viernes, abril 29, 2011

Los Puentes de Madridson


Me he perdido los tres últimos puentes de Madrid. O sea, esos findes largos en los que la gente aprovecha para salir volando de la ciudad y buscar algún destino, lejos de las torres de Chamartín. En el primero del año, mis amigos se fueron a Francia, Murcia, Cáceres y Sevilla. Yo me quedé en casa planeando mi viaje a New York (física y económicamente) y pensando con la boca echa agua en todas las tiendas que visitaría, las fiestas a las que iría y en Magaly y las cosas que con ella haría. Mis amigos volvieron del puente con menos dinero y cero regalos para mí que, nada vengativo, les traje algunas camisetas de "I love NY" para regalar a los tres primeros en llegar a mi casa cuando celebramos mi cumpleaños. Mientras ellos olvidaban su primer puente del año en cero coma, yo paseaba por el East Village y me metía en una librería de viejo durante horas, decidiendo si comprar un ejemplar más de El Conde de Montecristo o una de esas biblias ilustradas con grabados que tanto me gustaban de niño y leía como lo que son: una de las mejores historias jamás inventada.

Luego vino otro puente, el de Semana Santa, que tampoco aproveché. Y no lo hago desde que, en mi primer año en España, vi cómo todo el mundo buscaba desesperadamente un plan para esos días grises y me contagié como gilipollas. Busqué, entonces, un sitio al que viajar entre los chorrocientos mil que aún me quedaban por descubrir. La India y Egipto quedaban a años luz de mi bolsillo y terminé subido (solo, con un bocata de chorizo como equipaje de mano) en un autobús de la Avenida de América con rumbo a Barcelona. Caminé por Paseo de Gracia y me enamoré del Parc Güell, pero también me aburrí a muerte cuando descubrí que la Semana Santa, sin importar si cae a primeros, a mediados, o a finales de abril; es siempre un periodo pasado por agua en el que la gente te mira mal si pides un buen filetaco en cualquier restaurante. Así que este último puente, mientras Marie-Flore huía a Lille y Julio a New York, yo me quedé tumbado en el único punto del planeta en el que el sol pegaba con dulzura: El Retiro. Leí el libro de Kundera que compré en Brooklyn y no eché de menos nada. Hice siestas eternas que sólo interrumpían las ardillas e imaginé con cierta malicia a los pobre padres primerizos que en ese momento pelearían con su hijo de tres años en algún lugar de la costa, porque el nene quería ir a la playa aunque estuviese cayendo un chaparrón de tres pares de cojones. Os jodéis.

Ahora, que empieza el tercer puente, de Mayo, que no si es por el día de la Madre o por el del Trabajo (que yo creo que son sinónimos, pero esa es otra rayada de la que escribiré un día de estos), pienso quedarme en casa también, y, como mucho aprovechar one more time de la ciudad en la que vivo que en días como estos mola más. Porque:

