martes, octubre 26, 2010

Fuckenberg


Mamá es mi amiga en el facebook.

Su primer aporte fue poner en mi muro un vídeo de Héctor Lavoe, cosa que agradecí infinitamente. Me hizo recordar las calles del Callao duro. Las mismas calles por las que, cuando niño (y también ya adolescente tardío), caminaba temoroso de que algún paisano con más calle y menos escrúpulos que yo me robara las pocas monedas que tenía en los bolsillos, mi esclava de plata y el reloj citizen falso que me regalaban cada cumpleaños. Le di a "Me gusta" y cambié mi estado a "Salsa, mi hermano!". Un amigo mio, néofito en estos temas salseros comentó el enlace con un clarísimo "WTF?". Imagino que motivado por el baile de Lavoe y sus pantalones verdes. Respondo comentando "y eso que no has visto a mi abuelo bailar con su traje celeste".

Cuando estuve en París con mis amigos, Iván nos etiquetó en la foto de una factura de 350 euros. Estábamos sentados en Scossa, una terraza del barrio 16 y Julián preguntó de pronto "¿Quién es Adela?" A lo que respondí, mi madre ¿qué ha hecho ahora? con la mirada en el suelo y la mayor de las rojuras en la cara que mi sangre plebeya permitía. Menos mal que esta vez sólo había comentado la foto en son de paz, sin añadir sobrenombres de madre del tipo "papi" "cariño mío" o "burrito sabanero". Bebí mi vino más tranquilo y disfruté entonces del resto del paseo. Pero me anoté una nota mental: bloquear a mamá la capacidad de comentar en mis enlaces.

Mi amigo Zico (sí, se llama como el futbolista brasileño de los ochenta) es del Opus Dei, pero él no lo sabe. Es la excepción que confirma la regla, pues normalmente los miembros del Opus son de familia bien, viven en barrios bien, y han recibido una educación de niños bien. Zico siempre dijo que su viejo bebía más que un vikingo, vivía en un barrio en el que, para bajar a comprar el pan, tenías que llevar navaja, y estudió en la misma facultad que yo. Como buen seguidor del Opus, Zico va por el séptimo hijo y cada vez que su mujer se queda embarazada (no la conozco, pero la imagino como la mujer del lisiado de "Family Guy", preñada forever) lo publica en su muro de facebook y se pasa los nueve meses de gestación copiando, en mayúsculas siempre, poemas de mala muerte o frases célebres trasnochadas. Cansado de su apología a la paternidad indiscriminada y de sus comentarios en favor de familias numerosas, ayer lo bloqueé. Lo hice por mi bien, empezaba a sentirme mal conmigo mismo por no poblar el mundo de pequeños "mini-yo", aunque no supiera a ciencia cierta si podría encaminarlos económicamente en el futuro. Ahora no sé si Zico ha escrito algo en contra de la gente que va al gimnasio o si acaba de embarazar a su cuñada (todo en aras de traer más niños al mundo, que son la alegría de la huerta), y, sinceramente, me la pela.

Verónica, amiga de Cristina, subió fotos mías hace unos días. Eran fotos de nuestra salida a New Garamond y Last Drink, donde, para qué negarlo, pasamos un rato agradable bailando y viendo a Cris rodeada de cubanos mojiteros. En una foto posamos guapos y elegantes (y me etiqueta), en otra, miro la cámara levantando una ceja a lo McCartney, mientras Cris baila no sé que mierda (y va y me etiqueta, la tía), y en la peor de todas se ve a Cris haciendo morritos a la cámara, cosa que estará de moda entre las chonis pero que odio, y yo la estoy mirando como diciéndole"¿WTF?"(y ¡zas! me etiqueta). Asustado y temeroso de que mis amigos de facebook, entre los que intento forjarme una imagen cool, vean esas fotos y temiendo que mi madre las descargue e imprima un poster que me regalaría la próxima navidad, voy y me desetiqueto de todo. A tomar por culo.
Pero cuando voy a ponerme a cotillear las fotos de otra Vero (que, para que negarlo, está buenísima) veo que Cris aparece en el chat y pregunta en mayúsculas "por qué te has desetiquetado de las fotos de Vero??????????". La ignoro y sigo viendo a mi Vero bailar, y su vídeo en el que hace Pilates que parece que lo han hecho desde un avión porque no se le distingue y está lejos que te cagas, pero me da igual porque me imagino su sonrisa y creo que es para mí, y recuerdo nuestra cena en una taberna de Huertas y sonrío viendo la pantalla con la mano en la barbilla como un gilipollas. Pero Cris vuelve a aparecer en el chat, como el Clip de Windows '98 y dice "oyesssssssssssssssssssssss" y suena un "pump" que interrumpe "The Half Dozens" de Chet Baker, que sonaba en ese momento en mi Spotify.

