jueves, septiembre 16, 2010

Todo es plata


Pago el seguro del coche, anualmente. Antes eran 250 euros, pero ahora, que tengo un Mercedes, he pedido que me cubran también rotura de lunas, robo, incendio y meadas de perro. El seguro, ahora, cuesta 320 euros al año.

Pagué la transferencia del coche, que, como es un Mercedes, cuesta que te cagas. Según el Ayuntamiento de Madrid está valorado en 2500 euros y debo pagar el 4% por la transferencia. Ya, pero me lo han regalado, miento, y me dicen que, entonces, debo pagar una cesión firmada por notario. Pon que pagué mil euros y quítame el 4%, sugiero. La voz cantante dice que eso, más las tasas de transferencia, más los honorarios de Gestoría, más el IVA hace un total de 147 pavos y pico. Me cago en tus muertos, pienso, pero digo, bueno, será eso entonces, y salgo de la Gestoría que está al lado de la Casa de la Moneda.

Llego a casa y me tiro a la cama. Desde allí veo una pila de sobres sin abrir, casi todo facturas y recibos del banco que me siguen llegando a pesar de haber pedido que dejen de mandarme esa mierda. El primero es Jazztel, o sea, la gente que me alquila Internet+teléfono. Lo abro y me cobran casi 60 euros + IVA. Busco una oferta mejor en el teléfono. Llamo a Jazztel para darme de baja y una argentina me dice que no, que no no no, que ¿qué haces? ¿si llevás pagando 33.30 euros desde hace tres meses? Le creo. Pero para asegurarme abro otra de las seis facturas y, sí, por ser cliente antiguo (más antiguo que cliente) me han aplicado un descuento sobre la factura, y sobre la velocidad de la conexión también. Antes tenía 20 Megas, ahora, 3. ¿Le puedo ashudar en algo más?. No. Cuelgo

Abro la nevera y sólo veo media cebolla envuelta en plástico, dos arroz con leche del Dia, caducados y tres Carlsberg. Salgo de casa rumbo al Carrefour, con mi carrito de la compra. En la calle veo a la chica que pone multas, a punto de ponerme un ticket en el parabrisas del Mercedes. Recuerdo, entonces, que no tengo aún el ticket de residente y debería haberle puesto monedas al parquímetro. Le doy mi mejor sonrisa, y, como es fea, surte efecto. Pago 1 euro por media hora de parking y sigo mi camino hacia el Carrefour. Me recibe el segurata y me dice que, con carrito, no puedo entrar. Le explico que mi euro para dejar el carrito se lo ha llevado el parquímetro, pero el puto cabrón con uniforme de poliester me dice que no puedo pasar, imitando la voz y el porte de Robocop. Le pido a la cajera que me cambie un billete de 5 euros y me dice que espere a que termine de pasar la compra de una vieja, para poder abrir el cajón ese donde guarda el dinero y que siempre está lleno de mierda. La vieja, indecisa, y al ver que no lleva el dinero suficiente, no decide si dejar las toallitas de limpiarse el culo o las mil barras de pan. ¡Las toallitas, señora, las toallitas!, grito, desesperado.

Ya dentro, he olvidado completamente a qué coño he venido. Como siempre. Me paseo por los pasillos como un recolector mareado y pillo pollo, carne, leche, panes de leche, straciatella con leche, zumos de fruta con leche, y arroz con leche. Pienso: luego vendrá mamá a casa y dirá que debo tomar más leche. Meto también en mi cestita (carrito, ¿pa' qué?) té helado, Carslberg, pasta Barilla, salsa para pastas, un bote de espárragos que no comeré, pero colecciono, arroz al vapor (que me gusta, y además Estefi siempre dice "ay Chris, qué bien te queda el arroz"), alubias, tomate frito, una botella de Vino de Valdepeñas porque el Rioja es para guiris, un ambientador para el Mercedes, Ariel, suavizante para la ropa y un disco de Amaral. Paso por la misma cajera que me dio el euro para el carrito y me saluda otra vez. Con lo poco que a mi me gusta decir "hola". Son 55 con 30, me dice. Le doy mi tarjeta nueva con super chip personalizado y ultra cibernética. Me pide el DNI. ¿Para? pregunto, si con esa tarjeta y el pin que te daré ya no es necesario. Entra en un bucle y dice el DNI, el DNI, el DNI. Se lo doy, se calla, pago y me largo.

Morgane me pregunta si voy a ir al concierto de Arcade Fire. Ticketmaster: 55 euros. Digo que no. John me pregunta si me apunto al concierto de Calamaro. Ticketmaster:50 euros. Pasando. Me llega un e-mail de Planeta d'Agostini preguntando si quiero suscribirme a la colección de cómics de Batman. Precio mensual: 40 pavos por churrucientos meses. Esto... no. Compro la última revista Mojo (8.50 euros), que trae un especial de los 40 años de "Let It Be" (verysí, diría mamá), me llega un sms preguntando si quiero la edición coleccionista de la revista, con un vinilo. 25 euros. Va ser que no. He ganado la subasta de Abercrombie, tres polos por 45 pavos. Pagar Ahora. Ha pasado el verano y mi casero me llama sólo para decirme que el descuento por no tener piscina no se aplica a septiembre. 750 euros que se van volando. Hijo de puta. Cristina me pide salir esta noche, echo cuentas y la última vez entre copas, parking, sartenes de huevos fritos y demases me dejé 65 euros. Me divertí que te cagas, pero dormí solo y mi único logro fue morder a Bea en el cuello. Le digo a Cristina que sí, que voy.

Mi jefe está en Francia. Hago mis cosas sin presión, termino pronto y me meto a Play.com. Compro un disco de The Doors, otro de The Beatles, uno de Radiohead y una camiseta de Rambo. Amarillo patito. 20 euros. L'oreal online. Compro cremas, astringente, espuma de afeitar 32 euros.

Salgo para París mañana. El billete me costó 87 euros. Mis amigos parisinos me ofrecen un sofá con niña de dos años que se despierta a las 7 de la mañana, incluida. El hotel cuesta 100 euros la noche. Un sleepin' bag del Decathlon es el plan B, vale 9 euros. Me calmo, abro una Carlsberg ya fria y pienso mientras veo al Madrid jugar como el culo a pesar de toda la pasta que se han gastado: cenar en París, salir de fiesta, hacer fotos, entrarle a las francesas, y todo al lado de mis amigos, no tendrá precio.

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