viernes, noviembre 24, 2006

De peloteros está lleno el mundo


“No siento las piernas, Charlie.” pensaba, sentado en el bus, mientras escuchaba a Sting y leía a Asimov.

No, no es pa’ tanto pero después de una hora de fútbol con los compañeros botas toda la adrenalina y el stress de la semana. Intentamos jugar una vez por semana, pero aquí llueve de verdad, nada de mariconadas de garúas ni cosas por el estilo, y por eso nos vemos obligados, como ayer, a pagar 38 euros por alquilar una canchita cubierta en un polideportivo, con sus camerines y todo (y la vergüenza eterna de mostrar las miserias en público).
Me puse la de Waldir. Había empezado a notar que mi rendimiento futbolístico no era el mismo con la camiseta de Toshiba, y por eso decidí volver a los colores de toda la vida, la blanquiazul no me falló y se portó como siempre: 4 goles adentro y 44 afuera, una patada al aire y poco más. Los demás tampoco es que brillaran, pero la verdad es que hubo uno que se movía como lombriz, y cada vez que pasaba a mi lado, haciendo la misma jugada, yo pensaba: “si fuera un partido de verdad, yo ya tendría amarilla y tú un esguince de tobillo, hueveras”.

Y es que vivir en la civilización (defino civilización: sueldo respetable, casita con sofá propio, dvd, periódico de los domingos…) adormece, y cuando sales a correr, una vez a las quinientas, es como el sexo, duras como mucho quince minutos y ves lejano el día en volverlo a hacer, a veces es peor, y cuando descubres un parque perfecto para el footing, piensas que está a 400 metros de casa, y buscas un parking cercano para dejar el carrito, bien listito, para recogerte cansadito, y no tener que caminar solito, de vuelta a casita, como la mariconcita en que te has convertido.

Pero me resisto, alterno la escucha del último disco navideño de Luis Miguel (una mierda) con partidos esporádicos de fulbito, a ver si vuelvo a ser el de antes, durar más de quince minutos y tener ganas de querer meterla otra vez. Y a la pelota también.

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