miércoles, septiembre 29, 2010

Cobras en Bikini


- Que si, tío. Súper fuerte, he perdido un amigo.

Había llegado a casa después de machacarme los hombros en el gym, y tirado sobre el sofá, sólo quería que el día terminase ya. Puse un par de muslos de pollo en el horno y pensé en llamar a Vero, pero dejé de pensar en ello cuando vi dos mensajes de Vera en mi facebook. Me dije: "la pobre Vero no tiene tiempo, la sonriente Vera, sí", y cuando la iba a llamar, va y aparece una amiga vieja y me cuenta su vida. Yo, encantado.

- Qué ha pasado. Dame detalles. ¿No será de la noche esa en que me llamaste pasadas las doce, porque sí?
- Sí, ¿te molestó que lo hiciera?
- Para nada, cuando quieras - respondí con sinceridad, y puse un disco de Dean Martin.

Me contó que esa noche, como suele hacer habitualmente, bajó desde casa a la sala Bikini a bailar salsa. Sin mi novio, porque a él no le gusta, ¿sabes? - ahá. Había quedado con unos amigos, salseros habituales, a vivir los ritmos tropicales como si sus vidas dependiesen de ello. Mientras ella me contaba, una a una, las canciones que sonaron esa noche (culpa mía, por pedir detalles) yo la imaginaba girando como una peonza caribeña, en los brazos de chicos y chicas, porque si, en España las chicas pueden bailar entre ellas y nadie las mira mal. Nunca he estado en ese bar, pero lo imagino con las típicas vigas que cubren el techo, una barra enorme con camareras escotadas y vestidas de negro un escenario para los wannabe y mucho, mucho humo.

- Pues, entonces, como te iba diciendo, sonó la canción...
- No la conozco, pero es mala de cojones.
- Ya, y mi amigo parecía que estaba llorando.
- ¿Llorando?
- Yo creía, pero no. Estaba cantando el imbécil.
- Me descojono.

Fueron hasta los sillones (eso no lo había imaginado) donde solían sentarse. Y cuando la luz tenue le indicó (mal) que era el momento preciso, el pobre desgraciado atacó. Le dijo "me gustas" y puso los labios en posición ataque y lanzó el beso sin destinatario. Mi amiga esquivó el ataque cual cobra, y para terminar de humillarlo, lo paró con sus brazos de hembra atacada. Él, pillado en falta, buscó excusas en el alcohol y sus efectos desinhibidores, Pero se había bebido sólo una cerveza, ¿sabes? no estaba borracho ni de coña.
Recordé, entonces, one more time, los besos en el cuello que le di a Bea, sin pedirle permiso ni perdón.

- Cogí mi bolso y me fui.
- ¿Por qué? ¿Para hacerte la digna? Ya le habías hecho la cobra, tía. Con eso basta.

Subió la calle a paso ligero, intentando llegar, cual Mario Bros a su castillo particular en el que su príncipe dormía. Cuando de pronto, tío, escucho que grita mi nombre. Y allí estaba el Charlie Brown, tirado por el suelo tras no haber podido patear el balón. Le dijo que lo sentía, que había sido cosa del momento, que lo olvidara. Ella le dijo que sí, que don't worry, que seguirían siendo amigos como siempre, y siguió su camino en la noche, con un amigo menos en el facebook.

- Fue entonces, cuando me llamaste. Estos móviles táctiles son una mierda.
- Ya. Serían como las dos, mas o menos.
- Yo escuchaba solo ruido. Voces. Dije "¿hola?...hey! " y colgué.
- ¿Qué haces el 23?
- Ni puta idea.
- Igual nos vemos.
- A ver si es verdad.

En la tele, Ronaldo se revolvía como una cobra, también, para zafarse del marcaje francés en Auxerre. El Real Madrid se atascaba y, mientras mi amiga me contaba, ahora, sus planes de trabajo, yo seguía pensando en el sabor de los hombros de Beatriz y en que habría sido genial terminar el día a su lado.

lunes, septiembre 27, 2010

Big Boy


Hoy, me aparecí a mi mismo en sueños, y desperté llorando.