  • No haces cola para entrar en los garitos .
  • No tienes que abrirte paso a codazos para llegar a la barra a pedirte un whisky, entre niñatos que beben lo más barato del lugar, con aires de agente secreto.
  • El metro no está petado, la gente no huele mal ahí abajo, porque pocos curran esos días.
  • Puedes pasear por la ciudad sin verte arrastrado por alguien que camina como si fuera a perder el Last Train to London.
  • Los museos no están llenos de señoras que están ahí sólo para aprovechar el aire acondicionado.
  • Hay menos posibilidades de que algún cani se equivoque de sesión en el cine, se siente a tu lado y se pase criticando tu película de Haneke porque no entiende una mierda. En los puentes, ese cani se ha ido a su pueblo a fardar de las cosas guays que hace "en Madrí".
  • Haces la compra con tu paz. Y las cajeras no sonríen (nunca lo hacen) pero al menos no pasan por el escaner los huevos que acabas de comprar con una velocidad endiablada, como si fueran un explosivo radioactivo a punto de estallar. (De hecho, cuando no es puente, alguna vez estallan, le dan a un botón rojo y viene una cajera que por su gesto parece llevar muchos años en esto del "cabreamiento cajerístico" limpia todo con una bayeta que huele a pies y te dice que tienes que ir tú, el cliente, a buscar otro paquete de huevos porque ellas "ya lo pasaron por el escaner". Acojonado, porque ella tiene una bayeta apestosa y tú no, vas a por los huevos y si eso de paso pillas un paquete de salsa de tomate de marca, para calmarla).
  • Aparcas de putamadre.
  • No hay atascos.
  • Hay descuentos en el Teatro Español, y ya no me tengo que sentar en el último asiento de la fila de al lado del techo. Que sí, se ve bien, pero mola más abajo, y ver así bien a Aitana Sánchez-Gijón.
Esta noche antes de salir de copas con las francesas compraré provisiones para estos tres días. Prepararé mis aposentos y como decía Michael voy a relax my mind, lay down and groove. A los que se vayan al pueblo y eso, mil gracias, por dejarme la ciudad.

lunes, abril 25, 2011

Sábado Crucis


A Cecilia le gustaba más mi pelo largo, como el de tu perfil del facebook. Le digo que me lo corté en una barbería de Chelsea, en New York, a la que entré cuando estaba cansado de caminar. Magaly nos contactó en el facebook y yo, sinceramente no me acordaba ni cómo era ella. Sólo recordaba que se moría por mi amigo Toño, hace más de 20 años. Cuando me dijo de quedar, me pregunté que cómo nos reconoceríamos, ella contestó yo no me olvidaría de ti. Entonces debí sospechar, pero como soy toli...

Magaly insistió mucho en que saliera con ella, por eso de que no conocía la ciudad mucho y demás. Ok, le dije, pero que no espere peruanadas porque yo de eso no gasto. Y entre procesiones, comilonas y el gol de Ronaldo al Barça en la final de la Copa del Rey, le mandé un mensaje por facebook, en plan hola, soy yo, ¿qué tal por Madrid? quedamos cuando quieras. Me contestó al nanosegundo y me dijo que si eso salíamos un día a bailar y me dejó su número de teléfono. Yo estaba más pendiente de buscar mis gotas para los ojos (Hyabak, pero que siempre pido como Tsyapka, por una extraña razón) que en pensar en quedar con ella. Encima había un rumor en la oficina de que la mitad más uno pasaba de hablarme por cotilla y tuve que fingir (por recomendación de un tercero) que esas cosas me importaban. Hablé con Estefi, con Esther y Silvia pero sólo esta última entendió la lógica de mi razonamiento:

- Vamos a ver, Silvia, yo, que paso de la gente, yo, que invito 6 personas de 80 a mi cumple (sorry por no incluirte, by the way), yo, voy a perder mi tiempo para contarle al mundo que dos pibas pillaron en la última noche de juerga. Venga ya.
- Tienes razón, Chumi. Pero ellas creen que sí.
- Me la sopla - confesé y terminó así mi cruzada por limpiar mi imagen.

Así que quedé con Cecilia el sábado de gloria. Llegó 30 minutos tarde y me pilló chateando con Magaly por el móvil.

- ¿Que dice?
- Que nos lo pasemos bien y subamos fotos al feis.
- Mandale saludos.
- Ya apagué el chat. Y si haces fotos no me etiquetes, porfa.

La llevé a un sitio pequeñito, que Julio me había enseñado, donde las Caipiroskas. Pedimos dos y nos contamos un resumen de nuestras vidas pasadas. Ella estaba separada con dos niñas, yo separado y el niño era yo; ella acababa de llegar a Madrid, yo llevaba ya diez años y era hincha del Aleti; ella nunca había estado enamorada de Toño sino de mi, pero de eso ya hace mil años jajajaja; yo nunca había estado enamorado de Magaly, sólo me gustaba una niña de otro barrio pero ni recuerdo su nombre jejejeje; a ella le gustaba mi pelo un poco más largo, y a su prima y a su vecina Mary también; yo no sabía donde vivían ellas exactamente ¿al lado de los Figueroa? ¿o de los Reyes? Mi tío se casó con una de los Reyes.

