jueves, diciembre 30, 2010

Gone (2010)


Mis canciones:

- Memories / David Guetta (feat. Kid Cudi).- Bailada hasta la saciedad con mis amigos, pedida mentalmente a un DJ, oída en los atascos y publicada un par de veces en mi perfil de facebook. El ritmo es tan (pero tan) básico que no he comprado el disco por temor a despertar un día y comprobar que mi colección de Cd's de Led Zeppelin, Beatles y Nirvana me ha abandonado por cutre.
- Cornerstone / Arctic Monkeys .- La historia del déjà-vu que sufre el protagonista hasta que al final se cansa y decide creer no lo que ven sus ojos, sino lo que le salga de los cojones, es buenísima. La disfruté en concierto en Madrid y la canté con el alma ebria.

Mis sitios:

- El Retiro.- No me mudaré de este barrio en la vida. Soy capaz de vivir en un cuchitril, pero tengo seguir al lado de este parque el mayor tiempo posible. Mudarme a Moratalaz no es una opción, y volver a Carabanchel sería para mí la ruina.
- El cine.- Ha sido mi año de reconciliación con las salas de cine. Descubrir que con un abono podía ahorrarme euros y euros me motivó. Además, era el sitio de reunión con mis amigos para ver buenas pelis. Ojo: también vi "Salt" de Angelina Jolie. Vaya mierda.
- El sofá de mamá.

Mis mejores juergas:

- Mayo. Capea de Iván. Absenta. Tía sin nombre a mi lado al despertar. Perdí gafas y un cárdigan.
-Julio. Bolos que no jugué, whiskies que no pagué y fin de fiesta en Fortuny mordiendo el cuello de Bea.
- Septiembre. Sala Morocco. Caminé hasta Cibeles sin necesidad porque había Metro, y Julio perdió su cartera y la Blackberry. Ninguno de los dos le pidió el teléfono a la tía con la que bailé toda la noche.

Sitios banneados:

- Last Drink. Antro.
- Wok de Dr. Esquerdo.
- Florida Park.

Me di de baja en:

- Gol TV.
- Mis clases de francés.
- Sol\Laura\Verónica.

Me di de alta en:

- Spotify.
- Teléfonos con Internet.
- Los guiños de Yulia\La risa explosiva de Cris\Los SMS de Marie-Flore.

Momentazos:

- La furgoneta de "Inception" que tarda más de media hora en caer. (DiCaprio está muerto al final, ¿no?)
- El gol de Simao ante el Recre. Gritado en el mismo Vicente Calderón.
- El gol de Iniesta, y las vecinas de mi tía bailando en topless en la piscina para celebrarlo.
- La vaquilla pasándome por encima, y yo sin recordarlo aún.

Me llamaron (y no merezco):
- Tigre.
- Rancio.
- Salido.

Me llamaron (y lo merezco):
- Gilipollas.

domingo, diciembre 26, 2010

Sobras de navidad



Después de pasar una de las mejores noches de navidad, con su consiguiente día después de pereza total, desperté en casa tras un sueño más que reparador preguntándome qué hacer. La respuesta vino del cielo (literalmente) pues al abrir mi ventana y verlo de color azul me dije a mi mismo que era un día perfecto para uno de mis paseos. Uno de esos que mis amigos califican de raros y que Sol dice que nunca quería hacer con ella.

Busqué un par de monedas en la bolsita esa que le compré a los chinos y me las metí al bolsillo. Jersey naranja de cuello vuelto, jeans, guantes de piel, chaquetón verde militar (del ejército suizo) comprado en el Rastro, mis primeros botines (que han cumplido ya ocho años), Ray-Ban aviator, música. Todo listo. Espero el 10 frente a la parada donde me despedí de Yulia dos veces, después de una noche que comenzó con cubanos y terminó con Chayanne, y al subir al bus pago con una monedita. Presiono la pantalla táctil de mi teléfono y comienzan los primeros acordes del "Saxophone Colossus" de Sony Rollins. Mientras el bus sube por Cavanilles, veo de reojo la calle de Susana y recuerdo cómo, el último miércoles, comimos juntos para que ella me contara sobre su nuevo trabajo súper bien pagado y yo le hablase de mis sospechas de que, antes de navidad, Iván sería despedido. "No me equivoqué" pienso al llegar a Atocha, y miro desde detrás de mis gafas de sol cómo una turista perdida compara su mapa de Madrid con el que hay en las marquesinas de cada boca de Metro. Mi amigo fue despedido a la hora de comer y la jefa de RRHH me acusó, por chat, de haber sido yo quien difundió el rumor de su despido.

- Eres un chivato. ¿Qué pasaría si te van a despedir y todo el mundo lo sabe menos tú?
- Me encantaría. Pero no soy un chivato, es difícil cuando paso de hablar con la mitad de la oficina.
- No lo niegues. Hay más chivatos que tú, que lo sepas.
- Me da igual, yo sólo hablo con mis amigos. 2.

Me bajo frente al Prado y camino con las manos en los bolsillos hacia el Starbucks de Plaza Neptuno. El de siempre. No hay cola y al llegar al mostrador encuentro al típico universitario smiley. Le pido un tazo tea medium y el tío no me entiende. Asumo entonces que su pelo rojo no es de Inglaterra, sino de Cáceres y le digo que me ponga un tazo té, mediano. Le pago con un cheque gourmet, vacío dos bolsitas de azúcar moreno en mi christmas cup, y me largo. Cruzo otra vez el Paseo del Prado y paso frente a la ampliación del museo. Anuncian una exposición de Rembrandt. No me apetece ahora. Sigo recto por la Calle de la Academia y desemboco en el Retiro, justo frente al Paseo del Marqués de Pontejos, con sus arbolitos recortados en círculos, sus espejos de agua y sus mariconadas diversas. Paro, me quito un guante, cambio de disco y paso de Sonny Rollins a un disco con canciones de los 90. "Bittersweet Symphony" de The Verve me da la bienvenida al parque y camino como si estuviese en un videoclip, incluso me parece que la sombra de mis pies va al ritmo de la música.

La canción termina cuando estoy a punto de llegar a la Plaza de Honduras, con su fuente de grifos y un hombre que está en una actitud que no sé descifrar. Suena ahora "More Human Than Human" de White Zombie (con sus gemidos iniciales que horrorizaban a mamá)y, mientras le doy un sorbo a mi Earl Gray tibio veo a un par de padres solteros correr detrás de sus hijos. Se notan que son solteros porque van arreglados, los padres casados van en chándal. Un tío sube la avenida de Cuba (que yo voy bajando) haciendo footing sin camiseta. Me pregunto, ¿hay necesidad, tío? Madrid está a -5º, damn it!. Llego a la estatua del Ángel Caído cuando comienzan los primeros acordes de "Wonderwall" y recuerdo a Delphine diciendo que yo parecía una rock star, mientras sólo me preocupaba de llevar bien el cochecito con su pequeña Anna dentro. Me apoyo en una farola y disfruto durante un par de minutos de mi té, de Oasis, de la estatua y de mi look de rock star. Le guiño un ojo a una mamá, pero no me ve porque llevo gafas oscuras.

