lunes, febrero 08, 2010

Hambre de tí.


- Pregunta: ¿Si estás muy desesperado, te follas a la fea de la empresa? - suelta Hugo, así, sin venir a cuento.
- Define desesperado - respondo.
- Sí, o sea, desesperado en plan "no me comido nada en meses" o desesperado en plan "llevo seis cubatas y me como lo que sea" - añade Roberto, en plan filosofal.

El garito tiene poca luz y el humo invade mis ojos operados como astillas de metal. La camarera está buena, tiene pinta de rusa o ucraniana. También tiene pinta de que no me haría caso ni aunque tuviese un Boxter en la puerta.

- ¿No es lo mismo? - pregunto - si estás desesperado, estás desesperado.
- No - responde Hugo - si estás borracho, te follas a lo que caiga, sí, pero tu estómago aún te frena de cometer de un crimen. Si llevas varios meses en sequía, te follas hasta las cabras.
- Gran respuesta - dice Roberto, borrachísimo, y levanta su mojito - brindemos por las tías feas que nos follaremos en tiempo de gran depresión.

Brindamos todos, y yo, idiota, me bebo el mojito de un solo trago y ahora tengo que ir a la barra a pedir más. La rusa-ucraniana ni me mira cuando le pido tres mojitos más, sólo me dice que son 21 euros y yo le alargo mi BBVA platino, para hacerme el interesante. Esas tetas no pueden ser reales, pienso, mientras llega mi pedido. Desde la barra veo a Roberto bailar haciendo el robot, y diez metros más allá una pareja de lesbianas lo encuentra increíblemente divertido. Aplauden.

-¿Entonces? Me tengo que follar una fea, según tú, porque llevo varios meses de sequía.
- Claro - responde el gran filósofo - además las feas son las que mejor follan, tío. Son las más agradecidas, ¿no ves que creen, siempre, que será la última vez que alguien las toca?
- Brindo por eso también - grita Roberto, ya pedo, y le gana en voz a Rihanna por unos segundos - ¡por las feas agradecidas!

El antro tiene una zona vip y dentro bailan seis chicas (cañón) que parecen celebrar el cumpleaños de alguna. Es extraño verlas desde lejos, me siento como cuando voy a la tienda de Hugo Boss y me gusta todo pero no me puedo comprar nada. Una morena de vestido rojo (a punto de explotar de satisfacción) mueve el cuerpo al ritmo de los Black Eyed peas y yo sé que tonight is gonna be a good-good-night, para algún otro que no soy yo

- Yo me follé a la fea de la empresa - confiesa Roberto, después de levantarse del suelo - y es cuestión de imaginarse que es un pibón y ya. Eso sí, tenía más pelos en la espalda que yo.
- Asqueroso - digo y bebo mojito para pasar el mal trago - tas pasao, tío.
-¿Que me he pasao? Y espera a que te cuente lo que hacía con la lengua, colega.
- Déjalo, tronco - suelta Hugo - que acabo de comer alioli y no quiero que me siente mal.

Salimos juntos del bar varias horas después, y Roberto entra a duras penas en el único taxi que lo acepta. Hugo y yo subimos hacia Cibeles a buscar el bus nocturno y de camino me confiesa que él también se tiró a la fea de la empresa, en la última cena de navidad. No está tan mal, tío, dice, es como comerte un yogurt caducado, nadie se ha muerto por hacerlo. Asiento preocupado por el símil que acabo de recibir y subo al bus que está a punto de dejarme tirado. Descubro en el móvil que tengo dos llamadas perdidas de María (la fea de mi anterior empresa) y me digo a mí mismo que tienen que pasar más de mil años, muchos más, para que allá, tal como aquí en su boca lleve ya, sabor a mí.
Prefiero matarme a pajas
, me digo, elimino su número de mi teléfono y bajo del bus resignado al celibato forzoso. Soy pobre, pero honrado.

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