Salimos del garito y ella dijo que le apetecía un buen whisky. Recordé entonces uno de los pocos lugares sin garrafón (al menos tan escandaloso) de los alrededores y bajamos hasta allí. Pedi dos Johnnies y cuando pagué con tarjeta la camarera me dijo, con guiño incluido "eres paisa, lo imaginaba" y Cecilia flipó un poco. Yo le devolví las copas y le dije, por ese gusto ponnos un poco más de whisky, anda. Y coló. Sentados en una mesa con velitas ella me contó que igual retomaba sus estudios, y yo le dije que después del máster decidí no estudiar más porque descubrí que no servía de nada; ella me contó que parlaba un po d'italiano y que pensaba subir a Roma dentro de poco, yo le dije que yo ya había ido dos veces; me dijo que le gustaban mis ojos, le dije que cada uno me había costado 1000 euros en una clínica de láser de la Castellana. ¿Quieres bailar?

- ¿Te gusta este sitio? Se llama Berlín Cabaret y es lo único decente que hay por aquí.
- Sí, es muy... rojo.

Bailamos, pedimos la copa de garrafón que te dan con la entrada, un tío de Vallecas me dijo que Cecilia estaba buenísima y yo le propuse cambiarla por su novia. Me dijo que no, al menos esta noche. Sonó I just can't get enough y eso se volvió Sodoma y Gomorra.
Magaly me escribió al día siguiente preguntándome si había ido todo bien con su amiga.

- Buf- contesté.
- ¿Ese buf es de aburrimiento o de satisfacción.?

Preferí no responder. Soy un gentleman.

viernes, abril 15, 2011

Ay cosita linda, mamá


Anoche, anoche rompí contigo y tú no lo sabes.
Me aburre que me preguntes cosas, si voy a verte voy a lo que voy. Paso de escuchar tus historias, ¿o no ves que yo no te cuento las mías? Desde un principio dijimos que nada de enamoramientos y vas y me dices que si no me ves me echas de menos. Mu tierno, sí, pero no me agobies, anda.

Anoche, anoche rompí contigo y estuve a punto de decírtelo.
Te lo iba a decir cuando abriste la puerta y estabas en pijama. ¡Venga ya! Sólo te faltaban los rulos esos de Doña Florinda y una crema de pepinos all over the face. Me dieron ganas de decirte "no soy tu marido, tía. Cúrratelo un poco". Pero me callé y me bebí tu cerveza.

Anoche, anoche rompí contigo a eso de las once.
Veía mi reloj mientras no dejabas de hablar y yo pedía auxilio a Jared Leto que bailaba en la tele, en un video de 30 Seconds to Mars, infaltable en KissTV. El cabrón se lo estaba pasando bomba con una tía cañón mientras tú, (rubia natural sí, eso que te llevas ¿por qué te tiñes de castaña, by the way?) me decías que si no fuera por las clases de Pilates que das no llegabas a los 2000 al mes.

Anoche, anoche rompí contigo cuando me metías prisa.
O sea, ¡no, tía! ¿no sabes que hay millones de mujeres que se quejan de lo contrario? Yo me tomo mi tiempo, disfruto, y me gusta que quien está conmigo disfrute. Mis años de onanismo han pasado, blondie, si tú ya estabas, al menos espérame que yo ya llegaría. Damn it!

Anoche, anoche rompí contigo tras tu pregunta final.
No. No estaba grabando lo que pasaba en tu habitación con el móvil que estaba en tu salón. El Bluetooth no sirve para eso, loca de los cojones. Paranoica. Si lo primero que hice después de fue coger el móvil es porque tenía mensajes ¿sabes? Tú fumas, vale, pues yo veo mi facebook. Y si no me crees I don't really care. Ahí te quedas.