Sigo mi caminata por el Paseo de Uruguay, esquivando ciclistas y patinadoras sexys, con "No Rain" de Blind Melon de fondo musical. Inconscientemente chasqueo los dedos, pero no suena nada porque llevo guantes. Sonrío y pienso en el grupo de facebook "Yo también me he reído cuando iba solo por la calle". Un balón de fútbol llega a mis pies y cuando lo quiero patear llega un padre que yo creía soltero, que me agradece por haberlo detenido. Su mujer (superhot) llega con el niño y me sonríe. Yo quiero ser así de cool cuando me case, pienso, pues esa pareja parece sacada de un catálogo de Hilfiger.

Me pierdo entre los jardines que están entre la Rosaleda de Cecilio Rodriguez y el Invernadero (que más parece un criadero de gatos) y voy cantando al comprobar que nadie me ve "believe...believe in me" pues suena ahora "Tonight, Tonight" de Smashing Pumpkins que me acompaña hasta la puerta que desemboca en la Calle del Poeta Esteban de Villegas. Al salir y esperar el semáforo donde dejé a Carlos una noche en que iba borracho como una cuba, comienzan los primeros acordes de "Loser" de Beck. Cruzo. Bajo por Cavanilles a paso lento, aprovechando el lado de la calle en la que aún pega el sol frío que tanto me gusta. Una señora pelea con su perro, que pasa de cruzar hacia el lado sombrío de la calle, que te muevas, le implora, pero el perro se queda acostado sobre su panza. Quiero ser ese perro.

Cruzo Juan de Urbieta con "The World I Know" de Collective Soul. Pienso en el regalo que me ha hecho mi hermano (una botella de Cardhu) y lo guapo que estaba mi sobrino con su corbatita y su sombrero. Él ha escogido su ropa, me contaba su padre, vio a Peter con sombrero y le moló, así que quiso que le comprásemos uno. Mi padre tiene hacia él los mismos complejos que tenía conmigo, al verme lejos del standard, creía que era tonto, o marica. Mi sobrino, como hacía yo entonces, ha descubierto que la mayoría de sus compañeros de clase son tontos y pasa de estar con ellos. Si con siete años le hubiese pedido a mi padre que me comprara un sombrero, estoy seguro de que se hubiera reído en mi cara.

Llego a Doctor Esquerdo con "Hurt" de Nine Inch Nails y paso frente al café donde una vez Sol y yo hicimos el amago de entrar, en la misma esquina donde dejé atrás (para siempre) a Laura. Me pregunto entonces, sin dejar de caminar, si me equivoqué en algo esos días. Seguro que sí, pero no me arrepiento (o si lo hice se me pasó enseguida). Paso frente a un escaparate y veo unas Persol, colección Steve Mc Queen. Las quiero. Miro otra vez hacia el cielo cuando explota la última guitarra de la canción y todo sigue color azul. Mi color favorito. Bajo por Valderribas con el riff sonando todavía en mi cerebro.

Me detengo en la calle de Los Pajaritos porque allí vive mi canario mas querido: Elena. En esa esquina la dejé la noche de la cena de navidad, después de que la descubriera viéndome bailar con Bea, mientras ella hablaba con otro tío que (dicen, yo no lo vi) había estado toda la noche metiéndole fichas. Miro hacia la puerta de su garaje, donde dejé mi coche una vez, y recuerdo sus últimos dos besos fríos de esa noche cuando le dije que me iba a casa. Comienza "November Rain" de Guns N Roses.

Me la sé completa y recuerdo la insistencia de mi hermano menor para que vaya a su academia a cantar, porque en su clase de canto falta nivel. Me imagino entonces poniéndole como condición que me deje cantar esta canción, con un piano de cola negro, en su próximo festival. Con las bailarinas de Fama que trabajan para él como coristas y un guitarrista real disfrazado de Slash. Llego a mi calle cantando "I know that you can love me, when there's no one left to blame" y abro la puerta de casa riéndome de la estupideces que imagino. Me quito los cascos, cierro las ventanas (ya está bien de airear la casa), fuera botas, me tumbo en mi sofá y pongo los pies sobre la mesa. Entonces descubro que me he puesto dos calcetines distintos y me pregunto si, al ver eso, Delphine creería aún que parezco una rock star.

martes, diciembre 21, 2010

Traigo yerba santa


Mi amiga, la yerbera, me confesó que tenía una plantación de marihuana en su ático de Arturo Soria. En principio no creí nada de lo que me decía e imaginé que se trataba de uno de esos Mind Games que yo solía hacer en mi época escolar para descubrir si mis nuevos amigos eran o drogadictos, o raterillos de tres al cuarto, o, en el peor de los casos, maricones. Ella me dijo que trataba su planta con mucho esmero y que había leído libros y libros para documentarse.

- Pero - jugué - ¿y tus vecinos no dicen nada? Verán alguna hoja asomar por la ventana, digo yo.
- Nop. Hemos hablado ya y a veces vienen a fumarse un piti - respondió, señorial.

Mi amiga, la yerbera, me dijo entonces que si quería me daba una muestra gratis. Y yo le dije que pasaba, que no me gustaba fumar, y mucho menos marihuana.

Por eso, cuando le conté la historia a Marie-Flore, y nos reímos juntos, no me imaginé la que se armaría. La cabrona se burló de mi amiga yerbera delante de su jefe y minutos después ésta me amenazó de muerte por chat. Se me pusieron los huevos de corbata en el primer instante, pero luego pensé ¿qué va a hacerme? ¿mandarme unos sicarios para cerrarme el pico? Eso sí, Marie-Flore y yo tuvimos una bronca del copón porque había traicionado mi confianza. Después de minutos de argumentación, la francesita me pidió disculpas y se encargó, ella misma, de aclarar la situación con la yerbera. Lo noté porque dejó de mirarme con ojos asesinos desde su mesa cada vez que me levantaba a beber de la botella o a hacer pis.

Un mes después le conté la historia a mi amigo Dario, que me instó a pedir muestras gratis, total, tienen que ser cojonudas al hacerlas ella misma, ¿no? Fue el empujón que necesitaba, además, era más fácil pedirle marihuana a la yerbera a comprar cervezas para llevar en mi próxima quedada para ver el fútbol. Google talk, on:

- ¿Tienes yerba?
- No se lo dirás a nadie, ¿no?
- Que no...
- Es que ella es una Directora, tío. Me acojoné cuando me dijo que..
- Relax. Será entre tú y yo.

Llegué a casa de mi amigo con mi paquetito envuelto en papel aluminio y me senté pesadamente en su sofá. Su hijo dormía y su mujer parecía no estar de muy buen humor. El partido estaba a punto de comenzar. Tío, le digo, revisa el bolsillo de mi chaqueta, el que tiene un parche de los Beatles. Minutos después, mi amigo ya iba por la mitad del canuto, verlo era ver la portada del "Catch a Fire" de Marley y cuando me ofreció le dije que pasaba, que todo para él, que estaba mal de la tripa. Media hora después, lo vi tumbado, con los ojos rojos, mirando al techo. Me provocó el mismo miedo que a su mujer, la que, con la mayor de las educaciones, me mandó a tomar por culo.

Mientras bajaba hacia el metro, con la mitad de mi cargamento, vi de reojo como unos policías municipales registraban a unos hippies zarrapastrosos y les quitaban dos paquetitos de las mismas características que el que llevaba yo en el bolsillo. Pasé por en medio de la requisa y uno de los policías me abrió paso, ignorando los ladridos de su irrespetuoso perro al que mandó callar con un sonoro "¡te calles, coño!, que dejes pasar al señor"

Señor.

