sábado, abril 25, 2009

El Diario de Patricio


Me encanta estar en pelotas. He vuelto del gimnasio, no hay nadie en casa y puedo hacer lo que me dé la gana (y, no sé por qué, lo primero que he hecho es poner un disco de Natalie Imbruglia). Estoy contento porque ayer hice mi buena acción mensual: ayudar a una amiga en horas bajas, porque sí, queridos cuatro gatos, yo también puedo tener amigas sin follármelas. No es mi estilo, pero la excepción confirma la regla.

Teresa estaba de baja por depresión en casa y la llamé para hablarle un poco, contarle cosas y hacerla reír. El plan funcionó y después de hora y media de telefonazo lo que empezó con sollozos contenidos terminó con carcajadas sonoras que me hicieron pensar que los antidepresivos son una gran invención. Espero que demande a su jefa por mobbing, pero creo que no se atreverá e incluso la perdonará porque no sabe lo que hace. Yo les hubiera puesto una denuncia.

Sol se ha ido a pasear en bicicleta con sus amigos por los prados de Aranjuez. Yo decliné amargamente acompañarla, eso no es pa' mí , dije, a mí invítame cuando sea una barbacoa con chelas y rio pa' dormir la siesta. Aún así tuve que salir de la cama para ayudarla a preparar la bicicleta, que estaba tirada en el trastero, con las llantas desmontadas, sin aire, y la cadena anudada en el timón. Después de usar la máquina compresora del taller de motos vecino, colocar la cadena que parecía uno de esos juegos de ingenio en donde hay dos clavos doblados que tienes que separar, y desajustar los frenos (no para que se desbarranque, sino para que dejara de frenara por nada), le di las llaves de mi coche con el tanque lleno y nos despedimos en el parking de casa. Una hora después la llamé para ver cómo había ido todo y me dijo que estaba volviendo a casa porque las cámaras de la bici habían explotado con un estruendo a los diez metros de la partida. Obviamente, me reí.

Antonio me ha invitado a ir a una barbacoa, mañana, en su chalet con piscina. Veremos, de paso, como el Madrid dice adiós a la Liga en el campo del Sevilla. Avisa a los demás, me pide, porque no he pagado mi móvil y me han cortado la línea. Que traigan algo para compartir, yo pongo la casa, la tele, el jardín y la carne. Dejo de hacer los abdominales que hacía y mando un mensaje grupal pidiendo que confirmen con el anfitrión antes de que cierren el mercado. Dos horas después llamo a uno de los invitados para ver si ha llamado a Antonio, pero su mujer me dice, amablemente, que no inquiete a su marido.

Vuelvo a poner el disco de Natalie Imbruglia y me tiro en el sofá. Sol entra y dice que hay que cambiar las dos cámaras, revisar los cambios, y los frenos. Pienso en la cabrona de María que me vendió la bici y ruego que la cague una paloma enferma. En la boca.

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