miércoles, mayo 04, 2011

Seis razones, seis


Mamá se ha ido a Lima con dos maletas, tan llenas, que ha tenido que quitar cosas en plena cola de facturación. La pobre siempre le había comprado los billetes a su amiga, la de la agencia de viajes de Gran Vía, que por el día es oficinista y empresaria de éxito y por las noches suelta alaridos en bares peruanos, diciendo que eso es música folclórica. Intentamos convencerla de que pillase el vuelo en una página de vuelos baratos, pero al final le pidió a mi tío (el ex forrao) que le consiguiese un viaje barato de vuelta al barrio.

No fui al aeropuerto a despedirla y en lugar de eso acompañé a un amigo a buscar unas nuevas gafas de sol, después de que perdiese sus Armani bailando como una loca en el Berlín Cabaret. Mientras recorríamos las ópticas me preguntaba por qué mamá tiene tantas ganas de volver, y yo no. Y encontré seis razones para justificar mi pereza a volar a Lima:

1.- Su madre vive allí, la mía aquí. Eso puede ser un gran aliciente. Pero la teoría se cae rápido por su propio peso, pues si las cosas son como siempre, estarán juntas mediodía y después mi abuela se pirará a alguna de esas misas de difunto (a las que es aficionada confesa) o a una jornada de recogimiento eclesiástico y papal; mientras mamá huye de la casa materna one more time para irse con sus amigas de toda la vida, aunque sea a latear por el Jirón de la Unión. Pasando, me quedo en Madrid.

2.- Amigas. Las suyas están allende los mares, las mías everywhere. Mis amigas de toda la vida viven en New York. Alguna más gorda que otra, es cierto, pero amigas al fin. Y las de la facultad siguen allí, si, pero son un caso perdido. Una tiene 300 hijos y dos perros, los perros son los más guapos. Otra parece un anuncio de teletienda, de esos que muestran como puedes fortalecer tus músculos, y da miedo, es una versión femenina de Conan. Algunas me escriben mails que me hacen sangrar los ojos de lo mal escritos que están. Aún así, me encantaría verlas, pero no tanto como para pagar mil pavos por el viajecito.

3.-El barrio. Mamá tiene uno de toda la vida; yo me mudé mogollón. Por eso, si voy, me pasará como la última vez, que nadie me conocía y tuve que decirle a los ladrones que yo era vecino de siempre, que me devolviesen mis reebok, que conocía a su padre, que él y yo nos habíamos emborrachado hacía más de seis años. Sí, antes de que lo metieran a la cárcel, papito, ya arranca nomás ¿ya?.

4.- Las compras. Mamá conoce sitios donde la ropa es súper barata, yo tengo como máximo logro haber pillado una chaqueta de Dior en un mercadillo de Grau. Así que no me motiva ni siquiera el hecho de saber que la ropa de Burberry y de Abercrombie es hecha en Cañete, a doscientos kilómetros de Lima. Además, he contactado por Internet a esa gente que "se encuentra" la ropa que cae de los camiones y le he dado a mamá un par de teléfonos para que visite sus pisos francos y me traiga unas cuantas camisas. Le he aconsejado, también, que vaya acompañada de mi primo Giomar, que tiene cara de reggaetonero y servirá de buen salvoconducto.

5.- La comida. Es insuperable y aunque siempre creí que la forma de cocinar de mamá era la mejor del mundo, pronto supe que estaba equivocado. Pues cuando ella partió, mi hermano y yo replicamos sus platos a la perfección y en poco tiempo la superamos. Teníamos tal variedad de ingredientes que a mí me salió la vena cocinera y ganamos los kilos que nuestra adolescencia nos negó. Hasta que me lesioné en el gym y descubrí que sí, que mu rico todo, pero sino hacía ejercicio como un poseso, la comida peruana (engullida a diario) te convierte en un gordo sin cuello que parece un ornitorrinco con estudios. O sin estudios, eso depende del barrio. Así que mejor sigo en Madrid y, sólo de vez en cuando, me empujo un lomo saltado en un sitio guay.

6.- La juerga. Allí una fiesta no acaba hasta que alguien se pelea. Si te vas antes eres aburrido, un monse, si no te quedas hasta el amanecer dormido en tus vómitos significa que no te has divertido. La gente bebe toda del mismo vaso y yo soy asquerosito. No mamá, paso, me quedo en Madrid. Que sí, que dan whisky adulterado pero eso se arregla bebiendo antes en un bar bueno, o en casa. Y no es necesario poner la música a todo volumen, ya para eso se va a la discoteca. Nice, mom, pero me quedo en Madrid. Paso de gente bailando haciendo filas como si estuviesen en un campo de concentración.

Mi amigo no encontró sus gafas. Yo llamé a mamá, que me contó que un joven peruano la había ayudado con sus maletas y ya estaba sentada en el avión de Air Europa que la llevaría a pasar un mes y medio de relax. Le deseé lo mejor, porque sé que sus mejores amigas la esperan con ansias y colgué. Apenas llegué a casa, supe lo que tenía que hacer para asegurarme también ver a mis amigos, sin aguantar las chorradas de Lima. Me metí en internet a ver cuando era la próxima oferta para ir a New York. Es en Junio.

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