miércoles, febrero 27, 2008

Anoche soñé contigo (ay, cosita linda, mamá)


- Alorrr?
-Hola… ¿está Carla?
-Sírr, ¿de parte de quién?
-Un amigo, señora.
- Ok, esperarrr un segundorrr. Carlitaaaaaaaaaaarrr teléfonoooooooooooooorrr.

El Mongo bajó el volumen de la música, que nadie sepa que escucho a Luis Miguel, pensó. Ahora podía oírse claramente la voz del vecino, que en esos momentos preguntaba a su mujer por unas llaves, que había dejado sobre la mesa, y que cuando iba a dejar de mover sus cosas, ¿me quieres volver loco o qué?

- ¿Hola?
- Hola Carla, soy yo, el Mongo – dijo, y se preguntó si no sería ya hora de cambiar de apodo.
- Hola Monguito, ¿qué pasa? Justo te iba a llamar, he quedado con las chicas para ir al cine, ¿te animas? Creo que vamos a ver algo de los simios, o no se qué, algo de terror, será.
- Puede ser, puede ser, pero yo te llamaba para otra cosa.

El vecino seguía sin encontrar sus llaves, el Mongo tenía ahora la boca seca y con tal de hacer que ese tipejo se callara era capaz de dejar a Carla en espera y ayudar al loco en su búsqueda. Unos niños escogieron la pared del Mongo para jugar al fútbol, y tarde o temprano algún pelotazo lo dejaría sin cristales en todas sus ventanas. Malditos niños.

- Anda, que misterioso, cuenta cuenta.
- No, flaca, no es nada misterioso, ya quisiera yo. Es que anoche…
- ¿Anoche qué? puta que emocionante te pones cuando cuentas cosas, deberías escribir novelas.
- Ya, ya, eso dice mi profesora, pero eso es de maricones o borrachos. Y yo no bebo.
- Jajaja, que gracioso eres flaco.
- Me gusta tu risa, Carla, y si prometes reir así siempre, yo prometo convertirme en payaso.

Ya no se oye al vecino, el primer cristal ha caído hecho trizas y el Mongo, que ha dicho a Carla espera un toque, está gritando desde su ventana, te he visto virolo, te he visto, corre nomás que sé donde vives. Vuelve al teléfono y le cuenta a su amiga que otra vez le han roto una luna, que ya van tres, que ojalá esos engendros escojan otra pared para jugar a ser Oliver y Benji.

- Y esa luna, ¿quién la paga?
- Sus viejos, aunque la última vez tuve que amenzar con romper la de sus casas para que me pagaran la mía. Este barrio es una mierda.
- El mio tampoco es que sea Beverly Hills, monguito.
- No, para nada. pero yo te quería contar una cosa, no me interrumpas, oye.
- Uy, es verdad, cuenta, cuenta.
- Anoche, anoche soñé contigo.

Carlitarrr, ¿bájame estorrr?, gritó la abuela, colocando como siempre varias erres en cada palabra que terminaba en vocal. Al grito de la vieja siguió un silencio y el Mongo, después de tragar saliva, se mandó con todo.

- Estábamos los dos, en un bosque, no era ni de noche ni de día, y era raro porque no cantaba ni un sólo pájaro. Una abeja nos seguía todo el tiempo, y como sé que las odias, la quise espantar, pero se transformó en una abeja con cara, como las de la película Bichos, y me dijo que ese camino que íbamos a tomar no era el mejor. Nos asustamos y corrimos y tú no parabas de gritar, nos escondimos tras un árbol, y todo parecía el video Thriller de Michael Jackson. Yo hasta llegué a pensar que me iba transformar en lobo y que nos pondríamos a bailar de un momento a otro, pero no pasó eso y no sé como te calmaste cuando cogí tu mano y te dije don’t you know it’s gonna be alright, volviste a sonreir y el cielo se despejó los pájaros volvieron a cantar y apareció de la nada, un camino por el que caminábamos sin mover los pies. Me gustas mucho, dijiste, y sentí que mi cara hervía, ya sabes que me pongo rojo con facilidad, y después de mirarte a los ojos…te besé. Ahora sonaba tu canción favorita, Unchained Melody, y justo al llegar a la parte de Lonely rivers flow to the sea/to the sea, explotaste y te convertiste en una nube de color rosa, que subió al cielo y que parecía seguirme a todos lados. Me senté en una explanada a verte, y me quedé dormido, ¿raro, no? Dormirse en un sueño. Al despertar estaba ya en mi cama, y salté del susto. Entonces desperté realmente, creyendo estar todavía en el sueño. Y decidí que te llamaría para contártelo.

