viernes, julio 20, 2007

¿Cómo quieres que me acuerde, pues mamita?


¿Cómo te llamabas? Nos conocimos en la editorial San Marcos, en la que trabajé por un año digitando facturas y albaranes aunque en mi curriculum puse “responsable de sistemas de inventario”. Tú trabajabas en secretaría, con una gorda descomunal que odiaba a Tomy, y la jefa, que años atrás también fue secretaria hasta que se casó con el dueño. ¿Gilda, Rebeca, Marta?

Olías raro, como a carapulcra, y los comerciales te veían sin ganas, como se ve a la prima fea que todos tenemos (yo más de una). La tía Chela, que así se llamaba tu jefa, te cuidaba como a esa hija trabajadora que nunca tendría, y me parecía que tú también la querías mucho. Ella, en cambio, no pasaba a la chica de recepción que sólo se preocupaba de su aspecto y no de atender el teléfono, y que, ya que estamos hablando, te cuento que Carlos se tiró una noche húmeda en un hostal apestoso de San Miguel. Esa noche, se confesaron uno al otro sus ocultas paternidades, él tenía una hija, y ella también. ¿Sandra, María, Esther?

Carlos decía siempre que yo te gustaba, pero yo en ese tiempo moría por otra y no te veía con buenos ojos, parecías presa fácil, y como buen pescador te devolví al mar varias veces. Además, en el almacén de la editorial trabajaba tu hermano, un gordito reilón que si quería podía partirme en dos como a una alita de pollo del Norky’s, al que la chica de recepción apodaba “El Corky”. El dueño les tenía aprecio, imagino que porque le recordaban su pasado humilde, cuando vendía sus libros de matemáticas en el suelo de las universidades; al menos eso me contó Tomy, y en cuestión de chismes él siempre se los sabía todos. ¿Mariana, Teresa, Alejandra?

Un mes cualquiera, cuando ya yo buscaba nuevos aires los domingos en el suplemento laboral del Comercio, llegó a la empresa Marco, cuñado de la jefa de ventas, a trabajar en el almacén. No duró mucho en el puesto, hizo una hoja de excell que sumaba productos de dos en dos, y a la tía Chela se le pusieron los ojos blancos ante tamaña iniciativa y lo premió con un ascenso al departamento comercial. Tomy y yo nos hicimos sus amigos, vivía en Malandrena y cada vez que lo visitábamos yo me quitaba el reloj y mis aretes de oro. ¿Tiburcia, Candela?

Una noche quedamos (la idea fue de Marco) en una discoteca de la avenida Arequipa, no hubo problemas para entrar y ya cuando llevábamos allí un par de horas, te vimos llegar. Nos extrañó un poco, porque nos había dicho que tus viejos no te dejaban salir de noche, pero te deschavaste y en menos de quince minutos ya te habías zampado tres chelas, sin respirar. Tomy y yo empezamos la cacería, pero las únicas flacas que nos llamaban la atención, sólo nos miraron el tiempo suficiente para dejar bien clarito que si nos acercábamos nos rociaban con su spray anti-cholos. ¿Azucena, Viviana, Kimberly? No, no tenías cara de Kimberly.

Ya cuando quedaba poca gente bailando me acerqué a ti, jodido por no haberme levantado a nadie, seguro que fue por usar Brut, que es una colonia de pueblo joven. Sonreíste, y me llevaste de la mano hasta el centro de la pista de baile, lejos de las miradas de nuestros amigos. ¿Era una salsa, o rock argentino? Te pegaste y me mirabas con ojos de cuy en adopción; pensé “a la mierda” y te besé la mejilla, me ofreciste la boca y acepté. El peor beso de la historia mundial. Sabías a coliflor.

Salimos de la discoteca y Marco, Tomy y yo compartimos taxi. De camino comentábamos la falda de Lourdes, las tetas de la azafata de Pringles, y, sin querer, se me escapó que nos habíamos besado. Creo que hasta el taxista frenó en seco. Me miraban estupefactos, y segundos después del susto se cagaron de risa.

- ¿Por qué, huevón, ‘tas loco? – dijo Marco.
- Este en el fondo es un cholero del carajo – sentenció Tomy.

