miércoles, octubre 17, 2007

Descubra sus cañadas, oiga


El bus nos recogía a las 8 y media, frente a la estación de Atocha. Me había inscrito Sol, y yo, por no pelear, acepté ir a la excursión aún sabiendo que odio las caminatas, los paseos en el campo y todas esas mariconadas; yo quería quedarme en casa, hincharme de cerveza y ver la última carrera de la Fórmula 1, en Brasil.

- Regresamos a las 4 y media, tienes tiempo de sobra de llegar a ver la carrera – me dijo.
-Ojalá, porque quiero ver cómo Alonso saca a Hamilton en la primera curva - respondí, con cara de niño castigado.

Nos dieron unas camisetas con el logo de “Descubre tus cañadas”, unos libros explicando el recorrido y un mapa con las zonas que aún nos quedarían por ver, si nos animábamos a volver. Yo iba preparado y en mi mochila llevaba un libro, además de música en mi móvil pues pensaba dormir apenas me sentara en el bus. El tiempo de trayecto estimado era de 1 hora y media. No pude dormir. Nos pusieron un video sobre las cañadas, ovejas, y lo bonito que era el campo, haciendo hincapié en lo satisfactoria que resultaba la experiencia de caminar por caminos para ganado. Los niños se aburrían, y apenas acabó el reportaje, pusieron el VHS de la Máscara 2. A todo volumen.

Al llegar, el aire puro casi me revienta los pulmones, pero la sensación de libertad y amplitud me reconfortó enseguida. Caminamos siguiendo a la guía, que no debía ser mayor que yo, y ella nos iba mostrando cada cierto tiempo las peculiaridades de la zona. Aquí se contaba el ganado, aquí se pagaba el tributo a la corona real, aquí se herraban los bueyes. Sol saltaba feliz como Heidi, y yo intentaba decidir si comerme una de las tantas zarzamoras que poblaban los arbustos. Alguno había venido con perros, me imagino que porque no habría parques en sus barrios para pasearlos, y los pobres estaban como locos ante tantos nuevos olores, sabores y panoramas que no habían visto jamás en la gran ciudad. Otros habían venido solos, lo que me pareció bastante extraño, porque de qué sirve hacer tamaña caminata si no tienes nadie al lado para hablar.
Cuando al fin terminó el paseo, y ya me había comido tres o cuatro zarzamoras, comenzó el conteo de viajeros antes de iniciar la vuelta. Faltaban dos, y una de las guías se quedó en Prádena del Rincón, esperando a que apareciera doblando una de las seis esquinas del pueblo.

Volvimos a casa y lo primero que hice fue encender el PC, para ver si Alonso había logrado la Pole Position, pero para mi vergüenza, la carrera estaba programada para la siguiente semana, hoy, como mucho, veríamos el partido de Rugby entre Argentina y Sudáfrica. O sea, nada. Me dormí cansado y soñé con cañadas, y ovejas, vacas blancas enormes y un jabalí cachetón. Sol vestía de bailarina bretona de cuadro de Gauguin, y yo tenía la ropa de Pedro, el amigo desmuelado de Heidi. Íbamos en un Quad, a 80 kilómetros por hora.

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