Anoche, anoche rompí contigo al bajar tus escaleras.
Borré tu número del teléfono. Porque estás buena que te cagas, pero loca como una cabra. Borré tus mensajes también y tus e-mails. Te he bloqueado en el facebook y agradezco al cielo no tener amigos en común contigo. Pasando de ti, me subí al coche y puse la SER para comprobar que el Villarreal estaba en semifinales. Me alegré por ellos y volví a casa. El mensaje que vi era de Magaly: se había liado con un gay en el East Village de Manhattan. Contesté: well done, bitch!

lunes, abril 11, 2011

Mi voto no es secreto.


No me gusta la política, o mejor dicho, dejó de gustarme cuando descubrí que ni organizando reuniones y marchas contra Fujimori se cambiaba el resultado que los de arriba habían definido. Por eso iba siempre a votar como un renegado, vestido casi con ropa de jugar al fútbol, a diferencias de los viejos ceremoniosos que para ese día vestían sus mejores galas. Algunos lo hacían por respeto a ese acto cívico que era elegir al nuevo presidente, otros simplemente por si algún canal de televisión los pillaba metiendo su voto en la urna, y sonreír así de punta en blanco. Mis abuelos eran de esos.

La última vez que voté en Lima lo hice con la convicción de quien ya sabe que abandonará el barco y metí mi voto en la urna como si metiera una petardo en una caja de grillos. Escribí "Arriba Alianza" sobre los símbolos de los partidos y me fui tan pancho a beber un jugo de papaya. Fuera me esperaban mis amigos y alguno que otro ex compañero de colegio que, al haber nacido el mismo año que yo y en el mismo barrio, había tenido la suerte de encontrarse conmigo en la cola de acceso. Hola, me decía el pobre desgraciado y yo respondía con un levantamiento de cejas que decía ¿quién coño eres? mientras apuraba el paso huyendo de una conversación no deseada casi siempre basada en: ¿qué tal?¿qué haces ahora?¿te acuerdas del López? Se casó ¿tienes hijos ya?. Pasando.

Cuando la última elección de Alan, yo ya vivía en Madrid, con Sol, y huía de la peruanada como quien huye de la peste. Si me entraban ganas de comida peruana iba siempre al mismo restaurante (uno de los pocos con manteles y servilletas de tela) y hacía siglos que había dejado de leer El Comercio por internet. Por eso, cuando dejé mi coche aparcado cerca de la Casa de Campo y tuve que caminar los doscientos metros que me separaban de mi mesa el trayecto se me hizo eterno. Vi vendedores ambulantes de papa rellena, de causa y cebiche. En las escaleras del metro una mujer ofrecía cortes de pelo a buen precio y un poco más allá el listo de turno vendía fundas paras DNI con el escudito de Perú, sin las cuales no se puede entrar a votar. Al llegar al pabellón que nos habían acondicionado para las votaciones me encontré una cola de mil quinientos metros de largo. A tomar por culo, exclamé, y Sol secundó la moción. A punto de rendirme y de volver a casa sin cumplir con mi deber vi cómo una mujer le daba su recién nacido a un hombre y éste le daba a cambio cinco euros. Curioso, me acerqué con mucho sigilo y descubrí que todo se trataba de un negocio: ella alquilaba a su hijo y los clientes entraban sin hacer cola diciendo que el niño estaba malo y no podían esperar. Llamé a mi hermano, le pedí prestado a su hijo y en media hora estaba ya toda mi familia fuera. Me prometí que sería mi última votación.