Silencio. El Mongo creyó que se había equivocado, que no debía haberle contado, de esa forma, el sueño a su amiga, ¿y si ahora ha jodido la amistad para siempre?, tragó saliva y empezó a disculparse, que era un sueño nomás, que no había que darle importancia, que…

- Sorry flaco, ¿a qué no hay que darle importancia? Me he perdido una parte de la conversación por culpa de mi abuela.
- ….
- ¿Hola? ¿estás ahí?
- Sí, si. No importa, era una tontería – respondió el Mongo, sin saber si estaba aliviado o lo comía la decepción.
- Pero soñaste conmigo, eso sí lo escuché, me lo tienes que contar, ¿esta tarde después del cine?
- Puede ser, si no se me olvida el sueño, ya sabes que tengo una memoria de mierda.
- Ya, ya. Nos vemos entonces.
- Si, nos vemos, luego.

Respiró hondo, y al colgar el teléfono, la luna ruta lo trajo de vuelta al mundo de los vivos. Voy a matar al virolo, dijo, y salió intentando olvidar el sueño, la llamada, a Carla, y a su abuela fanática de las erres.

martes, febrero 26, 2008

Nefertiti


Ajenatón (1353/2 a 1338/6 adC) es, para mí, el faraón más carismático de los que gobernaron Egipto. No sólo por ser el primero en promover con mucha fuerza el monoteísmo, decretando que se rindiera tributo sólo al dios Atón, sino además por su esposa: Nefertiti.

Cuando los egiptólogos descubrieron las primeras inscripciones y representaciones de Ajenatón, no sabían si era un hombre o una mujer, por lo andrógino de sus facciones. Además se planteó una teoría que hablaba sobre una posible homosexualidad del faráon, ya que en repetidas ocasiones se le veía acompañado de un apuesto joven de finas facciones. Pero luego esa teoría se desestimó al descubrir que Ajenatón estaba acompañado de su bella esposa, Nefertiti, cuyo nombre (nfr.u itn, nfrt.y.ty) significa en lengua egipcia “la hermosa ha llegado”, que sería la primera esposa de gobernante que aparecía representada junto a un faraón.

Tal era su influencia, que no sólo acompañó a su marido cuando éste decidió trasladar su base de operaciones de Tebas a Ajetatón (porque su dios, Atón, así se lo había indicado) sino que algunos la señalan como la artífice de la gran revolución que Ajenatón estaba llevando a cabo. Quizá por ello, el faraón la nombró esposa real, dándole el mismo nivel jerárquico de un faraón y rebautizándola como Neferneferuatón. Y es allí cuando comenzó el misterio.
Tras el 14º año de reinado de Ajenatón, Nefertiti desaparece para siempre. No se ve rastro de ella en papiros, representaciones o escritos. Algunos estudiosos dicen que murió violentamente y otros que simplemente deshonró al faraón y fue desterrada, pero hay una teoría que indica que sucedió en el trono a Ajenatón, asumiendo un papel masculino, con el nombre de Semenejkara. Al morir Ajenatón, Semenejkara reinó por un breve tiempo, hasta que los sacerdotes invistieran a un joven faraón (Tutankamón) que restableció el orden normal de las cosas y volvió a definir Tebas como centro del reino. La momia de Nefertiti nunca fue encontrada, y no se sabe hasta hoy, el motivo de su desaparición. Quedará para siempre como la primera (única) mujer que tuvo el mismo nivel jerárquico de un faráon.

Nefertiti, la hermosa ha llegado, eso es lo que pienso cada vez que cruzas esa puerta, y me sonríes.

jueves, febrero 21, 2008

La gran noche y el botón




Tomy me prestó un jean para la gran noche. Lo había comprado hace poco, en la Cachina, a una mujer que vendía ropa donada por la ONU que misteriosamente se había desviado de su destino final. Era un pantalón Armani, una talla menos de la que normalmente solía usar.

- Así vas apretadito, como Chayanne – me dijo, mientras vagábamos juntos por los pasillos de la universidad.
- No sé, huevas – objeté – la última vez que usé un pantalón apretado me dolieron los huevos un par de días.