María me llamó justo antes de entrar al metro para invitarme a una cerveza en la Lonja de Moratalaz. Llegué en media hora y la escuché quejarse de estar en el paro, del clima, de los hombres, de las mujeres, de sus antiguos compañeros, del Feng Shui, de la menopausia que no es menopausia pero parece menopausia, de las becarias, del Pilates. Cuando vi la cosa no remontaba abrí mi bolsillo y le di el resto de mi paquetito. Me miró en silencio y dijo: "mejor lo fumamos en mi casa".
Sentado en su salón recuerdo mi primera época madrileña, cuando vivía exactamente en ese barrio, en un piso casi idéntico al suyo, viendo el mundial de Japón y Corea con mi padre y mi hermano. Cuando se lo quise contar, se había dormido con el porro en la mano y la boca abierta. Aproveché para huir.

El lunes siguiente, al llegar a trabajar me encontré con mi amiga yerbera en el ascensor. La saludé con un levantamiento de cejas, y no intercambiamos palabra durante el trayecto. Pero cuando sonó el "ding" de llegada e hice el amago de salir me cogió del brazo y me preguntó, a bocajarro:

- ¿Qué tal mi plantita?
- Cojonuda - respondí - cualquier día te pido más.

jueves, diciembre 16, 2010

Tarjetas de Navidad


Mamá compraba siempre las tarjetas más bonitas del barrio, en el mercado central de Lima. Yo, hijo mayor, fiel escudero (y niño sin presupuesto para tener niñera), la acompañaba año sí y año también en sus compras navideñas.
Subíamos a un bus destartalado que nos llevaba en un viaje de casi una hora hasta la Plaza Castilla, gobernada por una estatua de Ramón Castilla desde lo alto y poblada casi en su mayoría por negritos que él liberó años atrás. Desde allí subíamos por Emancipación y yo no soltaba la mano de mamá, veíamos las tiendas Oechsle y yo no soltaba la mano de mamá, cruzábamos la Av. Abancay, Hiraoka, el Registro Civil de Lima, y yo no soltaba la mano de mamá. Entrábamos en las galerías del mercado y entonces mamá, todos los años, me perdía.

Y es que mamá siempre aprovechaba el viaje para comprar especias en los puestos mayoristas: rocoto, ají panca, huacatay, y otros mejunjes que luego usaría con mucho esmero y arte en nuestras comidas diarias. Papá lo agradecía, mis hermanos lo agradecían, yo lo agradecía, y mis tías camagüeys también lo agradecían, pero en silencio. El caso es que cuando mamá se metía de lleno en la zona de especias yo me mareaba, pero como no quería quejarme y así arriesgarme a perder mi condición de eterno acompañante a los viajes "a Lima" me callaba como un cabrón y simplemente me quedaba paradito en la entrada sin que mamá (ocupada escogiendo el mejor ají amarillo) notase mi ausencia. Entonces, ya libre y aburrido vagaba por los pasillos del mercado jugando con la ropa, tocando todo lo que tenía un letrerito de "no tocar", viendo cómo mataban a los pollos, los desplumaban y luego exponían sus cadáveres colgados del cuello, imaginando que la zona de juguetes era el paraíso y viendo el disfraz original de Storm Trooper que nunca (hasta hoy) fui capaz de comprar. Allí, en la juguetería es donde mamá siempre me encontraba.

Con las especias en la mano (y de vez en cuando algo de bofe) salíamos del mercado hacia uno de los jirones adyacentes a la calle Capón. Era el barrio chino, así que no era extraño que, entre tanto paisano, de vez en cuando apareciese un chinito corriendo detrás de un gato. Mamá decía que lo perseguía para matarlo y servirlo después en uno de esos apetitosos platos chinos, tan famosos a nivel nacional. Justo detrás de la calle Capón estaban las imprentas, no sé desde qué siglo. Allí mamá pedía mi opinión y el señor de la imprenta me ponía sobre la mesa algo así como trescientas mil tarjetas, todas diferentes. En menos de cinco minutos yo había escogido ya seis modelos, y mamá, como todos los años los separaba en cuatro grupos: para los amigos queridos, para los conocidos, para su familia, para la familia de papá.

- ¿Ves? - me decía - por eso te traigo, porque tienes buen gusto.

Yo me hinchaba como un sapo y, de la mano de mamá, hacia todo el camino de vuelta preguntándome si Papá Noel vendría disfrazado de persona normal a comprar los juguetes en esa tienda inmensa y si algún día me regalaría el traje de Storm Trooper. Mamá llenaba los sobres con su letra perfecta y lo enviaba a cada destinatario. Yo también me encargaba, durante todo el mes de diciembre, de filtrar las tarjetas que nos mandaban (y sabía, sin decirlo, si mamá era considerada "amiga", "conocida", familia", o "familia de papá", con sólo ver la tarjetita de los cojones).
Hoy, casi 30 años después, las tarjetas navideñas, o "Christmas" casi han dejado de existir y han dado paso a tarjetas virtuales que todos enviamos por Internet con un par de clics. Yo estoy buscando la forma de escapar de la cena navideña de empresa y he comprado mis regalos en noviembre, antes de que las tiendas pusieran sus luces de colores y villancicos horribles. Mi hermana preguntó en facebook si jugaríamos al amigo invisible y no le contestó ni dios. Yo creo que Papa Noel se ha olvidado para siempre del traje de Storm Trooper que pedí hace siglos. ¡Qué hijo de puta!

martes, diciembre 07, 2010

Y te sueño


- ¿De qué ex hablas cuando dices "mi ex"?
- De ti. Sol no será mi ex, oficialmente, hasta que no salga, de verdad, con otra tía.
- No - refutas - es tu ex desde el día siguiente que lo dejáis.
- Igual sí - sorbo al té - me da igual.

Madrid está frío y desierto, la gente se ha pirado a buscar más frío: a la sierra, a Andorra, a Suiza, a Chile (en ese orden de pijismo). Tú, has venido buscando calor. Giangrossi era mi sitio favorito de la Latina para tomar un té y hablar, pero la última vez que estuve pusieron la música tan alta que no entendía ni lo que pensaba, y creí, asustado, que había empezado a pensar en otro idioma. Por eso te he traído a una tetería cerca de mi casa, con sus banquetas y sus sofás de Marruecos, y sus lamparitas de Marruecos, y sus teteras de Marruecos y sus camareros de Marruecos. Pero el té, sabe a té de Mercadona. ¿En qué momento te ha cambiado la cara?

- ¿Qué cara? - preguntas, extrañada, tocándote las mejillas.
- La tuya, ahora ya no eres tú. Eres Magaly.
- ¿Y quién coño es Magaly?
- Mi amiga de Lima. La que vive en Queens ahora.
- ¿Y me parezco o qué? Tío, eres raro.

Me acojono tanto que pido la cuenta. Pagamos y bajamos la calle hasta un semáforo que nadie respeta. Cruzamos y te miro pensando en que igual las gotas que me echo en los ojos han caducado y hacen ahora las veces de LSD. Doctor Robert. Me dices que aún es pronto para volver a tu hotel y te ofrezco venir a casa, que no está muy lejos. Tengo sopa de pollo, si quieres. Dices que sí. Tu cara cambia otra vez y ahora, ya empezando a acostumbrarme, te digo te sienta bien ese vestido gris.

- Gracias, había dudado ¿sabes? todo el mundo tiene un vestido de invierno como éste.
- Con rebequita negra a juego - añado, sin decirte que ahora tienes la cara de Cecilia.
-Justo, pero a mí me queda mejor, ¿a que sí? - das una vuelta, te veo el culo.- ¿Queda mucho para tu casa? Tinc fred.
- No, no. Es la calle siguiente.

