miércoles, septiembre 05, 2007

El espíritu de Benito


Cuando alguien te dice: “sabes que te aprecio mucho, ¿no?” es porque a continuación te va a soltar algo malo, lo que sea, una opinión sobre tu peinado, tu desodorante (yo debí hacerlo con alguna), o cualquier cosa criticable. Con cariño, eso sí. Por eso cuando Juan me dijo eso, yo contesté “lo pienso, no lo sé”, dejándolo en offside por unos segundos.
Pero contratacó, diciéndome que, a veces, la prudencia no era una de mis virtudes. Seguí con mis ravioli, sin hacerle mucho caso, y ya cuando vi que lo había hecho para dejarme en envidencia frente a Vero (que como cualquier miembro de la especie femenina, lo tenía cautivado casi hasta provocar la violación), le solté el por él esperadísimo “¿por?”.

Juan es lo que las chicas (que están buenas) llaman “moscón”, pero que en Lima simple y llanamente denominamos “termo”. La máxima expresión del termo, era Benito. Medía 1,40 metros, siempre acompañaba a las chicas a comprar pan, o a esperar su combi, y nunca (jamás) se chapaba a ninguna. Pero, claro, tenías que caerle bien, porque, además de ser un idiota calentador, podía desbaratar tu candidatura sexual en pocos movimientos de peón. Sólo bastaba una palabra suya para que la chica de tus sueños húmedos quedara fuera de tu alcance, y así ella lo seguiría necesitando para acompañarla, merodearla, comprarle frunas o arrocillo (no daba para más), o acompañarla a renovar su DNI, en la comisaría del Callao rodeada de Juanitos Alimaña.

- Porque a veces, deberías evitar hacer comentarios, quizá a Vero no le interesa que todos sepan que va a concursos de la tele.

En la universidad también había un Benito: el Chavo. Cada dos meses se enamoraba y seguía a su presa sin cesar, le invitaba una inka cola en el puesto de Freddy y después la veía (siempre) volar hacia los brazos del primer conchudo que pasara. El Cachaco y yo nos burlábamos de él, y una vez propuse llevar una lista de todas las hembritas que lo habían shoteado, pero era demasiado trabajo. Una tarde, sin más, desapareció de la facultad, derrotado por no poder calentar a nadie más y sabiendo que ni sus maleteos a los rivales surtían efecto.

- Sorry, pero no te estaba escuchando, Juan. ¿Quién canta ahora? Creo que es Alejandro Fernández.

Mi hermano me contó que Benito se había casado (por Junta Vecinal, ni siquiera fue a la Municipalidad del distrito) con la hermana de Walter. Dicen que ella estaba embarazada y como Benito la acompañaba siempre, sus viejos le exigieron que cumpliera como varón. Él, encantado de que al fin tanta persecución diera resultado, aceptó gustoso la imposición y ahora, hasta donde sé, vive con la fea del barrio y no le importa que ella se vaya cada tres días a dormir con unas amigas, total, no la va a dejar encerrada en la casa ¿no?

- Pues eso, que deberías controlarte un poquito, tío.
- …
- Vero, cuando desconecto pienso en Mónica Belluci.
- ¿Ah si? ¿Te gusta mucho?
- Desde siempre.

Juan se quedó mirando al infinito y comenzó a divagar, sin dejar de babear por Vero. Saboreando mi copa de vino pensé que Benito, y los de su especie, deberán existir siempre, si no, las chicas interesantes nunca llegarían a nuestras manos, mientras las aburridas se quedan con los Juanes de toda la vida.

3 comentarios:

Arturo Saravia dijo...

Que sera de la vida de Cachaco?
De todos modos a el tambien le deciamos Chavo, pues en honor a la verdad solo le faltaban las pecas y el gorrito con orejas.
Creo que te refieres al Chavito. Y si es verdad lo que dices de el.

el_ficho dijo...

Gracias por confirmar mi historia. y sí, es al Cjhavito a quien me refería.

Gaby dijo...

jaaaaaaaaaaaa
muy gracioso pero, pobre de ti amigo!!!! :)