El jean originalmente había sido un poco más ancho, pero la mamá de Tomy, gran costurera, le había hecho unos pequeños ajustes. Yo era uno de sus clientes habituales, y me había ajustado anteriormente un pantalón de cuadros (que Tomy decía que parecía hecho con tela del gorro del Chavo del Ocho) y una camisa Banana Republic, de lino. Por eso, ahora el Armani me apretaba los huevos, y si me sentaba, se abría el botón dejando al aire mis abdominales, entonces existentes y casi perfectos. Aún así, decidí ponérmelos para la gran noche.

Llegamos tarde a la fiesta, y todos nos llevaban dos cervezas de ventaja. Cosa bastante extraña ya que los presupuestos eran reducidos y para comprar alcohol había que hacer colectas vergonzosas, por eso las chicas siempre decían “no gracias, yo no tomo” cuando en el fondo sabían que se morían por beber directamente de la botella como vikingas, pero si lo hacían se quedaban sin plata pal’ taxi. Compramos un vino Toro, que no sé quién nos había recomendado y nos metimos de cabeza entre la multitud. Era una imagen graciosa, cuatro tipos, bien vestidos, con relojes de marca (imitación, pero no se notaba) bailando sin ritmo música de los Auténticos Decadentes y bebiendo directamente de la botella de vino. Sabía a vinagre, pero no quise ser yo, otra vez, el que se quejara de la calidad del licor; ya me habían tildado de aniñado cuando no quise beber, como todos, del vaso de una prostituta en Comas, cuando se llevó a su cliente y olvidó su jarra de sangría en la mesa de una discoteca. Yo seguía a mi bola, bebiendo de la botella (y limpiando el pico, sin que nadie se diera cuenta), mirando sin disimulo a una morena de ojos verdes que bailaba a dos metros de distancia, y preguntándome cómo iba a volver a casa, si me había gastado ya casi todo mi dinero en un tragamonedas mientras esperaba a mis amigos.
Y de repente, el botón del jean salió volando.
Mariana tenia cara de papaya, pero su cuerpo era el botín más preciado entre todos nosotros. Por culpa de mi botón volador (que Tomy buscó a gatas por más de media hora) yo la miraba de lejos, como a los toros, con un vaso de ron en mi mano. Lamentaba mi mala estrella, porque la gran noche al fin había llegado y mis posibilidades de ser uno de los agraciados disminuían con el paso de los minutos, los bailes, los abrazitos por aquí y besitos por allá, en la pista de baile; empezaba a resignarme a volver a casa solo, y ya nada más esperaba a que nadie estuviera mirando para salir, sujetando el pantalón, a buscar un taxi.

No sé quién se llevó a Mariana esa noche, el pacto había sido que las chicas escogerían y nosotros callaríamos para siempre, por una noche harían con nosotros lo que quisieran y nosotros seríamos sumisos gatos en sus manos. Yo me había hecho ilusiones con Katty, pero nada aseguraba que me hubiera escogido esa noche, por mucho jean Armani que llevase. Con este pantalón la haces, decía mi amigo, y ahora seguramente seguía preocupado por aquél botón con el logotipo de las alitas, que había aterrizado quién sabe dónde, quizá en el escote de Mariana, y así tuvo más suerte que yo, aquella gran noche.

lunes, febrero 18, 2008

There will be Oscar


Mili me había dicho que era imbécil, por escribir cartas de amor para otro, acababa de romper una vitrina de la panadería, y además no me habían invitado a la fiesta de cumpleaños de la charapita. No quería ver a nadie, y puse la tele para ver que había esa noche en “Función Estelar”. La película no tenía buena pinta, quién quiere ver la historia de un impedido que sólo puede mover el pie izquierdo y que, además, pinta. Me alegró saber que alguien la pasaba peor que yo, y me tragué la peli completa. Así descubrí a Daniel Day-Lewis.

Dicen que tiene fama de huraño, maleducado, mujeriego y muchas cosas más, pero para los aficionados al cine y los buenos actores (no siempre van juntas las dos cosas) es siempre un placer verlo trabajar. Su interpretación en “My left foot” fue espectacular, nunca había visto a nadie transmitir sentimientos usando sólo los ojos, y quitando protagonismo a todo el elenco que tenía sobre él la ventaja de poder gesticular, moverse y hablar. Aún así, ganó el Oscar al mejor actor por ese trabajo. Su actuación me marcó tanto, que cuando veía a mi amigo Mono, que sufría retardo mental, se me antojaba falso, y creía que tenía que sufrir más para hablar y expresarse, como Christy Brown, en esa peli de Jim Sheridan.