Entramos y lo primero que haces es plantarte frente a mi librería Billy, repleta de libros. ¿T'agrada llegir?, preguntas, y digo que sí, y deja ya de hablar en catalán, joder, que me pones nervioso. Me tumbo en el sofá y vienes a mi lado, con un libro de Mario Puzo que no piensas leer. Me miras y tu cara a vuelto a ser la tuya, reconozco esos ojos que algún día pintaste con unas lentillas verdes de los chinos, y se te rompió una dentro del ojo ¿te acuerdas? ¡Cómo olvidarlo! mi padre estuvo quitándome los trocitos durante horas.

- Bueno - pregunto con la sonrisa de medio lao' - ¿vas a querer la sopa de pollo?
- No sé, quizás luego. Si me da hambre.

Suena el teléfono y cuando me giro a verlo ya no estoy en el sofá, sino en mi cama. Cubierto como una larva por el edredón. Es Marie-Flor que me invita a pasar el día en la nieve. Le digo que no, que paso, que odio el frío, que no entiendo esto de los skies y que si algún día voy sería el peor compañero de nieve porque me quedaría sentado frente a la chimenea con un libro y una taza de té caliente. Odio el chocolate. Tu es fou, mon coco. Cuelga, porque tiene que irse al Decathlon a comprar ropa térmica. Yo veo la hora y son ya las 5 de la tarde.
He dormido tres horas y no sé ni con quién coño he soñado.

viernes, diciembre 03, 2010

Se mi lasci ti cancello


Me olvidé de ti cuando llegó el invierno.

No fue fácil porque normalmente olvido las cosas de forma involuntaria, como cuando vuelvo a casa a comprobar si he cerrado con llave, o cuando me pregunto mil veces durante el día si desconecté (o no) la plancha. Alguna vez he olvidado dónde estoy o qué día es, después de una larga siesta sabatina. Pero cuando nos despedimos en el metro, una tarde, y decidí que no quería quererte más, se me hizo todo cuesta arriba.

No podía olvidarte porque habías dejado el calendario en mayo, con la foto de Laurel & Hardy, y a mi siempre me dio pereza pasar las páginas. Entonces, al entrar en la cocina, lo veía de refilón y recordaba el mes exacto en que saliste de casa. Contra todo pronóstico, al estar en tu cocina no me ponía triste, sino enfadado conmigo mismo por dos cosas: ver que no había pasado la página en todo el sentido de la palabra y también porque ya no me quedaban platos ni vasos limpios, y era hora de limpiar un poco.

Tampoco podía olvidarte cuando estaba en el Retiro. Allí comenzó todo y el hecho de ver a gente con sus niños, y recogiendo sus cacas, con sus perros, y recogiendo sus cacas, con sus abuelos, y recogiendo sus cacas, me hacía pensar que no había nadie a mi lado para soportar mi mierda. Vagaba al lado del estanque ese donde van todos los novios chinos a hacerse fotos y me dormía leyendo algún libro de Faulkner, ahogado por sus elipsis. Al despertar, era de noche, y volvía triste a casa, sin zapatos pues no había nadie a mi lado para cuidarme y entonces los ladrones aprovechaban mi sueño rocoso para desvalijarme.

Pude olvidarte la primera vez que fui solo al cine. Luego de que te dejara en la puerta, al descubrir que habías acudido acompañada a nuestra cita. Que te follen, pensé, pero me arrepentí al instante. Entonces compré una entrada para "Shutter Island" y disfruté solo de la superpeli de Scorsese en la que un tío prefería seguir hundido en su esquizofrenia para vivir una vida más o menos normal. Tres horas después salí del cine seguro de que no te habría gustado la peli y pensando que no era tan malo esto de comenzar a ir, solo, a algunos lugares. Cine: ok. De compras: ok. Antes de volver a casa me hice la tarjeta de socio del Cineplex.

Comencé a borrarte más cuando mi amiga catalana, con la que compartí algo más que amistad hace siglos, apareció en escena, con la gracia del actor secundario Bob. Hablamos de mil chorradas y me reí como no me había reído en años . Tras nuestra penúltima llamada, me quedé sentado en mi coche nuevo y me pregunté qué diferencia había entre ella y tú. La respuesta llegó al día siguiente, al despertar: con ella se me murió el amor, contigo, el deseo. El instant karma hizo que las hojas cayeran, que durmiera como un tronco y que pudiera volver a escuchar a Benjamin Biolay sin que se me hiciera un agujero en el pecho igual al que se me hizo cuando murió el Rey León. Me iba a querer enrollar con ella siempre, a ti, te iba a querer forever. Esa noche salí con Cristina y sus amigas.

Me olvidé de intentar olvidarte al día siguiente de nuestra última cena. Cuando me contaste que tu nuevo amigo italiano te había regalado por tu cumpleaños un viaje a la Toscana, para ir a verlo. Al lado de eso, mi mísero CD de Amaral, comprado de rebote en el Alcampo de Alcobendas era como un chicle que se pide al salir de juerga. Esa mañana, no sé cómo, salté de la cama, limpié la casa, puse un disco de Luis Miguel, canté, escribí mucho de mi libro, salí con mis amigos y cuando me di cuenta ya era lunes y estaba feliz. Tres días después entendí de lo que me había pasado, cuando papá me dijo que estabas súper flaca y mi hermana me enseñó tus fotos en un convento y pude verlas, sonreír y pensar: qué guapa es, la querré por siempre, y ya no duele.

- ¿Cuanto falta para los dos meses sin ver a Sol, que te prometiste? - pregunta el Kun, mientras cenamos.
- Ni idea, tío - suelto.

Fuera, Madrid está ya con luces de navidad, la gente va con abrigo, bufandas y ha caído la primera nevada. Casa Parrondo está a rebosar y el Kun le paga una botella de vino a las chicas de la mesa de al lado. Yo aprovecho el desconcierto para terminarme el chuletón. Ha llegado el invierno, y, por primera vez en mucho tiempo, puedo sonreír de verdad.

jueves, noviembre 25, 2010

Nunca


Nunca he ganado un campeonato. Ni de fútbol, ni de vóley, ni de canicas. Soy un perdedor nato por el simple hecho de que me aburre competir si la recompensa no es más que un trofeo. En cambio, dicen que gozo humillando al que alguna vez trató de burlarse de mi. Es que soy raro de cojones.

Nunca me he encontrado dinero. O sí, pero mamá me hizo devolverlo por más que le juraba que no conocía al dueño. Me deshice de ese fajo de billetes dándoselo a un sorprendido transeúnte que salió corriendo apenas lo tuvo en su poder, mientras mi vieja nos espiaba complacida. Fui millonario por dos horas.

Nunca creí en dios. Siempre pensé que si había alguien allí arriba que vigilaba nuestros actos, se había echado una siesta eterna o, simplemente, se había aburrido de nosotros como me aburría yo de mis mascotas veraniegas. Un día dije "dios no existe y si existiera, ya me habría destruído con un rayo. El cura me echó de la iglesia, pero antes me pidió que dejase la limosna.

Nunca me gustó estudiar. Cuando descubrí que con medio esfuerzo superaba a todos mis amiguitos del cole, dejé de leer los libros de texto y me sumergí en la literatura fantástica de García Márquez, Borges y Vargas Llosa. Aún así terminé el colegio como segundo de mi clase.