En un primer momento confundí las lágrimas con conjuntivitis, pero después comprobé que sí, que mi llanto en sueños había encontrado salida en el mundo real. Como en Inception. Me lavé la cara, me duché, subí al coche como un zombie y aproveché el atasco de los lunes para recordar el sueño.

Me vi a mi mismo, de doce años, jugando con mi hermano en las calles del Callao. Subíamos y bajábamos montículos de arena, de esos que hacen los peones cuando están construyendo una casa. Caíamos felices y nos sacudíamos el cuerpo el uno al otro, mientras nuestros mejores amigos (unos mellizos lenguaraces de modales inexistentes) se enzarzaban en una pelea de minúsculas proporciones. Mi hermano, entonces, cogía un bloque de arena dura y lo lanzaba sobre la cabeza de el más negro de los mellizos, y nos descojonábamos al verla explotar tras el impacto.

Tras haber corrido (más por hacer el payaso, que por miedo) escapando de los mellizos furiosos y humillados, llegábamos al mercado del barrio, y nos parábamos al lado de la vieja que vendía cómics desde 1921, me parece. Como nos conocía por herencia (mis padres también habían pasado por el puesto de la vendedora inmortal, cuando niños) dejaba siempre que leyeramos las revistas sin pagar. Mi hermano se aburría en dos minutos, incluso en mi sueño, y fue por eso imagino que aprendí a leer como si mi vida dependiera de ello, devorando las aventuras de Batman y Tarzán empleando el mismo tiempo que otro niño emplearía en lavarse los dientes. Dejamos el puesto de cómics y bajamos hasta el de verduras, donde, como siempre, cogimos dos tomates podridos para comenzar con nuestra guerra particular. Nuestra intencionada mala puntería hacía que los tomates aterrizaran al lado de la imagen del Señor de los Milagros, que, crucificado, nos miraba con odio y rencor.

Como era un sueño, aparecimos de pronto en un descampado, sobre el que parecía que solíamos jugar al fútbol. Mi hermano, no sé por qué, no llevaba sus zapatillas puestas, y en su lugar tenía lo que en Perú llamamos "ojotas" y usan mayormente los niños campesinos para caminar por los cerros. Me imagino que la culpa del horror temporal causado por esa imagen la tienen mis continuas visitas a la web de The Sartorialist un blog en el que un tío se dedica a ir por el mundo fotografiando gente anónima que, a su criterio viste muy chic. O también puede ser que el comentario de mi tío ingeniero ("es que tú eres pijo, pues") al saber que me he comprado un Mercedes, haya surgido su efecto deseado en mi subconsciente y me sienta (muy en el fondo) culpable por no estar tirado en una calle muerto de hambre o sufriendo por no tener un trabajo digno. No lo sé.

El caso es que mi hermano lucía feliz con sus ojotas puestas, corriendo tras un balón y esperando ansioso a que me desmarcase para recibir los pases precisos que me da desde que tengo uso de razón. Un narrador argentino, de nombre desconocido, puso el broche de oro al sueño que hizo que lo demás importase poco: "y corre por la derecha, se desmarca, pasála papá...muy bien. Engancha a la izquierda, pero se va a la derecha, ¡grande!...sale el arquero, está vendido, la pica por encima....goooool....gooool....gracias dios por el fútbol, gracias dicen los hermanos que, llorando, felices, se funden en un abrazo, sobre la cancha de tierra soñada".

-Putas legañas - me digo, y me seco las lágrimas antes de llegar al Nudo de Manoteras.

martes, septiembre 21, 2010

Seizieme


- ¿Dónde está Julián? - pregunta Iván.
- Dijo que iba a sentarse en el césped - responde Julio, y busca con la mirada, desde el puesto de "Paul" en la entrada de Les Tulleries.
- Ahí está - digo, triunfante.
- Si es una polla nos la comemos - remata Iván, y va hacia Julián que llevaba dos minutos haciendo señas a dos metros de nosotros.