Años después, llegó a mis manos, “In the name of the father”, y no pude, hasta hoy, terminar de verla. La historia de la injusticia, violencia, y tristeza de Gerry Conlon, al ser acusado injustamente de pertenecer al IRA, me conmovió mucho, sobretodo cuando le dice a su padre “cuando salga de este encierro, seré mas viejo que tú” o algo así. Daniel obtuvo su segunda nominación al Oscar, y se rumoreaba que pidió que lo torturasen realmente para preparar el papel. Me he prometido a mi mismo que terminaré de ver la película, algún día.

Cuando ya estaba a punto de terminar la carrera, supe que Scorsese había vuelto a las andadas, y se estrenaba “Gangs of New York”. “La edad de la inocencia”, en la que también se luce Day-Lewis, tiene demasiados altibajos, causados, a mi parecer, por una insufrible Winona Ryder. Llevé a una chica al cine, para que no me vieran entrar solo, y mientras ella suspiraba por DiCaprio, yo me regocijaba con “Bill the Butcher”, un personaje espectacular. Otra nominación al Oscar. Salí del cine extasiado, pensando que esa tarde Scorsese y Day-Lewis se habían dejado de mariconadas y el cine volvía a estar en mi agenda.

Ayer, después de que el Caixa Forum me decepcionara, Sol y yo nos metimos a nuestro cine preferido. Conseguimos buenos asientos, y “There Will be Blood” se proyectó en la pantalla con la música del guitarrista de Radiohead de fondo. Casi tres horas, que se hacen cortas, en las que este monstruo arrasa a los demás actores, desde la primera escena en que cae a un pozo que el mismo está excavando, hasta el final en que tira (de verdad) bolas de Bowling a su compañero de reparto. La frase final “I´m finish”, suena a despedida, pero en el fondo de mi corazón cinéfilo, una vez más, espero que sólo sea un hasta luego. Ah, se me olvidaba, por esta película también está nominado al Oscar.

jueves, febrero 14, 2008

Qué milagro que viene por acá


El 14 de febrero se conoce como el día de los Enamorados, es una celebración tradicional en la que novios, amigos (ojo, en España, esto no vale, así que si le das un regalo a tu amiga, la has cagao), enamorados o esposos expresan su amor y cariño, casi siempre, mediante regalitos, cartas, y ya si hay suerte y la luna y los astros confluyen, matatirutirulá. Eso de que también es el día de la amistad, sólo lo he visto en Perú, pero quizá en otros países latinos también pase.

Cuenta la leyenda que durante el año 270 d.C., Roma se encontraba ya frente a una situación bastante penosa, y veía que llegaba la decadencia del imperio, entonces el emperador Claudio III consideró que los hombres casados rendían menos en el frente de batalla por estar emocionalmente ligados a sus familias, como Rusell Crowe en Gladiator. Y no se lo ocurrió mejor idea que prohibir el matrimonio.

Pero como en todos lados existe la oposición, en esta época, un obispo cristiano, llamado Valentín comenzó secretamente a unir en sagrado matrimonio a las parejas de jóvenes enamorados (siempre hombre y mujer) que a él acudían. Cuando Claudio III se enteró capturó a Valentín y lo torturó intentando que renunciara al cristianismo, pero como el obispo era terco (hace falta serlo, para llegar a obispo), decidió mandarlo al cielo. Pero, oh, maravilla del amor, mientras estaba preso, que uno de sus carceleros creyó que Valentín podría ser un buen profesor y le llevó a su hija Julia -ciega de nacimiento- para que reciba lecciones de él. El obispo le leyó cuentos de la historia romana, le enseñó aritmética y le habló de Dios. Julia aprendió a ver el mundo a través de los ojos de Valentín, hasta que finalmente parece que se le pasó la conjuntivitis y recuperó la visión. Antes de morir, Valentín le escribió una carta, firmando “De tu Valentín", sin saber que daba origen a la tradición de enviar mensajes de amor en esa fecha.

