viernes, junio 24, 2011

Mamá, no te robes mi Triumph


Mamá se subió a su primera moto a los 16 años, iba pedo y se estrelló contra un muro de ladrillos a medio construir. Poca gente lo supo, pero a mi me lo contó una noche de esas en que se dio cuenta de que los cuentos para niños empezaban a aburrirme y no había forma humana de dormirme. Tirado yo en la cama y con los ojos como platos, recibía sus historias como si se tratase de una novela por capítulos, y cada noche me dejaba lelo con alguna nueva aventura. La de la moto era mi favorita pues en ese tiempo, a diferencia de mis amigos, yo no me subía al carrusel con caballos, sino al que tenía motos voladoras (que no volaban, pero a mi me gustaba creer que sí). Esa primera vez de mamá fue disimulada en casa del abuelo con el cuento que se inventó su mejor amiga que arguyó, con mi madre sangrando de las manos y las rodillas, que habían sido atacadas por unos pandilleros de poca monta a los que ellas dos habían hecho huir río abajo. La moto fue reparada en dos semanas, y por eso, dos noches después yo tuve acceso a la segunda historia.

Esta ya tuvo más delito. Mamá empezaba a enamorarse de papá y él de ella. A mamá no se le ocurrió mejor forma de llamar su atención que pasar delante del club donde papá y sus amigos del equipo de fútbol de mi abuelo jugaban al billar o a las cartas. Dicen que pasó una vez, pero nada, él ni la miró. En su defensa alegó que tenía una buena mano de cartas y que estaba a punto de desvalijar al hijo del carpintero y al sobrino del heladero. Mamá, siguió con su paseo en moto por las calles terrosas del barrio, ajena a lo que minutos después pasaría.Veía pasar, cada vez más rápido, casas, árboles, postes de luz y alguna que otra señora despistada, mientras su amiga seguía sujeta a su cintura. Dos amazonas que no llegaban ni a los 17 y ya volaban como el viento. Vamos de vuelta, dicen que dijo la amiga,hacemos bulla con el escape y ahora el Pato sí te va a ver. Mamá levantó la punta de sus botines para hacer el cambio de marcha y dibujó un ángulo de 300º sobre un descampado. Bajaron otra vez hacia el club del abuelo y cuando les pareció ver a papá, mamá se puso nerviosa y decidió en ese momento que no quería que la viera, aceleró mal, con la marcha mal metida, la moto hizo un caballito y se estrellaron contra otra de las paredes del barrio, que ya las iban conociendo. Puta que cague de risa, añadía siempre papá, para darle veracidad a la historia, perdí al "golpeao!, pero ver a tu mamá intentando arrancar la moto para escapar de la vergüenza era impagable.

Entonces, mi abuelo, que creo que es el único hombre al que mamá nunca rechistó, le prohibió subirse a una moto en la vida. Mamá y sus amigas se aburrían a morir, escuchando discos de Raphael y tejiendo gorritos de hilo con ganchillo. Hasta que el padre de una de ellas (madrina, un beso) se compró un camión para para poder llevar y traer los cerdos de su criadero. Mi madrina, que siempre fue más tranquila, no tardó en dejarse influenciar por la madre de mis entrañas y una tarde, así, sin más, se robaron el camión. Iban las dos muy alegres, metiendo la primera una vez que lograron evitar que se les calase el motor cada cinco segundos, avanzando despacito por la calle de mi madrina y ganando confianza para meter la segunda marcha. Ya en segunda vieron pasar la casa de don Lucho, la cantina donde el abuelo se soplaba mulitas de pisco, todo muy bien, mete la tercera carajo, que esto es fácil. En tercera pasaron la farmacia Lucanas, y ya locas del todo metieron la quinta sólo para ver como la casa de los Echevarría era una exhalación que terminaba con el río delante, sin que les diese tiempo a pisar el freno. Mamá se rompió la frente, mi madrina creo que una pierna, y al camión tuvieron que sacarlo del río con una grúa que algún vecino alquiló.

Por eso, mamá, por eso, no entiendo por qué yo he abandonado mis clases de conducir después de que me estrellara contra el muro del circuito de pruebas. Por qué no me he comprado aún mi Triumph Bonneville con la que sueño de pequeño. Pero sí entiendo por qué te brillaban los ojos cuando pasamos frente a la tienda, la señalé y te dije que me la iba a comprar. Claro, no seas jodía, por eso dijiste eso de "ay, hijo, cuidado que son peligrosas....pero si la compras me la dejas para dar una vuelta ¿no?". Mamá molas más que yo.

1 comentario:

Monica dijo...

Una historia maravillosa.. a mi me paso algo similar..las motos me gustaron desde siempre. En realidad me acuerdo que estaba en una de las sucursales de grido viendo las motos de delivery y me encantaron, nunca había visto una, creo que tenía unos 6 años.. de ahí en más siempre supe que al cumplir mis 18 iba a tener una. Y así fue