La noche anterior, la de nuestra llegada al 16eme barrio de París, intentamos salir de juerga y bajamos por la zona de Saint Michel. Julio no quiso meterse al Barrio Latino a pesar de que le expliqué con la ayuda de unos muñequitos que, ese barrio, de latino no tenía más que un bar de mojitos. Seguimos de largo, subiendo por el Boulevard, hasta la Sorbonne, donde Julián había hecho la carrera, años atrás. Nos metimos a una heladería frente al Panteón y allí, mientras Julián le contaba a las heladeras que veníamos de distintas partes del mundo me llevé la primera sorpresa del viaje. La heladera (guapísima) exclamó "¡qué chévere, un perucho!", cuando supo mi país de origen. Obviamente, me descojoné en su cara y nos quedamos hablando, ya en francés, unos minutos. Me dijo que había estado tres meses recorriendo sudamérica con una amiga, y que a su amiga el viaje le fue más provechoso, pues vino embarazada de un compatriota mío de apellido Tejada.

- Y no le pediste el teléfono a la heladera, gilipollas - me dice Julio, tirado sin zapatos en el césped.
-No, no sé por qué.
- Te entró a saco, me parece a mi.
- Puede, no sé. Después de que Laura me mandara a tomar por culo, he perdido mucha de mi seguridad extrema.
- Hay formas de recuperarla, Chumi.
- Sí, como Julio: comprando un abrigo de 350 euros.

Cuando la tía de la tienda vio que la tarjeta de Julio no pasaba, estuvo a punto de llamar a la policía. Iván y yo esperábamos fuera, imaginando un vídeo de Snoop Dog en el que, ambos, vestíamos el traje de terciopelo morado que se exhibía en el escaparate. Julián salió, entonces, de la tienda y dijo (conteniendo a duras penas la risa): dice Julio que le dejéis pasta. Entramos y nuestro amigo nos miraba como imagino que yo miraba a mis padres cuando quería un Transformer para navidad. Llevaba puesto un abrigo de lana de Merino, azul, cruzado, hecho a mano, que le quedaba como un guante. Iván se convirtió en prestataire, Julio en acheteur, y Julián y yo en les voyeurs. Dejamos atrás la Rue de Rivoli con 500 euros menos en los bolsillos.

- Ya, porque Juli compró las zapatillas esas de Nakamura sólo para sacarle el teléfono a la piba de la tienda.
- Una pregunta: ¿De qué color era esa tía?
- No sé. ¿De Egipto? - sorbo de Evian, pausa, mirada al cielo.
- Eso es un país, ¿no? A mi me molaba la pequeñita, la que le dijo a Julio "it's not good?" cuando no le gustaron las zapatillas verdes con rayitas amarillas.
-Ya, y eso que todos ibamos con polos Abercrombie - posa pa' la foto, con morritos.
- Yo no, yo iba con mi camiseta de Chewbacca. Y Juli iba de Ralph Lauren
- Ya pero tus vaqueros son de Gap, Chumi. Eso se ve.
- Eso sí, el polo Abercrombie igual me lo pongo esta noche - sorbo a la cocacola, foto paparazzi a la rubia perfecta de al lado.
- ¿Y si hace frío, gilipollas?
- Tienes razón, marica. Me pongo la camisa Hilfiger y una camiseta blanca debajo.