- Joer qué pesada - digo, solo en casa, como los locos. Y la bloqueo al menos por hoy.

Me meto entonces en el perfil de América, una chica que me acaba de aceptar como amigo y que tiene un espacio en Radio5 que habla sobre ciencia. Me he suscrito a su podcast y es siempre lo último que escucho antes de dormir. Me encantan sus fotos, parece buena tía y se le ve feliz, como deben ser felices quienes trabajan en lo que les gusta. Le voy a escribir un comentario sobre su último programa del Pez Luna pero el chat vuelve a interrumpirme. ya no es Cris, sino Yulia, otra de las chicas con las que estuve de fiesta y me pregunta directamente "¿qué/a quién temes para no querer ser etiquetado?". Como su pregunta ha sido bien formulada y bien escrita, le contesto. Le cuento que odio ser etiquetado, incluso en las fotos, y que siempre que me veo en una foto de facebook recuerdo a mi hermano diciéndome "no sales mal en las fotos...eres así". Responde con mil "jejejejejes" y la bloqueo también. A tomar por culo II. Cierro el facebook, abro un libro y me quedo sopa.

Al día siguiente, ya en el trabajo, veo el facebook en mi teléfono en un momento de relax. Y en las notificaciones del día leo "Yulia ha cambiado su foto de perfil". Abro el enlace temeroso, y, sí, la muy cabrona había puesto en su perfil una foto mía bailando salsa. Me cago en Mark Zuckenberg.

lunes, octubre 18, 2010

Déjà vu


Quedamos sobre las 6 y media, porque esa tarde yo tenía oculista.
Quería saber, sobre todo, cómo le había ido en su última entrevista de trabajo. Por eso la había llamado antes, porque me había propuesto cambiar, esta vez, con ella, mi por todos conocido desinterés por las cosas del prójimo.

- No bajes hasta la clínica, espérame frente al Wok de Doctor Esquerdo. Yo voy a buscarte y nos tomamos algo por ahí.

Salí del oculista con una receta carísima en el bolsillo y la certeza de que iba a pasar un buen momento, con ella. Hola, chico Gant, me dijo cuando me vio llegar, burlándose un poquito de mi jersey. Bajamos por Cavanilles hasta una panadería y compramos un muffin y tarta, todo artesanal. En un chino pillamos dos Nestea's y nos sentamos en un parque pequeño, al lado de un espacio destinado a niños. Me vio estresado y le conté las movidas de mi trabajo, de cómo no veía una solución cercana a las miles de cosas que salían mal, de los problemas de mi día a día. Me hizo reír un poco y le pedí que me contara cosas de su entrevista. Según ella, la cosa no había pintado muy bien, pero aún así la animé y le dije que si no era eso sería algo que vendría después. Que no desesperara. Hablamos un poco de ropa.

- Me quiero comprar un traje, no tengo ninguno.
- Píllate uno bueno, de esos que duran mucho tiempo. Los que yo tenía del H&M están ya para jubilarlos.
- Mañana me voy de compras. A ver si encuentro algo.
- Igual si, aunque yo nunca encuentro lo que voy a buscar. Voy buscando camisas y vuelvo con chaquetas. ¿Donde vas?
- Al Factory de Getafe.
- Mira en "Caramelo" o "Hugo Boss".
- Te encanta Hugo Boss. Me acuerdo que estuviste a punto de comprarte un traje.
- Sí, pero me convenciste de que no lo hiciera. tenías razón, No lo necesito ahora.