Por eso ayer me quedé en casa durmiendo como un oso mientras mi familia se preparaba toda para ser los primeros en votar por PPK o Keiko (la hija gorda de Fujimori). Nadie quería votar por Humala, que, además de ser cholo, tenía en su currículum haber intentado un par de ridículos golpes de estado. Yo me levanté con mi paz, me exprimí unas naranjas y me compré el Esquire de Abril con John Malkovich en la portada. Borré las últimas huellas que quedaban de los tacones de Cris en mi casa y me tumbé en el sofá a ver "Blue Blood", una serie a la que estoy enganchado más por sus exteriores neoyorkinos que por la calidad de su guión. Como al mediodía comprobé que Marie-Flore seguía enfadada conmigo por haber preferido a Susana al hacer las invitaciones a mi cumpleaños; llamé a mi hermana para ver si los votantes querían comer conmigo, ya que estaban todos around my place. Me dijo que no, que volvían al pueblo, pero antes me contó una de esas cosas que explican el cómo soy: resulta que todos llegaron a tiempo al Ifema sólo para descubrir que su mesa no estaba puesta y no había nada preparado para votar. No estaban ni siquiera los suplentes encargados de vigilar el proceso y pasados cinco minutos (la tolerancia en mi familia es mínima) mi viejo se puso a gritar como un loco, indignado hasta el tuétano porque (sic) a pesar de estar en Europa nos portamos como si estuviésemos en Lima. Un hombre se acercó a calmarlo y papá lo mando a tomar por culo, con tan mala (¿o buena?) suerte de que ese hombre era el Cónsul de Perú en España y las cámaras y micrófonos de EFE estaban captando todo el momento. I love my family, molamos más que los Simpson.

Mi hermana me lo iba contando y yo me descojonaba en la cocina, mientras me preparaba unos penne rigatti. Terminé de comer y subí al Retiro a tumbarme en topless a hacer la siesta con mi revista y un libro de Santiago Roncagliolo que sirvió como almohada (porque no tiene otra utilidad). Al volver a casa vi que una amiga limeña le había puesto "te vi en la tele, chola!!!" a mi hermana en su muro del facebook. Suspiré, sonó el "cling" del microondas que avisaba que mi té estaba listo y respiré aliviado al saber que me importa una mierda quién gane las elecciones en Perú.

miércoles, abril 06, 2011

No way, Mckay


La ves, te sonríe, bailas, hablas, bailas más, Shakira, David Guetta y Papanamericano; la cosa se calma, la miras one more time, le dices algo al oído y le besas el cuello. No te empuja. Un poco tiempo después le propones "tomarte la última en tu casa". Vale, dice. Bien. Pero, ¿qué pasa en el trayecto? ¿Qué hacer? ¿Qué decir? A continuación una lista de grandes cagadas de la humanidad, entre las que (obviamente) incluyo las mías.

La insoportable levedad del ser:
- Es que lo acabo de dejar con mi novio, y yo no suelo hacer eso - dice, mientras te va metiendo mano en pleno taxi.
- Shht - interrumpes - da igual si lo haces siempre, ya verás como lo vamos a pasar bien.
- ¿Perdona? ¿Siempre?- separación brusca, mirada al retrovisor del taxista - déjeme aquí porfa.

El señor de los anillos:
- ¿Y hace cuánto tiempo que estás en Madrid?
- 11 años.
- Ah mira qué bien. Yo vivo aquí hace 6, cuando mi marido...
- Tu ¿qué, perdona?
- Mi marido. Consiguió un trabajo de segurata en una empresa - lo imaginas: dos metros, calvo, vestido de negro, coche tuneado y esposa tuneada - y por eso nos vinimos de Valencia y...
- Oye me siento mal, creo que me han dado garrafón. ¿Te importa darme tu teléfono y te llamo otro día?

Nothing "Gili":

- Joer, no estoy pedo ni nada. El taxi ha venido super rápido.
- Sí, si, es que vivo al lado del centro. Este whisky es muy bueno, me lo regaló mi hermano.
- ¿No tienes JB?
- ¿Qué es eso?
- Whisky, siempre bebo eso con Red Bull. ¿Y esa música, qué es?
- Miles Davis.
- Pon los 40, mejor.
- Ok, si quieres. Mierda, pásame el libro ese porfa, que lo vamos a mojar.
- De qué es.
- De arte. Botticelli, Modigliani...
- ¿Esos jugaban en la Juve?
- Are you fuckin' kiddin' me? Get the fuck outta here!!