Salimos tarde, como si fuera Madrid, por quedarnos jugando con el youtube y viendo vídeos de Alizee. Bajamos caminando por detrás del Arco del Triunfo hasta Champs Elysees para llegar al Queens, donde yo quería entrar como sea porque esa noche pinchaba David Guetta. Julio hervía de rabia, porque no le había gustado nada que nos quedáramos pegados al Pc, descojonados con videos de caídas y explosiones, mientras yo me bajaba media botella de Johnnie Walker. Estos huevones, creen que todo el mundo es España, decía, yo, sin coche,¿hello? no puedo salir.
Obviamente, no nos dejaron entrar en Queens, que estaba repleto y con una fila de dos horas en la puerta. Quise recordar el sitio exacto del bar al que fui con Raphael y Delphine, pero el whisky me había desorientado y mi brújula giraba sobre 16º de alcohol. Subimos a un taxi, que no supo por donde llevarnos y al final nos dejó en la Puerta del "Rex", donde tampoco entramos. Julio montó en cólera y bajó casi corriendo la calle.
Propuse bajar a Bastille, donde siempre hay bares abiertos. Después de cuarenta minutos buscando un taxi, pudimos llegar hasta la FNAC y desde allí me orienté mejor. En la puerta del bar busqué un par de chicas y les propuse entrar con nosotros. Juli hizo lo mismo con unas inglesas. Las mías dijeron que no porque estaban comprometidas. Las de Juli no sé qué dijeron pero hizo que nuestro amigo las llamara "silly".

-¿Qué hacemos tío?
- Entramos a esta mierda y ya.
- ¿Pagamos una botella de whisky?
- Si, mejor.
- Son 150 euros. Pago yo y luego hacemos cuentas.

Fue una mierda.

- Qué asco de sitio, tío.
- Si, todo olía a negro, tío. Y encima, la piba con la que bailaba era lesbiana.
- Ya, por eso metimos la botella en mi chaqueta y nos la llevamos.
- Y llegaste a casa y te dormiste gilipollas, te metí un almohadazo en la cara para que dejases de roncar.
- Mejor estamos aquí, tío, en Scossa. Comiendo rico.
- Y al sol, y con estos pibones al lado.
- Me gustan las tetas de la morena - corte al bloque de carne tártara.
- A mi los ojos de la rubia - probadita al omelette - me quedaría viéndola durante horas.
- Uy, me voy a cagar, creo. Ahora vuelvo.

Suena mi teléfono. Es Iván que al fin se ha levantado después de la juerga. Le digo que estamos en Scossa en la Plaza de Victor Hugo, con un par de pibones al lado. Dice que ya viene. Cuelgo.

- Excusez-moi, madmoiselle. Est-ce que vous connais...
- Hablo español. Voy todos los veranos a Málaga.
-....
- Creo que a tu amigo le a sentado mal la carne. Gracias por lo de mis ojos. ¿Comment tu t'apelles?
- Je m'apelle..

jueves, septiembre 16, 2010

Todo es plata


Pago el seguro del coche, anualmente. Antes eran 250 euros, pero ahora, que tengo un Mercedes, he pedido que me cubran también rotura de lunas, robo, incendio y meadas de perro. El seguro, ahora, cuesta 320 euros al año.

Pagué la transferencia del coche, que, como es un Mercedes, cuesta que te cagas. Según el Ayuntamiento de Madrid está valorado en 2500 euros y debo pagar el 4% por la transferencia. Ya, pero me lo han regalado, miento, y me dicen que, entonces, debo pagar una cesión firmada por notario. Pon que pagué mil euros y quítame el 4%, sugiero. La voz cantante dice que eso, más las tasas de transferencia, más los honorarios de Gestoría, más el IVA hace un total de 147 pavos y pico. Me cago en tus muertos, pienso, pero digo, bueno, será eso entonces, y salgo de la Gestoría que está al lado de la Casa de la Moneda.

