domingo, enero 22, 2006

Brokeback Hornet


Ahora que la película de Ang Lee (Brokeback Mountain), ha sido premiada en el bacanal de alcohol y drogas llamado "Golden Globe", me he exprimido el cerebro, cual limón de emolientero, para buscar algunas parejitas masculinas famosas, que, si bien es cierto, no expresaban su amor de forma tan directa como los cowboys de la película, pero tenían una inquebrantable relación, que era su mejor arma para derrotar a los malos.

Mi preferida, sin duda, será "The Green Hornet" (El Avispón verde). En el que Van Williams se valía de un joven Bruce Lee para derrotar a sus enemigos: mientras él se escudaba en uno que otro golpecito tímido y chuchumecón, Kato, que así le decían al intocable Bruce en la serie, saltaba, volaba, pateaba, pegaba, se colgaba de una lámpara, subía a un armario, volvía a bajar, patada voladora, corría hacia dos robustos hombres de traje y les daba un par de sopapos sin que ellos pudieran siquiera tocarle el cachete, y lo que era más acorde con la tele de la época, sin que se cayera la gorrita de policía Village People que se manejaba el chino. La serie duró sólo un año (1966-1967, o sea que yo todavía estaba en los huevos de mi viejo), pero hasta hoy se vende Merchandising en Internet, sobretodo desde el barrio del Prince Charles y Harry Potter.
Nota: pero ni por esas puedo conseguir comprar un DVD respetable con los episodios.

Y ya, si quiero ser justo con mis recuerdos de tiempos mocosos y de cuando todavía me meaba en la cama, no puedo excluír a la pareja, ya más sospechosa, formada por Batman y Robin, esos que salían por la tele antes de que Michael Keaton, George Clooney, Christian Bale y tantos otros se vistieran de Hombre-Murciélago para volar por los cielos oscuros de Gotham City (o ciudad gótica si se me ponen esticosos). Cómo olvidar a Adam West forrado de polyester, sin vergüenza a mostrar su poco cuidada figura, y al genial Robin que, en el doblaje que conozco, siempre soltaba una frase del tipo: "Santos Pingüinos congelados, Batman, creo que ésta vez no nos salvamos de ésta", a lo que Batman, impasible y escudando su seguro sonrojo tras la plástica máscara (con blancas cejas delineadas a lo Drag Queen) respondía: "Tranquilo Robin, que por suerte llevo en mi bati-cinturón una llave que encaja en esta puerta diseñada por nuestro archi-enemigo". Como diría Condorito: plop! exijo una explicación. Y acto seguido, se las picaban del lugar en su bati-móvil, que echaba fuego por el enorme escape, dejándonos en ascuas hasta el próximo día, a la misma bati-hora y por el mismo bati-canal.

Qué nostalgia, dudo que mi sobrino de dos años recuerde en un futuro con tanto cariño al dinosaurio huachafón ese llamado Barney, pero por lo pronto, he tenido que esconder mi réplica (escala 1:43) del coche del Avispón Verde, porque he notado que lo mira con los mismos ojos con los que yo, de niño, veía los adornos del salón de mi abuela. Antes de que los pobres estallaran en mil pedazos.

lunes, enero 16, 2006

Vuelvo a las andadas


Volver de vacaciones es duro, (anda, qué descubrimiento, dirán ustedes al leer esto) pero volver con la cuenta en mínimos es peor y el descubrir Finisterre, y caminar por las costas de Brest y Pont L'Abbe además de las encantadoras callecitas de Quimper (en la foto) y Rennes, allá por las Francias, hace que la vuelta al trabajo sea especialmente ruinosa. De cólico menstrual.
No hay punto de comparación entre mi voluntarioso y barbado coordinador y las sonrisas francesas (femeninas) y ya, si nos ponemos más sádicos, y ahondamos en la herida, es bastante jodido que tras haber acostumbrado el oido a un volumen de voz normal en la raza humana, tengas que ayudar, por teléfono, a una anciana andaluza, a configurar su touchpad (o como ella lo llamaba: "el rató tásstil ése). Y eso no hay sueldo que lo pague, ni cuerpo enclenque que lo resista.
Lo gracioso, o decadente según se vea, es que mientras pasaba una semana en Francia, en vez de disfrutar al máximo, me sentía extraño, raro, autista a la fuerza, y todo por el terror que me daba hablar en francés. Y eso que llevaba meses entrenando: me bajé de Internet (sin la piratería, inculto yo sería) un curso interactivo de francés, pero terminé mejorando mi inglés, ya que el curso lo había elaborado el British Institute de no sé donde. Aproveché al máximo la televisión por cable y cada vez que podía sintonizaba TV5 para intentar comprender algo, pero sólo me moví como pez en el agua cuando, en un noticiero, entrevistaban a Vargas Llosa, que hablaba (francés con un acentazo arequipeño) sobre su último libro, que si sigue la tradición de los anteriores, llegará a mis manos, como mínimo cuatro años después de su publicación. Cholo terco, vi cine francés hasta aburrirme, pero con títulos como La Haine, Dobberman o Zazie Dans le Metro , sólo aprendí frases hechas: "tu es la bite" "baise moi" o "mon cul", que no me sirvieron demasiado en mi inserción social. A pesar de mi autismo, logré que mis bretones anfitriones creyeran que yo era muy amuse y recorrimos juntos las calles de Rennes, botella de champagne en la mano, para recibir el año nuevo, y de pasadita, un frio que te congelaba los huevos.
Pero, si la vuelta casa es traumática, lo es más comprobar que todos tus conocidos tienen propósitos para el nuevo año, y como siempre, son los mismos del año pasado, osease, ir al gimnasio, dejar de fumar, ser mejor persona, levantarse a la jefa que está tan buena y tiene unos ojos azules (bizcos, pero qué mas da) y unas..., leer un libro completo, ver una película de Clint Eastwood completa, etc, etc, etc. Por eso, mi propósito a sido retomar mi costumbre de escribir de vez en cuando, a pesar de que en mi laptop, hayan saltado las teclas "y" "u" "esc" "inicio" y las que quedan funcionen cuando les da la puta gana (perdonen la vulgaridad, pero esta vaina calienta).