Cuando Harry conoció a Sally

- Me encanta tu casa. Esta lámpara es chula.
- No digas nada, niño. Túmbate - baila y se quita el vestido de un tirón.
- Preciosa.
- Gracias, ¿quieres beber algo?
- Vino, si tienes.
- Vuelvo en nada.
Te quedas esperando, y de golpe oyes un grito electrizante. Te levantas corriendo y ves a la chica tapándose con un trapo de cocina, gritándole a un pervertido que la observaba a través de la ventana. Le insulta, llama a la policía que llega a los dos minutos. Te vas a casa preguntándote por qué la gente no sabe que en IKEA las cortinas son super baratas.

La Vita non è Bella:

- Mi piace molto la tua bocca.
- E troppo utile, Chiara. Con il labbro faccio spazio.
- Haha, ¡stronzo!. Attenti, non voglio innamorarti, eh.
- Tranquila. Non è possibile
- ¿Ah no? ¿Perché?
- Percho io sono ancora innamorato d'un altra.

La Ciudad y Los Perros:

- Al NH de Ciudad de Barcelona -pido, y el Mercedes vuela.
- Oiga ¿se folla mucho en el taxi? - pregunta ella, medio pedo.
- Depende, hay noches que se triunfa - responde el taxista - a vosotros, por lo que veo, se os ha dado bien.
- Uf no crea - responde, mientras yo admiro sus piernas eternas - yo a este chico le tengo que ver a diario, no puedo aunque quiera.
- ¿Cuanto es?
- 8 con cincuenta.
- Tenga.
- Que triunfes.
- Va ser que no.

lunes, abril 04, 2011

Entre Madrid, New York y La Tila de mamá.


Temblando en mi cama con sudores fríos y una depresión de caballo me preguntaba en qué me había equivocado en mi vida para llegar en ese estado a mi cumpleaños 35. Gilipollas yo (ahora puedo evaluarlo y ver que la tristeza que me ahogaba la provoqué yo mismo, porque quería) pensaba en todas las cosas que mis amigos neoyorquinos tenían: casas, hijos, mujeres fieles en apariencia y un backyard donde hacer barbacoas. Daba vueltas en mi cama aún alcoholizado, con un máximo de 15 horas de sueño acumuladas en 6 días y pensaba en todas las mujeres que habían pasado por mi vida. Sólo recordaba el nombre de tres con cariño. Quise llamarlas. Me dije, "no, nunca" y seguí temblando como un flan.

Hace rato que había amanecido y la absenta que bebí con Bea seguía haciendo que mis oídos zumbaran. Si tú bebes yo bebo dijo, e Iván desde mi sillón vintage aprobaba el reto cagado de miedo y diciendo a mi ni me miréis, cabrones. Cris aplaudía, guapísima, y Susana me miraba con terror. Slurp. Mi lengua sabía a todos los alcoholes al final de la noche. ¿Por qué nos dan un reservado, guay, con sofás y mesa de billar y no nos dan marcavasos? Creo que bebí whisky, ron, zumo de piña, zumo de nada y un poco de sudor de Estefi. Una tía que no se donde salió bailó sobre nuestra mesa de billar y nosotros la ignoramos como a un músico ambulante. Recuerdo más, las horas no pasan, quería dormir en esa cama que a Esther le pareció tan bonita horas atrás. Qué guay, ¡es roja! gritó mientras yo reía complacido.