Yo, hice un gesto de la Chilindrina y dije imitando su voz “pero no lo vuelvo a hacer”, y nos reímos todos. Ya estábamos llegando a la avenida La Marina, y Tomy y yo bajamos a chapar una combi. Mientras esperábamos alguna, Tomy me miraba y seguía riendo, “un cholero” decía “un cholero de cuidado”

jueves, julio 19, 2007

Al rincón quita calzón


Mi primer ciclo en la universidad, podría decirse que no existió. Entre que yo no decidía ni quién era ni quién iba a ser, y mis “profesores” que decidieron acatar una huelga tercermundista, mi educación se vio limitada a cuántas personas entraban en el toyota de Tito y la tolerancia a la arena caliente de las plantas de mis pies. Eso fue hace diez años (como pasa el tiempo) pero mi país sigue en las mismas. Hace unos días, no sé cuantos, el gobierno de Alan García anunció que los profesores deberían volver a examinarse. Y yo que pensaba que Alan no pensaba.
Toda mi vida me he visto rodeado de profesores incapaces: unos que se dedicaban a preguntarme si sabía la letra de las canciones de Esther Granados (y “enseñaban” religión), otros que haciéndose llamar ingenieros no sabían resolver una matriz de tres por tres (tú, Valdivia), y ya el colmo de los colmos era el imbécil de turno que cuando le preguntabas algo te respondía “investigue alumno, investigue” sin dejar de leer El Bocón.

Pero claro, esos "maestros", sabiendo que no podrían jamás impartir clases en el ámbito privado y que sólo afiliándose a un sindicato sobrevivirían antes de verse obligados a hacer taxi, se unían al SUTEP cuya misión, visión y demás es hacer una huelga cada cierto tiempo, paralizando el sector educativo del Perú y balnearios. Su última pataleta, motivada por los exámenes antes mencionados, ha generado 70% de pérdidas en el sector comercial del centro de Lima, porque claro ¿quién va a querer comprar algo en la avenida Abancay si llegan estos manganzones y te arriesgas a que te caiga una bomba lacrimógena en la ñata?


Un “dirigente” apellidado Huaynalaya, al que el primer ministro ha tildado de “ser obsceno de pasado senderista”, boicoteó la última reunión general del SUTEP, organizada para discutir un acuerdo con los mandamases del gobierno. El boicot consistió simple y llanamente en no asistir a la reunión, motivando la falta de quorum mientras ellos se quedaban en su local del jirón Caylloma (conocido por ser uno de los focos de la prostitución limeña) tomandose unas chelitas a nombre de los estudiantes que no podían asistir a clases. Con gente como esta, es dificil que la educación en el país salga de la vergonzante posición en que se encuentra.

Sabiendo esto, recuerdo a mi “profesor” Aradiel que no me enseñó un carajo en la universidad, y al que en mi humilde opinión nombré como el peor de mi historia educativa, pero que aún así, gracias a sus contactos y amiguitos, llegó a ser jefe del área de investigación. No mojen que no hay quien planche.

lunes, julio 16, 2007

La copa de la vida


Brasil jugo como Italia, no le recordaba un partido tan feo desde la final de USA 94 (que también ganó). No sé quién fue el que dijo que si los brasileños aprendían a respetar a su entrenador y a seguir una táctica, los campeonatos deberían jugarse por el segundo puesto. Durante toda la Copa América, muchos echaron en falta que entrara Diego o Anderson, para que el espectáculo apareciera y no se confirmara que, sin Kaká ni Ronadinho, Brasil jugaba a destruir el mediocampo de sus rivales. Pero todos los temores se volvieron realidad y Dunga, que en su vida hizo una finta ni dio espectáculo, convirtió a los pentacampeones en el mejor imitador de la selección italiana que he visto en mucho tiempo. Dos centrales despiadados que sabían que jamás serían expulsados, tres volantes de contención que marcaban en posta cuando había algún habilidoso cerca o que cerraban sin piedad a cualquiera que condujera el balón más de tres metros, un enganche defenestrado de dos de los mejores equipos de Europa que se dio el lujo de hacer un golazo en la final, y un enano habilidoso que aprovechó momentos de desajuste temporal de hipotálamos chilenos o mexicanos para convertirse en el goleador del campeonato.

