, mayo 03, 2007

Las aventuras del Mongo


Al él le gustaba ella, y a ella, él. Ella ya había desarrollado algunas formas interesantes, mientras que él podía pasar por una botella de vino, fácil: sin hombros con el cuello largo y el culo de felpudini. Ella era nueva en el barrio, él también porque aunque vivía allí hace ya más de dos años, nadie le hablaba. Era raro, decían, va a todos lados con audífonos, no fuma ni se emborracha, y encima no le hace caso a las rucas del callejón.

Ella (en adelante, la Tetas) jugaba a hacerse la interesante, pero como él (en adelante, el Mongo) vivía en semi-autismo no se da ni cuenta (que cuando lo miro, por no delatarme me guardo un suspiro) que se lo comía con los ojos. Una noche, cuando el Mongo escuchaba un disco de Nirvana con los audífonos pegados a la oreja, la Tetas se acercó por detrás, le tocó el hombro con un dedo y apenas lo vió girar la cabeza, simple y llanamente se lo chapó. El Mongo no le dio importancia al asunto, y le pidió repeticuá, sin más preámbulos. La Tetas, que había tomado la delantera, se quedó esa noche un par de horas, y volvió durante dos semanas. Casi no hablaron.


Y así por mes y medio, hasta que el Mongo, apenas vio la oportunidad, le dijo a la Tetas que eso de darse besitos en su puerta ya estaba pasado de moda, y ella si, sí tienes razón; y él, además siempre la vecina mira por la ventana, y los chibolos desde la esquina; y ella, y mi hermano te quiere romper el pescuezo; y él, qué tal si alquilamos una habitación, si quieres hablamos no más, pero así nadie molesta; y ella sonriendo, ok, pero para hablar nomás, ah; y él, sí, sí para hablar.
La esperó en una esquina, frente a una tienda de electrodomésticos y mientras llegaba le echó ojo a un walkman. Ella llegó diez minutos tarde, bañadita y perfumada y más Tetas que nunca. Se fueron a un hotel, hablaron, y ella le dijo que no la esperaban hasta el día siguiente, había dicho que se quedaría con unas amigas. El Mongo prendió la tele pa’ calmarse y vio las noticias, un presidente disolvía el congreso, y eso, quién sabe por qué, lo puso en fa. Ella, que ya sabía bastante del tema, se hizo la difícil, pero después se unió a los juegos de su amiguito y hasta que las fuerzas los abandonaron se dejaron llevar.

Al día siguiente, apenas amaneció, aquí se rompió una taza y calabaza, calabaza cada uno pa’ su casa. La Tetas cambió la táctica y ya no lo buscaba por las noches, el Mongo sabía que volvería y no hizo nada por averiguar que le pasaba a su entregada amiga. Pasaron los días, y se vieron alguna vez, mientras regateaban a la tía de los condimentos, ya pues casera écheme más rocoto que ayer por cincuentita me dio más; pero ni se saludaron. Ya volverá, pensó el Mongo, se muere por mí, pensó la Tetas. Y así, pasó un mes.

Una tarde, mientras el Mongo leía en la biblioteca, vio que una niña se le acercaba y le pedía compartir su mesa para estudiar, es que todas están llenas, no haré bulla, prometió. Él levantó los hombros, aceptando la compañía, hasta que horas después la niña le soltó tu vives por mi casa, a veces te veo pasar, así, sin más. El Mongo, sonrió, y le dijo porque no nos vamos a otro lado, a conversar nomás, que aquí no se puede hacer ruido.