Llego a casa y me tiro a la cama. Desde allí veo una pila de sobres sin abrir, casi todo facturas y recibos del banco que me siguen llegando a pesar de haber pedido que dejen de mandarme esa mierda. El primero es Jazztel, o sea, la gente que me alquila Internet+teléfono. Lo abro y me cobran casi 60 euros + IVA. Busco una oferta mejor en el teléfono. Llamo a Jazztel para darme de baja y una argentina me dice que no, que no no no, que ¿qué haces? ¿si llevás pagando 33.30 euros desde hace tres meses? Le creo. Pero para asegurarme abro otra de las seis facturas y, sí, por ser cliente antiguo (más antiguo que cliente) me han aplicado un descuento sobre la factura, y sobre la velocidad de la conexión también. Antes tenía 20 Megas, ahora, 3. ¿Le puedo ashudar en algo más?. No. Cuelgo

Abro la nevera y sólo veo media cebolla envuelta en plástico, dos arroz con leche del Dia, caducados y tres Carlsberg. Salgo de casa rumbo al Carrefour, con mi carrito de la compra. En la calle veo a la chica que pone multas, a punto de ponerme un ticket en el parabrisas del Mercedes. Recuerdo, entonces, que no tengo aún el ticket de residente y debería haberle puesto monedas al parquímetro. Le doy mi mejor sonrisa, y, como es fea, surte efecto. Pago 1 euro por media hora de parking y sigo mi camino hacia el Carrefour. Me recibe el segurata y me dice que, con carrito, no puedo entrar. Le explico que mi euro para dejar el carrito se lo ha llevado el parquímetro, pero el puto cabrón con uniforme de poliester me dice que no puedo pasar, imitando la voz y el porte de Robocop. Le pido a la cajera que me cambie un billete de 5 euros y me dice que espere a que termine de pasar la compra de una vieja, para poder abrir el cajón ese donde guarda el dinero y que siempre está lleno de mierda. La vieja, indecisa, y al ver que no lleva el dinero suficiente, no decide si dejar las toallitas de limpiarse el culo o las mil barras de pan. ¡Las toallitas, señora, las toallitas!, grito, desesperado.

Ya dentro, he olvidado completamente a qué coño he venido. Como siempre. Me paseo por los pasillos como un recolector mareado y pillo pollo, carne, leche, panes de leche, straciatella con leche, zumos de fruta con leche, y arroz con leche. Pienso: luego vendrá mamá a casa y dirá que debo tomar más leche. Meto también en mi cestita (carrito, ¿pa' qué?) té helado, Carslberg, pasta Barilla, salsa para pastas, un bote de espárragos que no comeré, pero colecciono, arroz al vapor (que me gusta, y además Estefi siempre dice "ay Chris, qué bien te queda el arroz"), alubias, tomate frito, una botella de Vino de Valdepeñas porque el Rioja es para guiris, un ambientador para el Mercedes, Ariel, suavizante para la ropa y un disco de Amaral. Paso por la misma cajera que me dio el euro para el carrito y me saluda otra vez. Con lo poco que a mi me gusta decir "hola". Son 55 con 30, me dice. Le doy mi tarjeta nueva con super chip personalizado y ultra cibernética. Me pide el DNI. ¿Para? pregunto, si con esa tarjeta y el pin que te daré ya no es necesario. Entra en un bucle y dice el DNI, el DNI, el DNI. Se lo doy, se calla, pago y me largo.

Morgane me pregunta si voy a ir al concierto de Arcade Fire. Ticketmaster: 55 euros. Digo que no. John me pregunta si me apunto al concierto de Calamaro. Ticketmaster:50 euros. Pasando. Me llega un e-mail de Planeta d'Agostini preguntando si quiero suscribirme a la colección de cómics de Batman. Precio mensual: 40 pavos por churrucientos meses. Esto... no. Compro la última revista Mojo (8.50 euros), que trae un especial de los 40 años de "Let It Be" (verysí, diría mamá), me llega un sms preguntando si quiero la edición coleccionista de la revista, con un vinilo. 25 euros. Va ser que no. He ganado la subasta de Abercrombie, tres polos por 45 pavos. Pagar Ahora. Ha pasado el verano y mi casero me llama sólo para decirme que el descuento por no tener piscina no se aplica a septiembre. 750 euros que se van volando. Hijo de puta. Cristina me pide salir esta noche, echo cuentas y la última vez entre copas, parking, sartenes de huevos fritos y demases me dejé 65 euros. Me divertí que te cagas, pero dormí solo y mi único logro fue morder a Bea en el cuello. Le digo a Cristina que sí, que voy.