Nunca quise vivir en Perú. A veces soñaba con ser argentino, otras venezolano o gringo. Mis novias imaginarias eran Sabrina (bonaerense), Indira (de Caracas, pero padres iranís) o Shirley (no me importaba de donde, pero rubia y de ojos azules). Mis padres huyeron del país cuando pudieron y yo los seguí años después. Ahora, pienso en comprar un billete de vuelta para el verano.

Nunca he leído el Quijote. Ni el Ulises de Joyce. Ni Hamlet, completo. Pero he leído la Biblia y creo que los que la escribieron, hoy, no serían contratados ni siquiera como guionistas de un talk show. Su ficción hace aguas por todos lados, creer en dios tras leer la Biblia es como creer en Superman tras leer un cómic.

Nunca me he dormido cuando debía hacerlo. Me ha derrotado el sueño en autobuses, parques, misas, trenes y cagando. Pero jamás he conciliado el sueño en vuelos transoceánicos o tras despertar a las 5 de la mañana, después de una pesadilla. Jode que te cagas.

Nunca me he acostado con una pelirroja. Ni con una embarazada (que yo sepa). Ni con la hermana de mi novia. Ni con las novias de mis hermanos. Soy un tipo bastante soso para esas cosas y mi audacia se reduce a tirarme a la jefa de mi jefe, como una forma de vendetta personal. "Tú me das por culo, ella te da por culo a ti...y yo a ella", le dije en mi último día en la empresa. Fuck yeah!

Nunca he ido de putas. Mis amigos limeños eran asiduos visitantes de las chicas de la noche. Una vez me llevaron a traición y yo terminé hablando con una chica que me contó entre lágrimas que había llegado a la capital a estudiar enfermería, "no a chupar pingas". Me enterneció tanto que le regalé un chicle. La boca le olía a condón.

Nunca he esquiado. Por dos razones de peso: en Lima no hay nieve y soy un cobarde declarado. El hecho de ir bajando a gran velocidad armado sólo de dos esquis y unos palitos de mierda me produce la misma emoción que unas ardillas rabiosas mordiéndome las bolas. Eso sí, cada vez que voy al Decathlon me pruebo cascos, gafas botas y guantes. Y hago el imbécil por toda la sección nieve.

Nunca me han dicho que no más de tres veces a la misma pregunta. Pero es porque nunca pregunto más de dos.

Nunca me ha gustado beber del vaso de otro. Ni comer con su cuchara. Ni ponerme su ropa. Ni dormir en su cama. Ni ponerme sus cascos. Ni beber de su botella. Ni sentarme en su silla, segundos después. Entonces, ¿por qué mierda crees que me enrollaría con tu ex?

Nunca me enamoro por más de dos meses. La excepción que confirmó la regla desapareció y ahora vaga por Italia bajo el sol de la Toscana. En realidad hay otra excepción, pero es que yo soy raro de cojones.

jueves, noviembre 11, 2010

Nightrain


Llueve a cántaros, el parabrisas me marea desde que me operaron los ojos. Borracho más. ¿En qué calle estoy? Iván me ha dejado en María de Molina. Creo. Me he bajado del Land Rover nuevo de su madre aprovechando el semáforo. ¿Me estoy volviendo pijo? No sé si ir a la derecha o a la izquierda. Espero que el semáforo esté en verde y no te atropelle nadie.

Comenzamos en Bo Ffin. porque yo insistí a Iván que después de recoger su traje de Carolina Herrera nos tomásemos una copa. Julio, de vacaciones dijo que nos acompañaría luego. Dejé el coche al lado de un hotel y bajé al bar con Iván que dio mil vueltas (mareandome) antes de dejar el coche aparcado en la calle Velásquez. Pedimos dos tintos de verano para comenzar.

- Es una mierda este curro, tio - dice, desparramado sobre la silla de madera -. Ya verás como Banco de España nos cierra el chiringo en .
- No sé tío, de esta no nos salva ni san Michaelpage.

Vemos de reojo a las dos chicas que hablan sentadas en una mesa al lado de la ventana. Tienen la piel sospechosamente naranja y jerseys rositas a juego con sus relojes supercalifragilísticos. Me pido a la morena, dice Iván. Yo respondo con una pregunta: ¿te has fijado que estamos en la misma mesa de la noche en que vinimos con Cris y Bea?. ¡Hostia, es verdad!

Allí está mi coche. Confirmado: la orientación de Iván es mejor que la mía cuando ambos estamos en estado etílico avanzado. Busco a tientas mi llave en el bolsillo, son dos segundos de desesperación hasta que las encuentro. Me siento y busco el botón de la radio. Guns N' Roses. Loaded like a freight train, flying like an aeroplane. Limpiaparabrisas. ¿Por qué me sangra la nariz?

El bar se ha llenado en cero coma. Bea me ha dicho que no viene, que cena con unos amigos, y Cristina tampoco quiere venir a pesar de la insistencia de Iván. En el chat aparece Yulia, tampoco quiere venir, dice que está cansada y se quedará por su barrio. Llega Jose, amigo de Iván y hablamos de motos, coches, nieve, mentir en el curriculum, y la camarera nos dice que es belga pero que no habla francés porque es de la parte flamenca. Una tía está a punto de volarme una oreja con el taco de billar, y la mesa de las dos chicas ahora está super poblada y hay una que tiene una camiseta lila bastante generosa.

- Cacho' perolas.
- Totally. ¿Pedimos una ronda más de cubatas?
- , vámonos a otra lado.

Mi jersey blanco está a punto de ser manchado de por vida. Tiro la cabeza hacia atrás y, con la mano izquierda taponándome la hemorragia, dejo que la derecha conduzca el coche. Mal. Me meto en sentido contrario por Principe de Vergara. Lo noto cuando los semáforos me dan la espalda. Busco desesperadamente una calle en la que meterme. Pirula va. Mala elección, estoy frente a la comisaría. Marcha atrás, calle prohibida. No me han visto. A tomar por culo, voy por allí.

El garito se llama "Mañana no Salgo" y hay una cola testimonial para entrar. Una gota gorda de lluvia me cae pesadamente desde el toldo y digo me ha taladrado el cerebro. Una inglesa borracha me dice cerebrou yo gusta esa palabra, y me recuerda a Cassie de "Skins". Pero ésta rubia mide metro noventa y su novio casi tres. Miro pa' otro lado. Entramos. Está petado. Iván se paga una ronda y Jose busca desesperadamente un ligue. Se nota mucho su afán. Mal. Veo de lejos a la inglesa, enorme, que me reconoce y grita "cerebrou, cerebrou" como un zombie. Sus amigas están buenas. Me acerco a una morena de ojos verdes.

- Where are you from?
- Somos de Bristol, todas.
- What are you doing here. I mean, in Madrid.
- Trabajamos en una aseguradora, por Avenida de América.
- Why are you speaking spanish, luv?
- No sé, cuando estoy borracha hablo otros idiomas.
- Me too.

Menéndez Pelayo. Finally. No sé si sigo sangrando, pero por si acaso no quito la mano de la nariz. Bajo por Cavanilles y busco el semáforo de volver a casa. Cuento las luces. Tres. Bien. Doctor Esquerdo. Valderribas. Derecha, aparco. Suerte, hay un espacio en la puerta de casa. Abro, El espejo del lavabo dice que me ha dado un puñetazo Mike Tyson. Mi cama. Off.