El sol se fue, los niños también y hacia horas que nos habíamos terminado los pasteles. Daba igual, me gusta hablar con ella, y ella también se lo está pasando bien. Sin importar cual fuese el tema. ¿Quieres cenar conmigo? Vamos al Wok que está aquí al lado. Dijo que sí y fuimos de los primeros en entrar. Pedimos cosas parecidas, y hablamos de cine, de música, de libros y de teatro. De su cumpleaños y del último sábado en el que ambos habíamos estado en el Retiro, sin vernos, yo leyendo y ella haciendo footing. Cada uno en su espacio. Le conté de mi amistad creciente con Julio e Iván y de mi nueva afición por la música (¿?) de David Guetta. Me habló de sus miedos y yo le desnudé los mios, me burlé de Paul Auster y ella de Luis Miguel. Hablamos dos frases en francés. Nos divertimos juntos. Pedimos la cuenta y pagamos con cheques, ella dejó la propina. Salimos y el primer viento frío del año me dio de lleno en la cara. Ella se cerró la chaqueta y me dijo que volvería caminando a casa; yo, tenía que recuperar mi coche, aparcado por aquí cerca y si quieres te llevo. Dijo que no, que gracias, pero que quería hacer un poco de ejercicio. Tienes razón, pensé, hoy hay rico frío.

Nos dimos dos besos, uno por mejilla. Y la vi irse subiendo hacia Conde Casal. Me hizo adiós con la mano, y lo último que le dije fue:

- Esto se está volviendo una costumbre bastante agradable, Sol.

Y ella, asintió.


domingo, octubre 03, 2010

New Guarramonde


- ¿Quieres salir ha tomarte algo esta noche? - me pregunta Cristina, por el chat de la empresa.

Intento saber un poco más , pero la tía es más de barrio que los columpios y no sé muy bien de qué va el asunto. Minutos antes de recibir su pregunta, mi mal carácter ha hecho que desee a Bea un "buen finde", cuando aún faltaban tres horas para salir de currar, en un claro mensaje que no decía más que "no me hables más, niña, por hoy he tenido bastante". Le digo a Cris que ya la llamaré cuando llegue a casa, a ver qué hacemos. Obviamente, al llegar a casa, lo primero que hago es llamar a Julio y pedir refuerzos.

- Vaya - me dice, en colombiano - vaya usté.
- No sé tío, me da un poco de pereza. Pero la verdad es que me apetece salir. Si vienes, podemos pirarnos si vemos que la cosa no pinta bien.
- Uy no, que Marie-Flore me ha pedido que curre mañana sábado. Pero ve tú, no seas tonto. Ve y luego me cuentas.

Mandé un SMS a Cris y me llamó al segundo. Me dijo que pensaban (sus amigas y ella) comenzar la noche en New Garamond y después...bailar salsa. ¿Salsa? pregunté, no sé por qué, si de sobra conozco que Cris escucha unas maracas y se pone a centrifugar. Venga voy. Las esperé frente al Edificio del Aire, en Moncloa. Llegaron en un VW Golf nuevo, que olía a nuevo, y me recogieron a mi, que de nuevo, no tenía más que la gomina del pelo. Subí y me senté atrás, con una chica de ojos verdes intensos y acento extraño (descubrí minutos después que había vivido en Argentina muchos años). Cris se sentó a mi lado y contemplé un segundo sus piernas perfectas. Delante iba Verónica (la única de la que recuerdo el nombre) y una chica muy guapa que apenas me vio preguntó "¿Tú también has estudiado Estadística?".

- No. Yo soy normal.
- Ya...yo sí estudié Estadística - respondió y pensé "cagada, con lo guapo que estás callado".

Llegamos a New Garamond y eso parecía la fila para el nuevo casting de Ralph Lauren. Cris se acercó al tío de recepción y le dijo que estábamos en lista. Pasamos sin problemas. Ellas tenían una copa gratis, yo, para no quedarme seco pedi lo de siempre: Johnnie Walker, y pagué con tarjeta sin recoger el ticket. Bajamos a la pista y Cris habló casi sin parar durante más de veinte minutos. Primero con que se había ganado el respeto de la gente del curro al sacar un par de informes, porque antes, ¿sabes? creían que porque tengo palmito, no sabía currar. A lo que yo respondí: a mi, sólo déjame tu palmito.