Fue ejecutado al día siguiente, el 14 de febrero del año 270, cerca de una puerta que más tarde fuera nombrada Puerta de Valentín para honrar su memoria.El Día de San Valentín, en la actualidad, se celebra mediante el intercambio de notas de amor conocidas como "valentines", con dibujos como la forma simbólica del corazón y Cupido y mariconadas varias. Desde el siglo XIX se introdujo el intercambio de postales producidas masivamente, práctica a la que se sumó luego dar otro tipo de regalos como rosas y chocolates, normalmente regalados a las mujeres por los hombres, pero en estos tiempos de modernidad, ya no se sabe que puedes recibir en esas fechas. Yo he regalado un GPS, y espero recibir a cambio un smartphone. Si me quieres, mi amol espero esta noche encontrar un HP Ipaq (con Wi-Fi) debajo de mi almohada.

martes, febrero 12, 2008

Dominadas



Era martes y llegué a la oficina con la sensación de que mis brazos estaban hechos de concreto armado, y mis tendones de acero. Aunque parezca mentira, no es una sensación nada agradable, y era mayor el dolor que la sensación de saber que, al fin, formaba parte del homo erectus clan, gracias a que mi columna tenía algún músculo sobre el que fijar una buena postura. Y todo gracias a las dominadas, que es uno de los ejercicios más difíciles de realizar, si, como yo, no se tiene práctica. Simplemente (¿?) hay que colgarse de una barra con una abertura mayor a la de nuestra espalda y levantar, sin ayuda todo el peso de nuestro cuerpo. Siempre escapé cuando, en el colegio, tenía que hacerlo; mi cobardía llegó a tal punto que me inscribí en la escolta al enterarme de que ellos no estaban obligados a entrenar como todos los demás (militarmente) porque necesitaban ese tiempo para ensayar pasos para los distintos desfiles que había durante el año. Era un poco humillante llevar por calles y plazas la bandera del colegio, desfilando marcialmente, pero al menos no tenía que hacer dominadas ni correr 6 kilómetros una vez por semana, como el resto de los alumnos.

Pues ahora, más de diez años después, no he podido escapar. Esta vez me había prometido hacer todos los ejercicios que mandara el instructor del gimnasio, especialmente después de que mi hermano hiciera una correcta observación sobre mi progreso muscular, en Lima en un mes estabas como Vegeta, dijo, y es verdad, pero en Lima no tenía que trabajar, ni cocinar mi comida para el día siguiente, ni preocuparme de estar siempre atento a lo que quiere decir mi novia (que es distinto, casi siempre, de lo que dice), y esas cosas, amigo mío, desgastan. Así que cuando Alex (el instructor) me dijo que me colgara de la barra, lo hice, y dieciséis repeticiones más tarde, sentía que mis manos llegaban al suelo.

Estoy como Rambo, cuando lo capturó el Vietcong y lo colgó dos días de los brazos, en una ciénaga con sanguijuelas, le dije a mi compañero de trabajo, pero como siempre, me miró extrañado y preguntó, ¿no puedes decir sólo que te duelen los brazos? Esa noche, el dolor, o la tensión, me despertaba cada dos horas, pero siempre conseguía volver a dormir, susurrándome: no pasa nada, ya verás como en una semana te ríes de esto. Los días siguientes entrené con normalidad, soportando el dolor que era cada vez menos intenso, y ayer, cuando volví a ver desde a bajo a esa barra no me acobardé. Llamé a uno de los musculosos del gimnasio y le pedí que me ayudara a hacer las dominadas, y él contestó, si no haces más de diez no te ayudo, hice diez, exactas, y dejé las demás para mejor ocasión. Lo bueno es que ya le perdí el miedo al ejercicio, muchos años después, y espero que eso ayude a que mi hermano vuelva a verme como Vegeta, aunque él se peine como Trunks.

jueves, febrero 07, 2008

La venganza de Chuck Norris


El ninja tenía un bar en la esquina, y preparaba el mejor cebiche del barrio. Su clientela era selecta y poco a poco fueron llegando nuevos comensales que, de una forma u otra, conocían su buena mano con los mariscos. Tan buena mano tenía que la dueña del local se convirtió, en poco tiempo, en su más rendida y complaciente amante. Paseaban por el parque, reían, comían heladitos, y a veces nos quitaban espacio a los adolescentes, que, quizá con más derecho, buscábamos un lugar donde retozar con nuestras parejas.
La cosa fue bastante bien con el restaurante, y cuando descubrieron que les faltaban manos contrataron a una rubia joven que, según mis amigos y yo, se parecía mucho a Chuck Norris. Mamá la tasó de inmediato: es machona, y además de las que pegan, ella es el hombre.