- ¿De donde era al final la piba?
- De Cádiz.
- Su amiga no estaba mal, ¿no?
- Era la peor del bar, pero mucho mejor que las tías con las que curramos.
- ¿Dónde está mi coche?
-¿Allí, míralo?
- Venga, aprovecho el semáforo.

miércoles, noviembre 03, 2010

Laura y Renoir


Laura no pudo acompañarme a la expo de Renoir. Pero me espera en el Starbucks de la plaza Neptuno, al salir del Prado. Me ve llegar y sonríe, le doy dos besos y después del segundo le susurro al oído "eres muy sexy". Responde "buah". Nos sentamos.

- Recuerdas cuando no querías quedar conmigo? - pregunto, mientras recibo el espresso que he pedido.
- No es que no quería, dije que no podía- me corrije -tengo novio, capullo.

Dejo mi libro de Bret Easton-Ellis sobre la mesa vieja y escucho a Laura despotricar sobre su chaqueta de piel, perdida en el metro. Era mi puta chupa verde, tío, dice, y aún diciendo palabrotas no deja de ser adorable. Le digo que se compre otra y ya, haciendo alarde de mi gran don para decir siempre lo que no debo. Me mata con sus ojos verdes. Suena su teléfono de 1999, es su novio. Me callo. Hablan algo de su piso, y no se qué. Miro incómodo hacia otro lado, no quiero abrir el libro. Me distraigo con el escote de una francesa que está sentada frente a mí y que también habla por el móvil. Leo las letras del sobrecito de azúcar moreno starbucks. Suena mi móvil.

- ¿Qué pasa marica? - saluda Rubén.
- ¿Qué tal gayer? - devuelvo el saludo, veo de reojo a Laura y compruebo que sigue hablando con su novio - ¿Ligaste este finde, o qué?
- Na. Nos fuimos a Alcalá y mi colega se zumbó a una. A mi me entró una tía pero le dije que no.
- ¿Y eso? - Laura sigue hablando, la francesa también. Madre mía qué escote.
- No sé tío, yo no quiero eso, colega. Busco algo más, una relación seria, no follar en un parking.
- Pues lo llevas claro, tío - Laura ya ha colgado, me hace una señal de que siga, pero digo:-si sigues en plan exigente te vas a quedar más solo que la una. Oye, te llamo luego, que estoy con una amiga y...
- Joder, haber empezado por ahí, mamón. Hablamos luego- y cuelga.

Laura no parece haber quedado muy bien después de la llamada. Le quiero contar mil cosas, porque es la única chica de la oficina a la que le tengo confianza. Le quiero decir que le he pedido un aumento a mi jefe, que me gusta su boca, que Marie-Flore y yo somos sólo amigos, que me encantan sus ojos, que Iván y Julio están hasta las pelotas, que me encanta como se sopla el pelo cuando piensa. Pero sólo hablo de Renoir.

- Me encanta el Impresionismo. - suelto como un loro- Y Renoir es mi favorito. La última vez en París no fui al D'Orsay pero tendría que haberlo hecho.
- ¿Ah si?¿Por?
- Es que allí está Bal au moulin de la Galette, un cuadro que me encanta. Sol tenía una reproducción, pero obviamente se lo llevó cuando se fue de casa.
- ¿La sigues viendo? - pregunta, clavándome sus ojos mientras enciende un cigarro.
- Si te vas a matar, hazlo con estilo - le digo - no fumes esa mierda de Fortuna. Fuma Marlboro.
- Si me los compras tú, vale.
- No. Yo vicios no pago.
- No me has contestado - apunta.
- ¿El qué?

Suena mi teléfono otra vez. Es Iván, que me llama desde el atasco usando el manos libres de su Iphone conectado (por él mismo) en su BMW. Me cuenta que está hasta los cojones, porque, además de mirarle mal en el trabajo, ahora se ha enterado que están haciendo entrevistas para ampliar su equipo y él no sabe nada. Que se ha enterado de rebote. Laura aprovecha para ir al baño, me dice que no me preocupe,que hable con mi amigo. Iván sigue diciéndome que no quiere seguir en el curro, que ni aunque se estuviese follando a Bea su vida se haría más agradable. Yo le digo que sí, que con eso cualquier vida sería agradable. Nos reímos. Me pregunta que con quien estoy y le miento parcialmente, le digo que estoy solo y frente a una francesa que habla por el móvil casi agachada y mostrando al mundo su escote magnifique. Laura vuelve del baño y mi amigo llega a Juan Bravo, donde ha quedado para cenar. Cuelgo.

- ¿Qué le pasa a tu amigo?
- Lo de siempre, estamos todos hasta los cojones - respondo y me pongo a jugar con su mechero.
- Pero,¿ tú también te quieres ir? - me quita el mechero - creía que estabas bien.
- No estoy mal, pero me aburro a veces. Por eso he pedido el aumento. Sé que más pasta vendrá con más responsabilidad. Lo mejor del día, siempre, es verte sonreír.
- Buah. ¿No te cansas de piropear?
- Nunca es suficiente. Además, a ti te he dejado tranquila desde hace mucho.
- Es verdad.
- Tendría que haberlo intentado más, ahora ya somos amigos y aunque insistas no haré nada. Pero hace unos meses, si hubiera dado un par de pasos más hacia adelante me hubieses besado esa noche, en Mendez Alvaro.
- No, no lo hubiese hecho.
- Sí - la miro fijamente, le guiño un ojo
- Capullo - me dice, sonriendo.

La noche cae del golpe en Madrid y salimos del Starbucks. Ella dice que va a esperar un autobús y yo camino hacia Atocha. Las tiendas van cerrando a mi paso, y me meto al metro en la boca que está frente al Museo de Arqueología. Abro el libro en el metro y leo como Clay, el personaje de "Less than Zero" habla con su madre totalmente colocado de cocaína. Recuerdo sonriendo mis tardes en Lima, cuando hablaba por teléfono con mamá sin haber dormido y con la ropa aún apestando a cerveza. Cuando levanto la mirada descubro a una chica que espía lo que leo. Sigo sonriendo. Bajamos juntos en Pacífico, pero ella sube hacia Cavanilles, mientras que yo bajo un poco buscando mi casa. Suena un mensaje en mi móvil. Es de Laura.

- No lo hubiese hecho, capullo integral ;)

martes, octubre 26, 2010

Fuckenberg


Mamá es mi amiga en el facebook.

Su primer aporte fue poner en mi muro un vídeo de Héctor Lavoe, cosa que agradecí infinitamente. Me hizo recordar las calles del Callao duro. Las mismas calles por las que, cuando niño (y también ya adolescente tardío), caminaba temoroso de que algún paisano con más calle y menos escrúpulos que yo me robara las pocas monedas que tenía en los bolsillos, mi esclava de plata y el reloj citizen falso que me regalaban cada cumpleaños. Le di a "Me gusta" y cambié mi estado a "Salsa, mi hermano!". Un amigo mio, néofito en estos temas salseros comentó el enlace con un clarísimo "WTF?". Imagino que motivado por el baile de Lavoe y sus pantalones verdes. Respondo comentando "y eso que no has visto a mi abuelo bailar con su traje celeste".

Cuando estuve en París con mis amigos, Iván nos etiquetó en la foto de una factura de 350 euros. Estábamos sentados en Scossa, una terraza del barrio 16 y Julián preguntó de pronto "¿Quién es Adela?" A lo que respondí, mi madre ¿qué ha hecho ahora? con la mirada en el suelo y la mayor de las rojuras en la cara que mi sangre plebeya permitía. Menos mal que esta vez sólo había comentado la foto en son de paz, sin añadir sobrenombres de madre del tipo "papi" "cariño mío" o "burrito sabanero". Bebí mi vino más tranquilo y disfruté entonces del resto del paseo. Pero me anoté una nota mental: bloquear a mamá la capacidad de comentar en mis enlaces.