Mi jefe está en Francia. Hago mis cosas sin presión, termino pronto y me meto a Play.com. Compro un disco de The Doors, otro de The Beatles, uno de Radiohead y una camiseta de Rambo. Amarillo patito. 20 euros. L'oreal online. Compro cremas, astringente, espuma de afeitar 32 euros.

Salgo para París mañana. El billete me costó 87 euros. Mis amigos parisinos me ofrecen un sofá con niña de dos años que se despierta a las 7 de la mañana, incluida. El hotel cuesta 100 euros la noche. Un sleepin' bag del Decathlon es el plan B, vale 9 euros. Me calmo, abro una Carlsberg ya fria y pienso mientras veo al Madrid jugar como el culo a pesar de toda la pasta que se han gastado: cenar en París, salir de fiesta, hacer fotos, entrarle a las francesas, y todo al lado de mis amigos, no tendrá precio.

miércoles, septiembre 15, 2010

El regalo más dificil


Lucía cumplía un año y no quise que se notara que, yo, quiero más a Fabián.

Salí buscando una foto bonita que enmarcar, de la family, para que la pequeña Lucía tuviera como recuerdo. Emulando a la foto que mamá subió al facebook en la que salimos los cuatro hermanos tirados en el sofá, con Fabián (enano muerto de risa, por las cosquillas) estirado sobre nuestros regazos. Pero, ni tenía una foto buena ni me gustaban los marcos de Ikea. La idea, quedó desechada y, después de perderme media hora entre los pasillos del mundo del muebles de mala calidad salí, asfixiado y pensando en un plan B.

El plan B era fácil: meterme a Benetton y buscar algo de esa ropita que siempre me quedo viendo cada vez que voy a comprar algo para mi. Había conseguido ya un par de pantaloncitos y el juego bufanda+gorro, pero recordé que, cuando nació, ya le había regalado algo de Benneton. Mierda, me dije, no me gusta repetir regalo. Me metí a Kiddy's Class buscando el cardigan que vi, en un escaparate de Segovia, una noche de caminatas justificadas y alegres. Obviamente, no lo encontré, pues el público objetivo de la tienda (niños mega-fashion) se había actualizado y lo que se llevaba ahora era los grises, los azules y los dibujitos esdrújulos. Nada de ese rojo borgoña que me encantó con puños en azul marino y copitos de nieve difuminados. Salí de la tienda pensando en dos cosas: en descartar el regalo-ropa y en el grupo de facebook que se llama "pijos que antes se reían de Carlton y ahora se visten como él".

El plan C era más difícil. Subí al Mercedes que me acababa de comprar (después de venderle mi Kia al Kun) y salí rumbo a la tienda Nike más cercana. Por inercia, busqué mis Nike Cortez (sí, las mismas que usaba Forrest Gump) pero, como siempre, no las tenían. Recordé a Laura, la encantadora esposa de mi amigo Dario que me dijo, con toda la razón del mundo: tendrás que ir a New York a comprártelas. Se me acercó una chica con ropa de hacer footing y me preguntó si me podía ayudar en algo. Se me ocurrieron 69 formas de decirle que sí, pero respondí que buscaba una camiseta del Atlético del Madrid para una niña de un año. ¡Ay, qué mono! exclamó, y diez segundos después me dijo que no, que de eso no había. Plan C descartado. Vi en el reloj que ya eran las 6.

