viernes, julio 06, 2007

Qué bien te va, care'balde


El care’balde había progresado (monetariamente hablando) mucho en la vida, tenía su pequeña empresa y de vez en cuando volvía a Lima a pagarle unas cervezas a sus amigos. Éstos, pa’ cojudos los bomberos, lo nombraban padrino de todo lo apadrinable: hijos, hijas, sobrinos, vecinos, techo, y ya si hablábamos de yunsas no había perde, el care’balde siempre tumbaba el árbol aunque no hubiera siquiera cogido el hacha. Muy lejos habían quedado los días en que sus vecinos se burlaban cuando él, retrasadito donde los haya, salía calato a la calle, o cuando por enésima vez lo jalaban en el colegio, por no saber la tabla del uno.

- El care’balde, la tumbó el care’balde – gritaba la gente, mientras el pobre intentaba recordar el momento en que empuño el hacha a la vez que meaba en la fachada de la farmacia.
- El próximo año compras el árbol care'balde, acá te vamos a dejar listo el hueco en la calle todo el año pa que lo plantes.

Sin embargo, el care’balde, a veces se dejaba aconsejar, y dejándose llevar por un amigo se compró una casa en un barrio de moda, pero a tu lado pe’ chato, que somos del barrio y nos llevamos bien. Hizo una fiesta y la gente que llegó pensaba que era una pollada y jodieron las paredes manchándolas de huellas de zapato, el parquet nuevecito también sufrió ataques anónimos y fue rociado sin piedad con la espuma cerveza que sobraba en los vasos. El pobre care'balde no sabía que hacer, y se consolaba pensando estoy haciendo felices a mis amigos, ahora me van a querer más. Mientras, algunos de los invitados susurraban no me gusta la pintura, yo no hubiera puesto allí esa maceta, tanta plata y no puede poner aire acondicionado el duracell este, qué calor hace acá, carajo. Uno se manchó el polo de salsa de tomate y, sin dudarlo, se metió hasta el dormitorio y se puso una camisa del dueño de casa, después te la devuelvo comparito, no te vas a arañar por una camisita, tú que tienes tantas ¿no?

La fiesta acabó, y el care’balde respiró aliviado, pensando ahora en la piscina que le terminarán de poner cuando acabe el verano, en la próxima yunsa en el Callao, a la que no podía faltar, ni a la procesión de la Virgen del Carmen porque la hermandad lo había nombrado padrino vitalicio; no se podía perder tampoco el mundialito de la inmigración, que por algo había comprado uniformes a los muchachos, y no podía faltar a la boda de su sobrino, que lo había elegido como padrino, testigo y un poco más hasta lo ponía de cura, y él para corresponder tanto cariño le había regalado la luna de miel en Cancún. La fiesta ya era un recuerdo y el care’balde sonreía con un cerveza en la mano, sentado en su jardín, pensando: menos mal que tengo tanta gente que me quiere, sin darse cuenta que dos de sus invitados, borrachísimos, meaban sin piedad sus rosales recién plantados...al lado del plátano.

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