Mi amigo Zico (sí, se llama como el futbolista brasileño de los ochenta) es del Opus Dei, pero él no lo sabe. Es la excepción que confirma la regla, pues normalmente los miembros del Opus son de familia bien, viven en barrios bien, y han recibido una educación de niños bien. Zico siempre dijo que su viejo bebía más que un vikingo, vivía en un barrio en el que, para bajar a comprar el pan, tenías que llevar navaja, y estudió en la misma facultad que yo. Como buen seguidor del Opus, Zico va por el séptimo hijo y cada vez que su mujer se queda embarazada (no la conozco, pero la imagino como la mujer del lisiado de "Family Guy", preñada forever) lo publica en su muro de facebook y se pasa los nueve meses de gestación copiando, en mayúsculas siempre, poemas de mala muerte o frases célebres trasnochadas. Cansado de su apología a la paternidad indiscriminada y de sus comentarios en favor de familias numerosas, ayer lo bloqueé. Lo hice por mi bien, empezaba a sentirme mal conmigo mismo por no poblar el mundo de pequeños "mini-yo", aunque no supiera a ciencia cierta si podría encaminarlos económicamente en el futuro. Ahora no sé si Zico ha escrito algo en contra de la gente que va al gimnasio o si acaba de embarazar a su cuñada (todo en aras de traer más niños al mundo, que son la alegría de la huerta), y, sinceramente, me la pela.

Verónica, amiga de Cristina, subió fotos mías hace unos días. Eran fotos de nuestra salida a New Garamond y Last Drink, donde, para qué negarlo, pasamos un rato agradable bailando y viendo a Cris rodeada de cubanos mojiteros. En una foto posamos guapos y elegantes (y me etiqueta), en otra, miro la cámara levantando una ceja a lo McCartney, mientras Cris baila no sé que mierda (y va y me etiqueta, la tía), y en la peor de todas se ve a Cris haciendo morritos a la cámara, cosa que estará de moda entre las chonis pero que odio, y yo la estoy mirando como diciéndole"¿WTF?"(y ¡zas! me etiqueta). Asustado y temeroso de que mis amigos de facebook, entre los que intento forjarme una imagen cool, vean esas fotos y temiendo que mi madre las descargue e imprima un poster que me regalaría la próxima navidad, voy y me desetiqueto de todo. A tomar por culo.
Pero cuando voy a ponerme a cotillear las fotos de otra Vero (que, para que negarlo, está buenísima) veo que Cris aparece en el chat y pregunta en mayúsculas "por qué te has desetiquetado de las fotos de Vero??????????". La ignoro y sigo viendo a mi Vero bailar, y su vídeo en el que hace Pilates que parece que lo han hecho desde un avión porque no se le distingue y está lejos que te cagas, pero me da igual porque me imagino su sonrisa y creo que es para mí, y recuerdo nuestra cena en una taberna de Huertas y sonrío viendo la pantalla con la mano en la barbilla como un gilipollas. Pero Cris vuelve a aparecer en el chat, como el Clip de Windows '98 y dice "oyesssssssssssssssssssssss" y suena un "pump" que interrumpe "The Half Dozens" de Chet Baker, que sonaba en ese momento en mi Spotify.

- Joer qué pesada - digo, solo en casa, como los locos. Y la bloqueo al menos por hoy.

Me meto entonces en el perfil de América, una chica que me acaba de aceptar como amigo y que tiene un espacio en Radio5 que habla sobre ciencia. Me he suscrito a su podcast y es siempre lo último que escucho antes de dormir. Me encantan sus fotos, parece buena tía y se le ve feliz, como deben ser felices quienes trabajan en lo que les gusta. Le voy a escribir un comentario sobre su último programa del Pez Luna pero el chat vuelve a interrumpirme. ya no es Cris, sino Yulia, otra de las chicas con las que estuve de fiesta y me pregunta directamente "¿qué/a quién temes para no querer ser etiquetado?". Como su pregunta ha sido bien formulada y bien escrita, le contesto. Le cuento que odio ser etiquetado, incluso en las fotos, y que siempre que me veo en una foto de facebook recuerdo a mi hermano diciéndome "no sales mal en las fotos...eres así". Responde con mil "jejejejejes" y la bloqueo también. A tomar por culo II. Cierro el facebook, abro un libro y me quedo sopa.

Al día siguiente, ya en el trabajo, veo el facebook en mi teléfono en un momento de relax. Y en las notificaciones del día leo "Yulia ha cambiado su foto de perfil". Abro el enlace temeroso, y, sí, la muy cabrona había puesto en su perfil una foto mía bailando salsa. Me cago en Mark Zuckenberg.

lunes, octubre 18, 2010

Déjà vu


Quedamos sobre las 6 y media, porque esa tarde yo tenía oculista.
Quería saber, sobre todo, cómo le había ido en su última entrevista de trabajo. Por eso la había llamado antes, porque me había propuesto cambiar, esta vez, con ella, mi por todos conocido desinterés por las cosas del prójimo.

- No bajes hasta la clínica, espérame frente al Wok de Doctor Esquerdo. Yo voy a buscarte y nos tomamos algo por ahí.

Salí del oculista con una receta carísima en el bolsillo y la certeza de que iba a pasar un buen momento, con ella. Hola, chico Gant, me dijo cuando me vio llegar, burlándose un poquito de mi jersey. Bajamos por Cavanilles hasta una panadería y compramos un muffin y tarta, todo artesanal. En un chino pillamos dos Nestea's y nos sentamos en un parque pequeño, al lado de un espacio destinado a niños. Me vio estresado y le conté las movidas de mi trabajo, de cómo no veía una solución cercana a las miles de cosas que salían mal, de los problemas de mi día a día. Me hizo reír un poco y le pedí que me contara cosas de su entrevista. Según ella, la cosa no había pintado muy bien, pero aún así la animé y le dije que si no era eso sería algo que vendría después. Que no desesperara. Hablamos un poco de ropa.

- Me quiero comprar un traje, no tengo ninguno.
- Píllate uno bueno, de esos que duran mucho tiempo. Los que yo tenía del H&M están ya para jubilarlos.
- Mañana me voy de compras. A ver si encuentro algo.
- Igual si, aunque yo nunca encuentro lo que voy a buscar. Voy buscando camisas y vuelvo con chaquetas. ¿Donde vas?
- Al Factory de Getafe.
- Mira en "Caramelo" o "Hugo Boss".
- Te encanta Hugo Boss. Me acuerdo que estuviste a punto de comprarte un traje.
- Sí, pero me convenciste de que no lo hiciera. tenías razón, No lo necesito ahora.