Subí a Alcalá, con las manos vacías, y de camino paré en una gasolinera a lavar el coche. Metí una moneda de un euro en la máquina, y se la tragó. Llamé a la cajera y le dije que me había tragado la moneda y respondió, con toda la pachorra del mundo: ya, suele pasar. Regresé a la máquina y le di una patada, de las que suenan como un trueno. Se puso a andar y salió agua de la manguera, como para apagar un incendio. Mis mocasines quedaron inservibles, pero durante los 2:45 que duró el chorro me dediqué a limpiar toda la mierda que el pobre Clase A llevaba encima. Ya bañados, subimos por la carretera y cogí el desvío de las putas, para evitar la super rotonda en obras de la entrada al pueblo. Vi una negra, tres rumanas, una que parecía peruana y un transexual. Llegué a casa de mi hermano con los pies empapados, en short y camiseta, y los demás estaban vestidos como para un bautizo o, mejor dicho, una barbacoa en El Escorial. Todos menos mi hermana, que, como siempre, iba de bailarina de Daddy Yankee.

La fiesta siguió su curso y cuando ya la gente iba empezando a desaparecer me acerqué a mi hermano y le susurré "te debo el regalo, era una camiseta del Aleti". Él me miró sonriendo, con Lucía en brazos y me respondió: menos mal que no la conseguiste, mi hija, es del Madrid.

jueves, septiembre 02, 2010

Asco de vida


Me encuentro diez pavos en un bar del Rastro. Los meto al bolsillo con disimulo y regocijo interior. Salgo. Veo un graffiti que me gusta y le hago una foto rápida con el teléfono. Doscientos metros más adelante descubro que con ese gesto, he tirado de mi bolsillo los diez euros.

Mi ex siempre dijo que le encantaba mi pelo, que no me lo cortara nunca. Durante años busqué un peinado que permitiera dominar mis remolinos sin tener que recurrir a mis acostumbrados cortes militares. Ahora sale con un calvo.

Mi hermanito casi nunca puede jugar con nosotros al fútbol, porque su vida de empresario lo tiene esclavizado. Después de meses de intentarlo, al fin viene y juega con nosotros. Para la pelota, amaga a la derecha, sale por la izquierda. Un colombiano le pisa el dedo y se lo rompe.

Bailo con Bea, le muerdo el cuello, suave. Me empuja, riendo. Bailo con otra rubia, menos guapa. Minutos después llega Bea y me lleva del brazo hasta el otro extremo de la disco. "Era muy fea para ti", me dice, "¿y tú?", pregunto, y me contesta: "muy guapa".

Veo en correos.es que mis polos Abercrombie han llegado ya, y puedo pasar a recogerlos. Doy veinte vueltas buscando donde aparcar, lo hago en zona azul, faltando veinte minutos para que acabe la hora de pago de parquímetro. La oficina de correos está cerrada por las tardes hasta el fin del verano. Vuelvo al coche, tengo una multa.

Me entran ganas de beber té con leche. No pienso en otra cosa. Llego a casa, me ducho, me tiro en calzoncillos en el sofá. Me sirvo un megavaso de mi única botella de leche, lo mezclo con té helado. Pongo un capítulo de "The Big Band Theory". Bebo un sorbo. Mi leche ha caducado hace dos semanas.

Marie-Flore me dice que quiere que tomemos algo. Para hacer tiempo, me voy de compras a Ikea, Tommy Hilfiguer, y Zara. La llamo tres horas después de patearme el centro comercial completo, me dice que sigue en la oficina y no tiene pinta de salir hasta antes de las 10. Vuelvo a casa y ceno solo. Cien euros menos en la cuenta.

Esther me dice que le gusta mi barba de tres días. Segundos después añade: "disimula mejor esos granitos pequeños que te salen siempre".

Veo a Vero después de tres años y un parto. Me acerco y le digo lo guapa que está, me dice que tengo los hombros musculados. Me hincho como un sapo, orgulloso. Luego me dice "pero, ¿estás más pequeño?". Me desinflo como un tubo de pasta de dientes pisado por un elefante.

Quedo con mi amigo para pasar un fin de semana en Valencia. La noche anterior a salir de viaje, me da conjuntivitis.

Hoy un amigo farmacéutico ha traído "condones para todos". A mi, me ha regalado una caja de Kleenex y loción humectante.