Pasaron los meses y el ninja, que se hizo nuestro amigo, nos contaba que él y la dueña estaban cada vez más distanciados, ya no dormían juntos, y él se contentaba con dormir en el restaurante y atender por las noches a los borrachos cebicheros. Nos enseñaba algo de artes marciales, hasta que mi viejo se enteró y me dijo que no quería verme más con ese maricón, porque tanto ejercicio no es bueno, ese seguro que es del otro equipo. La dueña ahora paseaba con Chuck Norris, y ésta hasta había traído a sus hijos de la selva, porque los extraña mucho. Los vecinos (mamá incluída) hablaban hasta por los codos, y mis amigos también dejaron de frecuentar al ninja, interrumpiendo así su aprendizaje marcial.

El ninja se alquiló un cuartito pequeño, al lado del rio, y dejó de atender el restaurante por las noches, para encargarse de abrir los domingos para los cuatro trasnochados que iban a cortarla mientras escuchaban discos de Lavoe. Un domingo de esos, unos borrachos se pusieron sabrosos y rompieron una mesa, dos sillas, diez botellas y dos cuadros de perros jugando al póker. Nunca supimos cuál de ellos voló por la ventana, o quién fue el primero en perder los dientes delanteros, sólo se veía una sombra que volaba de borracho en borracho dejando a su paso sangre, ayes, y en mi imaginación veía pequeños bow” “capoom” “crash”, en el aire tras cada golpe, como en la serie del Batman gordo. La dueña lo despidió en el acto, y al dia siguiente Chuck Norris se mudó con ella y se trajo a sus hijos.

Nadie se encargaba ya del restaurante y los borrachos desparecieron del lugar, la cuñada de la dueña, gran amiga de mamá, contaba a quien quisiera oir que Chuck Norris era tremenda en la cama, y que tenía, además, una gran colección de consoladores. La dueña sonreía más, y el ninja desapareció para siempre, el hijo de Chuck Norris se tiró a la hija de la dueña, y yo, hasta muchos años después, no supe qué era un consolador.

miércoles, febrero 06, 2008

Eso te pasa por salir de casa


Collique es un barrio del cono norte de Lima. Está rodeado de cerros, y se caracteriza por ser una zona bastante inhóspita con todo aquél que vaya limpio y/o arreglado. Pero eso al Mongo no lo asustaba, porque ya era visitante oficial, sobretodo desde que sus primos lejanos habían empezado a hacer fiestas un mes sí y el otro también. Solían avisar semanas antes, y lo ideal era llegar el mismo día, como sea, pero dispuesto a emborracharse y vivir aventuras. Mientras los grandes discutían sobre si el hijo de tal era ladrón, o si el primo pascual se había metido a escondidas (cada tarde, mi alma vibra, mi cuerpo arde) a la cama de la prima puta, el Mongo y sus primos jugaban a lo que sea. Una de esas noches, en que el aburrimiento podía más que todo, Chacho (delincuente juvenil en potencia) propuso una excursión a un cerro vecino, en el que no pasa nada, pero a veces bajan gallinazos. El Mongo y su primo Pechón no querían ir, pero su prima (la Mocos) los obligó amenazándolos con pegarles los labios, otra vez, con UHU. Tenía un gran poder de convencimiento, y ellos muy poca fuerza de voluntad, así que a la mañana siguiente, después de desayunar pan con camote, partieron rumbo al cerro de los gallinazos.

El primer obstáculo era un muro de dos metros, que saltaron usando como escalera un par de ladrillos sueltos. Pechón cayó sobre blandito (unas bolsas de basura) y se sintió envalentonado por su suerte para el resto del día. El cerro era asqueroso, como casi todo en Collique, rodeado de basura hedionda y sin nada que ofrecer. ¿Para qué vamos a subir?, preguntó el Mongo, y propuso volver y jugar un partido de fulbito. Chacho no se inmutó y siguió subiendo, el ahora valiente Pechón también, y al Mongo no le quedó más opción que seguirlos. Treinta metros más arriba encontraron una pequeña explanada, que aunque tenía una inclinación ligera, les supo como si hubieran conquistado la cima del Everest. El Mongo comenzó, entonces, a entender a Chacho; el pobre estaba rodeado de gente estúpida en casa: primas feas, tías adúlteras y tíos mantenidos, y tenía que refugiarse en este tipo de cosas para no deprimirse a morir. Él vivía en una situación similar, pero hasta ahora no se había planteado una vía de escape.