El sol se fue, los niños también y hacia horas que nos habíamos terminado los pasteles. Daba igual, me gusta hablar con ella, y ella también se lo está pasando bien. Sin importar cual fuese el tema. ¿Quieres cenar conmigo? Vamos al Wok que está aquí al lado. Dijo que sí y fuimos de los primeros en entrar. Pedimos cosas parecidas, y hablamos de cine, de música, de libros y de teatro. De su cumpleaños y del último sábado en el que ambos habíamos estado en el Retiro, sin vernos, yo leyendo y ella haciendo footing. Cada uno en su espacio. Le conté de mi amistad creciente con Julio e Iván y de mi nueva afición por la música (¿?) de David Guetta. Me habló de sus miedos y yo le desnudé los mios, me burlé de Paul Auster y ella de Luis Miguel. Hablamos dos frases en francés. Nos divertimos juntos. Pedimos la cuenta y pagamos con cheques, ella dejó la propina. Salimos y el primer viento frío del año me dio de lleno en la cara. Ella se cerró la chaqueta y me dijo que volvería caminando a casa; yo, tenía que recuperar mi coche, aparcado por aquí cerca y si quieres te llevo. Dijo que no, que gracias, pero que quería hacer un poco de ejercicio. Tienes razón, pensé, hoy hay rico frío.

Nos dimos dos besos, uno por mejilla. Y la vi irse subiendo hacia Conde Casal. Me hizo adiós con la mano, y lo último que le dije fue:

- Esto se está volviendo una costumbre bastante agradable, Sol.

Y ella, asintió.


domingo, octubre 03, 2010

New Guarramonde


- ¿Quieres salir ha tomarte algo esta noche? - me pregunta Cristina, por el chat de la empresa.

Intento saber un poco más , pero la tía es más de barrio que los columpios y no sé muy bien de qué va el asunto. Minutos antes de recibir su pregunta, mi mal carácter ha hecho que desee a Bea un "buen finde", cuando aún faltaban tres horas para salir de currar, en un claro mensaje que no decía más que "no me hables más, niña, por hoy he tenido bastante". Le digo a Cris que ya la llamaré cuando llegue a casa, a ver qué hacemos. Obviamente, al llegar a casa, lo primero que hago es llamar a Julio y pedir refuerzos.

- Vaya - me dice, en colombiano - vaya usté.
- No sé tío, me da un poco de pereza. Pero la verdad es que me apetece salir. Si vienes, podemos pirarnos si vemos que la cosa no pinta bien.
- Uy no, que Marie-Flore me ha pedido que curre mañana sábado. Pero ve tú, no seas tonto. Ve y luego me cuentas.

Mandé un SMS a Cris y me llamó al segundo. Me dijo que pensaban (sus amigas y ella) comenzar la noche en New Garamond y después...bailar salsa. ¿Salsa? pregunté, no sé por qué, si de sobra conozco que Cris escucha unas maracas y se pone a centrifugar. Venga voy. Las esperé frente al Edificio del Aire, en Moncloa. Llegaron en un VW Golf nuevo, que olía a nuevo, y me recogieron a mi, que de nuevo, no tenía más que la gomina del pelo. Subí y me senté atrás, con una chica de ojos verdes intensos y acento extraño (descubrí minutos después que había vivido en Argentina muchos años). Cris se sentó a mi lado y contemplé un segundo sus piernas perfectas. Delante iba Verónica (la única de la que recuerdo el nombre) y una chica muy guapa que apenas me vio preguntó "¿Tú también has estudiado Estadística?".

- No. Yo soy normal.
- Ya...yo sí estudié Estadística - respondió y pensé "cagada, con lo guapo que estás callado".

Llegamos a New Garamond y eso parecía la fila para el nuevo casting de Ralph Lauren. Cris se acercó al tío de recepción y le dijo que estábamos en lista. Pasamos sin problemas. Ellas tenían una copa gratis, yo, para no quedarme seco pedi lo de siempre: Johnnie Walker, y pagué con tarjeta sin recoger el ticket. Bajamos a la pista y Cris habló casi sin parar durante más de veinte minutos. Primero con que se había ganado el respeto de la gente del curro al sacar un par de informes, porque antes, ¿sabes? creían que porque tengo palmito, no sabía currar. A lo que yo respondí: a mi, sólo déjame tu palmito.

-En cambio, Bea, no tiene ese problema, porque ha currado desde el dia uno en marrones que te cagas.
- No me hables de ella, porfa, que nos enfadamos al final del día.
- Ya, no se lo tengas en cuenta, tío. Está bajo mucho stress...blablabla....blablabla...blablabla.
- Y - la interrumpo, ocho minutos después - ¿por qué hablamos de ella? Hoy estoy contigo, olvídate.
- No sé, me dijiste que te habías enfadado.
- Sí, pero eso fue esta tarde, mañana ni sabré porqué fue.

Verónica me dice que en cuanto me acabe la copa, nos vamos que ya está bien de este sitio en el que se compite por ver quién es el más guapo. Me bebo el whisky de un sorbo. Salimos. De camino al garito de salsa, hablé con la argentina sin nombre y me contó que había estado en Argentina churrucientos años, que tuvo un novio peruano que se llamaba como yo, que era bueno pero que se acabó el amor y que ahora tenía un nuevo novio, español, que era enfermera, que me estaba sangrando el labio (toma vaselina), que allí está tu coche Vero mira qué nuevo se ve, que en argentina bailan cumbia, no salsa, que las copas en New Garamond costaban quince euros, y que Cris y ella se conocen desde los ocho años. me pregunté en ese momento: ¿no habría sido mejor quedar para hacer submarinismo?

Llegamos al "Last Drink" y pasamos sin problemas. Una vez dentro, me sentí como un puto lunar vestido de Hilfiger. Todos, iban con la ropa con la que yo iría al Ahorra Mas a comprar unas rodajas de salmón o a la Latina a unas cañas a media tarde. El descenso de ambiente chic a garito cubano fue tan brutal que sentí que me habían sacado del Musee D'Orsay para llevarme al Matadero de Madrid. Vero lo notó.

- ¿Te gusta el sitio?
- Nop, huele a baño, en breve haré una bomba de humo.
- Es el favorito de Cris.
- Ya, se nota - dije y señalé a Cristina por encima de mi hombro, que estaba a punto de ser empalada por dos cubanos.
- ¡Qué malo! - sonrió, y vi lo guapa que era, morenísima y con un pelo ensortijado precioso.

Bailé un poco con Vero y le perdí la pista a mi amiga, aunque ésta de vez en cuando venía y me tocaba el culo. Hablé más con la argentina y creo que la estadística guapa me dijo algo que, inconscientemente, ignoré, abrumado por la sobredosis de salsa. Los cubanos venían a tocarme los cojones de vez en cuando, porque no entendían que prefiriera hablar con las chicas a las que acababa de conocer en lugar de estar dándoles vueltas como gilipollas. Uno incluso hizo el ademán de coger mi copa mientras yo estaba distraído con la argentina, liando un cigarrillo, pero lo vi de refilón y lo detuve con la frase: "esa copa no es tuya, cubanito, es whisky, tú fijo que bebes ron ¿a que si?" Y él se fue bailando salsa hacia atrás. La argentina se descojonó, y estuve a punto de pedirle su teléfono, pero un cubano la cogió del brazo y se la llevó volando. Me acerquéentonces a Vero y le dije que me largaba. Ofreció llevarme hasta un punto intermedio, pero le dije que no se preocupara, que ya pillaba un taxi, y que me encantaba su pelo.

- Gracias.
- De nada, au revoir.

Subí a un taxi en Castellana y el taxista me preguntó que cómo era eso de que volvía solo a casa. Le dije que había sido una noche rara, con una amiga encantadoramente loca y tres desconocidas con novio. Tumbado en el asiento trasero, escuché la historia del taxista sobre cómo él, y un amigo, se cepillaron a las tías más buenas de un pueblo cerca de Toledo. Doce euros con ochenta después, estaba en casa.