Una amiga de un amigo sube una foto mía a facebook, en la que salgo siendo atropellado por una vaquilla. La comenta mi madre. No sé qué es más humillante, ver mi cuerpo revolcado en el ciberespacio o el comentario de mamá: "ay papi, luego voy tu a casa y te echo reflex".

Mis amigos proponen contratar siete putas para mi cumpleaños número 30, imagino una fiesta en plan "The Hangover", soy feliz con esa imagen. Se entera mi novia y la fiesta termina siendo una fiesta temática de los '80.

Dibujo una polla en el escritorio de un amigo del trabajo. Edita una foto mía en la que besaba la copa de la Champions League y la sube a la intranet de la empresa. Salgo besando la polla que le dibujé.

La pelirroja del trabajo al fin me dice que sí, que se quiere enrollar conmigo. Ponemos fecha. Marie-Flore me sorprende dándome una plaza de garaje que hasta entonces usaba alguien, de estrangis. Aparco gratis una semana. Cuando la pelirroja se entera (un día antes de nuestra cita sexual) que soy yo quien le ha quitado la plaza, deja de hablarme.

Trabajo mis abdominales hasta la locura. Consigo marcar el six pack después de mucho sufrimiento. Iván dice (y las chicas lo secundan) que un tío mayor de 30, sin barriga, tiene que ser maricón.

Juega el Aleti. Suena el teléfono. Es Ana, y pongo el mute. Le digo que sí, que quiero quedar con ella, que le prestaré toda mi atención esta vez. Golazo del Kun Agüero. Grito como un poseso. Recojo el teléfono del suelo, Ana ha colgado.

Mi primo publica fotos suyas de su fin de semana en Warner Bros. Park. Se le ve contento, como un niño, rodeado de sus personajes favoritos de la infancia. No ha notado que el Gallo Claudio está haciendo el gesto de sodomizarlo, con las manos tras la nuca y todo.

Iván nos invita a comer en su piscina. Comemos, reímos, hablamos y volvemos al trabajo. Julio no le dice a nadie que lleva el traje de baño bajo la ropa normal. Suda como un cerdo, creía que nos íbamos a bañar, dice luego.

Hélène entra en la oficina radiante, recién salida de la peluquería. Viene y se sienta en mi mesa, le digo lo guapa que está y me contesta "quiero que mi marido vea lo que se ha perdido estos días que ha estado de vacaciones con los niños". La erección (inútil) me dura horas.

Quedo con la tía buena de la universidad, que me ha encontrado por el Facebook. Me dice que usará la camiseta de la Carlos III, "por si no la reconozco". Creo que es broma, cómo olvidar sus piernas eternas y su pelo rizado. Cuando llego al café veo a través del cristal a una treintañera de 90 kilos engulliendo un muffin. Es la única con la camiseta de la facultad. Me vuelvo a meter al Metro.

Voy a un concierto de los Hombres G. Antes de comenzar una morena impresionante me toca el hombro y me pide que la deje ponerse justo delante de mi. Le pregunto que cuáles son sus intenciones y me dice "es que el telonero es mi novio, y quiero verlo de más cerca".

He visto que mi vecino ha comenzado a comprarse la misma ropa que compro yo. Lo odio, y digo entre dientes que debería buscarse una vida. Después descubro que duermo solo y tengo un KIA, mientras que él sale con una pelirroja y tiene un Audi descapotable.

Voy a una playa buscando paz, tranquilidad y anonimato. Me equivoco de sitio y termino alojado al lado de una playa nudista. Soy el único que va vestido. Me paso la mitad de las vacaciones en la piscina del hotel.

Salimos de juerga y quedamos en pagar una ronda cada uno. Cuando me toca pagar a mi, estamos en "Fortuny". La gracia me ha salido por casi cien pavos.

Pongo una canción de Ricky Martin en tu muro de Facebook. La eliminas y subes una foto, besándote con tu novio en la Costa Azul.

Hoy Laura me ha dicho que huelo a canela. Yo no he podido decirle que ella huele a paz.