Sobre un montón de tierra, encontraron un cerdo acribillado a balazos.

Pechón se persignó tres veces, Chacho le tiró un par de piedras, pá ver si racciona, y el Mongo se tapaba la nariz con asco, pensando en que el olor le recordaba a la tienda de embutidos del mercado. Se acercaron un poco, y los gusanos empezaban ya a salir por los orificios de la cabeza del animal. ¿Quién lo habrá matado? Preguntó Pechón, pero todos le dijeron “que huevón eres” con los ojos, y se calló por un par de minutos, recordando con nostalgia el cobarde que siempre había sido.
Dejaron el cerdo atrás y siguieron caminando, esta vez por una pendiente más pronunciada. Veían los techos de los vecinos llenos de troncos, basura y pelotas viejas.

El Mongo sintió que ya esto de la excursión se estaba poniendo aburrido, y que ya estaba bien de tanto cerrito y ropa tendida de los vecinos de Collique, el chancho, gritó, que viene el chancho. Pechón ni siquiera quiso comprobarlo, echó a correr como un loco y la gravedad se encargó de atraerlo hacia abajo. Lo vieron rodar como una bola de nieve, hasta que se detuvo al chocar contra una roca del tamaño de un Volkswagen. No se movía. Chacho se disfrazó de prima llorona, y dijo algo así como le voy a decir a mi tía China que me obligaron a venir, y desapareció tras una nube de polvo. El Mongo ayudó a Pechón a levantarse y mientras bajaban el cerro juraron no decir nada de la aventura o la caída (juramento que no sirvió para nada porque la sangre en la cabeza de Pechón los delataba), al llegar a casa, el inocente Pechón miró al Mongo con ternura y le preguntó, sin dejar de limpiarse la sangre de los nudillos, ¿oye de verdad venía el chancho? A lo que el Mongo, reprimiendo un sopapo, respondió, si huevón, de verdad venía, pero pasó de largo.

viernes, febrero 01, 2008

Mi vida sin Miyagi


Cuando ves por centésima vez Karate Kid, y revives a Daniel Laruso y su grulla salvadora en el último minuto (con la pierna rota, masajeada por Miyagi) del combate, sientes que la vida no es como las películas. En el día a día, la gente no se alegra de que saltes bien los obstáculos que te ponen en el camino, al contrario, te odian cada vez más. Un ejemplo: el tipo que trabaja conmigo debía preparar conmigo una convención, se fue de vacaciones dejándome con todo el trabajo. En España existe una gran tradición de dejar todo para última hora, preparar la cena, compras navideñas, salir o volver de vacaciones, etcétera; y quizá por eso este individuo pensaba que me jodería vivo dejándome así o asá. Pero, no contaba con mi astucia, y yo ya había hecho la mitad de mi trabajo (y ahora pasaba los días en foros de Internet) por lo que al descubrir que el cabrón estaba en Roma sin hacer nada, no me quedó otra cosa que preparar lo que faltaba.

No tenía un Miyagi al lado, que me dijera algo así como “enfocar puedes, Daniel San, y derrotar tus temores”, y me encerré en mi mismo hasta terminar con todo lo pendiente. El día de la convención todo salió bien pero al dormir el stress escapó de mi cuerpo en forma de calambre. Desperté gritando de dolor mientras intentaba infructuosamente estirar la pierna, que me duele hasta hoy. Ahora el engendro mutante que se sienta a mi lado de 9 a 6 vive más amargado que nunca, y sospecho que es porque esperaba que la cagase en mayúsculas y, como no pasó, tendrá que esperar mejor ocasión para que me despidan. Qué ganas tengo de acercarme y darle una palmadita en la espalda mientras le digo, “tú tranquilo, que la rabia sale sola, si algo es seguro, es que de nosotros dos, el único que se quedará aquí para siempre eres tú”.

Por eso cuando mamá pregunta “¿ya vino tu amigo de vacaciones?” le respondo acertadamente, “ese no es mi amigo, como mucho un compañero de trabajo”. Uno de estos días, le meto una patada voladora en medio de la cara, pero sin rencor.