Intento invertir mi posición para ver si así pillo el sueño de New York pero sólo logro marearme más y siento nauseas. Las mismas que sentí cuando vi a Elena enrollarse con el amigo de Julio delante de todos, después de que minutos antes (sin venir a cuento) me dijese que no pensaba besarme porque para ella yo era sólo el graciosito de la ofi. Qué decepción. Ya me estaba despidiendo de todos cuando lo dijo. Salí huyendo de su propuesta de ir a un after, y mi camino hacia el metro con los primeros rayos del sol en la cara fue de total desazón y confusión. Cuando Susana me llamó horas después y le conté lo de mi depresión mañanera me soltó, como siempre, una de esas frases que me encantan y hacen que quiera que sea mi amiga para siempre : "A ti no te gusta Elena, tío, No se te ve, pero te jode que se haya enrollado con otro y no contigo porque eres hombre, punto". Zas. Salgo de la cama, los vasos vacíos dicen hello y llamo a mamá sin quitarme la imagen de Elena follando con el amigo de Julio en algún piso de la zona norte de Madrid. Macho adolorido.

Subí volando por la carretera y en el trayecto recordé mis caminatas por Manhattan. Las barbería de Chelsea, las casas de Litte Italy, los cafés al lado de Central Park y el olor a mierda de caballo. Pensé en mis amigos y sus vidas, en la sonrisa eterna y la voz de niña de Magaly, que me acompañó la mitad del tiempo, en el Bronx y en las margaritas bien batidas. Vi one more time la estación de Penn Station, a la que llegaba cuando subía de Long Island al Midtown a comenzar mis paseos y la tienda de Abercrombie donde descubrí que soy un misio que no siempre puede comprar todo lo que quiere. Me pasé la lengua por los labios sólo para comprobar que ya se había curado la quemadura que me hice con el té hirviente de un Starbucks e intenté buscar algún resquicio (que obviamente ya no había) de mis adorados Snaples. Vi los jardines de Brentwood y los de Garden City y cuando casi me duermo como hice en el tren, comprobé que no tenía gasolina suficiente para llegar a Alcalá de Henares. Entrada en boxes.

Llegué a Alcalá al mediodía y mamá y mi hermana me ayudaron mogollón a remontar el bajón. Mamá me dio manzanillas y mi hermana me hizo ver que todo venía por los 6 días de juerga que lleva en el cuerpo, más el no dormir, más que me hacía mayor y el páncreas ya no regulaba bien y el perrito y la calandria me habían provocado un síndrome pre-menstrual de tres pares de cojones. Comí, me tumbé en la cama de mis padres como hacía cuando de niño tenía pesadillas y me dormí durante tres horas. Antes, puse en el facebook una nota de agradecimiento a todos por los buenos momentos pasados durante estos días. Pocos sabían que esos días casi perfectos terminaron con mi resistencia numantina al alcohol (al que ahora respeto más que a las olas del Pacífico) y conmigo tiritando en varias camas y con un mantel que compré en los chinos roto porque a alguien se le enganchó en el cinturón.

Al final del domingo, cuando más echo de menos alguien con quien acurrucarme (con depresión o sin depresión), mi hermano me llama y me dice que baja a verme. Cenamos juntos en casa y entre que ya he dormido, comido y demás, me encuentra de muchísimo mejor humor. Me dice que es normal lo que me ha pasado, que me pasará más veces porque soy un tío muy cerebral y busco errores en todo de forma involuntaria, por qué no en mi propia vida. Aún así, añade, te veo en la mejor forma desde que llegaste a España, te relacionas con la gente, intentas quedar, salir, ya no asumes que lo tienes todo ganado. Ya no eres el gilipollas que eras a los 24 años. Nos reímos juntos y le agradezco la visita. Me siento mejor, soy un gilipollas de 35 en plena forma, y antes de tumbarme a dormir recuerdo la última cosa de la noche: Bea y yo bailando con las narices pegadas y los dedos entrelazados. Mis amigos, juntos por mí en Madrid y en New York, música de fondo, bebidas y risas. Cierro los ojos seguro de que dormiré bien, tranquilo y dispuesto a vivir mejor este año que comienza.