-En cambio, Bea, no tiene ese problema, porque ha currado desde el dia uno en marrones que te cagas.
- No me hables de ella, porfa, que nos enfadamos al final del día.
- Ya, no se lo tengas en cuenta, tío. Está bajo mucho stress...blablabla....blablabla...blablabla.
- Y - la interrumpo, ocho minutos después - ¿por qué hablamos de ella? Hoy estoy contigo, olvídate.
- No sé, me dijiste que te habías enfadado.
- Sí, pero eso fue esta tarde, mañana ni sabré porqué fue.

Verónica me dice que en cuanto me acabe la copa, nos vamos que ya está bien de este sitio en el que se compite por ver quién es el más guapo. Me bebo el whisky de un sorbo. Salimos. De camino al garito de salsa, hablé con la argentina sin nombre y me contó que había estado en Argentina churrucientos años, que tuvo un novio peruano que se llamaba como yo, que era bueno pero que se acabó el amor y que ahora tenía un nuevo novio, español, que era enfermera, que me estaba sangrando el labio (toma vaselina), que allí está tu coche Vero mira qué nuevo se ve, que en argentina bailan cumbia, no salsa, que las copas en New Garamond costaban quince euros, y que Cris y ella se conocen desde los ocho años. me pregunté en ese momento: ¿no habría sido mejor quedar para hacer submarinismo?

Llegamos al "Last Drink" y pasamos sin problemas. Una vez dentro, me sentí como un puto lunar vestido de Hilfiger. Todos, iban con la ropa con la que yo iría al Ahorra Mas a comprar unas rodajas de salmón o a la Latina a unas cañas a media tarde. El descenso de ambiente chic a garito cubano fue tan brutal que sentí que me habían sacado del Musee D'Orsay para llevarme al Matadero de Madrid. Vero lo notó.

- ¿Te gusta el sitio?
- Nop, huele a baño, en breve haré una bomba de humo.
- Es el favorito de Cris.
- Ya, se nota - dije y señalé a Cristina por encima de mi hombro, que estaba a punto de ser empalada por dos cubanos.
- ¡Qué malo! - sonrió, y vi lo guapa que era, morenísima y con un pelo ensortijado precioso.

Bailé un poco con Vero y le perdí la pista a mi amiga, aunque ésta de vez en cuando venía y me tocaba el culo. Hablé más con la argentina y creo que la estadística guapa me dijo algo que, inconscientemente, ignoré, abrumado por la sobredosis de salsa. Los cubanos venían a tocarme los cojones de vez en cuando, porque no entendían que prefiriera hablar con las chicas a las que acababa de conocer en lugar de estar dándoles vueltas como gilipollas. Uno incluso hizo el ademán de coger mi copa mientras yo estaba distraído con la argentina, liando un cigarrillo, pero lo vi de refilón y lo detuve con la frase: "esa copa no es tuya, cubanito, es whisky, tú fijo que bebes ron ¿a que si?" Y él se fue bailando salsa hacia atrás. La argentina se descojonó, y estuve a punto de pedirle su teléfono, pero un cubano la cogió del brazo y se la llevó volando. Me acerquéentonces a Vero y le dije que me largaba. Ofreció llevarme hasta un punto intermedio, pero le dije que no se preocupara, que ya pillaba un taxi, y que me encantaba su pelo.

- Gracias.
- De nada, au revoir.

Subí a un taxi en Castellana y el taxista me preguntó que cómo era eso de que volvía solo a casa. Le dije que había sido una noche rara, con una amiga encantadoramente loca y tres desconocidas con novio. Tumbado en el asiento trasero, escuché la historia del taxista sobre cómo él, y un amigo, se cepillaron a las tías más buenas de un pueblo cerca de Toledo. Doce euros con ochenta después, estaba en casa.