Medalla de oro para ellos, y la plata para los eternos favoritos comandados por un Bielsa que no vio nunca que Riquelme se esconde en los partidos grandes, que esto no es la Copa Libertadores, que no estaban en la Bombonera, que el chico, fuera de su barrio no hace ni una, que por algo lo echaron del Barcelona y falló el penal decisivo que eliminó al Villarreal de la Champions. Messi, orgulloso, lo intentó siempre pero estaba muy solo, necesitaba a Crespo o a Julio Cruz, y a modo de protesta se quitó la medalla de plata un segundo después de que Blatter se la pusiera en el cuello. Ganó Brasil, y a diferencia de la final del mundial gringo, no me dio ninguna alegría, ni Pepe, ni Elano, ni el horrible Wagner Love merecen guardar esa medalla de oro. Pero así es el futbol, si el premio fuera para el que más lo intentó, el campeón sería México. Y ya si tocamos la fibra personal, añadiré que nunca vi jugar a Perú tan mal y lleno de complejos (mira que es difícil) que ante Bolivia.

Robinho campeón, Messi sub-campeón, y Pizarro al Chelsea como tercer delantero.

viernes, julio 06, 2007

Qué bien te va, care'balde


El care’balde había progresado (monetariamente hablando) mucho en la vida, tenía su pequeña empresa y de vez en cuando volvía a Lima a pagarle unas cervezas a sus amigos. Éstos, pa’ cojudos los bomberos, lo nombraban padrino de todo lo apadrinable: hijos, hijas, sobrinos, vecinos, techo, y ya si hablábamos de yunsas no había perde, el care’balde siempre tumbaba el árbol aunque no hubiera siquiera cogido el hacha. Muy lejos habían quedado los días en que sus vecinos se burlaban cuando él, retrasadito donde los haya, salía calato a la calle, o cuando por enésima vez lo jalaban en el colegio, por no saber la tabla del uno.

- El care’balde, la tumbó el care’balde – gritaba la gente, mientras el pobre intentaba recordar el momento en que empuño el hacha a la vez que meaba en la fachada de la farmacia.
- El próximo año compras el árbol care'balde, acá te vamos a dejar listo el hueco en la calle todo el año pa que lo plantes.

Sin embargo, el care’balde, a veces se dejaba aconsejar, y dejándose llevar por un amigo se compró una casa en un barrio de moda, pero a tu lado pe’ chato, que somos del barrio y nos llevamos bien. Hizo una fiesta y la gente que llegó pensaba que era una pollada y jodieron las paredes manchándolas de huellas de zapato, el parquet nuevecito también sufrió ataques anónimos y fue rociado sin piedad con la espuma cerveza que sobraba en los vasos. El pobre care'balde no sabía que hacer, y se consolaba pensando estoy haciendo felices a mis amigos, ahora me van a querer más. Mientras, algunos de los invitados susurraban no me gusta la pintura, yo no hubiera puesto allí esa maceta, tanta plata y no puede poner aire acondicionado el duracell este, qué calor hace acá, carajo. Uno se manchó el polo de salsa de tomate y, sin dudarlo, se metió hasta el dormitorio y se puso una camisa del dueño de casa, después te la devuelvo comparito, no te vas a arañar por una camisita, tú que tienes tantas ¿no?

La fiesta acabó, y el care’balde respiró aliviado, pensando ahora en la piscina que le terminarán de poner cuando acabe el verano, en la próxima yunsa en el Callao, a la que no podía faltar, ni a la procesión de la Virgen del Carmen porque la hermandad lo había nombrado padrino vitalicio; no se podía perder tampoco el mundialito de la inmigración, que por algo había comprado uniformes a los muchachos, y no podía faltar a la boda de su sobrino, que lo había elegido como padrino, testigo y un poco más hasta lo ponía de cura, y él para corresponder tanto cariño le había regalado la luna de miel en Cancún. La fiesta ya era un recuerdo y el care’balde sonreía con un cerveza en la mano, sentado en su jardín, pensando: menos mal que tengo tanta gente que me quiere, sin darse cuenta que dos de sus invitados, borrachísimos, meaban sin piedad sus rosales recién plantados...al lado del plátano.